24/05/15 Nota de la autora:

La historia está situada un año después de la reaparición de Voldemort y la muerte de Cedric. Algo se rompió dentro de Harry y ahora es frío, calculador, y se deshace de todas sus amistades y relaciones pasadas, incluyendo a Hermione que no lo toma muy bien.

Historia total y completamente Harmione… de verdad, no les miento, no hay ni pizca de Ronmione o las demás parejas, así que lamento si esto los decepciona.

Disclaimer: Nada de esto de mi propiedad, todo es cortesía de J.K. Rowling, yo ni siquiera bajo la influencia de cinco whiskeys de fuego sería capaz de imaginar tal cosa.

Sin más que decir, espero que la disfruten y comenten, será un placer seguir trabajando con ustedes si les gusta.

Capítulo 1: Nuevo comienzo

Se revolvió por centésima sobre su cama, intentando aplacar aquellos pensamientos que no dejaban de revolotear alrededor de su cabeza y soltando un suspiro de frustración al recaer que aquel había sido el peor verano de toda la historia.

No quería volver a torturarse, no de nuevo.

Harry Potter era probablemente la persona más egoísta, engreída y orgullosa de todo el mundo. Ni una visita, una carta, ¡hasta un mensaje de humo le hubiera bastado! Pero nada, era prácticamente como si hubiera desaparecido. Suspiró con pudor y enterró su rostro en la mullida almohada, ahogando el grito que salió de sus labios, y dejó que finalmente aquellos pensamientos comenzaran a invadirla; que su mente, con toda la alevosía y ventaja, abriera aquella recóndita puerta que había mantenido cerrada tan firmemente las últimas semanas. Porque hubo un momento en el que se dio cuenta, durante una de las centenares de ocasiones que se sentó en su escritorio observando en dirección a la ventana con la vana esperanza de verlo pasar frente a su morada, que no serviría de nada que se estuviera preocupando por él de aquella manera; después de todo, no era como si algún Dios se fuera a compadecer de lo triste y vacía que se sentía al y lo fuera a poner en su puerta por arte magia. La magia existía, sí, pero había comprendido que ésta no interferiría para nada en su situación; que Harry nunca pasaría frente a su casa y mucho menos tocaría a su puerta, incluso la esperanza de ver a Hedwig se le hacía ridícula, por lo que se prohibió a sí misma volver a hacer algo tan inservible como buscarlo por los alrededores muggles.

¿Y si le había pasado algo?, ¿y si sus tíos finalmente lo habían echado de la casa?, ¿y si él había huido? Todos esos "y si" habían estado a punto de volverla loca. El año pasado había estado a punto de morir en el torneo de los tres magos. Cedric Diggory había muerto en las manos del mago más tenebroso del mundo, el mago que estaba tras de él, el mago que su única meta era asesinar, y torturar lo más posible en el proceso, a Harry. Y Harry había desaparecido justo ese verano, exactamente después de que Voldemort regresara. Así que, por lo menos, su ansiedad y preocupación por saber de él tenía fundamentos.

Siempre había sido así, siempre era Harry Potter.

Mordió su labio inferior dudando unos segundos si debía hacer aquello, pero finalmente estiró su brazo para tomar la fotografía que antes reposaba sobre la coqueta contigua a su cama. Una genuina sonrisa apareció al en su rostro al contemplarla, era una imagen mágica; la Hermione de la imagen reía descontroladamente, seguramente por alguna broma hecha por el azabache que tenía al lado, el cual sonreía con diversión al verla reír antes de pasarle el brazo por los hombros y girarse a ver a la cámara, sacándole la lengua con gesto burlón al camarógrafo mientras ella se refugiaba más entre sus brazos. Aunque pareciera inverosímil, aquella era la única fotografía que tenía de él, al menos de ellos dos solos, en las demás siempre había un pelirrojo interponiéndose -lo cual incluía pero no se limitaba a Ron, ya que el resto de los Weasley eran dados a escabullirse en todas las fotos- y por esa razón, aquella era su foto favorita.

