Los personajes pertenecen a Shiori Teshirogi y Masami Kurumada.

Sentí que les debía algunos momentos previos a esta pequeña familia.


CUATRO

Enero

Es enero. Un sábado cualquiera de los pocos que también posee el mes que siempre inicia año. El que destripa vicios y estrena promesas, aún creíbles durante lo que tarden en pasar los treinta y un días que lo ensamblan. Febrero ya es otra historia. Los vicios renacen avanzándose a la primavera y las promesas de buena y saludable vida se marchitan con el frío del invierno.

Pero hoy es todavía enero, y en este apartamento asentado en mitad de la gran urbe, los inocuos vicios puestos al servicio del verdugo de las doce campanadas parecen seguir mantenidos a ralla. Defteros no se ha mordido las uñas en lo que se lleva de año estrenado, concienzudamente lo está logrando. Y Aspros, unilateralmente ha decidido dejar de mentir, aunque todavía no obtenga el permiso absoluto de expresar la verdad. De momento, el infantil invento de "su novia" ha terminado definitivamente en ruptura. Así lo anunció durante las últimas Navidades a sus padres, aprovechando la comida que cada año les reúne alrededor del núcleo primero y originario. Así lo han celebrado hoy con los amigos, los cuales jamás llegaron a conocer a la extraña chica de familia rica que nunca encontraba tiempo de salir con ellos y conocerles.

Esta noche Aspros y Defteros han salido con sus colegas de siempre. Han cenado todos juntos en una curiosa taberna del centro y luego han ido a rematarlo en un pub adecuado para regar concienzudamente sus gargantas a base de cerveza y otros temibles elixires. La idea primera era alargar la noche hasta la inevitable madrugada. Sucumbir a la típica chiquillada adolescente de subir a la Colina de Marte, cerveza en mano, para observar el amanecer sobre la Acrópolis con mirada etílica y mente turbada de cansancio e incipiente resaca.

No han podido.

La tenue luz del pub no ha propiciado nada bueno. O quizás demasiado...Solo sus almas son capaces de discernir la diferencia.

Aspros se ha empeñado en materializarse próximo a su gemelo a pesar del pacto establecido antes de entrar al local: permanecer lejos uno del otro, ni mirarse a ser posible...

Misión utópica.

Han comenzado siendo simples roces. Pequeños encontronazos meditados, caricias furtivas ejecutadas bajo el solidario amparo de las miradas copadas de alcohol. Toques sutiles. Certeros. Tentadores del riesgo...

Y altamente inflamables.

A Aspros el riesgo de ser descubierto acariciando, siempre sin querer evitarlo, la zona alta del muslo de Defteros, sencillamente le excita. A Defteros, esos roces intencionados le aterran. Nunca en casa, pero siempre en público, aunque las sombras del pub sean sus aliadas. Las mismas que Aspros esta noche reta, deseando poder gritar a los cuatro vientos lo que únicamente exclaman al unísono en su clandestinidad más mórbida.

Imposible despedir la oscuridad nocturna e invernal en la Colina de Marte junto a sus amigos.

Las excusas consabidas por todos también hoy han aparecido. Que si Defteros está ultimando el eterno proyecto de fin de carrera y se está durmiendo de cansancio...que si Aspros mañana debe rematar una nueva pagina web que el lunes expondrá ante su jefe, esperando que sea la elegida para dar rostro al negocio que les hizo el último encargo...lo de siempre. Lo que milagrosamente sigue funcionándoles. La salida directa hacia su pequeño apartamento...las mentiras que justifican la clandestina consumación de su crimen compartido.

Aspros ya se ha encargado a consciencia de encender la mecha durante toda la velada. En el pub, mientras hablaba con un distraído Sísifo. En el taxi que les traía de regreso a casa, regocijándose en las tremendas contracciones de deseo reprimido que moldeaban el rostro de su gemelo, quién fingía defectuosa indiferencia hacia la mano que tentaba su ingle.

En el ascensor ya no han podido refrenarse más. Ni uno ni el otro. Allí mismo han comenzado la batalla que seguidamente les ha tumbado sobre el sofá, ajenos al conteo de minutos que ejecutan las agujas del reloj de la cocina, paseándose con indolencia sobre los dominios de las cuatro de la madrugada.

Hace frío. La calefacción no está encendida, pero sus cuerpos se muestran perlados de sudor, desprovistos ya de camisa y jersey, abrazándose como si la vida se les fuera en ello, besándose como si durante siglos no hubieran podido hacerlo. Marcándose como llevan marcándose desde sus lejanos dieciséis.

Todavía en silencio. Siempre en secreto.

Aspros ha encendido la mecha, sí, y por esta misma razón, no va a ser él el que se erija en el dominante del primer asalto. Por supuesto que no. Defteros se lo ha tenido guardado desde que la excitación despertada por los arriesgados roces de los dedos de su gemelo no ha conseguido apaciguarse por sí sola. Aunque su posición, nefastamente hundido en el sofá y acorralado por el deseo de Aspros no se le antoja favorable. No todavía...pero surgirá una brecha, una bajada de guardia, una necesidad de tomar aire y espacio para desabrocharse los pantalones con torpe urgencia...Defteros lo sabe, y cuando Aspros se confía, el mayor de los dos se encuentra asaltado, agarrado, dominado...Tumbado e inmovilizado. Deliciosamente inmovilizado.

