¡Hola! Tengo literal como una semana intentando publicar esto, pero primero no podía por tener visitas, luego se me ocurrió enfermarme y ay, ya seban cómo soy de desastrosa.

Bueno, sucede que hace cerca de seis meses, The Nova 6 me ofreció trabajar en una colaboración, y ustedes me conocen, me encantan este tipo de cosas, así que de inmediato le dije que sí. Para no hacer esto más largo sólo diré que me encantó la idea de contar la misma historia desde un punto de vista de una... um... no sé cómo explicarlo, desde un punto de vista de paralelismos. No intenten explicarme, sabrán de qué hablo tan pronto lean la historia.

Pues bueno, espero que esto sea de su agrado y que se pasen por el perfil de The Nova 6, quien amablemente me ofreció participar en este trabajo.


Solangelo

―Si te digo la verdad, me parece que hemos tenido demasiada suerte, Nico ―dijo Will Solace, mientras se descalzaba y metía los pies en el lago. El embarcadero estaba a la altura justa para que el agua le llegase a los tobillos y esperaba que las ninfas del agua no decidieran acudir para divertirse tirando de ellos hacia abajo―. Normalmente no tengo tanto tiempo libre, ya lo sabes.

Al lado de Will estaba sentado Nico di Angelo, hijo de Hades con el que llevaba saliendo unas dos semanas. También tenía los pies metidos en el agua.

―Ya, pero bueno… es la primera vez en bastante tiempo que estamos desocupados, y la verdad… ―se calló un momento, para luego hablar en voz muy baja― me apetecía pasar algo de tiempo contigo.

Will sonrió y estiró una mano para hacerle una caricia en la base del cuello, lo que hizo estremecer a Nico. Aún no era demasiado dado al contacto físico, sólo se lo permitía a personas como el propio Will, su hermana, Percy o Annabeth, y eso era por conocerlos muy bien.

―Pues aquí estamos ―comentó el hijo de Apolo, risueño―. Llevo el bañador debajo de los pantalones, si quieres nos damos un bañito en el lago.

―Hm… no soy precisamente amigo del agua, pero supongo que una buena refrescada no me sentará muy mal ―respondió Nico, animando a Will, quien se puso de pie. Pero justo cuando empezaba a quitarse la camiseta, escuchó una voz que les llamaba:

―¡Will, Nico!

Era Percy, quien se les acercaba a paso rápido. Tenía el pelo completamente empapado y chorreaba agua. Nico se levantó y fijó la vista en su primo, ligeramente molesto. Algo le decía que su rato a solas con Will acababa de estropearse del todo.

―Perdonad por interrumpir ―les dijo el hijo de Poseidón al ver las caras de ambos―, pero Quirón os está buscando, dice que vayáis a verle cuanto antes.

Will y Nico se miraron, y dieron un suspiro al unísono. Lo dicho… demasiada suerte.

―Qué le vamos a hacer. A lo mejor no es nada importante, sino algo relacionado con las cabañas. ¿No te ha dicho nada, Percy? ―le preguntó el rubio, a lo que Percy negó con la cabeza.

―No me ha querido dar detalles, se los reserva para vosotros. Oíd, esta noche tenemos un capturar la bandera, y me toca liderar uno de los equipos. Me gustaría contar con la cabaña de Hades, ¿vale, Nico?

―Como quieras ―masculló el muchacho porque, para ser muy honesto, le traía sin cuidado en qué equipo participara.

―Vamos, que con esa actitud no vas a llegar a ningún lado ―se burló Will con una sonrisa cariñosa mientras rodeaba la cintura de su novio. Nico simplemente se encogió de hombros.

Para ser muy honestos, no era como si el trío de semidioses no supusieran que algo iba mal; sin embargo, no se dieron cuenta de que algo verdaderamente no estaba saliendo como debería sino hasta que llegaron a la Casa Grande y se encontraron con Quirón.

Lo cierto es que nada en la expresión del centauro pronosticaba una desgracia, pero su sonrisa al recibirlos carecía de brillo y no parecía feliz de verlos, sino más bien… como un persona que se había encariñado con parte de su ganado y ahora debía enviarlos al matadero. Mala señal, muy mala señal, para decirlo de forma sencilla.

―Bienvenidos ―saludó, apuntando hacia las sillas colocadas a derecha e izquierda de él, que se había colocado con su silla de ruedas a la cabecera de la mesa. Por toda respuesta, Will y Nico sólo negaron con la cabeza, esperando que el problema del que su mentor iba a hablar no tomara tanto tiempo como para que tuvieran que sentarse.

Asimismo, Percy decidió marcharse sin segundas palabras tan pronto percibió la manera en cómo Quirón lo miraba.

―Verán, chicos… sé que es un mal momento ―inició el viejo maestro.

El hijo de Hades sólo pudo rodar los ojos con anticipación. "Aquí vamos", pensó.

―El caso es que ha habido una emergencia y, bueno, creo que ustedes son perfectos para encargarse de ella ―no dijo nada más, sino que se quedó mirando alternativa a ambos semidioses.

―¿Y bien? ―inquirió Will una vez que notó el silencio expectante del centauro, casi como si les quisiera dar tiempo para procesar la información que les acababa de dar.

―Sucede que Finn, el sátiro que enviamos a Louisiana, llamó hoy en la mañana. Encontró a un mestizo en la escuela donde estaba, un hijo de Apolo para ser exactos, y creímos que a ti, Will, te interesaría ser el primero en enterarte.

―Por supuesto ―asintió el rubio―, pero si Finn ya lo tiene cubierto no entiendo por qué…

―Déjame adivinarlo, entre Louisiana y Nueva York hay un monstruo o algo que les va a impedir llegar a salvo y todo esto se trata de que alguien necesita ir por Finn y el mestizo, ¿no es cierto? ―se apresuró a responder el hijo de Hades, interrumpiendo a Will sin que al rubio le importara mucho.

―Lamentablemente, Nico ―replicó Quirón con una mueca―, te acercaste. Hace dos días que perdimos la comunicación con Finn, justo después de que cruzaran la frontera de Misisipi.

Mientras Nico y Quirón hablaban, Will permanecía callado. Louisiana y Misisipi no estaban cerca de Nueva York. Había que pasar por… unos cuantos estados antes de llegar. Y para viajar lejos en poco tiempo, sólo existía una opción.

―¿Y ahora mismo se encuentran bien? ―preguntó el joven Solace―. Me preocupa especialmente mi hermano.

―Su nombre es Joey Mills, unos años menor que vosotros. Un niño como él va a necesitar un poco más de escolta para llegar al campamento, como seguramente recuerdas, Nico.

El hijo de Hades apartó la mirada, entrecerrando los ojos. Sí, se acordaba muy bien de su propia llegada al campamento, acompañado no sólo por un sátiro, sino por muchísimos escoltas más. Pero prefería olvidarse de aquellos momentos de su infancia, que le traían de todo menos buenos recuerdos. Will suspiró.

―Bien, pues supongo que hemos de partir en este instante, ¿no es cierto? ―preguntó. El centauro asintió―. De acuerdo, haremos un viaje por las sombras y llegaremos enseguida… si Nico ya lo ha desarrollado suficiente para que vayamos los dos, claro.

Nico le hizo un gesto como de que no se preocupara. Viajando solo podía realizar hasta cuatro viajes por las sombras sin cansarse. Acompañado seguramente se reduciría a la mitad, pero dos era todo lo que necesitaban, tanto para ir como para volver, aunque a la vuelta serían tres personas y un sátiro. Confiaba en su poder lo suficiente como para creer que no iba a fallar.

―No habrá problemas ―dijo, escuetamente. Quirón asintió, satisfecho.

―Entonces, preparaos. Y buena suerte, héroes ―les dijo, dirigiéndoles una mirada casi paternal. Tres mil años preparando héroes hacía que les cogiera cariño a todos, aun sin ser ésa su intención.

Los dos muchachos abandonaron la Casa Grande, y lo primero que hizo Nico fue dar un bufido.

―No me gustan las misiones donde tengo que hacer de niñera de alguien… ―murmuró. Will sonrió y le palmeó la espalda.

―Míralo así, si cumplimos bien esta misión tendremos tanto tiempo libre como queramos. Y me debes un baño en el lago, que no se me olvida. Voy a coger néctar, ambrosía y de todo en exceso, por si el monstruo es duro de roer.

Salió corriendo en dirección a su cabaña, mientras Nico se quedaba apoyado en la pared de la Casa Grande. Ir de misión no le importaba, pero Will no era una gran ayuda en combate. Su especialidad era la curación, lo que significaba que él iba a tener que llevar la voz cantante.

