Advertencia: todos los personajes y situaciones son propiedad intelectual de George R.R. Martin.
Wings
La había besado bajo la nieve, entre ruinas perdidas y blancas. La había besado a ella, a un pálido recuerdo de Catelyn Stark; otra vez su hermana ganaba, incluso cuando ya no podía regresar para atormentarla, arrebatándole todo lo que amaba. Había sido una joven hermosa y educada, siempre cumpliendo con su deber. Y por ello debió renunciar a amar: "familia, deber, honor" rezaba el lema de su casa. Y su padre la obligó a beber el te de la luna para limpiar el deshonor de su conducta. Su amante era demasiado humilde como para aspirar a casarse con ella, así que los separaron, pero jamás le olvidó. ¿Cómo podría cuando había llevado su semilla en su vientre? Su primer hijo, su pequeño bebé muerto en sus entrañas, el sello de su amor. Su devoción la habían llevado a humillar a su familia, decían, había concedido su doncellez a un chico de baja alcurnia, mancillándose para siempre, ya nunca se casaría.
Su padre la entregó, orgulloso, mientras le susurraba que le regalaba el Nido de Águilas cuando la realidad era que la daba a un anciano decrépito a quien no quería. Su deber le hizo compartir su lecho y soportar su mirada mientras que su cuerpo rechazaba su semilla, expulsándola, otorgándole hijos que no nacían con vida, mientras su hermana se casaba con un norteño honorable y vigoroso, joven y hermoso, cuyos hijos crecían y los suyos perecían en su interior a la vez que la corte la desdeñaban, susurrando a sus espaldas. Sólo él la comprendía, sólo él la quería.
Y se lo había dado todo sin pensar. Y, mientras sus ojos claros enfrentaban sus ojos grises, sintió que todo lo que había creído no eran más que mentiras. El viento hizo bailar su cabello como llamas ardiendo, aferrándose con el pánico brillando en sus ojos. Y voló tan alto como el honor, precipitándose hacia el vacío, con el aire silbando y la nieve lamiendo sus mejillas como lágrimas que borraban sus pecados.
