Si, si, lo sé. Ok como algunos sabrán tengo tres historias pendientes, y al tener historias pendientes ustedes dirán WTF, ¿aún más? Y yo les diré: "es que en serio la quería escribir". Así que otra historia de la PPGZ en un mundo alternó. Por cierto, la canción ahí búsquenla XD y sobre todo ellas no ocupan su conchita de bracier ni nada parecido, puro pecho descubierto. Por favor disfrútenlo y comenten.
Los personajes no me pertenecen, solo la historia dramática.
Linda lectura.
Capítulo I: Momoko
El único recuerdo que tengo de mi madre era el de una historia. Una sirena salvando a un humano, quien era un príncipe, se enamora de él, así que decide hacer un trato con una bruja malvada; su voz a cambio de unas piernas. Hay dos finales. En uno terminan juntos y felices, y en otro la sirena termina hecha espuma. Eso solo demuestra lo poco que los humanos nos conocen.
Esta soy yo, Momoko Hiromi, 18 años, chica adolescente normal, o a lo que en mi caso se le puede llamar normal, pues resulta que yo soy una sirena con sangre real, o hada. La verdad ni yo sé. Soy prácticamente para muchos una diosa, pero simplemente soy una creación de ellos. La razón de que sea considerada una diosa es por el simple hecho de tener más poder. Pero no soy la única con tanto poder, en realidad…
-Princesa Momoko-dijo Greta, una sirena de 126 años, quien ahora mismo me está dando clases.
-¿Qué?- dije desesperada.
-Princesa, no está poniendo atención ¿Le tengo que recordar que todo esto lo tiene que saber para cuándo herédere el trono?-
-Como si me importara. Ni siquiera entiendo porque tiene que pesar sobre mi todo el peso de cuidar dos mares inmensos-
-Diga que le fue bien. Su hermana mayor tendrá que cuidar de tres mares, y su pobre padre necesita descansar por un tiempo… Si tan solo la Reyna no hubiera cometido mera estupidez ahora mismo…-no deje que terminara, golpee la mesa con mi puño tan fuerte como pude levantándome de la silla y haciendo que ella diera un respingo.
-Ni se le ocurra decir una palabra más de mi madre. Usted señora no tiene idea de lo que dice. Si sigue hablando no dude que, cuando sea Reyna de los mares, la mandare a calabozo con los Centrophryne¹ ¿Entendido?- dije dejando claro mi enfado. De seguro que mis ojos habían vuelto a brillar, pues en su cara se veía el miedo.
-Si… Princesa-dijo temblando.
-Bien, la clase termino-dije y con eso me retire.
Mientras nadaba directo a mi cuarto me encontré con mi padre. Pareciera que siempre que me ve esta con el seño fruncido.
Mi padre es un tritón bastante corpulento, yo a diferencia de él soy como una pulguita. Su cabello sigue igual de negro que siempre, sus ojos son de un azul claro y aun teniendo su edad (59 años) no aparenta más de treinta. Nosotras las sirenas podemos llegar a vivir doscientos años, y mantenernos siempre jóvenes, hasta el día de tu muerte.
Pase a su lado e hice una leve reverencia dispuesta a seguir mi camino hasta que…
-Hiromi-me llamó. Hiromi, siempre me llama por nuestro apellido. Voltee a verle, haciendo el esfuerzo por no fruncir el seño.
-¿Si, padre?-
-¿Qué haces aquí? Deberías estar en tus clases-dijo el, molesto, levante los hombros.
-Simplemente no quería seguir ahí-
-Esa no es excusa-
-Entonces no hay excusas. Simplemente me fui-
-Hiromi, ¿Cuántas veces piensas hacer lo mismo? ¿Sabes cuantos profesores eh tenido que llamar para ver si ya espabilas?-
-¿Y qué sucede si no quiero espabilar?-
-Hiromi-dijo esta vez alzando la voz-No sé qué te sucede, pero mejor ve cambiando ese carácter tuyo-dijo marchándose.
