Bufanda
El motivo le es la mayor interrogante luego llevar a cabo aquella acción. Siempre fue alguien impulsivo en lo que respectaba la lucha contra los titanes, no obstante, serlo en aquella situación le causo cuidado. Y no sólo a él, a todos los presentes que le vieron quitar con una aspereza única, la mano de la tela suave y rojiza que rodeaba el cuello de su amiga, al Sargento. Como diciéndole con su mirada cargada de exhortación que nadie puede tocar la bufanda de la oriental excepto él.
De todas formas ¿Por qué el Sargento hizo tal cosa? La forma en que agarró la vestidura de su amiga, fue una de las cosas que más le atosigó. No fue de una manera tosca o amenazante... fue con una delicadeza poco sutil en el inexpresivo Sargento. Y cuando vio el modo en que los dos se miraron, su instinto atacó. Cual animal defiende su territorio. Lo que es suyo.
Sin embargo, está de más decir que la oriental no era de su pertenencia; sino una simple amiga. Y siempre se encargó de dejárselo en claro cuando ella se mostraba de manera sobre-protectora con él.
Para darle fin a la incómoda situación optó por llevarse a la chica lejos del comedor omitiendo las ordenes incansables de la misma para que dejase de agarrar su muñeca tan fuerte. La exaltación le hierve la sangre y su único pensamiento ahora es llevarla lejos del Sargento. Lejos de donde él pudiera ponerle un dedo encima.
¿Y por qué ella, quién se suponía que no estimaba a Rivaille, dejó que agarrase su preciada bufanda? ¿No se lo había dado él? Aquella bufanda para ella significa el comienzo de un vínculo de cómplices entre él y ella. La atadura de una amistad más allá de aquellas murallas; el regalo de la persona más importante existente en un mundo donde el caos los está contorneando; por lo tanto, no debía dejar que la agarraran así sin más.
Lejos de una multitud expectante, soltó la muñeca enjuta de la oriental sin poder darle la cara. Ella lo conoce mejor que nadie y entiende que el chico expone su ceño fruncido. Un ceño que le es característico y propio. Y aunque no entiende la perdida de los estribos de su familiar, permanece en un silencio que lo dice todo.
Se acomoda la bufanda cubriéndose la mitad del rostro, al momento en que recuerda la noche en que Eren la envolvió en ella para consolarla. Un gesto tan simple y tan lleno de bondad.
Una sonrisa oculta bajo la tela es el hincapié para marcharse, suponiendo que la entendido el motivo del enojo de su hermano.
Pero el chico que no hace más que darle la espalda, continua preguntándose el móvil que fomentó apartar la mano del Sargento. Y por qué experimenta una extraña sensación que adormece su pecho.
