Aquí os dejo un fic para un concurso. Espero que disfruten de la lectura.

Atsuya: No me gusta, no soy el protagonista.

Pau-chan: Tú te callas.


El viento soplaba por Inazuma, adentrándose en los lugares más escondidos. En un pequeño jardín, repleto de flores, la hierba se movía al compás del viento, desprendiendo el olor de la primavera.

Dos niños, de más o menos cinco años, se encontraban recostados mirando el cielo. Ambos pensaban que era hermoso, tanto de día como de noche. Las estrellas te decían la verdad, las nubes le hacían competencia. Es como una lucha para ver cual era la más bella.

Uno de los críos, tenía el cabello verde que se reposaba tranquilo en la hierba, sus ojos eran de un color negro penetrante. Estos se posaron en un chico pelirrojo, pálido, de ojos verdes.

-Hiro-kun, me duele el estomago.-Se sentía mal, el peli-verde no lo entendía.

- Mido-chan, tienes que dejar de comer tanto.- Lo dijo sin cambiar la expresión, con los ojos cerrados.

Ryuuji se levantó de un salto, y avanzo hacía una pequeña planta que se movía al ritmo de viento, al igual que su cabello. Siempre le había gustado, era tan bella como el cielo.

-Se dice que si pides un deseo y luego soplas, haciendo que se desprenda de todas estas cosas blancas, tu deseo se cumple.- Hablaba con un tono distinto, entre admiración e ilusión.

Hiroto se incorporó, mirando al otro, pero por una extraña razón sus mejillas se cubrieron por un leve rubor.

-Eso es una tontería, nunca se cumplen, aunque lo desees con todas tus fuerzas.-Ryuuji posó sus ojos en el pelirrojo, ¿desde cuando era tan negativo? Suspiró fastidiado, no lo creía, estaba seguro de que su deseo se cumpliría.

Divisó a lo lejos dos de aquellas flores, como se llamaban… Diente de león, su nombre la describía era tan blanca como los más relucientes dientes, tan elegante y hermosa como un león.

-Es tan diferente… Cuando tienes una flor, hay que tener cuidado porque puedes dañarlas. Ellas simplemente no lo soportan, se marchitan y al final mueren. Pero eso no es problema para el diente de león.

Sus palabras resonaron en los oídos de Kiyama.

-Las flores son delicadas, suaves y puras. Tienes que saber como tratarlas… -fue lo único que llego a decir antes de ser interrumpido.

- No lo entiendes, es tan pura como las demás, pero a la vez es salvaje y tiene esperanza en cada una de sus plumas.- Tenía gran parte de la razón, él era tan culto en esas cosas. Kiyama se sorprendió ante esa respuesta.

-…- De su garganta no salió ni una palabra.

-Pidamos un deseo, vamos Hiro-kun.-Algo cambio, sus ojos brillaron de ilusión y en su cara se dibujo una amplia sonrisa, dejando a la luz todos sus relucientes dientes. Se acercó al otro y le ofreció su mano.

-No creo en esas cosas, pero si insistes.- Ocultaba sus sentimientos, pero estaba tan o más ilusionado que él otro. Puede que les parezca raro, pero todo lo que salía de la boca de Midorikawa Ryuuji sonaba real. Se aferro a la mano del otro y con su ayuda se levantó.

Se acercaron corriendo a las flores, riendo, como cualquier niño pequeño. Cada uno arranco el tallo de un diente de león, mirándose entre si asintieron, estaban preparados. Cerraron los ojos y al unísono pensaron: "Por favor, solo pido estar siempre a su lado". Cogieron aire a la vez, llenando sus pulmones, para soltarlo con todas sus fuerzas. El cielo se lleno de diminutas cosas blancas, los dos abrieron sus ojos, que brillaban de admiración. De sus bocas salió un sonoro "¡WOWWWWWWW!".

Nunca habían visto tal cosa, parecían plumas que caían del cielo, era algo celestial. Así empieza su viaje hacía la libertad, hacía algo desconocido. Algunas conseguirían encontrar su lugar, otros se quedarían a medio camino. Lo importante para ellas era intentarlo, si no lo intentas nunca lo conseguirás.

-¿Qué fue lo que deseaste? –preguntó el peli-verde mirándolo a los ojos.

-Si te lo digo, nunca se hará realidad.- Fue lo último que dijeron antes de volver al orfanato Sun Garden.

Una semana después Midorikawa se marchó, para siempre. Lo adoptaron, él siguió su camino, pero antes de abandonar el lugar se despidió de su mejor amigo.

-Hiroto, prométeme que nos volveremos a ver. Gomen, no puede cumplir mi deseo.- Sus ojos se llenaron de lagrimas, que no pudo contener.

-Midorikawa, prométeme que nunca más llorarás.- Ryuuji asintió y desapareció entre las flores del jardín. Ante de irse, se agachó ante una de ellas. Aún se escondía, en un capullo. Pronto florecería, y él no podría contemplarla.

-Adiós amigos-susurró antes de subirse al coche de su nueva familia.

Pronto entendió que todo sueño tiene su fin, que no importa lo tanto que quieras cumplirlo, llega un momento que todo se acaba. Algo parecido a la vida, es muy frágil y cualquier fallo puede resultar letal. Siempre hay algo que impide avanzar.

Hiroto tenía razón, una simple planta no te puede conceder un deseo así como así. Pero había algo en lo que se equivocaba, puede hacerlo, pero todo depende de ti mismo, si no crees en ello y haces algo para hacerlo realidad no se cumplirá. Si te quedas sentado esperando que se haga realidad, nunca pero nunca se cumplirá.

¿Cómo saber si cumpliría su promesa? ¿Cómo volver a creer? Había perdido a sus amigos, y dos cosas le había quedado claras: la primera nunca volvería a llorar y la segunda pero no menos importante, había perdido a lo que más quería, y no estaba muy seguro de ser capaz de recuperarlo.


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