Prólogo:

Los ruidos se acumulan en mi mente: la alarma, la gente chillando y los gritos de dolor del guarda de seguridad. No estaba en el plan dispararle a nadie pero, como de costumbre, a Santana los planes se la llevan floja. Se escucha un derrape a lo lejos y miramos por la cristalera del edificio: Puck ha llegado con el coche. Pero es un dos-plazas, ¿cómo coño vamos a caber cuatro en un dos-plazas?

Santana nos hace una señal a mí y a Matt, los tres nos dirigimos a la puerta de atrás para irnos ya de este maldito banco.

Después de echar la puerta abajo ellos se escapan por el callejón mientras yo me quedo pegándole un tiro a cada cámara de seguridad que veo. No só exactamente por qué, es una obsesión que tengo. Y de repente, otro ruido, un disparo. Por un momento pienso en la posibilidad de que Matt haya disparado a Santana y la sangre hierve por mis venas, pensar que él y Puck puedan tener pensado huir después de matarnos a mi chica y a mi me cabrea. Cargo mi escopeta y me dirijo donde se supone que estarán esos cabrones riéndose del cadáver de mi novia pero nada es como me lo espero y el cuerpo que encuentro muerto en el suelo es el de Matt, ahora San matara a Puck y nos largaremos juntas. O eso espero.

- Perdona, cariño soy una chica ambiciosa ¿y tu? - No puedo creerlo, pero allí esta ella apuntándome dispuesta a disparar, pero por favor, que no dispare. Dejo caer mi escopeta, esperando que sienta compasión, amor o algo. Pero es Santana, y no tiene sentimientos. Así que cuando siento esa bala perforándome cerca de la clavícula, todo lo que hago es caer de rodillas al suelo y mirarla con odio, con todo mi odio. - Tu eres tiempo perdido.

Intento ponerme en pie y recuperar mi escopeta para cargármelos a los dos, pero el dolor es demasiado fuerte y todo lo que soy capaz de hacer es afinar el oído y escuchar como su coche arranca y las sirenas de policía están cada vez más y más cerca. Me van a pillar, voy a ir a la cárcel y esos dos se largan a Miami o a Los Angeles a tomar el Sol mientras yo me pudro en chirona. Maldita sea, como pude confiar en ella. Por su culpa ahora todo esta oscuro, por su culpa ahora... creo que ahora ya no puedo más.


La furgoneta avanza a gran velocidad mientras siento como mi herida ya cicatrizada palpita lentamente, los policías que me rodean me miran con curiosidad, supongo que esperaban que confesase el paradero de Santana y Puck, pero ni siquiera yo se donde están. Y si lo supiera, no se lo diría ya que tengo pensado vengarme con mis propias manos. Pero por ahora me esperan más de 20 años entre rejas y, sin embargo, me siento extrañamente tranquila. Puedo imaginarme los titulares que saldrán en los diarios durante los próximos días: "Delincuente muda traicionada por su novia y su mejor amigo", "Atraco con asesinato al banco nacional, dos de los culpables consiguen huir traicionando a sus compañeros".

Traición, esta es la palabra que más resuena en mi cabeza. Confié ciegamente en Santana, en sus palabras, en nuestro amor y ella ha cogido esta confianza y, simplemente, la ha destrozado. Me ha utilizado y a pasado de mi para largarse con otro al que podrá manipular desde cero. Me lo advirtió Marley cuando la conocí, "tiene pinta de mala persona", pero claro, yo tuve que dejar a una chica ingenua que estaba loca por mi para largarme con una loca psicópata que no ha hecho más que meterme en líos.

Y aquí estoy ahora, en un furgón policial camino a una cárcel de máxima seguridad junto con cuatros polis y otros dos presos. Uno de ellos mira fijamente el suelo y su pelo pelirrojo le tapa sutilmente la cara. El otro chico parece unos cuantos años más joven que el pelirrojo, así que debe tener más o menos mi edad, sólo que el pelo rizado y descontrolado le da un cierto aspecto infantil, además su mirada vivaz es clavada a la de un niño. Y justo cuando veo que me sonríe me doy cuenta de un pequeño detalle.

- ¿Por qué hay una chica en un traslado a una prisión masculina? - Pregunta el chaval del pelo rizado, doy por supuesto que me a leído el pensamiento.

- Recortes en el presupuesto. - Uno de los guardias responde escuetamente y se rasca la nuca, parece nervioso.

- Pues vaya, entonces supongo que es un placer - el chico me ofrece sus manos esposadas para que se las estreche, le sigo el juego. Me esta cayendo bien. - Me llamo Blaine. Tu?

- Es muda. - el otro poli responde antes de que yo pueda hacer nada – y no intentes ligar con ella, es bollera.

