Cazador de mariposas
Capitulo 1: Primer encuentro
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Su respiración era irregular, su corazón palpitaba desesperado y rápido, su pecho subía y bajaba velozmente como consecuencia de ello. Cerro los ojos y llevo su mano diestra a la profunda herida de bala que termino por atravesar su brazo izquierdo, gruño frustrado al sentir el agudo dolor en la caliente herida apenas y rozo sin querer esta con sus propios dedos. Al menos no había bala que sacar, pues esta había perforado su brazo.
Gruñendo nuevamente y auxiliándose de su brazo sano se apoyo en este para así poder asomarse sobre el montón de cajas metálicas que le cubrían. Grave error, apenas lo hizo y nuevamente intentaron acribillarle. Regreso a su sitio seguro rápidamente, pensando en todas las posibles opciones de escape.
Ellos eran como mínimo unos 10, se habían cargado a 2 de sus compañeros de equipo y el tercero resulto ser un farsante, un espía del lado contrario, lo cual lo dejaba solo. Al correr a esconderse y deslizarse tras esas cajas su PDA cayo al suelo, lo cual lo dejaba incomunicado. Y el portafolios, aquel que contenía el motivo por el que habían acudido a ese lugar, se encontraba igualmente en el suelo, cerca de su PDA.
Con un demonio, se suponía que esta seria una misión fácil, o al menos así la habían catalogado sus superiores. Pero en realidad nadie sospechaba que había un traidor entre ellos, lo cual complico todo el asunto, pues el maldito los llevo como ratones a la ratonera.
Frunció el ceño, y nuevamente se asomo desde su escondite, solo que esta vez con cautela. Y lo que vio, le impresiono de sobre manera.
De un momento a otro, un pequeño objeto rojizo cayo del cielo. Al menos 5 de los 10 hombres recibieron balazos certeros a lo largo de su anatomía, mientras que los otros miraban hacia todos lados, desesperados, buscando el origen del ataque para poder contratacar. Los que quedaron de pie pronto cayeron, pues el pequeño objeto exploto en una llamarada de fuego y los quemo instantáneamente, sin remedio alguno.
Y fue en el momento en que la vio, una figura estilizada cubierta de rojo caer del cielo, aterrizando perfectamente.
Las curvas femeninas quedaban perfectamente marcadas con aquel vestido rojo, pequeño y de seda. Los cabellos oscuros relucían y eran adornados por un prendedor en forma de flor, y las largas piernas lucían su blanquecina piel, con una funda de lo que supo era un garfio del lado derecho.
La joven mujer se agacho extendiendo sus brazos al frente para tomar aquel portafolio, brindándole con ello una exquisita vista al rubio desde su escondite, quien curveo sus labios al tiempo en que admiraba aquel bello panorama que le ofrecía la mujer.
-Ada! – exclamo el rubio apenas vio que esta se reincorporo, y el hizo lo mismo, aunque con un poco de dificultad debido a su brazo herido.
La aludida giro lentamente sobre sus altos zapatos de tacón, y fue en ese momento cuando el aprecio mejor su cabello, que se encontraba algo mas largo de lo habitual. Eso le gusto. Y mas le gusto observar aquel escote en forma de ''v'' de su vestido, no tan pronunciado, pero bastante agradable a la vista.
-¿Quieres un vaso, guapo? – pregunto la joven pelinegra, causando asi una boba sonrisa en el hombre. Dio pasos lentos y femeninos hacia el, quien únicamente se dedico observar como contorneaba sus caderas, causándole eso otra boba sonrisa, cosa que no paso inadvertida ante los ojos de la mujer de ascendencia china. –Leon, Leon, Leon… siempre apareciendo a donde quiera que voy – dijo apenas estuvo frente a el. Y sin resistirlo coloco su mano diestra sobre su ancho hombro.