Por fin el momento tan esperado había llegado, estaba tan sólo a unas horas de irse de su casa y juraría que ningún otro verano había estado tan alegre por dejar su hogar. Miró unos segundos a sus padres, quienes se encontraban frente a ella, y les dedicó una sonrisa que debió ser tranquilizadora, sabedora que nunca les había gustado ver a su hija desaparecer por la chimenea envuelta en llamas verdes. Abrazó a su padre rápidamente y le depositó un casto beso en la mejilla de su madre, acelerando su partida al notar que los ojos de ésta estaban llenos de lágrimas contenidas.

—La Madriguera —dijo con voz firme cuando estuvo bien colocada.

Sintió aquel mareo y repentinamente todo comenzó a dar vueltas. Sólo podía visualizar las figuras de sus padres dando vueltas a una velocidad inverosímil hasta que finalmente todo oscureció. Siempre le habían mareado los viajes por polvos flu, por lo que cerró firmemente los ojos. Al volver a abrirlos vio una cara que le resultaba agradablemente familiar, con aquellas pecas cubriendo el área de sus mejillas y su típica sonrisa de oreja a oreja en sus labios.

—Ron —dijo a modo de saludo, sorprendiéndose al escuchar el tono de júbilo en su propia voz. El aludido le ayudó a levantarse y le proporcionó un abrazo que le sacó el aire de los pulmones—. ¡Por Merlín, Ronald, cuanto has crecido!

—Claro, Herms. ¿Esperabas que me quedara como Colin el resto de mi vida?—respondió, burlón como siempre.

Al escuchar aquel sobrenombre sintió una punzada de dolor azotarla en el pecho, aquel era el apodo que Harry le había puesto desde segundo grado y, por algún motivo, únicamente le gustaba cuando era él quien lo decía, pero escondió cualquier señal de molestia tras una sonrisa gentil, intentando volver su atención a la persona que tenía delante en lugar de su distanciado amigo.

Era sorpréndete cuanto había crecido Ron en un sólo verano, sin mencionar que su tez clara, sus pecas y su cabello rojo fuego le daban cierto parecido a Archie el de los comics, hecho que una vez hizo notar, pero no hubo reacción de su parte pues no tenía ni idea de quién era. "Hermione, deja esas cosas de muggles de una buena vez" solía decir cada vez que Hermione se refería a algún objeto no-mágico.

— ¡Hermione!—se giró justo para ver que era Ginny quien se lanzaba a sus brazos, dándole un empujón nada sofisticado a su hermano mayor para quitarlo del camino.

— ¡Ginny!—respondió la aludida con la misma alegría.

Hermione fue saludando uno a uno, a todos los Weasley presentes, todos la recibieron con efusividad y se mostraron interesados en lo que había hecho ese verano. Pero, mientras daba una explicación con lujo de detalle de cómo era la estatua de la libertad, una alarma se encendió dentro de su mente. Desde que había puesto un pie dentro de la habitación había notado su ausencia, pero había optado por sufrir en silencio unos segundos.

— ¿Y don...?

— ¡Vamos, te enseñaré nuestra habitación!—interrumpió Ginny antes de que alcanzara a formular la pregunta.

La arrastró hacia su cuarto sin darle la oportunidad de objetar, aunque ya se sabía éste de memoria, contenía dos colchones y posters de los músicos mágicos; estaba pintado de un suave color rosado con una enorme mancha negra de uno de los fallidos experimentos de los gemelos que Ginny había despistado poniendo un cartelón de un equipo de Quidditch encima.

Iniciaron unaconversación, donde no tenía la necesidad hablar, sólo asentía o confirmaba lo que Ginny decía en el momento indicado, aunque no prestaba atención a una sola palabra de lo que decía.

— ¡La cena está lista!—el grito de la señora Weasley fue la salvación para Hermione, necesitaba encontrar la manera de hablar a solas con Ron y preguntarle que sabía acerca de Harry.

Cuando bajó, cualquier plan que había trazado había abandonado su mente, mientras que una expresión de espanto recorría su rostro.

— ¿Qué haces aquí?—vociferó con miedo y furia mezclados en la voz, se acercó a Sirius de una manera que intimidaría a cualquiera.