- No tenia pensado hacerlo, pero por el desprecio en tu voz diría que tu si y te frustra saber que no hay posibilidades. - Sonrió de nuevo y veo como el chico me guiña el ojo. Si, definitivamente, me cae bien. Hace el gesto de levantarse para sentarse a mi lado pero, de golpe, el vehículo frena y todos perdemos el equilibro y terminamos en el suelo. Se escuchan disparos fuera y uno de los policías, el que estaba nervioso, coge al pelirrojo mientras el otro abre la puerta para ver que pasa. Otro disparo y vemos como el que había salido cae muerto.

- Vamos, Brad, ¡muévete! - el policía le chilla al preso mientas lo empuja dejándonos a Blaine y a mi en el furgón.

- ¿Qué acaba de pasar? - Blaine me mira confuso y yo encojo los hombros. - Bueno, ¿Nos vamos? - asiento y nos bajamos viendo el cuerpo de tres policías muertos y un coche alejándose a toda velocidad, dejándonos atrás a los cadáveres, a Blaine, a mi y a una especie de caja metálica. Blaine se acerca despacio observándola con curiosidad. Esta unos pequeños segundos analizándola mientras yo logro quitarme las esposas con una llave que he tomado prestada a uno de los muertos. - ¡Sube a la furgoneta y arranca, tenemos que largarnos de aquí! - le hago caso confusa y me dirijo a Brooklyn, sin saber muy bien que pasa. Cuando ya estamos saliendo del puente puedo ver por el retrovisor una explosión y, completamente acojonada, miro a Blaine que suspira y me vuelve a mirar sonriendo.

- Por los pelos, ¿eh? - coge la llave de las esposas que había dejado tirada por allí dentro y se desata - Tengo algo así como un apartamento en DUMBO, yo te guío. - Sigo todas y cada una de sus indicaciones y dejamos la furgoneta en el garaje le sigo adentro de ese pequeño local. Pequeño y ruinosos, lleno de cucarachas y de polvo. Pero bueno, supongo que es mejor que la cárcel. Veo que saca unos pantalones militares, unas Martens negras y una camiseta de tirantes negra. Me los ofrece y mientras yo me cambio el busca algo para ponerse. Después me ofrece una cazadora de cuero porque según él "hace frío". Una vez los dos nos hemos quitado esos uniformes color calabaza veo como se dirige hacía la puerta y me quedo mirándolo sin saber muy bien que se supone que pretende.

- Conozco a alguien que nos ofrecerá protección a cambio de un par de favores... ¿Te apuntas? - Le miro en silencio reconsiderando todos los pros y contras. No se si puedo confiar en él, de hecho, no quiero volver a confiar en nadie, pero por ahora no puedo hacer nada más, así que asiento y le sigo hacía donde sea que se dirija.


Llevamos varios minutos andando en completo silencio cuando nos paramos frente un club de striptease. Le miro incrédula, dejando que mi ceja se eleve sutilmente. El solo sonríe, niega y me murmura un "no es lo que piensas". El matón de la entrada le sonríe a Blaine y nos deja pasar sin problemas, pese a que el bar parece estar cerrado, ja que esta completamente vacío.

- Esa nueva mierda que hay en la ciudad, el SPANK. ¡Algún cabrón se dedica a vendérsela a mis chicas! - Oigo los gritos saliendo de lo que parece ser un despacho y me giro hacia Blaine sorprendida.

- Tranquila, es Rory. Un chico muy majo de la mafia irlandesa. - Volvemos a quedarnos en silencio escuchando los gritos del despacho. Remuevo cada rincón de mi memoria y entonces recuerdo a Santana contándome no se que de un timo a los irlandeses. Sonrió, caerle bien ha estos tipos podría llevarme hasta esa zorra.

- ¡Blaine! - veo acercarse a un chico castaño que abraza efusivamente a Blaine - ¿Pero a ti no te habían pillado?

- He tenido un pequeño golpe de suerte...

- Como sea, me alegro de verte. Además, tengo trabajo para ti. - Se separan pero el chico sigue apoyando sus manos en los hombros de Blaine.

- Perfecto, Rory. ¿Qué quieres que haga volar por los aires? - Blaine sigue sonriendo con inocencia mientras les observo y sigo todos los detalles de su conversación.

- Te lo cuento luego, ahora tengo que encontrar a alguien que se encargue de un maldito traficante...

- ¿Qué te parece ella? - Ambos se giran hacia mi y me siento un poco, solo un poco, intimidada.

- ¿Quinn Fabray? ¿Tu no eres la muda del atraco al banco? - Supongo que los titulares que me imaginaba han salido antes de los esperado. Sonrió y asiento suavemente mientra el se acerca y me estudia, observándome de arriba a abajo. - ¿Podemos confiar en ella? - lo mismo me pregunto yo. ¿Puedo confiar en ellos?

- Claro, ¿porqué no? - Sonrió de nuevo ante la inocencia de Blaine, Rory también lo hace.

- ¿Estarías dispuesta a matar? - veo como el irlandés se pone repentinamente serio, esperando una respuesta. Asiento, al fin y al cabo, no sería la primera vez. Y probablemente tampoco sea la última.