Hola mis queridos amigos y amigas... Aquí estoy con este two o threeshot, donde Nuestra querida AntoniA (Si, Otousan... AntoniA) y nuestro adorado Arthur se preparan para tener una noche desaforada. Por eso les pido su colaboración y su opinión al respecto xD. Este fic esta basado en mis otros fics de Hetalia... siguiendo la misma linea de base de Ma petite et doux Canada. Pero no tendra mayor relevancia en ese fic... Tan solo es una noche x en un momento x durante el transcurso de Ma petite...

Espero que eso haya quedado aclarado el hecho que me refiera a España en Femenino xD

Sin mas que decir,

Andrea


Capitulo 1

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No sabía realmente cuantos días habían pasado, o cuantas semanas se le habían escurrido entre los dedos. Sólo sabía que necesitaba urgentemente un trago. Un trago que le hiciese olvidar sus penas y rencores. Un trago que le ayudase a perdonar las viejas heridas y traiciones. Un trago que le permitiera aclarar sus dudas y miedos. Un trago que le aliviara el alma, y le diera paz a su corazón. Pero entre trago y trago, se le fue acabando la botella que había pedido. Y sus problemas no se reducían en lo más mínimo.

Y esta botella llamó a la siguiente, y esta a otra y otra más, hasta que la cuenta se volvió confusa y su lengua no era más que un órgano inútil y poco sensible.

Así fue como lo encontró esa noche. Así fue como se le apareció, para terminar de destrozar el poco sentido que se mantenía en sí. Entre botellas vacías, desvaríos cotidianos y la melancolía que solía embriagarle de vez en cuando.


La sintió cerca, a pesar de que acababa de entrar al pub. Y no pudo evitar girar momentáneamente sus ojos, para simplemente verla pasar. Pero nuevamente se embarcó en otra discusión sin sentido con alguien que nadie más podía ver. Porqué las hadas realmente existen, simplemente no todos nacen con el "ojo".

Y antes de que pudiera notarlo, el olor a verano, playa y sol le llenó, obligándolo a girar sobre sí mismo, arriesgando su estabilidad y bienestar por verla. Y ahí estaba. Orgullosa y digna, con esa sonrisa que siempre le danzaba en sus labios rojos. A un par de pasos de distancia. Tan cerca que podría tocarla si quisiera. Podría rozar esa piel tostada con sus dedos, si estirara un poco uno de sus brazos. Ella sonrío suavemente al ver su estado, antes de tomar asiento junto a él.

Podía sentir el calor que emanaba la figura a su lado, que le observaba fijamente, con el rastro de una sonrisa en sus labios y una copa en la mano. Y por alguna razón, el silencio que tanto le gustaba comenzó a fastidiarle, siendo este reemplazado por las ganas de escuchar su voz.

-¿Qué rayos haces aquí, Spanish git?- logró balbucear con dificultad. No pudo evitar rodar los ojos ante las palabras que habían salido de su boca. Perfecto. Esa había sido una maniobra estupenda para romper el hielo. Valiente caballero había terminando siendo.

-Buscaba un lugar donde sentarme y poder tomar un par de tragos.- respondió tranquilamente y con ese tono jovial que en tantas ocasiones le había parecido desesperante. Y le seguía pareciendo desesperante, sólo que un poquito menos que antes.

-No el asiento, idiota. Si no aquí.- espetó con más ganas de las que realmente tenía, mientras señalaba al sitio junto a él. -¿Qué te trajo a mi humilde país, twat? Porque dudo que hayas cruzado el canal por un par de tragos en un pub cualquiera de Londres.- añadió en tono fastidiado.

-Ya me encontraba en Londres, Arthur.- dijo ella risueña. –Estamos en medio de una cumbre, o los tragos ya te tienen tan desmemoriado como para no recordar que eres el anfitrión.- añadió en ese tono jovial.

-Callate, Git.- murmuró al tiempo que se sonrojaba. -Aún no has respondido mi pregunta. ¿Qué haces aquí?- volvió a preguntar, sin notar que se contradecía.

-Busco un par de copas y un poco de compañía.- respondió ella con la misma sonrisa. El rubio no pudo evitar maldecirse al no poder enfocar claramente a la castaña, pero aún eso no le evitó el agradecer el hecho que estuviera ahí.

