Como saben a mi me gusta experimentar con cosas que leí en un fic en inglés o algo que vi en Tumblr, claro sin copiar literalmente, no soy Hermione Granger, claro.
Espero críticas, en serio las quiero.
El comienzo del verano
Las vacaciones de verano acababan de empezar en New Jersey y Stanley estaba alegre en frente de su casa, con una mesa tratando de vender su riquísima limonada, una que era tan especial que por eso se vendía a un dólar en lugar de hacerlo por veinticinco centavos como todos los otros idiotas. Eso era lo que lo hacía especial, él era demasiado inteligente, así había logrado vender esa agua con un poco de jugo de limón y azúcar como si fuera limonada.
Había estado vendiendo con su hermano al lado de él leyendo, nunca había sido buen cómplice para ese tipo de cosas porque se la pasaba leyendo pero lo necesitaba porque a diferencia de Stanley, Stanford si usaba sus anteojos y por eso podía ver mucho mejor.
Había dejado de usar los anteojos por dos razones, por lo parecidos que eran, eso claro si no contábamos que uno de ellos, Stanford, tenía seis dedos y que Stanley estaba usando frenos y que se arreglaba el pelo, más bien trataba de arreglárselo porque el pelo que había heredado de su familia hacía que eso fuera más que complicado pero eso no quería decir que dejaría de tratar.
Fue gracias a la falta de lentes que no pudo reconocer a su padre cuando este se parara delante de él, con los brazos cruzados y cara de pocos amigos.
Alexander Pines era un señor muy serio, era vendedor de autos y tenía un especial odio por todo lo que no fuera honesto, usaba siempre anteojos oscuros y un sombrero.
Siempre arreglado, con su bigote recortado, también odiaba que sus hijos estuvieran desarreglados.
— ¿Cuántos vasos de rica limonada le gustaría tomar al respetuoso señor? — poniendo su más tierna sonrisa sin saber que lo único que estaba logrando era que su padre se enojara más.
— Tienes tres segundos para explicarme que está pasando aquí — reconociendo la voz Stan se asustó pero aun así trato de verlo bien y para eso entrecerró los ojos tratando de forzar su vista y poder verlo.
— Solo estoy vendiendo limonada para poder divertirme este verano, como soy una persona responsable, estoy tratando de ganarme mi propia plata — lo dijo sonriendo y de haber tenido puestos sus anteojos habría notado la cara de enojo que portaba su padre, en parte era bueno porque de haberla visto se habría sentido intimidado.
No sabía pero su papá estaba agarrando uno de los vasos, sirviéndose un poco y tomando su contenido, al sentir el sabor tiro el vaso al piso con enojo y sin decir nada fue atrás de él, lo agarro por el brazo, lo llevo a la cocina donde se sentó en una silla de la cocina, puso al niño en su regazo y le pego una cuantas veces en el trasero con la mano abierta.
Eso le dolió a Stan mucho más en el orgullo que en la cola y cuando terminara lo mando a su cuarto, acto seguido fue afuera de la casa y mando a Stanford al cuarto con su hermano.
Una vez hecho eso espero a su esposa que estaba en el supermercado.
Charlotte era el amor de la vida de Alexander, ella siempre usaba su cabello negro y ondulado, cortado corto, poco maquillaje y vestidos de colores claros, que era el color que le gustaba, era de carácter pero muchas veces dejaba que fuera su esposo el que castigara a los niños, porque ella era de sentir lastima por ellos.
Cuando llego, los dos hablaron y llegaron a una conclusión y con eso en mente fueron al cuarto donde los dos hermanos estaban hablando pero se callaron al escuchar que los padres entraban.
Cuando la madre de los niños vio que Stan no tenía puestos los anteojos, le dijo que se los pusiera.
— Pero mamá, esos antojos hacen que me vea como un idiota — quejándose pero su hermano, quien si podría ver la cara de furia de su padre, sacó los anteojos de la mesa de luz de su hermano y se los dio, este se los puso solo porque era su hermano el que se los estaba dando y cuando se los puso pudo ver lo furioso que estaba su padre y por eso se quedó callado.
