Capitulo 1. El Rencuentro
La astucia es una cualidad básica para llegar a ser un gran empresario en el mundo de equipos de quiddich. Sin la astucia solo se quedará uno en la ruina. Y a los empresarios no nos gusta estar en la pobreza -dijo Harry Potter, mientras se dirigía a los estudiantes de Howgarts de quinto curso-. Para los pocos que consigan graduarse del colegio de Howgarts de Magia y Hechicería, - hizo una pausa para enfatizar lo que acababa de decir antes de continuar- habrá recompensa alta. Y no me refiero a dinero –tenía una voz potente y sabía de aprovecharse de ello-. Me refiero a entrar a formar parte de una comunidad con valores como el honor, el coraje y la entrega de hacer una empresa para satisfacerse a uno mismo por el simple hecho de decir es mío y yo lo creé con mis propias manos. ¿Entendido?
Los alumnos de quinto curso de la escuela de Howgarts de Magia y Hechicería asintieron un poco asustados por la forma de expresarse de Harry, pero su mayor temor era no poder alcanzar las expectativas que él ponía para ser un gran empresario. Esta visto que todos los estudiantes estaban deseosos de ser tan exitoso como lo era el Gran Harry Potter, ya que hace unos años atrás él había sido quien había derrotado a Voldemort, con tan solo 17 años de edad, y la ayuda de sus inseparables amigos, Ron Weasley y Hermione Granger.
-Muchas gracias, señor Harry Potter –dijo la profesora McGonagal-. Le agradecemos que haya venido.
-De nada. Ha sido un placer.
Aquello no era cierto. Harry no se había hecho un famoso y rico empresario por el simple hecho de dar una charla a un puñado de adolescentes. Pero cuando su principal inversionista se lo pidió de favor no tuvo cara para rechazar la oferta, y él no estaba dispuesto a hacer lo necesario por esa gran cuenta aunque le pareciera que era una pérdida de tiempo.
-¿Alguien le quiere hacer una pregunta al señor Harry Potter?
Varias manos se levantaron, se notaba un gran interés en poder hacerlo. La profesora McGonagal los observo con suspicacia y dijo- que sea sobre su trabajo, en su compañía de artículos de quiddich- todas las manos bajaron inmediatamente, entonces Harry comprendió que había llegado el momento de irse y él se dirigió hacia la puerta más próxima y salió del Gran Comedor. Una vez fuera, al sol del cálido mes de septiembre, a pesar del frió, se le hacia totalmente agradable sensación del sol sobre su cara, se detuvo un momento y respiro hondo. Percibió su perfume a jazmines un segundo antes de verla. Aquella pelirroja de piernas largas con un vestido negro que había estado detrás de el en la charla pero en ese momento no se había percatado de quien era en realidad, hasta ahora. Ahí estaba parada Ginny Weasley, la hermana pequeña de su mejor amigo.
-Enhorabuena, Harry Potter – aquel comentario no pretendía ser un cumplido-. Has conseguido asustar a un puñado de adolescentes. ¿Te hace eso feliz?
- Una pizza y una cerveza de mantequilla fría es lo que me hace feliz.
"Además de una pelirroja atractiva", pensó y dirigió una rápida mirada a sus atributos: cabello rojizo recogido en una coleta, labios delgados y unos grandes ojos azules.
Estaba un poco más alta de cómo Harry la recordaba, unos centímetros menos que él y tenia unas piernas increíbles. Una suave brisa agitó la falda de su vestido dejando ver sus piernas. Si definitivamente la pelirroja era una de las cosas que más le hacia feliz en ese momento. Quizá la charla no fue una perdida de tiempo.
Harry sonrío y ella le dirigió una dura mirada.
Ginny siempre se había sentido atraída por Harry pero el estaba ocupado viendo a otras chicas del colegio. Y eso simplemente la hacia sentir una gran antipatía hacia él.
-¿No crees que has sido muy rudo ahí adentro?
-No fui duro.
-Si, si lo fuiste, y muy competitivo.
-A si... cuando se tiene una empresa como la mía, se debe de ser muy competitivo. ¿Y tu a que te dedicas, Ginny?
-Tengo una librería. Yo también participe en la charla de futuras profesiones. Lo hice antes de que tú llegaras.
-Siento habérmela perdido.
-Yo también lo siento. Quizá tu discurso hubiera sido otro.
-Lo dudo.
-Podrías haber sido más tolerante.
-Puedo ser más tolerante cuando la situación lo requiere –dijo él sonriendo-. Como ahora. ¿Te apetece que sigamos hablando mientras tomamos una cerveza de mantequilla en las tres escobas?
-No, no me apetece. –Ginny siempre soñó que Harry la invitaría a algún lado, pero ahora era inaudito. Ya cuando lo había superado totalmente, además lo veía y se le hacia totalmente arrogante, nada que ver con aquel Harry que conoció hace cinco años.
-¿Por qué no?