Me dirigí a mi habitación, molesta. No entendía el porqué de ser así. Pero tampoco es como si pudiera culparlo. Para mí, esa noche, había perdido a mis padres y el a su esposa. Oí que alguien entro a la habitación.
-Roni-dije alegre mientras el nadaba hacia mi-Ey, ya está bien-Roni es un delfín. Normalmente las sirenas tenemos mascotas que son como amigos.
Me acerque al espejo y con mis pensamientos llame a mi hermana, ahora a mi única hermana. Deseosa de esta vez, en verdad, verla.
-¿Diga?-cuando abrí los ojos no vi mi reflejo, pude ver a mi hermana Kira.
Kira tenía un cabello castaño ondulado hermoso y unos ojos violetas que siempre transmitían alegría y felicidad. El color de su aleta era morada, igual que la de mi padre. Tiene veinte años y ahora mismo está viviendo en el Ártico. Muy lejos de mí, muy lejos del pacifico. Aun así ella era mi santuario.
-Kira-dije feliz, fue cuando ella de seguro pudo ver mi reflejo en el agua.
-Momoko, había pasado un tiempo. ¿Cómo estás?-
-Estoy muy bien. Antes había llamado pero parecías ocupada-Con esa corona y esa ropa parecía toda una Reyna. Al fijarme bien pude notar que en su cuello alrededor de todas esas joyas no se encontraba su collar morado con forma de concha.
-Hermana, tu collar no está-
-Oh, sobre eso, pensé que lo mejor era apartarse de todo ello cuanto antes. Enterrar el pasado. Tú también deberías hacerlo… Bien, lo mejor será despedirme ahora, tengo mucho trabajo, ya sabes todo esto de cuidar tres océanos y que uno este al otro lado del mundo es difícil. Nos vemos luego… te quiero-
Y con eso se desconectó, cuando vi mi reflejo había un rostro triste y sorprendido, aunque lo que yo más sentía era decepción. Tenía años que no la veía y lo único que oigo es eso. Toque el collar que yo llevaba, idéntico al de mi hermana pero en un tono rosado. Al abrirlo vi lo que me llenaba de felicidad; el pasado. Una foto de mis padres felices y otra de mis hermanas conmigo.
Ese día, todos estábamos en la playa, en una isla tropical desierta para ser exactos, con forma humana, un picnic para celebrar el cumpleaños de todas. En tierra firme.
Lo gracioso es que mis hermana y yo cumplimos el mismo día; el primero de enero, en año nuevo. Solo nos llevábamos un año y Kira cumple el 31 de diciembre, solo que ella me lleva dos años. No recuerdo bien ese día, pero esta foto hace que pueda ver de nuevo la sonrisa alegre de Kira, el seño fruncido de Kaoru por haberle puesto un vestido y la felicidad en los ojos de Miyako cuando cumplió un año y una pequeña pelirroja curiosa.
No sé si estaba llorando, hace mucho que no sé cuándo lloro. Sin embargo podía sentir el dolor más fuerte en mi pecho.
Mi padre entro de pronto a la habitación hablando con un señor que solo conocía como el que da recados.
-Así que estabas despierta. Hay otro barco cerca, no muy lejos de la costa. Sabes que hacer-suspire.
-Padre, sabes que odio hacerlo-
-Eso ahora no importa, sube allá y has tu trabajo. Tienes 10 minutos para arreglarte-dijo molesto.
Estaba harta de sus órdenes. Me dirigí a mi espejo para pasarme el cepillo, luego como si nada lo vi. Ese listón que siempre llevaba cuando salía a superficie. Un listón rojo como sus ojos. Tome el listón y salí de palacio, encontrándome con un grupo de sirenas.
-Llegas tarde-dijo Himeko. Tenía la aleta amarilla, dicen que eso representa la alegría y paciencia, pero es irritante y odiosa, aparte de tener esas horribles pecas.
-Nos han informado que hay tormenta, será más difícil-dijo Bell. Supongo que ella es la sirena más hermosa que jamás haya visto, aunque no tenga sangre real yo siempre he pensado que no hay ninguna más hermosa y calmada. Su aleta, cabello y ojos son tan blancos como un perla.