Y, claro, tampoco le encantaba la idea de un sátiro perdido y un semidiós que, Nico estaba dispuesto a apostar, tampoco sería una gran ayuda, demasiado ocupado sorprendiéndose como para que incluso los instintos de supervivencia funcionaran al cien. Aunque no era como si pudiera protestar, porque hacía poco más de cuatro años él había hecho lo mismo.

Finalmente, decidió apartar el pensamiento de su mente. Al fin y al cabo, eso era básicamente la esencia de ser semidiós, la Ley de Murphy regía su vida tanto o más que los propios dioses: todo lo que podía salir mal, indudablemente saldría mal, así que todo lo que podían hacer era estar preparados.

Con un suspiro, se enderezó y se dirigió a su cabaña para arreglar sus cosas. Finalmente, quizás esa situación no fuera la catástrofe que él quería pensar que era. Quizás las cosas salieran bien. Además, siempre era bueno poder pasar algo de tiempo con Will.

―*―*―

Las cosas, por supuesto, no salieron bien.

El viaje a través de las sombras ni siquiera fue el problema. Eso, extrañamente, fue exitoso. Con lo que no habían contado ―ni Quirón tampoco, al parecer― era con que Misisipi no era un estado precisamente pequeño, y que no habían sabido nada de Finn desde hacía un buen rato. Lo que concluía con que, en sí, no tenían idea de dónde podrían encontrarse. Podrían ya ni siquiera estar en Misisipi, y Nico y Will no tenían forma de descartar esa inquietante idea.

Con tan poco material para trabajar, fue idea de Nico que empezaran exactamente en la frontera y siguieran el curso del río que legaba su nombre al estado.

―El Río Misisipi pasa por Louisiana, muy cerca de Baton Rouge, y es justamente lo que marca la separación entre ambos estados. Es tan buen lugar como cualquier otro para comenzar ―apuntó el hijo de Hades.

―Claro, pero han pasado dos días… ―protestó Will―. Podrían haber avanzado bastante desde que no ha podido contactar con Quirón y nosotros estamos perdiendo tiempo valioso para ellos si realmente hay una amenaza buscándolos a medio estado de distancia.

―Yo… no creo que hayan avanzado mucho… ―masculló Nico, acelerando un poco el paso.

―¿A qué te refieres?

―Bueno, los sátiros son espíritus de la naturaleza, así que es más fácil para mí sentirlos cuando están cerca. O dejar de sentirlos cuando dejan de estarlo.

―Entonces… ¿estás diciendo que Finn podría estar muerto? ―inquirió Will, apresurándose para alcanzar al pelinegro.

―Muerto no, Will, pero quizás herido sí… ―murmuró el hijo de Hades―. Y hay algo aquí que sin duda se siente como espíritus de la naturaleza…

―Sólo espero que no tengamos que llegar hasta Natchez. Es la primera población siguiendo el Misisipi hacia arriba, y hay varias islas antes de llegar. Ojalá los encontremos en un sitio deshabitado ―deseó el hijo de Apolo, mientras continuaba caminando a través del bosque junto a Nico.

El río Misisipi era la frontera natural entre el estado del mismo nombre y Arkansas, y ellos dos se encontraban en la orilla derecha. El viaje por las sombras parecía no haber afectado en lo absoluto a Nico, lo cual le alivió mucho. No quería gastar tan pronto el néctar y la ambrosía, pero si tenía que usarlos, lo haría con Nico antes que consigo mismo.

La zona estaba totalmente deshabitada, salvo por la presencia de casonas aisladas con tractores y maquinaria de labranza que eran más óxido que máquina, de lo que concluyó que estaban abandonadas. Reinaba el silencio absoluto, y eso nunca era buena señal.

―No se oye ningún animal ―dijo el rubio, mirando preocupado a su alrededor―. Estoy prácticamente seguro de que eso significa monstruo. Estemos alerta…

―No tienes que decírmelo, puedo notarlo demasiado bien para mi gusto ―Nico tenía la mano apretada en torno a la empuñadura de su espada, listo para sacarla en cuanto detectara algo sospechoso. La ausencia inexplicable de animales siempre era mala señal―. Por curiosidad, Will, no has usado ningún móvil en las horas pasadas, ¿no?

―No, en absoluto. Sólo lo utilizo después de derrotar a un monstruo, cuando sé que es difícil que aparezcan más. Pero con o sin móvil, ya me he dado cuenta de que hace rato que nos están siguiendo.

Will no llevaba armas encima, sólo disponía de su magia curativa y los materiales de su mochila. Si había que pelear, Nico tendría que hacerlo.

De repente, un crujido de ramas a la izquierda de donde estaban ellos les hizo casi saltar en el sitio. Nico desenvainó su espada, que brilló con un fulgor negro, negro de muerte y pesadilla. Will sintió un escalofrío al contemplar el arma. Tenía un aura malvada que Nico al parecer controlaba bien.

―Sal de ahí ahora mismo o cortaré el árbol y a ti con él ―ordenó el hijo de Hades. Dos segundos después, la preocupada cara de un niño asomó detrás del árbol. Tendría unos once años como mucho, pelo castaño y ojos azules en los que se veía que tenía mucho miedo.

―¡Vale, salgo! Pero no me hagáis nada ―murmuró, mientras se dejaba ver y se acercaba a ellos―. ¿Sois… los mestizos? ¿No sois monstruos?

Lanzando un suspiro al aire, Nico volvió a guardar su espada.

―Gracias a los dioses ―dijo Will, acercándose al niño―. ¿Debes ser Joey, no es cierto? ―alentado por el amable rostro del rubio, el recién aparecido se les aproximó más a ellos y asintió.

―Venga, no te haremos daño ―ofreció Will con una sonrisa mientras extendía su mano derecha, que Joey se apresuró a tomar, ansioso de sentir el contacto humano―. ¿Estás herido?

A pesar de la negativa del chico, Will se acuclilló frente a él para revisarle el rostro y los brazos. Afortunadamente, Joey no mentía y las únicas heridas que tenía eran pequeños rasguños a lo largo del antebrazo, pero nada realmente importante. A pesar de ello, el mayor hijo de Apolo se apresuró a sacar el frasco de ungüento que cargaba con él y colocarlo sobre los cortes del chico, más para infundirle confianza que porque fueran realmente peligrosos.

Decidido a no interrumpir el encuentro de los hermanos, Nico retrocedió respetuosamente. Que Will se encargara del chico, él permanecería alerta para evitar el posible encuentro con un monstruo.

―Listo, así está mejor ―murmuró Will casi para sí mismo una vez que hubo terminado, guardando el botecito de pomada para volver a tomar la mano de Joey―. Yo soy Will Solace, y este ―apuntó―, es Nico di Angelo. Nos encargaremos de llevarte a un lugar seguro, ¿de acuerdo?

Antes de que Joey asintiera, Nico se adelantó un paso, acercándose a los dos rubios. El tiempo fuera había terminado, decidió. Hora de ponerse en marcha.

―¿Qué pasó con tu protector? ―inquirió, un poco más bruscamente de lo que quería―. ¿Con Finn?

Mordiéndose el labio inferior, Joey negó con la cabeza. El miedo había vuelto a aparecer en sus ojos, e instintivamente se agarró las manos, retorciéndoselas.

―Finn, eh… el sátiro… ya no está ―dijo, entrecortadamente―. Me dijo… me dijo que corriese y me pusiese a salvo mientras él se ocupaba del monstruo, pero…

Will tragó saliva. Estaba seguro de que lo que estaba a punto de escuchar no iba a ser de su agrado. Y tampoco del de Nico, a juzgar por su expresión tensa.

―¿Pero? ―le animó el hijo de Hades. Joey lo miró, y cerró los ojos.

―No me había alejado lo suficiente, y vi… vi cómo se lo comía la serpiente.

En el rostro de Will se dibujó una expresión de terror que no le pasó desapercibida a Nico.

―¿Qué pasa? ―le preguntó. El hijo de Apolo se volvió para mirarlo, y luego le preguntó a Joey:

―¿Cómo era esa serpiente? ¿Grande o pequeña?

El tono de Will era agudo, y parecía que tenía una idea sobre qué tipo de monstruo era el que rondaba por allí. A Nico no le alivió demasiado saberlo.