—Recorrí los mares y cielos para que me trates con desprecio —contestó sin poder evitar retroceder unos pasos ante la bienvenida de Hermione, gesto que la hizo fruncir el ceño.

Sirius Black compuso una expresión angelical en su rostro mientras extendía sus brazos hacia ella, quien, resoplando y sin ninguna otra opción aparente, se acercó dándole un pequeño y casto abrazo. La verdad es que había cambiado mucho, tenía puesta ropa decente sin mencionar que se había cortado el pelo, dándole el aire de un hombre común y corriente.

Todos se sentaron en la mesa. Hermione no había notado lo mucho que había extrañado la comida de la señora Weasley hasta el momento en que su estómago comenzó a rugir por tan sólo olerlo.

Después de unas preguntas acerca del viaje de Sirius que respondió con un vago "Estuvo bien, no hubo complicaciones" se formuló la pregunta que le había estado carcomiendo la garganta todo aquel tiempo.

— ¿Dónde está mi ahijado? Creí que estaba aquí.

Un silencio sepulcral se hizo presente. El señor Weasley torció el gesto mirando apenado hacia la mesa, gesto que Sirius no pasó desapercibido y lo miró intimidadoramente.

—No lo sabemos —farfulló el señor Weasley con la vergüenza impregnándole la voz.

Un estremecimiento recorrió la columna vertebral de Hermione mientras miraba con sorpresa a cada uno de los presentes, todos clavaron rápidamente la vista en su plato. Excepto Sirius que tenía los ojos abiertos cómo platos y estaba apretando de manera colérica el tenedor.

— ¿¡Qué!?—se puso tan bruscamente de pie que su silla cayó hacia atrás, golpeando estrepitosamente el suelo.

—Sirius, ¡cálmate! Te lo explicaremos todo pero… no es el momento —apaciguó el señor Weasley mientras su mirada se enfocaba en Hermione.

—Si lo dicen por mí, creo que tengo el mismo derecho que todos ustedes para saber qué le pasó—dijo mientras sus mejillas se tornaban un carmín intenso, pero su voz fue tan firme y clara que todos los presentes se quedaron boquiabiertos.

—Claro que no es por ti, querida —se apresuró a corregir Molly con su dulce tono de voz—. Pero tenemos…

— ¡Tengo derecho a saberlo ahora mismo!—interrumpió Sirius.

En ese instante se escucharon unos débiles golpeteos en la puerta, Molly se apresuró a pararse, salvada por la campana, yendo rápidamente hacia ella.

— ¿Santo y seña?—preguntó.

—Chocolate de bombón —respondió la inconfundible voz de Lupin que inmediatamente entró a la habitación.

El ambiente se calmó ante su sola presencia, su barba caía libremente hasta llegar a casi rozar el suelo; sus gafas de media luna resbalaban lentamente por su nariz y su semblante era serio, como si acabara de entrar a un velorio. Tras de él venía Lupin, quien saludó cortésmente. Todos seguían sus movimientos con la mirada, observando cómo tomaba asiento después de aparecer una silla.

—Les debo bastantes explicaciones... pero me temo, que no tengo la información suficiente —comenzó Dumbledore con aquella voz tan tranquila.

— ¡Mi ahijado puede estar siendo torturado por Voldemort mientras que usted me dice que no tiene la información!—espetó Sirius, todos se estremecieron ante la sola idea.

—No lo está —aseguró Lupin, aunque eso no lo calmó en lo más mínimo—. Sólo huyó de los Dursley.

— ¿Y por qué mierda nadie me informó? ¿Eh? ¿Hace cuánto escapó? ¡Soy su jodido padrino por el amor de Merlín!

—Tenemos los mejores aurores rastrándolo; los mejores informantes; hicimos tan grande como podíamos hacer su búsqueda. Lo último que necesitábamos era que perdieras la razón y lo salieras a buscar, Sirius.

