Historia corta acerca una pareja que me encanta y que a mi parecer merece más amor por parte de las fans.
En esta historia vemos como la astucia y encanto de Gilbert hacen que Elizabeta caiga a sus pies. Si, claro. Como si eso fuera posible. La verdad es una historia de Gilbert haciendo el ridículo y de Elizabeta estando allí para verlo.
Comentarios y críticas constructivas siempre son bien recibidos.
Los personajes no me pertenecen, sino a Hidekaz Himaruya.
Gilbert era un genio. O al menos, eso creía él. Es decir, todos los otros idiotas llevaban perros al parque para levantar chicas y cualquiera sabía lo que intentaban. Él no hacía eso. Oh no, él hacia algo mejor.
Estaba sentado en el pasto con Itabby en sus manos, quien se aferraba a él con sus patas delanteras, tratando de evitar apoyarse en sus patas traseras.
El pobre gato, mascota de Feliciano, se había encontrado en un accidente domestico con su dueño, del que ambos habían salido heridos. Feliciano con un brazo roto, Itabby con su pata trasera rota.
Ahora, él lo había traído para ayudarlo a rehabilitar su pata, mientras su hermano menor se encargaba de ayudar a Feliciano, y de paso conseguir unos cuantos números de las damas encandiladas por la ternura de Itabby y la galanura de Gilbert.
No pasó mucho rato de que estuviera ayudando a Itabby a superar su miedo a volver a caminar en sus patas traseras, cuando varias mujeres ya se habían parado a admirarlo. Por supuesto, se había permitido una que otra mentira blanca mientras contaba la historia de cómo estaba allí. "Lo encontré abandonado y lo lleve al veterinario" "Costó mucho pero hice lo que fuera necesario para salvarlo" "Se ha convertido en mi única compañía". Pequeños detalles. Muy pequeños.
Otra nueva mujer se arrodillaba y acariciaba la panza de Itabby, quien ya había dejado de intentar caminar para solo disfrutar de los mimos que las distintas mujeres le prodigaban. Gilbert estaba listo para seguir contando su historia cuando los ojos verdes más bellos que hubiera visto en su vida se fijaron en él. Por un momento, las palabras se murieron en su boca.
- Parece que la están pasando bien- comentó ella con gracia- Tú y tu gato me refiero.
- Sí, el pobre se lo merece más que yo- le contestó antes de comenzar a contar su historia.
Ella no reaccionó como las demás. No lo miraba con asombro y adoración, ni parecía al borde de las lágrimas con la trágica historia de Itabby.
- Eres todo un héroe- comentó al final de la historia- Se ve que realmente amas a los animales.
- Si, bueno, él es mi única compañía ahora- suspiró- A veces me gustaría tener a alguien quien me acompañe y pueda mimarlo aún más, se lo merece.
- Pobrecito- adentro pensó Gilbert- ¿Qué dices Itabby?- continuó, dirigiéndose al gato- ¿Debo acompañarlo?
- Él piensa que…-se paró cuando notó que ella llamó a Itabby por su verdadero nombre y no el que él había inventado- Tú, tú… ¿lo conoces?
Ella sonrió burlonamente, recogiendo a Itabby que se acurrucó a ella.
- También a Feliciano- respondió- Soy su veterinaria. Tú debes ser Gilbert, Feliciano me contó de ti cuando trajo a Itabby.
Gilbert no dijo nada, muy avergonzado por haber sido descubierto así.
- Todavía puedo acompañarte con un café, si quieres- comentó, forzándolo a mirarla- Pero sólo porque Feliciano me contó como lo ayudaste, y a Itabby- le avisó.
Gilbert sólo sonrió, siguiéndola y sintiendo que se había llevado el premio grande. Él definitivamente era un genio.