Y vaya que el hombre lucia realmente guapo aquella noche. Traía puesta una camisa negra de mangas cortas que dejaba al descubierto sus bien trabajados brazos, unos pantalones negros y sus típicos porta granadas y fundas de armas, noto que venia bien equipado y eso le hizo sonreír. El rostro lucia una hermosa barba de un par de días, viéndose así aun mas varonil.
El, en un hábil movimiento, guardo su pistola y coloco sus manos en las redondeadas caderas de la mujer, ignorando el palpitante dolor de su brazo y acercando sus cuerpos.
-Ada, al parecer eres tu la que me sigue – musito roncamente, disfrutando del dulce aroma a pólvora y perfume femenino que el cuerpo de la mujer desprendía.
-Suerte tuvieras, guapo – rio ella, deslizando su mano por su hombro. Y se detuvo, pues apenas bajo la mano y pudo sentir algo cálido y húmedo en su brazo, ante lo que el se estremeció ligeramente del dolor y ahogo un gruñido. –Parece que el eterno superviviente ha sufrido un pequeño accidente. – susurro, fingiendo asombro y acercando su rostro al masculino.
El hombre cerro los ojos y continuo con la tarea de ella, acortando aun mas la distancia entre ambos – No es nada con lo que no pueda lidiar – murmuro, entrecerrando los ojos y deleitándose al sentir el aliento de la espía tan cercano a el. Mientras sus manos se ocupaban de acariciar la curva que formaban aquellas redondas caderas que tanto anhelaba.
-Guapo, yo se que hay algo con lo que no puedes lidiar – murmuro apenas el termino de acortar la distancia entre ambos, y al hacerlo sus labios se rozaron sutilmente al musitar ella aquellas palabras. Subió ambas manos a los anchos hombros del agente y comenzó a acariciarlos suavemente, roso ligeramente su curvilíneo cuerpo contra el masculino y una traviesa sonrisa se plasmo en sus labios al sentir la hombría de el ya endurecida.
El, guiado por su primitivo instinto carnal y auxiliándose de sus manos pego sus cuerpos completamente. Suspiro al sentir sus redondos senos aplastándose contra su firme pecho y su hombría rozando la feminidad que adivinaba exquisita. – Puedo lidiar contigo, si a eso te refieres. Ada – y al musitar aquello, sus labios volvieron a rozarse. Sonrió, por demás excitado y tentado ante la dama de rojo. Sin resistirse, comenzó a mover las caderas de ella usando sus manos, realizando así una suave y constante fricción entre sus sexos, por demás exquisita. Lentamente fue deslizando sus manos hasta el curvilíneo trasero femenino, hasta que lo tuvo entre sus manos y se permitió apretarlo suavemente. Cuanto deseaba aquello…
-Yo creo que no – dijo ella, para después dejar escapar de sus labios una risilla traviesa.
Y antes de que el pudiese replicar, sintió un agudo dolor en su brazo izquierdo, dolor que le hizo detener todas sus acciones. Se trataba del pequeño dedo índice de la mujer, que presionaba suavemente la herida de bala en su brazo. ¿Por qué…?
Y cuando ella se aparto un poco de el, la vio sonreír socarronamente mientras sostenía en su mano diestra un pequeño tubo con un liquido morado fluorescente.
Leon bufo, mas no pudo reprimir una sonrisa. El había sacado la muestra del portafolio momentos antes de dejarlo tirado, esa era la razón por la que se encontraba ahí, y al parecer, también ella buscaba aquel objeto. Y ahora, la pelinegra se lo había quitado en quien sabe que momento y lo tenia en su poder.
-Me gustaría quedarme a jugar guapo, pero tengo trabajo – y guardo el tubo en su escote ante la atenta mirada del ojiazul. Seguidamente tomo delicadamente el brazo herido de el, posando sus labios sobre la caliente herida. Aquella acción hizo que las mejillas del rubio se tornaran de un color rojizo. Ella levanto la mirada hacia el, apenas separo sus labios de la herida el se deleito al observar sus rosados labios manchados de rojo. La mujer pelinegra curveo sus labios en aquella sensual y característica sonrisa que sabia volvía loco al agente gubernamental.