Harry no estaba acostumbrado a que rechazaran sus invitaciones, advirtió Ginny. Podía haber intimidado a los alumnos de quinto curso, pero no iba a pasar con ella. Harry había hecho que su corazón se acelerase y ahora pretendía... Bueno, tenía que reconocer que estaba muy atractivo y por el brillo en sus ojos verdes, era evidente que estaba acostumbrado a conseguir lo que lo que quería de las mujeres.
Era comprensible. Él era un hombre que llamaba mucho la atención y no solo por el impresionante porte que tenía o la confianza que mostraba tener en si mismo.
Ginny había conocido a demasiados muchachos con esas características, pero había algo en Harry que la hacia fijarse en él, como en la época del colegio cuando ella lo idolatraba. Se había dado cuanta de la forma de cómo les hablo a los niños en forma de mando, y se dio cuenta que Harry había tomado el habito de dar ordenes. Ella sabia que él siempre ha tenido un instinto de líder. Y ella no era una mujer que le gustaba dar órdenes. Ya sabía en que consistía eso y no estaba dispuesta a pasar por eso otra vez.
-No estas casada, ¿verdad? –pregunto él repentinamente, dirigiendo la mirada a sus manos.
-¡Por supuesto que no!
Así que Ginny tenía algo en contra del matrimonio, pensó Harry. La idea del matrimonio tampoco le gustaba a él. A pesar de que sus amigos y colegas estuvieran casados, Harry no estaba dispuesto a perder su libertad. Aun así deseaba poder salir con ella.
-¿Cuál es el problema en ello, Ginny?
-Pues... hay muchos candidatos y me es imposible conocerlos a todos –respondió ella en tono burlón.
-Pues has una elección.
-¿Sabes lo que distinguen a los empresarios? Rasgos como la arrogancia y el autoritarismo.
-Ja, ja, ja. Preferimos llamarlo confianza y liderazgo.
-Esas cualidades no me gustan.
-¿Por qué? –pregunto él mirándola directamente a los ojos.
-Tengo mis razones-respondió Ginny aturdida.
-Esta bien, cuando las sepas no olvides en contármelas, ¿de acuerdo? –dijo él y reparo en el contraste entre sus oscuras pestañas y su pálida piel. No solía reparar en esos detalles, pero Ginny tenía unos ojos increíbles, por no hablar de las piernas que tenia.
Sentía una fuerte atracción por ella. Una atracción que no había sentido en mucho tiempo. Y era evidente que era reciproca. A pesar de sus palabras, había química entre ellos. Como en aquel momento, en donde sus ojos se acababan de encontrar y ella se había humedecido lo labios antes de retirar la mirada. El se preguntaba como no se había dado cuenta en el de ella en el colegio, que en donde se había metido para no fijarse en ella.
-No tengo interés de hablar contigo, Harry. Adiós.
Él se quedó mirando cómo se alejaba contoneando las caderas. Ginny tenía una habilidad innata para llamar la atención de los hombres. La bolsa que Ginny llevaba tenía el diseño de un libro abierto y el nombre de la librería: "El rincón del lector, hogar de ideas de novelas".
Tenía que regresar a la compañía, pero decidió que al día siguiente le haría una visita a la librería. No se daba fácilmente por vencido.
Seguía pensando en Ginny cuando llego a la compañía, por lo que no reparo en Cho Chang hasta que fue demasiado tarde. La hija del inversionista con mayor poder se acercaba, con el pelo oscuro y grandes ojos marrones rasgados, además de haberse convertido en su sombra últimamente. Llevaba varias semanas haciéndole la vida imposible, motivo por el cual le había asignado el señor Joung Chang la charla en la escuela de Howgarts.
No había aceptado la invitación de Cho para salir con ella y lo había amenazado con acudir a su padre para lograr lo que quería. Él no le había creído. Pero entonces le pidió el señor Chang que hiciera la labor de ir a dar una charla sobre futuras carreras.
Era difícil mantenerse alejado de ella ya que no dejaba de seguirlo. Era una joven mimada y estaba acostumbrada a salirse con la suya. Y ahora su capricho era Harry.
-Aquí estas –dijo tomándolo del brazo-. Tienes que venir a cenar esta noche con papá y conmigo.
-Lo siento, no puedo.
-¿Por qué no? –pregunto Cho. Su expresión dejaba claro que ninguna excusa seria suficientemente buena. Solo se le ocurría una cosa.
-A mi prometida no le parecería bien.
Aquello detuvo a Cho unos segundos. Luego se echó a reír.
-Tú no tienes novia.
-Claro que si.
Cho no era tonta y sospechaba que era una mentira.
-Entonces, ¿por qué no me has hablado de ella hasta ahora?
-Nos hemos comprometido hace poco.
-¿Cómo se llama? –pregunto bruscamente.
-Ginny Weasley –dijo antes de pensarlo dos veces-. Tiene una librería.