— Estuvimos hablando y hemos decidido que irán a pasar el verano en Gravity Falls, con su tía abuela Mabel, mañana van a salir, así que vayan a empacar ahora — eso fue todo lo que dijeron antes de salir, la madre mirándolos con un poco de compasión pero sin decir nada, como habría hecho muchas veces.
En el momento en el que se fueron, Stan se acostó en su cama, agarró un comic de Superman y se puso a leer ante la mirada de enojo de su hermano, lástima que no pudo decir mucho porque su madre había entrado al cuarto llevando unos bolsos vacíos para ellos.
— Mejor que empaquen, su padre ya está enojado y no quiero tener que soportarlo de mal humor más de lo que sea necesario — dicho eso se fue dejándolos para que empaquen cosa que hicieron, Stan con menos entusiasmo que su hermano pero al mismo tiempo le gustaba la idea de alejarse de su casa, podría hasta planear cosas mucho mejores sin su papá vigilándolo como perro guardián.
— En serio no quiero que te metas en problemas, ya estoy harto de que nos castiguen por cosas que tu haces y ponte tus malditos anteojos que no puedes ver nada sin ellos — mientras empezaba a empacar, queriendo dar por terminado todo, en serio no tenía ganas de que lo retaran por algo que su hermano hubiera hecho.
De mala gana Stan empezó a empacar sus cosas, era parte de su castigo el tener que hacer eso ellos.
La cena ese día fue silenciosa y bastante tensa, cosa que no le gustó para nada a la madre de los niños que los fue a arropar a la noche, sabiendo que los iba a extrañar pero al mismo tiempo estaba decidida a hacer eso porque sabía lo importante que era que su hijo aprendiera un poco de responsabilidad y esperaba que la tía de su esposo le enseñara esas cosas a sus hijos y que Stanford dejara un poco los libros para hacer algún amigo.
A la mañana siguiente estaban los dos en el bus yendo a Gravity Falls y la verdad es que ninguno de los dos estaban emocionados de ir pero Stan se sentía culpable porque estaban metidos en ese problema y lo que menos quería era que su hermano lo odiara.
— Ford, perdón por meternos en este lio — sintiéndose miserable, mientras jugaba con su camiseta que tenía el dibujo de una luna y se sorprendió cuando su hermano lo abrazo.
— No seas idiota, claro que te perdono, como tu me perdonas cuando papá nos reta porque me quede leyendo en vez de hacer una de las labores contigo — eso no pasaba demasiado seguido pero a veces lo hacía y Stan siempre le perdonaba.
Después de eso los dos jugaron a algunos juegos tontos hasta que se quedaran dormidos y no se despertaron hasta que el conductor les dijera que acababan de llegar y cuando se bajaron se encontraron con una señora de unos sesenta y algo de años que los esperaba con una gran sonrisa. La señora estaba usando un traje de negocios de color negro con un fez de color rosa con una estrella fugaz dibujado en él, la verdad es que hacía mucho que no la veían y no recordaban mucho de ella.
Stanley fue el primero en bajarse llevando consigo sus bolsos y atrás de él fue Stanford quién tenía un bolso y una mochila, de esa forma podía llevar un libro debajo del brazo de forma más cómoda.
Fueron en el auto de ella a una cabaña y a la cual ella señalo orgullosa.
— Les presentó la Cabaña del misterio, el lugar más misterioso de la Tierra — cuando termino de decir eso, con una enorme sonrisa, la letra s se calló de forma estrepitosa.
Los dos niños miraron el lugar con algo de asco pero Stanley se bajó más emocionado que su hermano y los dos siguieron a su tía que les mostró donde iban a dormir, el ático de la casa. Mientras que Stanley ordenaba sus comics Stanford miraba alrededor del cuarto, pero no pudieron estar así mucho tiempo porque Mabel los llamó para que ayudaran en la tienda.
Cuando bajaron Mabel estaba con unos carteles que iba a pedir que pegaran en la parte más fea del bosque.