Al subir a superficie ubique la roca donde esperaríamos al barco. Al sentarme amarre mi cabello.
-¿Por qué siempre usas esa porquería de listón?- dijo Himeko.
-¿Importa? Tan solo has tu trabajo. Deberías hacer algo bien en tu vida-respondí molesta.
-Se acerca el barco-dijo Bell. Calmada, como siempre.
El barco no era grande, sería sencillo. Nos sumergimos de nuevo en el agua y empezamos a cantar.
Mi voz. No sé si sea por tener sangre real, pero todos decían que no había voz más hermosa que la mia y la de mi hermana. Yo, sinceramente, pensaba igual.
Comencé a salir a superficie y pude notar a la mayoría de los hombres hipnotizados por mi voz, las demás comenzaron a cantar. Fue cuando cambie mis aletas por piernas y comencé a elevarme. Mis alas rosas y brillantes resplandecían tanto que en la noche parecían el mismo sol. Sé que el cuerpo humano les cautiva y al acercarme al que de seguro seria el capitán note unas sombras más.
Abrí mis ojos como platos. Había niños de todas las edades y mujeres a las que también había hipnotizado con las voces. ¡Esto era un maldito crucero, no un barco pirata! Iba a ordenar retirada pero las chicas habían comenzado a hundir al barco y a todos sus pasajeros. Los niños salieron del trance y comenzaron a gritar y a llorar.
No. No, no, no, no, no, no. ¿Qué había hecho?
Una enorme ola se acercaba dispuesta a terminar el trabajo. Muchas sirenas se habían sumergido al agua con personas medio muertas y otras se marcharon a agarrar lo que pudieran después de que todos estuvieran ahogados.
Cuando estaba a punto de irme mi mirada se cruzó con la de un niño con ojos negros como la noche y cabello castaño, no parecía tener más de siete, lo que me llamo la atención es de que no estuviera llorando. Sin embargo comenzó a acercarse a mi pierna, temblando, sentí sus pequeñas uña clavadas en mis piernas por el miedo. No lo dejaría morir. Lo abrase y cargue.
Salte dirección al mar transformando mis piernas en aleta y desapareciendo mis alas. Volar no me serviría, apenas aguanto mi peso, el de un niño y con este viento se me haría imposible. Antes de llegar al agua mi listón iba a salir volando, pero antes de eso las manitas del niño lo agarraron y al verme asomaban las primeras lágrimas. Lo abrase aún más fuerte para que no sintiera el golpe de agua.
Salí para que el niño tomara agua pero él solo tocia. Maldita sea. Una sirena puede con un príncipe y yo no puedo con un niño. Me mataba la frustración, si tan solo mi elemento fuera el aire como Kira calmaría el viento, o si fuera el agua mandaría el mar a otro lado, lo que sea. Nade lo más rápido que pude sin dirección alguna, era cansado luchar contra el mar. Llegue a tierra firme y en lo primero en lo que me fije fue que el niño estaba helado.
Hice lo único que podía. Empecé a calentar mi cuerpo, como si fuera una estufa y abrase al niño intentando calentarlo. Supongo que era un beneficio de mi poder. Transforme mi aleta en piernas y espere. Había nadado toda la noche pues lo primeros rayos de sol asomaban por el mar. El cansancio me ganaba.
Antes de quedar fuera de mi note la sombra de varias personas a mi alrededor, y entre todo eso una tela que me cubría. Dirigí mi vista al niño, sentía como lo separaban de mí, aun después de todo seguía sosteniendo mi listón. Cuando sentí que me cargaban voltee a ver a la persona que lo hacía.
Vi los mismos ojos rojos que esa vez. Esa mirada con la que el niño de hace 14 años me lleno de paz y seguridad.
Fin del primer capítulo.
¿Les gusto? Díganme si tiene oportunidad. En caso de que si los siguientes tres capítulos nos hablaron de que ha pasado con sus hermanas :3 y algo sobre Momoko. ¿Reviews?
Gracias por llegar al final.