Sirius golpeó la mesa con fuerza, pero se quedó en silencio. Lupin hizo una pausa mientras jugaba despistadamente con su varita, cómo si algún recuerdo lo hubiera hecho perder el hilo de la conversación unos segundos. Todos lo miraban boquiabiertos incluso dudando de la veracidad de sus palabras, es decir, ¡era Harry de quien hablaban! El niño que vivió, el que a pesar de pasar una vida traumática siempre tenía aquella sonrisa de picardía, e imaginarlo tan desconsiderado como para sólo escapar sin más era algo inverosímil. Harry no era así.

—Algo se rompió dentro de él el año pasado. Algo se dañó.

— ¿Dañó…? ¡Vio morir a Diggory, Remus! ¡Vio de frente a Voldemort! ¿Qué carajo esperabas?

Sirius comenzó a rondar por la habitación. Su andar era molesto, como si quisiera atacar a alguien.

—Estoy hablando de algo mucho más maligno, Sirius —respondió viéndolo fijamente, haciendo que se detuviera en seco. Al parecer entendió aquello—. Fui a la casa de los Dursley, me dijeron que se había marchado con un auror.

Llamé al ministerio de magia y ellos no habían mandado a nadie a buscar a Harry Potter. Hice todas las investigaciones posibles, nada. Hurgué en los recuerdos de los muggles, vacíos. No dejó rastro, tú sabes que ese tipo de magia es demasiado alta para cualquier auror. Su habitación estaba vacía. Sólo dejó una mísera carta. La leí, releí me la aprendí de memoria, examiné en todos los aspectos posibles pero sigue siendo lo mismo, es sólo una carta de despedida —terminó la frase, todos dejaron de respirar, nadie podía dar crédito a lo que acababa de escuchar. La mente Hermione entró en una clase de crisis mental, donde lo único que podía pensar era el nombre de Harry.

Dumbledore sacó una carta de su bolsillo, la miró con nostalgia unos segundos para finalmente depositarla sobre las manos de Sirius que lucía igual de impactado que todos. Hermione quiso ponerse de pie para leerla también, sin embargo la mano de la señora Weasley se apresuró a detenerla. Frunció el entrecejo, confundida, mas ella se limitó a negar con suavidad y sonreírle como una muda disculpa.

Fuera como fuese, la carta no debía ser placentera, ya que Sirius la rompió en mil pedazos.

—Yo también hice eso —comentó Lupin sonriendo, para aligerar la tensión en el ambiente.

—No está muerto —dijo Sirius, tratando sacar algo positivo de la situación—. No está muerto —repitió.

Hermione sólo quería gritar. Reclamarles por restarle importancia al asunto como si el tener la impresión de que seguía con vida era más que suficiente para estar tranquilos. Quería preguntarles qué carajos decía la carta; por qué se había ido; qué había pasado. Mas sabía que no era el momento ni el lugar, y, debía admitir que al ver lo devastado que se veía Sirius después de leer la carta como si dijera una serie de sandeces, que en realidad agradecía no haberla leído.

—Estoy de acuerdo —secundó Dumbledore tratando de sonreír, pero era una sonrisa sin vida y llena de nostalgia—. Por eso seguiremos buscándolo, después de todo, estoy seguro de que no se perderá su quinto año en Hogwarts.

Y así, como si nada, el nombre de Harry Potter se volvió un tabú por los siguientes días y semanas.

Realmente aborreció aquel lugar, no podía soportar ver las caras de los señores Weasley con aquella sonrisa fingida ocupando sus labios; cómo Sirius apenas salía de su habitación y, de las remotas ocasiones que decidía cenar con ellos en lugar de en su cuarto, sus ojos poseían una hinchazón notable de tanto llorar; mientras que lo demás, ellos habían optado por fingir que nada estaba pasando, después de todo, los Weasley no eran precisamente expertos con el sentimentalismo. Pero ella no lo había soportado, después de enterarse, solía ir al viejo armario de escobas en las afueras de la casa y llorar, descargar toda su tristeza, rabia y frustración sin que nadie lo notara, sin demostrarle a nadie que Harry Potter siempre había sido su debilidad, su talón de Aquiles; que el pensamiento de que hubiera sido secuestrado por mortífagos hacía que la imperiosa necesidad de ayudar en su búsqueda surgiera; que moría lentamente por dentro al imaginar que nunca más lo vería; que culpaba internamente a todos los aurores -incluyendo a Moody, Tonks y Lupin- por ser tan poco eficientes, llegando incluso a aborrecerlos en silencio; que ni siquiera podía escuchar su nombre sin sentir un terrible vacío en su pecho.