―Grande, muy grande, aunque no llegué a verla del todo porque salí corriendo enseguida ―explicó Joey. Pese a estar asustado, se mostraba bastante firme y le sostenía la mirada a Will―. Pero estoy seguro de que su cabeza rozaba las copas de los árboles.

El frasco de ungüento resbaló de la mano de Will y cayó al suelo haciéndose añicos. El chico se había puesto pálido, casi tan pálido como lo había estado el propio Nico hasta hacía relativamente poco. El hijo de Hades, preocupado, le puso la mano en el hombro.

―Will, ¿qué pasa? ¿Sabes qué monstruo es? ―preguntó. Will asintió, pero sin decir nada al principio. Luego empezó a hablar, con un hilo de voz.

―Es… es la que nos lleva cazando desde hace siglos, la enemiga de Apolo y de sus hijos. Nos encuentra, nos persigue y… nos devora. Cuando era pequeño me estuvo acosando durante mucho tiempo, y no sé cómo me salvé.

Ahora fue el turno de Joey de ponerse pálido. Sin duda, él también conocía al monstruo. Y por los datos recibidos, Nico también.

―Pitón ―dijeron los tres chicos a la vez. Y como respuesta, un ruidoso silbido, procedente del interior del bosque, se pudo escuchar entre los árboles.

―Tenía que pasar ―masculló el hijo de Hades, desenvainando su espada de nueva cuenta―. Pónganse detrás de mí ―ordenó, sin darse demasiado tiempo para quejarse sobre cómo un rescate, un sólo rescate, no podía salir bien nunca.

―Pero, Nico-

―¿No me escuchaste? ―lo cortó el chico, sin siquiera dirigirle la mirada―. Tu fuerte no es el campo de batalla y lo sabes. No te quiero aquí. La misión es proteger al niño. Tú haz eso y yo me encargo del monstruo.

―Pitón no es… ―sin embargo, la réplica de Will murió en su garganta cuando la susodicha serpiente apareció frente a ellos, su enorme cabeza triangular surgiendo de entre los árboles.

―Maldición ―alcanzó a decir Nico al tiempo que Joey lanzaba un grito ahogado, a sabiendas de que no tenía caso ni siquiera intentar hacer silencio porque Pitón sabía exactamente lo que estaba buscando.

―¿Pero qué tenemos aquí? ―siseó el desagradable animal, mientras su lengua bífida salía y entraba de su hocico―. Dos hijos de Apolo en una sola tarde casi podría llamarse suerte.

―También podría ser peligroso hablar tanto ―advirtió el hijo de Hades, escaneando los árboles a su alrededor en un intento ―no demasiado fructífero, para ser honesto―, de encontrar una manera de derrotar a la serpiente.

En honor a la verdad, el bosque resultaba algo a su favor, dadas todas las sombras que podía usar no sólo para ocultarse, sino para transportarse también; sin embargo, no conocía el terreno, y no iba a arriesgarse a dejar a los hijos de Apolo solos cuando Pitón ni siquiera lo estaba buscando a él y hacer de señuelo no era una opción.

Decidiendo que por lo menos contaba con el factor sorpresa, Nico se adelantó, zigzagueando para confundir a la serpiente, con su arma en alto.

El semidiós sorteó varios árboles antes de alcanzar a Pitón, afortunadamente, la espesura del ramaje dificultaba el avance de la serpiente, aunque Nico no podía dejar de escuchar el crujir de las hojas bajo el inmenso animal, y de calcular, de calcular cuántos minutos le quedaban, cuántos segundos.

La primera embestida, con el costado de la cabeza solamente, propulsó a Nico contra un árbol. Con total honestidad, el hijo de Hades no esperaba que su espada ―o cualquier espada, una docena de espadas― fuera suficiente para detener a Pitón. Apolo, con todo su divino poder apenas había podido vencerla. Lo que Nico sí deseaba, por el contrario, era ganarles algo de tiempo a los hijos de Apolo.

―¡Nico! ―escuchó que Will lo llamaba.

―¡Maldita sea, Solace! ¡Vete de aquí! ―rugió el hijo de Hades sin dignarse a dirigirle la mirada a su novio mientras se ponía en pie nuevamente, para enorme entretenimiento de Pitón.

―Creo que alguien dijo que era mala idea hablar tanto ―se burló la serpiente mientras abría sus enormes fauces, dejándolas cerrarse en torno a los costados de Nico, sólo para dejarlo caer meros segundos después, sus finos labios contraídos en una mueca cercana al desagrado―. ¡Sabe a muerte!

―Sorpresa ―replicó Nico, entrecortadamente―. Yo no soy hijo del solecito ese.

Si trataba de pensar fríamente, Will tenía dos opciones. La primera era llevarse a Joey de allí y ponerlo a salvo para luego regresar y ayudar a Nico. La segunda era ignorar lo que le había dicho su novio y lanzarse al combate. Joey estaba mirando el enfrentamiento con los ojos muy abiertos, pero parecía bastante tranquilo, y no tan aterrorizado como estaba cuando le habían encontrado. Una fugaz idea se le cruzó por la mente, una idea que sin duda causaría que Nico lo despellejara, pero no quería contemplar la posibilidad de abandonarlo con Pitón. Y ahora mismo su novio estaba herido, se le veía por su forma de moverse.

―Joey, dime una cosa ―le preguntó a su hermano―. ¿Sabes luchar o has despertado tus poderes?

El niño dudó en contestarle, pero tras varios segundos asintió.

―Sí, puedo usar los poderes de papá… en cierta medida ―concretó―. No se me da nada bien curar a la gente, tengo más destreza luchando.

―Perfecto ―la expresión de Will se relajó―. Vamos a ir los dos a ayudar a Nico, ¿de acuerdo? Trata de cegar a Pitón lo antes posible.

―¿Estás seguro de que saldrá bien, Will? Se trata de Pitón…

―Tiene que salir bien, sí o sí. Vamos, Joey.

Si Nico hubiera escuchado la conversación de ambos hermanos, les habría dado una regañina como nunca antes, pero estaba demasiado ocupado para preocuparse por nada más que por la boca de Pitón, que no paraba de cerrarse a escasos milímetros de su cuerpo. La serpiente había decidido que, a pesar de no ser hijo de Apolo, les estaba ayudando, así que era tan culpable como ellos.

―No estás de suerte, semidiós ―silbó el reptil mientras derribaba un par de árboles y dejaba a Nico al descubierto―. A pesar de estar podrido, eres un aliado de la peste de Apolo, así que correrás su mismo destino.

―Lo siento, pero prefiero volver al Inframundo por mi propio pie ―respondió Nico, mientras volvía a esquivar a la serpiente y trataba de clavarle la espada en la cabeza, pero el filo sólo entró dos centímetros en la carne de Pitón. La piel de aquel monstruo no llegaba al nivel de dureza del León de Nemea, pero era sumamente resistente ante cualquier tipo de arma. Para derrotarla, necesitaría echar mano de sus poderes. Pero por otro lado, no quería usarlos tan a la ligera, porque después necesitaba realizar un viaje por las sombras con Will y Joey, y estaba comenzando a sentirse cansado de tanto correr y esquivar. A eso se le añadía el dolor del mordisco, pues aunque Pitón no fuera una serpiente venenosa, sangraba por las heridas de los colmillos.

"En estos momentos agradecería un poco de ayuda, padre", pensó el muchacho. "Si soy lo suficientemente importante para ti, claro."

En circunstancias normales, Nico habría pensado que invocar a su padre, en voz alta o en su mente, era una estupidez. No era que no apreciara al dios, pero no eran precisamente cercanos e, independientemente, ningún dios en todo el Panteón Olímpico se distinguía precisamente por ayudar a sus hijos, monstruos a punto de comérselos o no.

Para ser muy honesto, Nico estaba un poco ocupado viendo doble debido a la debilidad que se extendía por sus extremidades en respuesta a la pérdida de sangre, pero para Will y Joey fue fácil advertir el aura negra que, como surgida del propio suelo que pisaban, de entre las enterradas raíces de los árboles que conformaban el bosque rodeó la delgada figura del hijo de Hades.

Nico, por su parte, todo lo que sintió fue un súbito golpe de adrenalina que le hizo recuperar el aliento y cubrió su cuerpo con un extraño entumecimiento que le impedía recordar el paralizante dolor de hacía unos segundos.

―¿Sabes? Tengo una mejor idea ―dijo con una sonrisa torcida, mirando a la serpiente directo a los ojos ahora que sabía exactamente dónde estaba―. ¿Qué te parece si me encargo de traer el inframundo hasta nosotros?