Y antes de que el pudiese decir algo, ella dejo en sus manos una pequeña caja blanca, que al instante el adivino era un botiquín de primeros auxilios, y en la blancura de la tapa presiono sus labios, dejando en el impreso el rojizo de sus labios. – Un regalo, para que veas lo considerada que soy contigo – inquirió, acariciando la barba del ojiazul con su mano diestra. – Nos vemos pronto, guapo – y saco de la funda en su pierna derecha su siempre útil lanza garfio, apunto y desapareció entre la espesura de la noche y los techos altos de los edificios, dejando atrás solo el sonido del taconeo que emitía su caminar.
-Mujeres – inquirió el ahora solitario rubio, aun con sus mejillas suavemente coloreadas y la mirada clavada en el lugar donde la había visto desaparecer. Nuevamente, se había escapado de entre sus brazos, como la escurridiza mariposa que era. Y sonriendo al tiempo en que negaba con su cabeza, tomo asiento en una de las metálicas cajas del lugar y comenzó a atender su herida.
-¿¡Dónde estabas!? – exclamo una voz con un acento ruso bastante marcado. Se trataba de un hombre de dicha nacionalidad. El albino termino por retorcer el cuello de su ultimo adversario, y sin miramiento alguno, arrojo su cuerpo por ahí. Había vencido a unos 4 en combate mano a mano, los pobres alfeñiques se habían atravesado en su camino y no le quedo otra opción mas que liquidarlos, cosa que no le tomo tanto tiempo, y para su suerte, estos estaban desarmados, lo cual volvió todo mas divertido.
-Eso no importa, lo tengo – la joven de origen chino saco de entre su escote un pequeño tubo de ensayo y se lo mostro al ruso. Casi al instante lo volvió a acomodar en el mismo lugar. –Debemos marcharnos – y saco de entre sus ropas su PDA, lista para enviar la señal.
El ruso gruño, y antes de que ella pudiese hacer algo, el le arrebato el pequeño aparato de sus manos. – ¿Fuiste detrás de el, cierto? Estabas con ese americano – comento, mirándola acusadoramente y cruzando sus fornidos brazos.
-Eso no te incumbe, Ginovaef – rio la pelinegra, intentando recuperar su PDA – además el tenia la muestra, simplemente fui a quitársela – se excuso, una vez que recupero su PDA.
-Wong – musito severamente, pero al cabo de unos segundos relajo su semblante, no quería discutir con ella en vano, pero ciertamente se preocupaba por la espía y ese era un hecho que no podía negar. Se planto frente a la joven mujer y tomo su mentón lo mas delicadamente que sus movimientos le permitían, y auxiliándose de su dedo pulgar limpio los rastros de sangre que había en sus labios, no obstante mantuvo su mirada en los ojos rasgados frente a el, que le miraban interrogantemente – Tenias algo de sangre fresca – se excuso casi al instante, y deshizo el contacto. Seguidamente se cruzo de brazos y se volteo, no tenia ganas de preguntar, y mucho menos ganas de saber. – Manda la señal, ya no hay nada que hacer aquí.
Y apenas termino de hablar puedo escuchar las hélices del helicóptero. Vaya, eso si que había sido rápido.
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Lamento que haya sido tan corto, pero así serán los primeros capítulos. Conforme vaya avanzando los capítulos crecerán en extensión.
Jehje, Hola! Bien, soy nueva por acá (como escritora, no obstante he saltado por aqui de fic en fic leyendo), amo el AEON y desde hace tiempo estaba deseando escribir uno. Apenas vino la inspiración a mi...
Espero que este primer capitulo haya sido de su agrado.
Muchas gracias por leer.
Comentarios son bien recibidos en los reviews.
Nos leemos pronto!