Hermione rápidamente se metió una piedra singular en el bolsillo de sus jeans y bajó la escalera. Tonks y Lupin se encontraban en el comedor, lucían cómo si no hubieran dormido bien en un buen tiempo, se les notaba a leguas que aquellos días no habían sido fáciles para ellos tampoco.

—Siéntense, siéntense. Ya les sirvo —con un movimiento de varita la señora Weasley apareció todo un festín digno de reyes en la mesa.

Todos se sentaron cómodamente empezando a servirse. Hermione se sentó junto a Tonks y, sin poder evitarlo, la escudriñó cuidadosamente; unas ojeras se ceñían bajo sus ojos, siendo resaltadas aún más por su color de pelo rosa chillón; se notaba delgada, rozando lo anémico, y aquello le preocupó al instante.

¿Por qué carajo Harry Potter se había convertido en algo tan fundamental?

— ¿Han averiguado algo?—preguntó Sirius al tiempo que se sentaba en la mesa.

Todos sabían lo mal que la había estado pasando, perder a su único familiar no debía ser fácil y aun peor era que no podía salir a buscarlo él mismo, por lo que su único medio de enterarse de lo que pasaba eran las esporádicas ocasiones en las que los aurores los visitaban.

—Todavía nada, Sirius —contestó Lupin con la tristeza denotándosele a cada palabra—. Necesitamos ser discretos en su búsqueda y eso es verdaderamente complicado.

—No tengo idea porque se preocupan tanto, Harry se sabe cuidar solo —opinó Tonks, intentando apaciguar el ambiente con su tono despreocupado, aunque había un deje de angustia en su voz.

—No es el hecho de que se sepa cuidar solo, Tonks, el problema es que el-que-no-debe-ser-nombrado esta tras de él —rebatió el señor Weasley—. ¡Además, irse sin avisar!

—Él sabía que no lo dejaríamos ir solo —razonó Sirius.

—De cualquier modo, estoy segura de que se encuentra bien —repitió Tonks.

Hermione sabía que ésta le tenía mucho aprecio a Harry, lo veía cómo a su propio hijo y prefería mil veces vivir en la mentira de que estaba bien a aceptar que Harry los había dejado para siempre.

—Hedwig tampoco estaba en su cuarto, por lo que se llevó con él a la lechuza.

—No creo que la lechuza lo pueda salvar contra Voldemort —atacó Sirius con desdén.

Tonks estaba a punto de rebatir cuando empezaron a tocar la puerta.

— ¿Santo y seña?—preguntó el señor Weasley ya junto a la puerta.

— ¿Santo y seña? ¡Qué patrañas son esas, Arthur! Ésta condenada casa está protegida más protegida que el ministerio… ¡y aun así pides santo y seña!—gritó la inconfundible voz de Moody.

Los presentes comenzaron a reír mientras que el rostro del señor Weasley adquiría un tono carmín y lo dejaba entrar rápidamente.

— ¿Cómo les fue?—inquirió Lupin con cordialidad mientras los aludidos tomaban asiento.

—Estamos hablando de Harry Potter, no nos enteraremos de nada que él no quiera —dijo Moody con su tosca voz—. Sé que se fue de la casa por su propia voluntad.

—Se los dije —anunció Tonks con orgullo impregnado en la voz.

—No podemos estar tan seguros —intervino Sirius, renuente a aceptarlo—. Conozco a Harry y él no es el tipo de chico que abandona su hogar de un día para otro.

Unos golpes en la puerta hicieron que todos guardaran silencio. No faltaba nadie, nadie más sabía la ubicación de la Madriguera, ni el mismísimo ministerio de magia. Todos los adultos se pusieron de pie en un movimiento monocorde, apuntando la varita hacia la puerta, y los menores de edad los imitaron al entender lo que pasaba.