Y así, sin más, la tierra a sus pies se cuarteó, dejando al descubierto decenas, centenares de manos esqueléticas que se abrían paso a través del suelo. Pitón no pudo menos que retroceder, quizás no tanto por el inesperado despliegue de poder, sino porque era verdaderamente difícil permanecer estable cuando el espacio sobre el que uno estaba apoyado de pronto cobraba vida propia.

―¿Qué está pasando? ―inquirió Joey con más curiosidad que sorpresa.

―La bendición de Hades ―adivinó Will, antes de sacudir su asombro y decidir que podría preguntarle a Nico todo lo que quisiera después, cuando sus vidas no corrieran peligro―. Ahora, Joey, voy a asumir que tus poderes no tienen nada que ver con el arco porque no traes uno, ¿de acuerdo? ―ante el asentimiento de su hermano y consiguiente silencio, el líder de la cabaña 7 no pudo sino mirarlo con expectación―. ¿Entonces?

―Es… aún no le tengo muy claro, es algo parecido al fuego o a la luz del sol, yo… no sé y tampoco puedo invocarla. Sólo… aparece cuando la necesito.

―¿Y no es este un buen momento? ―rugió Nico antes de esquivar la enorme cabeza de Pitón una vez más con un salto hacia el frente que sólo le facilitó al monstruo girarse sobre sí misma para que su cuerpo rodeara al semidiós, reduciendo el espacio del hijo de Hades al tiempo que ignoraba las armas de miles de guerreros muertos encajándose entre sus escamas.

―Yo no…

―Puedes hacerlo, vamos ―lo urgió Will tratando de mantener su autocontrol―. Y este verdaderamente es un buen momento.

Con un asentimiento, Joey cerró los ojos y trató de concentrarse, bloqueando los sonidos de la batalla a escasos metros de ellos.

Para decir la verdad, Will no había sido obsequiado con bastantes de los dones que su padre podía ofrecer. No podía tocar un instrumento bien ―qué va, no sabía sostenerlos―, su voz no era angelical, sus poemas parecían escritos por niños de tres años y nunca conseguía disparar una flecha que quedara a menos de medio metro de distancia de su blanco original. Pero Will era un buen médico, y estaba conforme con eso porque amaba su trabajo, lo cual le permitía decir con total honestidad que no envidiaba a ninguno de sus hermanos cuando se hablaba de sus dones paternos.

Sin embargo, en ese momento, sí sintió un destello de celos al contemplar lo que su hermano más pequeño hacía.

Will había visto infinidad de veces cómo Nico conjuraba a las sombras a su lado, cómo las moldeaba su antojo y las manipulaba, pero esto era… distinto. En lugar de atraer hasta el más pequeño retazo de penumbras hacia él, lo que Joey hizo fue prácticamente separar la negrura de la luz del sol, absorbiendo el elemento de Apolo hasta que se fundió con su piel, robando los pocos rayos del sol que se filtraban por entre el espesor de los árboles hasta que el bosque al completo estuvo en una oscuridad casi completa.

Una vez que la luz lo rodeaba como un manto de ardiente fuego, Joey se precipitó hacia Pitón.

―Igual que la Antorcha Humana ―murmuró Will, asombrado y maravillado por aquello. Su padre era el dios del sol, y estaba ligado al elemento fuego, pero nunca en su vida había visto a un hijo de Apolo usar aquel poder. Y mucho menos siendo tan joven.

―Parece que va a sernos de ayuda, yo pensaba que sería un crío asustado, o al menos eso pensé cuando salió de detrás del árbol ―dijo Nico, mientras les ordenaba a sus muertos que bloquearan a la serpiente para que Joey pudiera incapacitarla. Pitón empezó a retorcerse mientras los muertos se le subían a miles encima.

―¿Quién os creéis que soy, un monstruo de tres al cuarto? ―silbó furioso el reptil―. ¡Soy Pitón! ¡Delfos era mío hasta que Apolo llegó a quitármelo! ¡Ahora veréis por qué fue necesario un dios para acabar conmigo!

Los ojos de Pitón brillaron, y comenzó a crecer desmesuradamente hasta que su cabeza no sólo sobrepasó las copas de los árboles, sino que muy pronto, también lo hizo su cuerpo. Si había alguien más por la zona, se tendría que dar cuenta de lo que pasaba, aunque la Niebla le hiciese ver algo distinto.

―Creo que vamos a tener que volar para alcanzarla. ¿Alguno de vosotros sabe hacerlo? ―preguntó Joey. Ya no quedaba en él nada de aquel niño pequeño, ahora parecía una persona mucho más mayor, seguro de sí mismo y decidido, aunque su cara estuviera medio borrada por las llamas―. No sé durante cuánto tiempo podré mantener esto, es la primera vez que lo consigo hacer bien.

―Volar no, pero si vas a hacerlo tú, entonces ponte aquí ―le dijo Nico, señalándole un trozo de suelo a su lado. Joey se colocó allí, mientras diez esqueletos con uniformes rotos de guerreros vikingos, el doble de grandes que los otros, rodearon al chico―. ¿Listo para dar un buen salto?

―A ver a dónde le van a lanzar ―dijo Will, mirando la cabeza de la serpiente que les cubría a los tres como una sombra―. Está muy alta.

―Pero estos chicos son fuertes. ¡Venga, lanzadle ya!

Al grito de Nico, los vikingos formaron una especie de plataforma con sus brazos, Joey saltó encima, y le impulsaron con todas sus fuerzas. Joey salió disparado hacia la cabeza de la serpiente, aterrizando limpiamente encima de su hocico. Sonreía.

―La vez anterior tuvo que ser mi padre, ¡pero ahora me basto yo! ―gritó. Cerró sus puños y, con un rápido movimiento, los estrelló contra los ojos de la serpiente.

Un estruendoso sonido mitad rugido y mitad silbido recorrió todo el bosque, mientras el monstruo cabeceaba sin control, con los ojos echando humo y convertidos en dos bolas de fuego.

―¡Sucios hijos del sucio Apolo! ―bramaba Pitón, tambaleándose como si hubiera perdido el equilibrio. Joey resbaló y se precipitó desde la cabeza del bicho, pero Nico estaba al tanto, y mandó a los vikingos a que le recogiesen. Detuvieron su caída justo a tiempo, y lo depositaron en el suelo. Las llamas se extinguieron y Joey recuperó su aspecto anterior, aunque tenía la ropa quemada y agujereada por todas partes.

―Parece que todavía no lo domino del todo… necesitaré ropa ignífuga o algo así ―dijo, mientras se sacudía ceniza del hombro. Will corrió a su lado.

―¿No tienes ninguna herida? ―le preguntó, y ante la negativa del menor, el rubio se volvió hacia Nico―. Entonces tengo que curarte a ti.

―Cuando hayamos vuelto ―negó Nico―. Aprovechemos para irnos por las sombras mientras Pitón está ciega.

―Ni te pienses que voy a permitir que viajes por las sombras en ese estado. Y menos, con nosotros dos ―Will frunció el ceño. Nico era muy terco, pero igualmente lo era Will, ya lo había demostrado en la enfermería tras la batalla contra Gea―. Alejémonos de aquí y nos pararemos en un sitio para hacerte una cura, y aquí mando yo.

―¿Es que no lo entiendes? Tengo que hacerlo ―masculló Nico, tratando de gesticular hacia la serpiente que aún se revolcaba entre los árboles silbando y lanzándoles blasfemias―. Tengo que sacarlos de aquí.

―Tenemos que salir de aquí, pero-

―Chicos, sé que es un mal momento y todo eso, pero no creo que esto detenga a Pitón, ¿saben? ―los interrumpió Joey. Sólo cuando dejaron de discutir los semidioses mayores se dieron cuenta de que la serpiente había dejado de quejarse y ahora se precipitaba hacia ellos, dejando salir su lengua bífida por entre los enormes colmillos que asomaban a las comisuras de sus labios―. Se guían por el calor corporal, no por la vista.

―Maldita sea ―protestó Nico sin ganas, mientras Will rodaba los ojos, exasperado.

―Ley de Murphy ―murmuró el rubio. Se les agotaba el tiempo, y no tenía espacio suficiente en el cerebro como para razonar con un hijo de Hades testarudo y mantener a raya a una serpiente colosal.

―Puedo llevarnos hasta Nueva York ―argumentó el hijo de Hades de nueva cuenta.

―Dudo que puedas sacarnos de Louisiana ―replicó Will.

