Ni los personajes ni la historia me pertenecen. Los personajes pertenecen a Rumiko Takahashi y la historia a Jane Austen. Yo decidí hacer esta adaptación por pura diversión. Esta basada en la película de Orgullo y Prejuicio.
Orgullo y prejuicio.
Romeo (adelantándose) Se ríe de las heridas quien no las ha sufrido.
Pero, alto. ¿Qué luz alumbra esa ventana?
Es el oriente, y Julieta, el sol.
Sal, bello Sol, y mata a la luna envidiosa, que esta enferma y pálida de pena
Porque tú, que la sirves, eres más hermoso.
Si es tan envidiosa, no seas su sirviente.
Su ropa de vestal es de un verde apagado
Que solo llevan los bobos.
¡Tírala!
(Entra Julieta, arriba, en el balcón)
¡Ah, es mi dama, es mi amor!
¡Ojalá lo supiera!
Mueve los labios, mas no habla. No importa:
Hablan sus ojos; voy a responderles.
¡Qué presuntuoso! No me habla a mí.
Dos de las estrellas más hermosas del cielo
Tenían que ausentarse y han rogado a sus ojos
Que brillen en su puesto
Hasta que vuelvan.
¿Y si ojos se cambiasen les haría avergonzarse,
Como la luz del día a una lámpara;
y sus ojos lucirían en el cielo tan brillantes
que, al no haber noche,
cantarían las aves.
¡Ved cómo apoya la mejilla en la mano!
¡Ah, quien fuera el guante de esa mano por tocarle la mejilla!
Kagome suspiró y elevó su vista del libro que estaba leyendo para prestar atención por donde caminaba. Ya casi estaba cerca de casa. Cruzó el pequeño puente que unía a la casa del prado , se adentró entre toda esa ropa blanca que las sirvientas de la casa habían colgado y cerró con suavidad el libro.
Mientras Kagome pasaba frente a la casa para entrar por la puerta principal, a lo lejos se observa a Kanna tocar una suave canción en el piano, que estaba ubicado en el comedor. Mientras ella toca, Kikyo se asoma con unos bordados en las manos, como decidiendo cual es mejor. En eso, bajan Ayame y Ayumi corriendo del segundo piso.
—Ayame, Ayumi—dice Kikyo, con tono de regaño.
Ellas soltaron una risa tonta, ignoraron a Kikyo, dejaron un sombrero en la mesa y salieron corriendo de ahí. Kanna es indiferente a todo eso y sigue practicando.
Afuera, Kagome por fin llega a la puerta principal y escucha como su madre y padre discuten en el estudio de éste último:
—Mi querido Mr. Higurashi, ¿Ya se enteró? Ya rentaron la propiedad Netherfield. ¿No quiere saber quien la rentó? —dijo toda emocionada y algo molesta por la falta de atención.
—Como desea decírmelo, querida, dudo que pueda elegir—lo dijo de una forma muy resignada.
Kagome soltó una pequeña risa y entró a la casa. Escuchó las risitas de sus dos pequeñas hermanas, Ayumi y Ayame, y fue a regañarlas:
—Ayumi, Ayame ¿Qué les he dicho sobre de oír tras la puerta?
—shhh….—la calló Ayame mientras miraban por el espacio abierto de la puerta—no importa. Hay un tal Mr. Taishido que vino del norte.
—Por ventura—dijeron las dos al mismo tiempo, riéndose tontamente—¡5.000 al año!
—¿De veras? —dijo Kagome, emocionada acercándose también a la puerta, olvidando lo que les había dicho antes a sus hermanas.
—es soltero—dijo la Sra. Higurashi.
—¡Es soltero! —exclamaron Ayumi y Ayame.
—¿Quién es soltero?—preguntó Kikyo, uniéndoseles.
—un tal Mr. Taishido.
—shhh…—las calló Ayumi.
—Ayumi. —rió Kagome.
—¿Y eso como puede afectarlas? —dijo el Sr. Higurashi mientras paseaba por el estudio y su esposa lo veía con mucha impaciencia.
—oh, Mr. Higurashi ¿Cómo puede ser tan tedioso? Sabe que tiene que casarse con alguna de ellas.
Todas las hermanas Higurashi se rieron y su madre las alcanzó a ver. Les dirigió una mirada algo desaprobatoria.
—ósea que esa es su idea al establecerse aquí—siguió hablando Mr. Higurashi.
—debe ir a visitarlo de inmediato—dijo la Sra. Higurashi.
El padre abrió la puerta con planta en mano y vio a sus hijas reunidas, hechas bolas, frente a la puerta riendo tontamente.
—Por dios. Gente—dijo en tono amigable.
Se dirigió a la sala con la Sra. Higurashi detrás de él. Todas las hermanas fueron también detrás de ellos.
—nosotras no podemos ir si usted no va, como ya sabe—siguió diciendo la Sra. Higurashi.