— ¡Identifíquese!—gritó con autoridad Lupin. Cómo respuesta se escuchó al otro lado una risa melodiosa, se oía bastante bien a decir verdad, bastante varonil—. No lo repetiré una vez más, ¿quién está ahí?

De nuevo, no hubo respuesta. Tonks se acercó a la puerta cuidadosamente con la varita levantada.

—Harry —respondió justo antes de que Tonks conjurara un hechizo—. Harry Potter.

Inmediatamente la mano de Lupin tomó el pomo.

—Pruébalo —musitó—. ¿Cuáles fueron las palabras…?

— ¿Qué otra persona sabría la ubicación de éste lugar?

Lupin frunció el entrecejo y le hizo una seña a Tonks, quien sostuvo más firmemente la varita mientras él abría lentamente la puerta ante nuestras miradas de expectación.

Harry. Era Harry, pero se veía tan diferente que cualquiera que no lo conociera tan bien cómo ellos no lo reconocería fácilmente. Su rostro había abandonado cualquier rastro de rasgos infantiles, ahora sus facciones se veían endurecidas; sus hermosos ojos estaban rodeados por unas ojeras de considerable tamaño, dándole una apariencia cansada. Estaba recargado contra el marco de la puerta, con expresión de total desinterés. Tenía un aire misterioso, por extraño que parezca, no era el mismo Harry del año pasado, este con sólo echarle una mirada sabías que era un chico problema; su cabello era largo, su ropa era desgastada, su mirada se veía cansada y había estado ejercitándose. Con el rabillo del ojo logró visualizar cómo Ginny abría los ojos como platos y bajaba su varita, escudriñándolo de arriba abajo.

Harry no sonreía, su cara no tenía expresión alguna. Entró a la Madriguera en la que el silencio adornaba la habitación. Todos fueron tranquilamente a la sala, como si aquella se tratara de una reunión cualquiera, sin embargo el ambiente estaba tan tenso que resultaba asfixiante. Tomaron asiento mientras él se recargaba contra el extremo de la chimenea, mirando despreocupadamente hacia el suelo.

El corazón de Hermione latía a ritmo inverosímil mientras lo veía ahí, de pie. Hacía cuatro meses que no sabía absolutamente nada de él y al momento de verlo había usado todo su control mental para no echarse a sus brazos llorando, pero había algo diferente en Harry que aún no entendía qué era con precisión. Entonces recordó la frase que Dumbledore había usado hacía ya semanas, "algo se rompió en él", y creyó que esa era la manera más acertada de describirlo, se veía como si tuviera algo roto dentro de él.

— ¿Dónde has estado?—saltó Sirius mirándolo con los ojos desorbitados, definitivamente estaba haciendo un esfuerzo sobrehumano para mantenerse tranquilo—. Me he pasado cuatro meses sin saber dónde estabas, ¡peor aún! Preocupado de que siguieras con vida.

—Creí que la carta había sido más que clara —comentó él, sin mirarlo si quiera.

— ¿Donde?—presionó Tonks.

—Más bien con quien —puntualizó Moody, levantándose y acercándose a él con un caminar lento, logrando que una sonrisa se formara en los labios del Harry, pero era una sonrisa fría, carente de felicidad.

—Alastor, no es el momento —interrumpió Molly, mirando a los menores de edad presentes.

Pero ellos no la escuchaban, sus miradas se conectaron, retándose en silencio, unos segundos que parecieron horas, y daba la impresión que empezarían a saltar maldiciones y hechizos por doquier de un momento a otro.

—Nos contarás todo… por un medio u otro —dijo Moody con un tono de voz que nunca había utilizado, tan intimidante que el mismo Voldemort lo hubiera obedecido.

— ¿Por qué habría de hacerlo?

—Ahora —Moody apuntó con su varita hacia Harry, pero éste no se intimidó, muy al contrario una sonora carcajada salió de sus labios—. ¡Nos has traicionado!

El profesor arremetió contra el aludido, arrinconándolo contra la pared y poniendo su antebrazo sobre su cuello mientras su otra mano se aseguraba de enterrar su varita sobre la cien de Harry.

— ¿Hablaremos de traiciones?—preguntó cómo si aquello le hiciera gracia, aun estando a punto de ser ahorcado no lucía ni un poco intimidado.