―Buen intento, semidioses, pero soy experta en impedir huidas. ¡No escaparéis! ―siseó Pitón, con algo que casi parecía humor.

―Nueva York ―repitió Nico, aunque ahora que la subida de adrenalina abandonaba su cuerpo no podía negar que se sentía algo mareado. O quizá era sólo que no podía pensar claramente. Pero podía llegar hasta Nueva York, había hecho ese viaje las suficientes veces para no perderse. No con una herida profunda o con dos acompañantes, pero lo había hecho.

―No puedes así, Nico…

―Tenemos que salir de aquí. Y ya ―les recordó el menor hijo de Apolo―. Pueden continuar peleando después, ¿les parece?

―¡Texas! ―exclamó de pronto Will.

―Solace, ¿de qué estás hablando? ―masculló el hijo de Hades sintiendo el dolor de cabeza intensificarse.

―Mi madre está en Texas, ¿de acuerdo? Austin, Texas. Podemos llegar ahí, te curaré y después vamos a Nueva York o hasta California si quieres.

―Es alejarnos más del campamento… ―sopesó Nico, refrenando un gruñido de dolor.

―Sí, pero es más cerca que Nueva York y en tu estado actual…

―A donde sea, ¡pero ya! ―les sugirió Joey, que no había quitado la vista del reptil que cada vez se acercaba más a ellos.

―Will, puedo-

―Los encontré ―anunció Pitón, elevando su cabeza de entre las hojas caídas, sus fauces abiertas para dejar al descubierto lo que bien podía ser su última visión del mundo.

―Trato hecho ―masculló Nico mientras tomaba las manos de ambos hijos de Apolo y conjuraba todas las sombras a su alrededor ―lo que, afortunadamente, no fue tan complicado teniendo en cuenta la cantidad de penumbra que proyectaban las grandes copas de los árboles― y dejó que la oscuridad los tragara.

Antes de desaparecer completamente, todo lo que Nico deseó fue que, por favor, en nombre de todos los dioses, no terminaran en el país equivocado.

Por suerte, no fue así, pero el chico perdió la concentración a mitad del camino y acabaron en medio del río Colorado, dándose un buen chapuzón.

―Bueno, siendo positivo… ―dijo Joey, una vez hubieron conseguido salir y llegar a la calle que discurría al lado del cauce―. Después de tanto fuego, el agua casi que viene bien, ¿no?

―Dilo por ti ―gruñó Nico, mientras tosía escupiendo agua. El mordisco le dolía menos, pero aún se notaba los agujeros en el costado y el estómago, y la vista comenzaba a nublársele. Will le sostuvo de un brazo cuando tropezó―. Estoy bien, Will.

―No, no lo estás. Por suerte, estamos en Austin y mi casa está cerca. Tenemos que curarte y quitarnos esta ropa empapada, os dejaré algo mío aunque estoy seguro de que os va a quedar muy grande.

―Lo de la ropa es un problema menor ―intervino Joey―. Comparado con habernos salvado de Pitón… gracias por responder a la llamada. He estado a punto de no contarlo.

―Sin problemas ―dijo Nico, presionando su estómago con una mano, y emitiendo un gemido―. Ng…

Aquello terminó de convencer a Will de que no estaba bien, y pese a sus protestas, se lo cargó a la espalda. Nico no pesaba demasiado, y daba igual el orgullo de su novio, iba a llevarle así hasta su casa, que efectivamente, estaba un par de calles más allá.

Para Will fue algo incómodo convencer a su madre de que les dejara entrar, siendo que su hijo venía con dos chicos desconocidos, empapados y uno de ellos con unas heridas muy feas en el estómago, pero le prometió que se lo explicaría todo una vez Nico estuviera curado. Naomi Solace terminó accediendo, pero su hijo no iba a salvarse de darle una buena explicación.

Lo primero que Will hizo fue mandar a Joey a que se diera un baño y se cambiase de ropa con un chándal que le había prestado. Después le pidió a Nico que se quitara la ropa para que pudiera curarle con comodidad.

―No me gusta nada esta herida ―murmuró el hijo de Apolo más para sí mismo que para su compañero mientras lo ayudaba a quitarse la camiseta.

―Gracias ―replicó Nico sarcásticamente―. Suena esperanzador.

―Perdona ―dijo Will con una sonrisa, extendiendo el brazo derecho para que Nico se apoyara en él, ayuda que el chico inicialmente negó pero finalmente se vio obligado a aceptar tras casi caer al suelo.

―No puede estar tan mal ―consiguió decir el hijo de Hades mientras se apoyaba en el descansabrazos del sillón de la sala masajeándose las sienes.

―No, podría ser peor ―aceptó Will―. Pero sigue sin gustarme.

Ante las palabras de su novio, Nico sólo pudo encogerse de hombros, como para responder que no tenía importancia, sin embargo, lo cierto era que aunque hubiera querido contestar con palabras fue justo durante ese momento de distracción el que Will aprovechó para empapar la bolita de algodón que había sacado de su botiquín en alcohol y comenzar a limpiar la herida de Nico. Por toda respuesta, el pelinegro sólo apretó los dientes.

―Yo… em… Nico, gracias… por venir ―empezó el hijo de Apolo tras un rato de silencio―. Quiero decir, no tenías por qué hacerlo.

―Buen punto. La próxima vez que haya una misión de rescate recuérdame que le diga a Quirón que envíe a Kayla o a Austin y no a ti ―replicó Nico―. Estoy bromeando ―se apresuró a añadir cuando Will no le respondió―. Vendría contigo otra vez si tuviera que hacerlo. Aunque quizás deba hablar con Quirón de todas formas.

―Muy gracioso, di Angelo.

―Estoy hablando en serio ―refutó el hijo de Hades―. No es que no aprecie que no me dejes morir desangrado, pero quizás un arquero no me habría venido mal a media pelea.

Fingiendo que realmente estaba indignado, Will prosiguió a vendar el torso de Nico.

―Para tu información durante las guerras los médicos son los primeros en ser protegidos por su habilidad para salvar vidas ―informó, ofreciéndole al chico un cubito de ambrosía.

―¿Pensé que eran los niños y las mujeres? ―refutó Nico con una sonrisa torcida mientras tomaba la cura divina de manos del hijo de Apolo.

―¡Estoy hablando del ejército! ―replicó el rubio, fingiendo un berrinche―. Además, no lo hice tan mal ―añadió en voz baja, provocando una sincera pero cariñosa carcajada por parte de su novio.

―La próxima vez déjaselo a Kayla, ¿de acuerdo? ―sugirió Nico―. Aunque, ¿sabes quién no lo hizo nada mal?

―Di Angelo, si dices que has sido tú-

―Tu hermano ―lo cortó el hijo de Hades, con genuina admiración en su tono de voz. A Will le sorprendió aquella inflexión en la voz de Nico, quien no solía demostrar mucho júbilo por las acciones heroicas de otros. Parecía que estaba cambiando bastante más rápido de lo que daba a entender, y eso le gustaba a Will. Cualquier cosa antes que tener a un Nico depresivo y sin ganas de vivir. Eso nunca, jamás, no mientras él fuera su novio.

―Ah, él ―Will cogió la camisa de Nico y la apartó para tirar la basura, ya que había quedado en un estado bastante lamentable. Luego se quitó su propia camiseta, que fue a parar a la canasta de la ropa sucia, con sus calcetines y sus zapatillas―. No esperaba que fuera así de poderoso, pero fue una gran ayuda. Por cierto, si no quieres coger un resfriado, descálzate y tíralo ahí, en la canasta. Te traeré una toalla para que te seques, yo me bañaré cuando haya acabado Joey. Aunque antes…

Aprovechando que su hermano menor aún no había regresado, Will sonrió y se acercó a Nico. El suelo estaba mojado, pero al menos era lo único. No se imaginaba cómo se pondría su madre si mojaban la cama. Con una mano, apartó el cabello negro empapado de su cara y, sonriendo, besó a su novio en los labios. Fue un beso corto y suave, y aunque los labios de ambos estaban empapados, no les importó.

―Tú también estuviste muy bien, aunque si te tengo que ser sincero, cuando Pitón te hirió casi se me salió el corazón por la boca. Ten más cuidado la próxima vez, ¿de acuerdo?

En el fondo Will sabía que Nico volvería a hacerlo la próxima vez, y con toda seguridad regresaría con alguna herida. Pero siempre estaba dispuesto a curarlo… y a regañarlo a placer.

