Eijirou acariciaba con cariño la suave mejilla de un dormido Katsuki. Con su mirada carmesí estudiaba con atención cada pequeño detalle del rubio, su relajado ceño, sus largas pestañas, su nariz respingada, sus labios entreabiertos.

Suspiró contemplando la belleza de su novio, porque no importaba cuántas noches durante años se había quedado en vela por observarlo, jamás se cansaba de hacerlo.

A veces no podía creer la suerte que tenía de poder estar con la persona que amaba, y a veces, ese mismo pensamiento le asustaba.

¿Qué pasaría si una de esas noches fuese la última? ¿Si un día lo perdiese para siempre?

Cada vez que esa horrible idea cruzaba por su cabeza no podía evitar tomar al rubio entre sus brazos y estrujarlo con fuerza como si así fuera imposible que lo separen de su lado, pero también recordaba que eran héroes antes que todo.

Ambos se habían esforzado al máximo por cumplir sus sueños, por ser héroes, por ser los más fuertes, por ser los mejores. No era tan fácil tirar todo eso a la basura.

Kirishima le gustaba mucho lo que hacía, le hacía feliz ayudar a gente, pero lo que más felicidad le otorgaba era estar con Katsuki. En ocasiones, cuando sentía la dificultad de seguir trabajando de esa forma, cuando se cansaba de luchar contra malvados villanos, cuando se cansaba de sentir la presión de ser uno de los mejores héroes; pensaba en Bakugou. En cómo él era capaz de soportar todo eso, él que era tan masculino y tan fuerte, entonces se sentía patético y decidía que no podía seguir viviendo así. No importaba que Katsuki jamás se quejara de su forma insegura de ser, debía cambiar para agradarlo, quería sentirse digno de él, quería sentir que lo merecía, quería tenerlo cerca, quería mirarse en sus ojos con orgullo.

Esa ola de angustiantes y anhelantes sentimientos lo estremecía y el mismo rubio se despertaba sintiendo la ansiedad de su novio. No necesitaba decir nada, simplemente unía sus labios en un lento y pacífico beso para transmitir sus sentimientos, para darle algo de paz al pelirrojo.

– Me tienes justo a tu lado, estúpido.

Y Kirishima no podía decir palabra alguna, porque esa frase implicaba más allá de lo que todas sus preguntas y dudas abarcaban. Eso le devolvía toda la felicidad al corazón porque sabía que Bakugou lo decía con la convicción de que nunca se iría.

– ¿Cómo sabes lo que estoy pensando? – No pudo evitar sonreír.

– Cada maldita noche haces lo mismo. – Katsuki le dio un pequeño golpe en el brazo.- Ya basta con tu idiotez. ¿Crees que sería tan estúpido como para dejarte cuando eres el único bastardo que me soporta y me quiere como soy?

– Claro que no, pero me da miedo no estar algún día para protegerte. – Le acarició el rubio cabello.

– ¿Me estás subestimando? ¿Piensas que no puedo protegerme por mi cuenta?– Kirishima comenzó a sentir las cosquillas que las explosiones del otro provocaban en su piel.

– Sabes que no, Blasty. – Le dio un pequeño beso. – Es solo que…

– Deja de joder, maldita sea. No va a pasarme nada, no voy a permitir que ningún puto villano nos haga daño. ¿Entiendes? – Habló tomando el rostro del pelirrojo en sus manos que asintió sonrojado por lo genial que era su novio. – Mejor bésame ya, pero no uno ni dos besos de mierda, bésame mucho.

Y Eijirou le hizo caso, porque el mejor remedio para disipar dudas era disfrutar el sabor de los labios del contrario e inundarse en la calidez de innumerables caricias.