Disclaimer: Nada me pertenece. De ser así, JK no sería tan rica y Ron estaría todo el día atado a la pata de mi cama. La letra de la canción de cada viñeta es "Little Things", de One Direction.
Nota inicial: Tarde, como siempre tarde, pero aquí estoy. Antes de nada: Este fic participa en el reto "Olores de Amortentia" del foro "La Noble y Ancestral Casa de los Black". Son tres viñetas, cada una con un olor que percibe Lily. Creo que es obvio a quién pertenece siempre, pero oye, por si acaso, yo no desvelo nada. Espero que os gusten tanto como a mí escribirlo.
"Pequeñas cosas"
Prefacio
Todo le salía mal. Aquel día debía de haberse levantado con el pie izquierdo, porque cuando Slughorn les anunció que, al ser el día de San Valentín, iban a preparar una Amortentia —"¡Pero no la empleen en nadie! Ya saben…"—, Lily rodó los ojos y soltó un sonoro bufido. Normalmente, las pociones le encantaban. Y, además, tenía que prepararse para los E.X.T.A.S.I.S., que solo le quedaba un año. Pero es que esa poción… En ese día…
A pesar de todo, siguió las instrucciones al pie de la letra, como siempre. Se recogió la larga melena pelirroja en un moño sujeto únicamente con un pincel muggle y empezó a cortar, machacar y medir los ingredientes. Un poco de esto, una pizquita de aquello, cuatro cucharadas de lo otro. Siempre que se ponía en faena, el mundo desaparecía, y aquella vez no iba a ser diferente. Por eso, cuando tras lo que le parecieron minutos el orondo profesor les llamó la atención para que parasen, levantó la vista sin percatarse apenas de que en su caldero había un líquido casi traslúcido con tintes rosados.
—¡Perfecto, señorita Evans! No esperaba menos de usted —proclamó el profesor, inclinándose sobre su pupitre—. Ahora, si la ha realizado a la perfección, como parece, podrá olisquear unos vapores que, de seguro le recuerdan a alguien. ¡Pruebe, pruebe!
Como buena alumna, la pelirroja metió su naricilla respingona en el caldero, esperando encontrar un perfume afrutado. Estaba completamente equivocada.
Sudor
You can't go to bed without a cup of tea
And maybe thats the reason that you talk in your sleep
And all those conversations
Are the secrets that I keep
Though it makes no sense to me.
Una de las desventajas de ser prefecta era, sin duda, las rondas por el colegio. Aquella noche le había tocado patrullar con Marlene por el pasillo del tercer piso, porque Filch había pillado a unos gamberros de segundo con unos petardos de Zonko. Cinco horas recorriendo el mismo pasillo en busca de más armas había sido agotador y cuando llegó a la Sala Común pasadas las tres, lo último que quería era ponerse a hacer los deberes de Encantamientos, pero la redacción de cincuenta centímetros no iba a redactarse sola. Con un gruñido cansado, se quitó los zapatos y se tumbó en su butaca preferida con un trozo de pergamino y la pluma tras la oreja, pensando qué escribir. En teoría, tenían que idear unos nuevos hechizos que hiciesen los viajes muggles más cómodos sin que estos se percatasen de que se estaba empleando magia.
¿Fácil? No tenéis ni idea. Lily estuvo más de cuarenta y cinco minutos mirando al pergamino en blanco, escuchando mentalmente las quejas de Petunia cuando iban en coche, las de su madre cuando cogían un avión y las piernas no le cabían entre asientos, y las de su padre con los retrasos de las líneas ferroviarias. Y, aun así, nada le sacó la más mínima idea para no ser descubierta.
—Maldito Flitwick —balbuceó, arqueando la espalda y soltando un gemido por el dolor al estar en la misma postura tanto rato—. Maldita placa, malditos muggles y maldito Potter. Porque… porque sí.
Cruzó los brazos sobre un cojín, apoyando la mejilla en la lana de su jersey. El fuego todavía crepitaba en la chimenea, aunque sus ánimos estaban lejos de seguir la misma estela. Podría subir y coger los deberes de Mary, echarles una ojeada y sacar alguna idea, pero no le parecía ético. ¡Al cuerno la ética! ¡Ella solo quería irse a la cama de una maldita vez! Por una vez que copiase no pasaba nada. Seguro que, como Filius chocheaba, no se daba ni cuenta. Total, ella era la E y Mary la M… había, por lo menos, por lo menos, diez alumnos entre ellas. Para cuando leyese a su amiga, ella ya sería historia.
Se levantó del butacón muy decidida, pero el sonido de las bisagras del cuadro al abrirse la sobresaltó, llevándose una mano al pecho por el susto.
—¿Qué hacías fuera de la Sala Común, Black? —preguntó, cruzándose de brazos y dejando ver su placa reluciente. Sirius arqueó las cejas. Estaba despeinado y tenía la camisa medio por fuera del pantalón. En la mano llevaba una manta roja y amarilla. Estaba claro lo que había estado haciendo.
—Dar clases de salsa. ¿A ti qué te parece? —bufó, intentando subir, pero Lily seguía en medio, mirándole acusatoriamente—. Evans, déjame pasar si no quieres que cargue contigo y te tire encima de James.
—Espero que sepas que has estado fuera a deshoras y ello conlleva restar puntos a… ¡Eh! ¡Sirius!
El chico la sobrepasó, sin una palabra, y subió a su cuarto, dejándola plantada junto a las escaleras. Odiaba que la plantasen con la palabra en la boca. Lo odiaba casi tanto como odiaba a Sirius Black. Bah, imbécil. Con los puños apretados y las fuerzas renovadas, volvió a su butacón para terminar sus tareas. No iba a ser como Black. No iba a romper las normas.
El reloj dejó de existir cuando sus ojos se cerraron sobre un pergamino con la tinta a medio secar pero su nombre y curso al final. Para cuando fue consciente de ello, había barullo en la Sala Común y Mary le estaba zarandeando con una sonrisa divertida.
—No sabía que te iban los tatuajes —rió, señalándole las mejillas, donde se habían quedado impresas palabras de su redacción. Con fastidio, la pelirroja se las frotó y arrugó la nariz.
Había algo que le estorbaba en la nariz y le llevaba un olor a sudor a su cerebro. Apartó torpemente una manta que la estaba envolviendo. Una manta roja y amarilla. Se quedó descolocada, ¿Sirius había bajado a taparla después de dejarla ahí criando malvas? Cuando el chico pasó a su lado riendo con Remus, le cogió del brazo y le puso la manta en la mano, con una expresión desconcertada.
—Eh… gracias por taparme, supongo. —Sin embargo, la cara de Sirius reflejaba también la confusión. Con una risita incómoda, le devolvió la pieza de lana a Lily, mirando a Lupin como si estuviese loca.
—No he sido yo, Evans. Mira la etiqueta, anda.
Cuando ambos merodeadores se fueron, hizo lo que le decía y examinó unas iniciales cosidas en un extremo: J.P.
Nota de autora:
Primera viñeta, según word, 1000 palabras clavadas. Toma ya. Vamos a por la siguiente...