-Que estupidez.- masculló antes de llevarse otro vaso de whisky a la boca, dejando salir la primera sonrisa de la noche.

-Sabía que lo entenderías, Arthur.- murmuró Antonia, observándolo de reojo, antes de beber ella también.


Llevaban horas sentados. Lado y lado, sin mucho que decir. Antonia sonreía cada vez que el barman le traía un nuevo vaso de whisky, al tiempo que le concedía una caída de ojos y un discreto guiño de vez en cuando con lo que se ganaba un nuevo vaso, y así ya iban más de tres, todos cortesía de la casa. Gruñó para sus adentros, hastiado de las miradas que se cernían sobre la española y a las que esta ignoraba por completo. Al igual que las que él le mandaba esporádicamente. Y no sabía realmente si era apropósito o por simple desinterés. Tan solo le importaba que esa apatía le estuviera volviendo loco.

No entendía muy bien como habían terminado las cosas de ese modo. Con él en uno de los rincones más oscuros del Pub, cerrándole el paso a la castaña, quien le miraba a los ojos sin pizca de extrañeza o de aversión por la proximidad de sus cuerpos. La observó en silencio, como había hecho durante largo rato. Recorriendo por enésima vez las facciones de su rostro, para luego repetir el proceso con sus dedos. Y al fin, le vio sonreír para él de nuevo. Única y exclusivamente para él.

Y lo más seguro es que estuviera supremamente borracho, y que lo que seguiría lo negaría incesantemente al amanecer, cuando la resaca golpea duro y la memoria no perdona ningún episodio sucedido, pero eso no importaba lo más mínimo cuando la tenía allí. A su merced. Pequeña y débil, pegada a él y con esa perturbadora sonrisa que la había acompañado durante el transcurso de los siglos. Y no pudo evitar recordar viejas glorias, y lo mucho que había deseado tenerla así. Sobre todo, cuando le recordaba tan claramente al imperio Español y su amada armada.

Sonrió una vez más, y comenzó a acortar la distancia entre los dos. Tenía un objetivo fijo que cumplir y no se retractaría hasta tomar completa posesión de los labios de la española.


Sintió un golpe duro, y un dolor inmediatamente después. Abrió sus ojos, y observó a su alrededor. Aún se encontraba en la barra del Pub, pero sin rastro de su acompañante. Observó a todas partes, buscándola con la mirada y fallando estrepitosamente en encontrarla.

En eso, vio como el barman se acercaba a donde estaba y no pudo evitar halarlo hacia donde estaba, atrayendo una mirada huraña. Típico de sus compatriotas.

-¿Ha visto hacia donde se dirigió la señorita que estaba sentada junto a mí?- se obligó a preguntar a pesar de su estado actual y del hecho de que Antonia de señorita no tenía ni la punta de los cabellos. O eso, al menos creía él.

-Nadie se ha sentado junto a usted, señor. Ahora, si me disculpa…-respondió el encargado, mientras lo miraba aburrido. Delirios de borracho.

-Imposible. Lleva toda la noche tomando whisky, sentada justo ahí.- añadió Arthur, mientras señalaba el asiento a su lado.

-Le repito que nadie se ha ubicado en ese lugar, señor.- dijo el barman, mientras rodaba los ojos. -Le recomiendo que no siga tomando. Ya no se encuentra en condiciones como para diferenciar de cuando está despierto o dormido.- añadió antes de volver a disculparse y alejarse a atender a otro cliente.

Arthur bufó ante esto. ¿Acaso ese niñato intentaba engañarlo? Estaba completamente seguro que Antonia había estado ahí. La había visto, olido y sentido. Y si no hubieran sido interrumpidos, también la hubiese probado. Sonrió ante ese pensamiento, al recordar la mirada vivaracha de la castaña cuando la tenía atrapada contra sí. Pero al parecer ya no se encontraba en ese lugar, dado que sus sentidos no podían dar con ella.

Sintió como las ganas de tenerla temblando entre sus brazos se intensificaban. Y si la condenada española quería jugar a las escondidas antes de ceder por completo. Él lo jugaría con ella.