Kanna seguía tocando el piano, pero Kagome tiró de ella para que fuera con ellos a la sala.
—¿No está escuchando? Nunca escucha—dijo Ayame corriendo tras él.
—Debes ir, papá—dijo desesperada Ayumi.
—de una vez—terminó Mrs. Higurashi.
—no es necesario, yo ya fui—dijo por fin haciéndoles caso Mr. Higurashi mientras volteaba a verlas.
—¿Sí? —dijo Mrs. Higurashi, mientras todas se sorprendían pero al mismo tiempo sonreían.
—¿Cuándo? —preguntó Ayumi.
Todas entraron y Mrs. Higurashi lo empezó a regañar:
—oh, Mr. Higurashi, ¿Cómo puede reírse así de mi? ¿No tiene compasión de mis pobres nervios?
Todas las Higurashi estaban acomodadas de la siguiente manera en la sala: Kagome, sentada cerca de su padre, Mrs. Higurashi parada frente a él, Ayame detrás del sillón donde estaba Kagome, Ayumi detrás de su madre, Kikyo parada cerca de ellas y Kanna en la puerta, sin saber de que estaban hablando todos.
—me malinterpretas, querida. —dijo Mr. Higurashi, sentándose en una silla cerca de la ventana— tengo el mayor de los respetos. Tus nervios siempre me han acompañado durante estos 20 años.
Kagome rió de la pequeña broma de su padre.
—papá—dijo Ayumi, riendo nerviosamente.
—¿Es afable? —preguntó Mrs. Higurashi.
—¿Quién? —preguntó Kanna desde la puerta, sin entender nada.
—¿Es buen mozo? —preguntó Ayumi.
—¿Quién?—repitió Kanna.
—seguramente es buen mozo—dijo Ayame mientras caminaba dando saltos por la sala.
—con 5.000 al año, no importaría ni con verrugas—rió Kagome.
—¿Quién las tiene? —preguntó Kanna, siendo ignorada de nuevo por todos.
—daré mi consentimiento para que se case con cualquiera de mis hijas que él elija.
—¿Él irá mañana al baile, papá? —preguntó ansiosamente Ayame.
—eso creo—respondió dándoles una pequeña sonrisa a sus hijas.
Todas soltaron una exclamación de alegría y rápidamente Mrs. Higurashi corrió a besar a su marido. Kagome arrugó la nariz y se volteó con Kikyo, quien ya estaba siendo hostigada por sus pequeñas hermanas Ayame y Ayumi.
—¿Me prestas tu muselina a lunares, por favor? —le suplicó Ayumi.
—no, la necesito—dijo Ayame, girando a Kikyo para que la viera.
—te prestaré mis zapatos verdes—dijo Ayumi, girándola de nuevo.
—eran míos—dijo Kikyo asintiendo.
—¿Ah sí? Bueno, zurciré por ti una semana.
—arreglaré tu sombrero—dijo Ayame girándola.
—dos semanas—dijo Ayumi, girándola de nuevo.
—y te pagaré Kikyo—dijo Ayame.
Ellas siguieron discutiendo y Kikyo sólo daba vueltas mirando a sus hermanas. Kagome se rió mientras las observaba.
El salón era pequeño y algo oscuro en ciertas partes, pero la música y sus bailarines muy alegres. Ayumi y Ayame no perdían el tiempo y ya estaban bailando con unos caballeros. Kagome y Kikyo estaban sentadas en una banca con Sango, la mejor amiga de Kagome, mientras se reían de algo dicho por Kagome. Kikyo no les prestaba tanta atención y pasaba toda su mirada por el salón. Cuando Kagome y Sango se calmaron, le hicieron caso a Kikyo:
—si todos los hombres no acaban enamorados de ti, entonces yo no sé juzgar la belleza.
—o a los hombres—rió Kikyo sin mirarla.
—no, ellos son fáciles de juzgar.
—no son tan malos—los defendió Kikyo.
—tontos sin humor, según mi limitada experiencia—se burló Kagome.
—uno de estos días, Kag, te fijarás en alguien, y entonces tendrás que cuidar tu vocabulario.
Kagome se rió y Sango soltó una pequeña risita. Entonces algo captó su atención en la entrada del salón. Habían llegado tres personas: dos hombres y una mujer. Kagome fijó su vista en el de en medio y unos hermosos ojos dorados la interceptaron en el camino.
¡Hola!
Como sabrán, soy nueva escribiendo fics de Inuyasha,
Este seria el primero y tengo mis dudas acerca de él.
Siempre tuve la idea de hacer una adaptación de esta película con los personajes de InuYasha pero nunca me había animado, hasta ahorita.
Espero que ustedes sean buenas juzgando mi adaptación y espero sus comentarios.
Bueno, creo que es todo.
De verdad, lo que quieran decir de esta adaptación,
Póngalo en un review
Bueno, ya me voy
Se cuidan
Bye bye
Espero que les haya gustado.
Atte.
VaMpIrE-TwIlIgHt1