La chica en la caja registradora, una chica de pelo oscuro y ojos verdes llamada Helen Brown, se negó.
— Lo haría encantada pero ¿Quién vigilaría la caja? — la excusa le pareció tan mala que miró a los otros que estaban en la cabaña, al notar que los miraban también rechazaron la tarea así que ella señalándolos por turno dijo:
— De tin marin de don, tu — terminó señalando a Stanford quien se quejó.
— ¿Por qué tengo que ir yo? — preguntó indignado.
— Te doy a elegir, cuelgas esto o te lleno de brillos y te haces pasar por el niño del espacio — eso le gustó menos que colgar carteles y por eso los agarro y se fue con cara de hastió, ya iban a ser dos cosas que Stanley le debiera.
Había colgado algunos quejándose, cuando y mientras trataba de clavar uno de los clavos, se dio cuenta de que el árbol era de metal y después de investigarlo un poco vio que tenía una puertita y dentro de ella un aparato. Toco todas las perillas que tenía en la parte de arriba hasta que escucho un ruido y detrás de él pudo ver como del suelo se abría una compuerta y dentro del agujero había un libro raro lleno de polvo, al limpiarlo con la mano pudo ver que había el dibujo de un pino con un número tres dibujado encima de este. Con curiosidad lo abrió y vio que decía propiedad de pero no se podía leer el nombre porque el papel estaba roto.
Le libro hablaba de alguien quién había estado investigando el pueblo durante seis años y terminaba con un "no confíes en nadie". Eso lo dejo pensativo por unos segundos porque la voz de su hermano lo volvió violentamente con un grito.
— No me digas que ya te pusiste a leer de nuevo, en serio te van a retar y esta vez no me voy a echar la culpa — con tono de advertencia pero Stanford lo agarro por el brazo y lo llevo al cuarto de ellos para contarle del diario.
— ¿No confíes en nadie, en mi no vas a confiar? — bastante ofendido al escuchar eso.
— Claro que confió en ti — dijo tratando de consolarlo, pero no hizo mucha falta porque Stan ya le estaba cambiando de tema.
— ¿Adivina quién tiene una cita? Si, yo — eso le pareció raro porque Stan era generalmente tímido.
— ¿Cómo te animaste a hablarle a una niña? — Stanford no entendiendo nada, y vio cómo su hermano se ofendía pero no le importó.
— Helen apostó a que no podía pero eso no es lo que importa — su frase fue interrumpida por alguien tocando la puerta y cuando fue a abrir había una niña con una sudadera con capucha de color negra y un jean azul, con zapatillas rojas, toda una chica rara.
— Tenemos tanto en común que da miedo — emocionado por lo parecidos que eran.
— ¿Cómo se llama? — la chica se movió de una forma, como dudando.
— Me llamo Norm… Norma — como si estuviera feliz de que se le ocurrió decir eso.
Todo eso le pareció tan raro a Stanford que no pudo evitar seguirlos y había muchas cosas en ella que en serio le molestaban a Ford y no fue hasta que viera el diario que se pudiera hacer una idea, estaba claro como el agua, esa niña era una bruja, la explicación decía que eran mujeres que atacaban a los hombres, las razones eran varias pero siempre trataban de atraparlos y que lo mejor era evitarlas.
Fue a donde estaba Stanley para contarle lo que había descubierto:
— Norma no es normal ella es esto — abriendo el diario pero cuando vio en que página había quedado se sorprendió y cambio de la página de hadas, que era en la que había quedado a la de brujas, que era la que le quería mostrar.
— No me vas a hacer creer que lo que dice ese libro es real ahora me voy a preparar para tener una cita con una niña a la cual le gusto — dándose vuelta y yendo al baño, donde seguramente pasaría un largo rato peinándose.
En ese momento no supo que hacer y mientras estaba pensando vio que el encargado de reparaciones, alguien llamado Fiddleford, un niño de unos pocos años más que él y su hermano pero de su misma altura.