―Terminé, ¿quién sigue? ―preguntó Joey, entrando en la habitación. Al verlos a ambos con las caras… en fin, bastante juntas, se ruborizó y apartó la mirada―. Ehhh… bueno, parece que interrumpí algo… el caso es que el baño está libre para el siguiente.

―Bien, iré yo ―dijo Will, yendo a su armario y sacando una muda de ropa. A su hermano, el conjunto que le había prestado le quedaba grande, pero no podía ir con aquella ropa quemada y agujereada por ahí―. Joey, quédate aquí, que no tardaré.

Levantando las manos en señal de rendición, Joey tomó asiento en el sofá contrario al que ocupaba el hijo de Hades.

―¿Eso que he visto quiere decir que Will y tú...? ―empezó a cuestionar el hijo de Apolo, sólo para interrumpirse cuando Nico arqueó una ceja en su dirección como señal de que cuidara sus palabras―. Em, vale, mejor no quiero saber ―decidió de inmediato.

―Es interesante encontrar a las personas que aún aprecian su vida lo suficiente como para cerrar la boca ―replicó el hijo de Hades reprimiendo una sonrisa socarrona.

―Lo que tú digas, aunque no creo que en el estado en el que te encuentras pudieras…

―Oh, te sorprendería lo que puedo hacer ―lo cortó Nico―. No soy el hijo del dios de la muerte por nada.

―Técnicamente Hades sólo… vale, me callaré ―decidió Joey cuando Nico le lanzó otra mirada que más que una amenaza parecía mera curiosidad―. Aunque siento que no llegarías a cumplir esa amenaza.

―¿Ves lo que digo? El arte del silencio se pierde ―sentenció el hijo de Hades, recargando la nuca contra el respaldo del sillón porque, por más maravillosa que resultara la ambrosía su dolor de cabeza era tan intenso que la cura sólo había conseguido disminuirlo―. Y te sorprenderías de lo que puedo hacer cuando alguien me enfada.

Joey se rió por toda respuesta. Nico no era malo, y eso podía verlo con un solo vistazo, simplemente aparentaba ser duro. Nadie que fuera realmente así de indiferente habría estado dispuesto a aparecer en medio de la nada para salvar a un Don Nadie de una serpiente enorme arriesgando su propia vida.

―¿Siempre es así? ―inquirió, tras un rato que pudo haber durado diez minutos o una hora entera―. Quiero decir, si todo esto acerca de los dioses y los monstruos es real… esto es una locura.

―Eso es poco decir ―masculló Nico, reabriendo sus ojos negros aunque ni siquiera había notado que se estaba quedando dormido―. Pero no, no siempre es así. En tu defensa no todos los semidioses enfrentan a un monstruo como Pitón en su primera pelea.

―¿Lo que quiere decir?

―Que generalmente te encuentras con empusas, quizás un par de grifos o de basiliscos, una mantícora si tienes muy mala suerte. Nada tan grande.

―Eso sin duda suena como buenas noticias. Vienen más serpientes gigantes en camino ―ironizó el joven hijo de Apolo.

―Bueno, si te sirve de consuelo siempre podrás escribir un poema épico sobre tus batallas ―anunció Will, que había reaparecido sin que los otros dos semidioses lo notaran, con una toalla azul celeste tratando de absorber el agua que aún goteaba de las puntas de su cabello rubio―. Sabes, si papá te dio el don de la poesía.

―¿Otra vez con eso? ―lo reprendió Nico―. ¡El que Kayla puede tirar una flecha y dar clases de poesía y tú no no es culpa de tu padre!

―¡Es injusto! Yo soy el líder de la cabaña, debería poder por lo menos pintar bien o tocar la trompeta o… no sé, ¡algo!

―Si vas a empezar con por qué los caballos te odian, eso tampoco es culpa de Apolo ―apuntó el hijo de Hades―. El creador de los caballos es Poseidón, así que tu padre no tuvo nada que ver en eso.

―¡Aun así! ¡Él conduce un carro tirado por caballos de fuego! ¡Eso debería valer para algo! ―protestó Will con un puchero.

―¿Que hace qué? ―los interrumpió Joey, quien no parecía demasiado interesado en el drama existencial de su hermano mayor. Nico volvió a arquear una ceja.

―Conducir el Carro del Sol. Si sabías de Pitón ¿cómo es que no sabes de los atributos de tu padre? ―preguntó. Joey se ruborizó, avergonzado. Tampoco es que fuera un experto en mitología.

―Bueno, suficiente. Ya retomaremos la charla cuando te hayas quitado esa ropa mojada y te hayas secado ―cortó Will―. En el baño tienes una toalla limpia, y…

Buscó en su armario un chándal idéntico al que le había dado a Joey. Más o menos tenía la misma talla de Nico, así que le quedaría bien. Se lo puso a Nico en las manos y le mandó al baño pese a sus leves protestas. Y ambos hijos de Apolo se quedaron solos en la habitación. Joey pensó que, ya que Nico se había ido, a Will sí que le podía preguntar lo que tenía en la punta de la lengua.

―Em… no quiero meterme donde no me llaman, pero… ¿Nico y tú sois novios o algo así?

Aquello pilló a Will por sorpresa, e hizo que se pusiera colorado, en un tono que nada tenía que envidiar al del propio Joey.

―Mmm… creo que eres demasiado pequeño para saber de estos temas ―respondió el rubio, tratando de salir del paso. Pero Joey infló las mejillas, dando un bufido.

―Oye, que aunque tenga once años sé muchas cosas, ¿eh? No me trates como a un crío ignorante.

―Entonces parece que deberías saber algo más sobre Apolo ―Will le hizo un guiño pícaro, y Joey gruñó, molesto―. No te pongas así, hombre. Eso son asuntos privados de Nico y míos, aunque todo el campamento lo sabe, pero bueno, no hablemos de eso, ejem…

Carraspeó mientras Joey lo miraba mal.

―Bueno, al menos ya me lo confirmaste, me doy por satisfecho… por ahora. ¿Qué es lo que tendría que saber de Apolo?

―Primeramente respóndeme a una cosa… ¿alguna vez lo viste o habló contigo? ―quiso saber Will. Joey negó con la cabeza.

―No, o al menos, no de la forma normal. Hace un mes soñé con él, al principio no sabía quién era, pero me dijo que era su hijo y que debía ir a un lugar donde estaría a salvo. Era como un faro de luz y me reconfortó… y me desperté justo después, así que no puedo recordar mucho más. ¿Tú lo viste alguna vez, Will? ―preguntó, esperanzado.

―Verlo sí, pero hablar con él, nunca ―respondió el chico, recostándose en su cama. No se encontraba tan cansado como Joey o Nico, que sí habían peleado, pero lo cierto es que su cama le parecía más cómoda que nunca―. No voy a negar que siempre he querido hablar con Apolo, pero supongo que tendrá hijos más importantes de los que ocuparse… como tú, posiblemente.

Joey no supo qué decir. Él tampoco había visto presencialmente a su padre, pero el sueño podría contar como que había tenido contacto, algo que Will no conocía aún.

―Bueno, aun si dices eso… yo no considero que sea un hijo de Apolo especial ni nada de eso ―respondió el menor―. De hecho, y como dije antes, si no hubierais respondido a la llamada, posiblemente ahora mismo estuviese muerto.

―Como la mayoría de los semidioses en su primera misión durante la historia de la humanidad ―replicó Will encogiéndose de hombros―. Así es como funciona esto. Por algo tenemos la partida de rescate.

―Finn dijo que él me llevaría al campamento. ¿De dónde salieron ustedes?

―Esa es una historia muy larga ―masculló el mayor hijo de Apolo.

―Y algo me dice que la mitad de lo que pregunte recibirá esa respuesta.

―¿También tienes el don de la profecía? ―ironizó Will con una ceja arqueada.

―¡Para ya con eso! ―le advirtió Nico, que salía del baño usando una camiseta roja que le venía por lo menos dos tallas grande pero que el joven trataba de suplir subiéndose el cuello de la misma cada vez que se le resbalaba por el hombro. También tenía puestos lo que parecían los pantalones de gimnasia de la escuela de Will y unas deportivas―. Explica lo de los sátiros que es importante.

―Ah, claro, los sátiros ―replicó Will, volviendo a concentrarse―. Para empezar, Finn era un sátiro, ¿de acuerdo?

―Sí ―respondió Joey, alargando la palabra para hacerle saber a Will que esperaba su continuación.

―Pues nada, hay cientos de sátiros ocultos en las escuelas mortales. Em, es decir, de las personas sin conocimiento del mundo mitológico.