Cuando notó cómo Moody ejercía más presión contra el cuello de Harry, esa fue la gota que derramo el vaso, Hermione no podía quedarse con los brazos cruzados, estaba a punto de ver cómo eliminaban a su mejor amigo.

— ¡Basta!—saltó Tonks poniéndose de pie un segundo antes que Hermione lo hiciera—. ¡Por favor, Alastor! ¡Cómo puedes siquiera pensar que Harry es un mortífago!

Entonces Hermione finalmente entendió por dónde iba aquella conversación, creían que Harry se había unido a Voldemort, pero ¿por qué se uniría contra alguien que lo quiere muerto literalmente?

Cuando puso atención nuevamente, la escena había cambiado, Tonks estaba apuntando amenazadoramente a Moody mientras éste miraba a Harry, quien caminaba tranquilamente por la sala completamente ajeno a lo que sucedía.

— ¿Qué no lo notaste? Esa frialdad al hablar, ese cinismo.

—No por eso tiene que ser un mortífago, Moody —opinó la señora Weasley, parándose también.

—Entonces que lo pruebe —terció Sirius, levantándose y apuntándolo con la varita—. Si no eres uno de ellos no tendrás nada que esconder.

Todo era confuso, las cosas habían sucedido tan rápidamente que de repente todos los adultos estaban levantados, excepto el señor Weasley y Lupin quienes miraban la escena con seriedad. Los menores estaban sentados en el sillón, sin creer lo que estaban viendo.

— ¿Y qué pasaría si lo fuera?—preguntó él con una media sonrisa—. ¿Qué harían?

—Te juro que no volverías a pisar ésta casa jamás —retó Sirius viéndolo de manera amenazante.

— ¡Aquí siempre será bienvenido!—gruñó Molly, apuntando su varita hacia Sirius—. ¡No te atrevas a hablar por los Weasley!

—Mi casa será su casa también —dijo Tonks levantando su varita hacia Moody.

Harry se fijó su vista sobre Tonks con aburrimiento, y quizá fue ese gesto el que logró que Lupin se pusiera rápidamente de pie y le apuntara con la varita sin decir ni una palabra. Nymphadora miró a Lupin con decepción grabada en los ojos, mas no tampoco hablo ni bajó la varita.

—No tienen por qué pelearse, aun así no planeo volver aquí.

Quizá Moody tomó aquello como un reto, ya que se movió tan rápido en dirección a Harry que Tonks no pudo hacer nada para evitarlo. Harry desenfundó su varita y de un momento a otro ambos se estaban apuntando, a punto de atacar.

— ¿Qué te pasó?—preguntó Hermione, incapaz de contenerse, más para ella misma que para los demás.

Pudo observar cómo las miradas se clavaban en ella, pudo notar cómo sus propios ojos se humedecían, el aludido se acercó lentamente a ella.

—Vamos, ¿que no me reconoces?—dijo sonriendo con frialdad al tiempo que se detenía frente a ella y la miraba directamente a los ojos.

No, en realidad no lo reconocía. Pero no podía decirle aquello.

—Si le pones un dedo encima te juro… —comenzó Ron, empujando agresivamente a Harry hacia atrás y apuntándolo con la varita, de nuevo éste no su inmutó.

— ¿Me matarás?—repitió, con el desafío de que lo hiciera implícito en la voz.

Se acercó unos pasos a él, se notaba cómo el nerviosismo de Ron aumentaba ante la cercanía, el tembloteo de su mano lo delataba.

— ¡Suficiente! Ustedes cinco, a la cama —dijo la señora Weasley amenazándolos con la mirada.

— ¿Qué? Claro que no —dijeron los gemelos al unisonó.

—Yo tampoco me iré —dijo Ginny

—Pienso igual —Terció Ron, bajando su varita y sentándose junto a Hermione protectoramente, con la mirada puesta en Harry.

— ¡Ahora!—rugió Molly y se levantó poniendo las manos en su cintura y mirándolos.

Hermione se levantó echándole una última mirada a Harry, pero éste ya había girado el rostro.