— Sé que este pueblo tiene cosas raras pero nadie me cree — estaba realmente ofendido y Fiddleford lo miro de forma comprensiva antes de comentar.
— Yo vi muchas cosas raras en los bosques, es divertido buscar esas cosas raras — dijo con tranquilidad, como quien habla del clima, pero seguramente era algo común en ese pueblo.
Después de pensarlo decidió filmar a su hermano cuando salía con su supuesta novia.
Se estaba aburriendo cuando vio que a la niña aparentemente se le caía una mano cuando estaba abrazando de costado a su hermano y se la volvía a poner, cosa más que rara y tardo bastante en ver eso.
Mientras que eso pasaba Stanley estaba en el bosque hablando con Norma, esta parecía muy misteriosa.
— Hay algo que quiero contarte, algo que puede llegar a escandalizarte — lo decía con aparente inseguridad, cosa que preocupo a Stan.
— Dime que es, aunque seas rara, yo te puedo querer — tratando de no sonar tan tonto como se sentía.
— No soy humana… soy…. — se sacó la sudadera y se pudieron ver varias hadas una parada encima de la otra — un hada.
Eso fue demasiado raro para Stan quien dio un paso para atrás, en serio no se había esperado eso.
— Por favor, quédate con nosotros y se nuestro rey, cásate con nosotras — mostrándole un anillo, otra cosa rara pero no tanto como que la chica con la que saliera fuera un hada.
En ese momento Stanford fue corriendo con su tía pero ella estaba demasiado ocupada hablando de una de sus atracciones como para prestarle atención y por eso fue con Helen, quien no le creyó pero le dio las llaves del carrito de golf, esperando que le sirva para algo.
Stan por su parte, trato de escapar pero las hadas lo terminaron atando al piso donde se quedó atado hasta que Stanford lo fuera a rescatar y cuando le estaba por decir que era una bruja se terminó enterando que eran hadas.
Ford logro desatarlo y entre los dos se escaparon pateando hadas e insultándolas diciéndoles que siendo tan pequeñas no podrían acercarse, ni siquiera volando.
Igual usaron el carrito de golf para escaparse de esas hadas malditas, lamentablemente ellas usan su magia para unirse formando un hada enorme que siguió el carrito, tratando de detenerlo y quedarse con Stan.
Las hadas estaban decididas en quedarse con Stan y por eso atacaron el carrito en toda la persecución, por suerte los niños algo sabían de boxeo y las pudieron alejar a golpes. Generalmente estarían en contra de golpear cosas con forma femenina pero en ese caso tuvieron que hacer una excepción.
Con muchos esfuerzos llegan a la cabaña y mientras que Stanford trataba de buscar en el diario pero no encontrando como deshacerse de las hadas.
Fue Stan el que engañándolas, diciéndoles que iba a aceptar casarse con ellas, agarro el soplador de hojas y con ellas las sopló lejos.
Cuando se deshizo de ellas Stan bailó celebrando lo que había hecho y una vez que todo hubiera terminado fueron a la tienda, donde estaba la tía Mabel contando la plata que había ganado y al ver a sus sobrinos sintió lastima por ellos y les ofreció que se llevaran un regalo cada uno, alegando que había comprado cosas de más.
Stanford no confió mucho en ella y le preguntó cuál era la treta y ella le dijo que se apuraran antes de cambiar de idea.
Stanford después de revisar la tienda agarro una campera que atrás tenía escrito "La cabaña del misterio" y su hermano muy emocionado eligió un gancho volador, cosa que a Mabel le pareció más que raro.
— ¿No prefieres una camiseta o algo menos raro? — preguntó pero el negó enérgicamente.
— Claro que no, esto es lo que quiero — dijo decidido.
Esa noche Stanford escribía en el diario diciendo que a pesar de lo que dijera el diario él sabía que podía confiar en su hermano, que siempre lo había hecho y que nadie lo iba a convencer de lo contrario.
Como siempre espero les guste lo que escribo, estoy en un momento de inspiración y más porque deje los RPG.
Admito que ni siquiera estudie para el examen que tengo la semana que viene.