―Sorprendentemente, eso fue fácil de adivinar ―se burló Joey. Will decidió continuar sin ocuparse de la interrupción de su hermano.

―Y se encargan de identificar a los semidioses que podrían estar ocultos entre personas normales. Generalmente ellos solos se encargan de llevarlos al campamento, pero…

―Hay excepciones ―completó Nico.

―Sí, exacto ―continuó Will, lanzándole una mirada a Nico―, como si eres el hijo de alguno de los dioses más importantes como...

―Zeus, Poseidón o Hades ―lo cortó el pelinegro, provocando un bufido por parte de Will que casi parecía haber estado esperando la interrupción. Joey paseaba la mirada de uno a otro, esperando a que se pusieran de acuerdo para ver quién hablaba y quién callaba, porque estaban comenzando a marearlo.

―Sí, lo cual, no es tu caso, así que…

―Agradécelo.

―Claro, pero como decía, sucede cuando eres un hijo de los Tres Grandes o alguien…

―Excepcionalmente poderoso ―completó Nico, que parecía estarse divirtiendo de lo lindo, sobre todo cuando Will por fin le lanzó una mirada de exasperación. Joey realmente tuvo que contener un resoplido de burla al notar la interacción de los dos mayores.

―¿Quieres terminar tú? ―inquirió Will.

―No, qué va, hazlo tú. Ilústranos.

Joey tenía que decirlo: si esos dos iban a seguir interrumpiéndose mutuamente lo que quedaba de día, sin duda iba a ser una historia muy larga. Se cruzó de brazos y frunció el ceño, gesto que fue percibido por los otros dos.

―Bien, pues si Nico me deja ―recalcó Will, lanzando una mirada afilada a su novio―, terminaré de explicarte. Cuanto más poderoso sea el mestizo, o el dios del cual es hijo dicho mestizo, se convertirá en una presa fácil para los monstruos. ¿Tienes teléfono móvil?

Joey asintió, y sacó el aparato del bolsillo. Will se lo arrebató y lo examinó, estaba encendido.

―¿Has hecho alguna llamada hoy? ―le preguntó. El niño volvió a asentir.

―Poco antes de salir de Louisiana llamé a mi madre para decirle que estaba en casa de mis abuelos. Supongo que, cuando llegue al campamento, tendré que ponerme en contacto con ella e intentar explicarle…

―Bien, pero no lo harás desde tu móvil ―dijo Will, mientras apagaba el aparato―. De hecho, es mejor si lo rompes o lo tiras por ahí. Es muy peligroso para un mestizo usar un teléfono celular, es como si les estuvieras diciendo a los monstruos "Estoy aquí, venid a comerme". ¿Entendido?

―Mmm… bien, pero ya hace muchas horas que mi madre no sabe nada de mí, así que… ―el niño se mordió el labio inferior. Nico suspiró. Ya había vuelto a ser un niño de once años.

―Le diremos a Quirón que contacte con tu madre y le cuente todo, si es que no lo sabe ya. A veces los padres te ocultan lo que eres para protegerte, o algo así ―dijo el hijo de Hades―. Y hablando de padres, Will, ¿no tienes algo que explicarle a tu madre?

Will dio un bote, levantándose rápidamente de la cama. ¡Se había olvidado completamente! Salió a toda prisa de la habitación, dejando a Nico con Joey.

―Bien, eso me deja libre la cama ―sonrió el pelinegro, tumbándose y cerrando los ojos―. No me gusta admitir que tengo sueño, pero… tengo sueño. Antes de irnos dormiré un poco, lo necesitaré para viajar por las sombras. Y si no quieres terminar por error en Tasmania, te conviene no molestarme ―advirtió, lanzándole una mirada al hijo de Apolo.

Joey le dijo con un gesto que por él no había problema. Y pronto vio a Nico dormirse. Dormido, el semidiós no tenía esa expresión tensa y dura que tenía despierto. Lucía un aire placentero, que le hacía parecer mucho más joven de lo que era. El hijo de Apolo lo miró con detenimiento, y luego sonrió levemente.

―Me olvidé de disculparme por la herida que recibió. Bueno, lo haré cuando despierte ―murmuró el niño, mientras alargaba una mano y apartaba el flequillo de Nico de sus ojos. Luego miró a la puerta, temeroso de que Will hubiese vuelto y le hubiera visto, pero no era así.

Con un suspiro, Will salió de la habitación para buscar a su madre. Por un lado, no podía evitar alegrarse de que las posibilidades decían que Nico y Joey no saldrían de su habitación. No era como que eso le fuera a facilitar la conversación que tendría con su madre, pero Naomi podía llegar a ser un tanto… explosiva cuando no le gustaba lo que veía, y después de todo lo que Nico ya había hecho por él ese día, Will de verdad preferiría ahorrarle la escena.

―¿Mamá? ―la llamó poco antes de darse cuenta de que la mujer estaba en la cocina.

―Will ―replicó ella, arqueando la ceja derecha como siempre que le esperaba un regaño―. Parece que has terminado con esos chicos. ¿Algo que decir además de que ahora hay manchas de sangre en la alfombra?

Y aquí iban.

―Yo… primero que nada me disculpo por lo de la alfombra y te aseguro que el plan original no era terminar aquí.

―¿Lo que significa? ―insinuó Naomi, cerrando la perilla de la estufa para evitar algún otro accidente ese día.

―Pues nada, mamá, ¿qué quieres que te diga? Hubo una emergencia ―explicó el rubio―. El chico, Joey, es nuevo, ¿de acuerdo? Y pues… nos atacó una serpiente gigante.

―Will, primero que nada, esos eran dos chicos así que no sé a quién te refieres. Y segundo, una serpiente gigante no tranquiliza mis nervios.

―El menor, vaya, es mi hermano, él-

―No es tu hermano ―lo cortó la mujer con un deje de rencor.

―Bueno, no, obviamente, pero quiero decir que mi padre...

―Apolo, claro ―lo interrumpió de nueva cuenta Naomi. Sinceramente, su tono en sí mismo era como un anuncio neón que gritaba "Tema delicado. Tema delicado", pero Will sabía que de igual forma debía terminar.

―El caso es que Nico, que es el chico moreno, y yo teníamos que salvarle, Nico resultó herido en la pelea y decidí que vendríamos aquí para poder curarle. En cuanto estemos listos volveremos al Campamento Mestizo, y… te prometo que limpiaré la sangre de la alfombra.

―La alfombra la lavaré yo ―dijo Naomi, dando un suspiro. Bueno, no podía evitar que su hijo tuviera responsabilidades, pero siempre que se marchaba al Campamento Mestizo, ella se quedaba muy preocupada en casa―. Sigue sin gustarme que seas tú el que tiene que ir a resolver los problemas de tu padre.

Will suspiró.

―Mamá, ya te lo he dicho, es… es así como funcionan las cosas, ¿de acuerdo?

―Qué va, de eso me doy cuenta ―replicó la mujer―. Pero ahora encima de todo terminan en mi casa.

―No teníamos a donde ir ―recalcó Will con un deje de cansancio―. Además, mamá, no es como si otros no hubieran hecho lo mismo por mí. De ser por Lee yo ni siquiera estaría aquí. Tú me enseñaste a ser agradecido.

Mordiéndose el labio para no replicar algo de lo que después se arrepentiría, Naomi cerró los ojos y cambió de tema.

―En fin, no importa… hay otra cosa que quería preguntarte. Ese chico, ¿Nico, no? ¿Es amigo tuyo?

Will pudo notar en la voz de su madre un tono de sospecha. Aquel era otro asunto muy, muy delicado, del que se había prohibido a sí mismo hablar en su casa. Pero ahora, su madre parecía querer sacar ese tema.

―Mamá, sé lo que estás pensando, y sí, Nico es… es mi pareja, estoy saliendo con él. Y espero que no le digas nada que le pueda hacer sentir incómodo, por favor. Es lo único que te pido ―dijo el chico, en tono casi suplicante. Desgraciadamente, su madre no era una de las personas más tolerantes del mundo sobre ciertos cosas, le venía de familia. No había problemas entre ella y él, ya que Naomi Solace había decidido que le importaba más su hijo que su orientación sexual, pero en el caso de Nico, ya era otra cuestión. Naomi frunció el ceño.

―Ya veo ―dijo, con voz seca―. Entonces, espero que no esté demasiado tiempo en esta casa. Sólo digo eso.

Will quiso protestar, pero era más sensato callarse. Eso era lo mejor que podía esperar. Asintió.

―Nos iremos en cuanto se haya recuperado del todo, no debería tardar demasiado ―murmuró. Su madre asintió, y regresó a sus labores sin decir nada más. Will salió de la cocina con paso lento. Bueno, podía haber ido peor. En el pasillo se encontró con Joey, quien parecía dudar sobre si entrar o no.

―¿Qué haces aquí? ―le preguntó el rubio. Joey dudó un momento antes de responder:

―Nico se ha dormido y quería preguntarte si suele tardar mucho en despertarse o no. Para saber si nos iremos pronto, o…

―Eso depende.

―¿Qué? ―inquirió Joey con confusión.

―Eso, que depende. O decide que no va a dormir o parece entrar en un estado de hibernación ―ante la inquisitiva ceja arqueada de su hermano menor, Will no pudo abstenerse de sonreír―. Estoy bromeando. Casi. Dale una media hora, ¿de acuerdo? Necesita descansar un poco. Mientras tanto tú y yo llamaremos a tu madre.

Dicho y hecho, ambos hijos de Apolo se dirigieron hacia la sala para intentar contactar vía mensaje Iris primero que nada con Susan Mills para informarle que sí, casi habían muerto, pero que no se preocupara, su hijo estaba en buenas manos y, cuando eso no pareció hacerla sentir mejor en demasía, Will le aseguró que antes del día siguiente llegarían al campamento y Quirón mismo velaría por su hijo.

Después, Will se apresuró a llamar al centauro para hacerle saber, primero que nada, la mala noticia con respecto a Finn y, finalmente, que Nico estaba herido, pero no de gravedad, y que estarían de vuelta en la tarde. Con toda honestidad, a esas alturas todo lo que Will quería era volverse al campamento y no salir de ahí en un buen rato, si no tanto por la tranquilidad, inexistente cuando colocabas juntos a tantos adolescentes, por lo menos sí por la seguridad de que no aparecería ningún monstruo de improviso.

Nico despertó unos cuarenta minutos después. Tenía mejor cara y se le veía mucho más relajado, y al despertarse, vio a Will y a Joey en la habitación, a todas luces esperándole a él.

―Ya estoy listo ―anunció―. Puedo hacer el viaje por las sombras y llevarnos al Campamento.

―Perfecto, bajemos entonces ―dijo Will, y los tres chicos salieron de la habitación y descendieron. Naomi estaba apoyada en la puerta de la cocina y despidió a su hijo con un beso. Nico y Joey le dieron las gracias por permitirle quedarse y pidieron disculpas por las molestias. Naomi les dijo que no tenía importancia, aunque a Joey le sonrió y a Nico le echó una mirada de desagrado que el pelinegro no llegó a notar.

"Por suerte" pensó Will, mientras salía el primero de su casa tras prometer a su madre que se pondría en contacto con ella nada más llegar al Campamento Mestizo. Una vez que hubieron abandonado la propiedad, se dirigieron a un callejón cercano en el que no había nadie. Allí Nico los tomó a ambos de las manos y se sumergieron en las sombras.

Apenas diez segundos después aparecían en la colina del Campamento Mestizo, frente al árbol en cuyas ramas brillaba el Vellocino de Oro. Joey tenía los ojos lagrimeantes, y se los tuvo que limpiar. Parecía mareado.

―¿Los viajes por la sombra siempre son así? ―preguntó, tratando de no perder el equilibrio.

―A la cuarta o quinta vez te acostumbras ―dijo Will―. Bien, Joey, bienvenido al Campamento Mestizo.

―A ustedes los afecta más por ser hijos del dios sol y todo eso ―concordó Nico en son de burla.

Los tres entraron, y al ver Joey la explanada de las cabañas abrió los ojos, sorprendido. Aquellas cabañas eran como el triple de grandes que las de los campamentos normales, y más que cabañas parecían templos griegos. Enseguida vio la de Apolo, que prácticamente resplandecía a lo lejos por ser toda de oro, con el dibujo de un sol en el frontal.

―Nunca me habría imaginado que fuese así ―murmuró Joey―. Lo siento como si fuese mi casa.

―Y en eso consiste ―le dijo Will, con una sonrisa―. Te llevaré con Quirón y luego te presentaré a nuestros hermanos por parte de Apolo. Nico, nos vemos en un rato, ¿de acuerdo?

El hijo de Hades asintió.

―Estaré en mi cabaña ―fue todo lo que dijo, y después se separó de ellos, encaminándose hacia el edificio negro y sombrío que se alzaba al lado de la cabaña de Poseidón. Todo lo contrario que la cabaña de Apolo.

―Cuánta diferencia ―comentó Joey cuando pasaron por delante, rumbo a la Casa Grande. Cuando Will arqueó una ceja, prefirió no hacer más comentarios.

Quirón dio una calurosa bienvenida a Joey, y le dijo que iba a ponerle la película de presentación y que, aunque en realidad no le interesaba a casi nadie, verla era obligatoria para los nuevos.

―Vale, vendré a buscarte cuando termine ―le dijo Will a su hermano menor―. Con Quirón estás en buenas manos.

―Lo sé ―sonrió Joey―. ¡Nos vemos luego, Will!

El rubio salió corriendo directamente hacia la cabaña de Hades. Ahora que la misión había concluido y que por fin iban a tener un poco de paz, era hora de retomar lo que Nico y él habían dejado a medias.

Por supuesto, sus planes sufrieron un ligero cambio cuando se dio tocó a la puerta de la cabaña 13 y, al no recibir respuesta, se asomó por la ventana, sólo para darse cuenta de que Nico había vuelto a quedarse dormido. Con una sonrisa, decidió que él también iría a ocuparse de algunos otros asuntos. Después de todo, no era quién para quejarse ahora cuando había insistido tanto en que Nico durmiera lo suficiente.

El hijo de Hades no sólo había arriesgado su vida por él ese día, sino que además lo había hecho sin que se lo pidiera siquiera así que, por Will, podía dormir todo lo que quisiera; lo que finalmente terminó por ser hasta la cena, cuando la caracola del campamento despertó al hijo de Hades.

―Pensé que te lo echarías corrido ―anunció Will al ver aparecer a Nico con una bandeja para sentarse en la mesa de la cabaña 7.

―¿De qué estás hablando? ―replicó el hijo de Hades, quien parecía dispuesto a volverse a la cama, de no ser porque había otra necesidad humana llamándolo al comedor.

―De esa pequeña siesta ―respondió Will, sonriendo cuando Nico lanzó un bufido.

Hacía bastante tiempo que habían mandado las reglas por los aires y el hijo de Hades había comenzado a sentarse en la mesa que la mesa de Apolo, pero todos parecían conformes con eso.

―¿Sabes?, aún me debes esa excursión al lago ―recordó de pronto Will, aunque Nico parecía más interesado en su hamburguesa. Por una vez, se la estaba comiendo y no tirándola a una tumba.

―¿Qué? ―inquirió el susodicho, levantando la mirada.

―Esta mañana. El lago. Tú y yo ―le recordó el hijo de Apolo.

―Will, sabes que me encantaría pero…. estoy herido ―anunció el moreno, quien no parecía lamentar nada en absoluto.

―Esa es una excusa barata ―refutó Will―. Además, nadar es el mejor ejercicio que…

―No para una herida abierta, Solecito, ¡hasta yo sé eso!

―De acuerdo, tienes un punto, pero aun así…

―¿Siempre es lo mismo con ellos? ―inquirió de pronto el más nuevo integrante de la cabaña de Apolo, sin dirigirse a nadie en particular, cosa que no importaba, pues la cabaña estaba lo suficientemente llena como para que por lo menos una persona sintiera la necesidad de responder.

―No tienes idea.

―No los has visto en la enfermería ―asintió Kayla―. "¿Me pasas el jarabe?" "Sí, como sea" "Oye, Nico, dije jarabe para la tos no antibiótico en presentación de jarabe" "No, no lo dijiste". Y dos horas después no han cambiado de tema.

Joey dejó escapar una risita. Sí, definitivamente esos dos eran novios.


Pues bien, aquí termina el primer capítulo. Prometo una sorpresilla para el siguiente.

Por cierto, en caso de que alguien (como yo, de hecho), sienta que Naomi fue un poco dura, la única razón de que haya sido así fue porque tendría sentido (por los paralelismos) que Sally tratara a Nico con cariño mientras que Naomi estuviera más bien incómoda, ya saben que yo creo que Naomi está encnatada con su hijo y con el novio de éste.

¡Gracias por leer y no duden hacerme saber sus opiniones en los comentarios!