El deseo les quema a ambos por igual, pero ahora es el menor el que se sienta a horcajadas sobre el torso de Aspros, apretando sus costados con una medida presión de sus rodillas al tiempo que con ansias se desabrocha el cinturón y desamarra todos los botones que guardan su prominente erección.

Aspros sabe lo que sucederá a continuación, y lo acepta gustoso enviando una lasciva mirada a Defteros mientras se relame los labios con un sutil toque de lengua, azorando todavía más las ansias de sentirse acariciado por ella que siente el miembro erecto y solícito de atención que le presenta su igual.

La zurda de Defteros viaja hacia el rostro de Aspros, perfila el labio inferior con el pulgar, espera ese húmedo toque que le anticipa el sabor del premio definitivo y finalmente se pierde tras la nuca, enmarañándose entre largos mechones de cabello azul. Una reacomodación de caderas es necesaria para facilitar a Aspros la acatación del castigo correspondiente a su público y desubicado atrevimiento, y cuando la lengua tantea el tenso glande, el interfono les congela el hambre.

- ¿Es el timbre?

Los ojos de Aspros se clarifican de repente, pero la sujeción que Defteros le confiere en su nuca le invita a retomar el hilo de su castigo.- Será alguien que bromea...va Aspros, ¡no puedes tenerme así! ¡tú te lo has buscado!

El mayor quita importancia a la interrupción y alza las caderas buscando algún tipo de roce que alivie su tensión, pero Defteros está posicionado sobre su estómago, y solo puede conformarse con maldecirle en silencio, tomar con los labios su excitación y saborearla a discreción.

Defteros gime de gozo, se muerde de medio lado el labio inferior y se agarra con la diestra en el respaldo del sofá. Cierra los ojos y se olvida del mundo entero cuando el interfono decide entrometerse de nuevo. No con un tímido y respetuoso toque que emule el primero, sino con una llamada larga e insistente. Muy lejos de parecer una broma aleatoria o una equivocación fortuita.

- El interfono otra vez...- se alarma Aspros al escuchar el cese del segundo llamado y recibir el tercero.

El mayor de los dos se olvida de su esperada misión e intenta moverse, pero la posición de Defteros se lo dificulta bastante, obligándole a hacer uso de su fuerza para poder moverse y acudir a reprender a quién se encuentre jugando a esa estupidez de los timbres en mitad de la madrugada.

- A quién sea que esté jugando, mándales a la mierda...- se queja Defteros, al verse apartado gracias al fuerte empujón que le demanda espacio y huida.

Aspros se acomoda los pantalones y anda directo hacia el maldito interfono cuando éste comienza a rugir por cuarta vez. Defteros se alza del sofá y se cubre la menguante erección con los calzoncillos, sin dar cierre a la bragueta de su pantalón. Aspros solamente ha entonado un cabreado "¡¿quién cojones es?!" y ha callado durante unos instantes antes de colgar el aparato e inspirar hondo. Los pasos le regresan presuroso al salón y con cierta desesperación se enfunda la camisa perdida momentos atrás.

- ¿Quién era? ¿Qué ocurre? - Defteros no puede retener estas preguntas que se le antojan tan protocolarias como necesarias. Urgentemente necesarias. La tez de Aspros ha perdido todo color, y la repentina severidad que descubre en su rostro cuando se medio peina los mechones hacia atrás le acelera el corazón.- ¡Aspros, dime quién es! ¡¿Qué pasa?!

- No sé qué pasa, pero es la policía. Quiere hablar con nosotros...Ahora suben...

- Pero...¿que querrán? No hemos hecho nada fuera de lugar esta noche...ni siquiera hemos conducido bebidos...¡que hemos venido en taxi!

- ¡No lo sé, Def! ¡No lo sé!

Aspros intenta abrocharse los botones de la camisa con toda la rapidez de la que es capaz, pero un extraño nerviosismo se ha instalado en sus dedos y una irreflexiva ansiedad se ocupa de modular su voz. Una voz que ahora si consigue asustar a su gemelo menor.

- Quizás se confunden de piso...no nos buscarán a nosotros...será el tipo ése del primero al que quieren ver. El que anda metido en cosas raras...

Defteros se ha dejado caer otra vez en el sofá, dónde ahora permanece quieto y observando a Aspros con desconcierto hasta que su jersey se estampa contra su rostro.

- Vístete Def...No se equivocan. Han preguntado por mí y por ti.

El timbre del piso, más suave que el interfono, les sobresalta sin compasión.

No saben por qué, pero sus corazones han comenzado a latir a una velocidad preocupante, quizás tanto como lo es la hora elegida para la visita.

Es un sábado de enero. El minutero del reloj de la cocina se pasea por los dominios que aún pertenecen a las cuatro de la madrugada, y cuando Aspros abre la puerta de su dimensión más íntima se encuentra a dos policías con rostro serio y pocas ganas de guasa.

- Buenas noches - dice uno de los dos, a modo de saludo convencional y pre-establecido - ¿Confirma que este es el domicilio de Aspros y Defteros Samaras?

- Sí, lo confirmo...- responde Aspros, arremangándose una manga de la camisa por absurda e inútil inercia.

- ¿Y usted es...?

- Aspros. Yo soy Aspros...

- Y yo Defteros...- dice el menor, presentándose a las espaldas de su gemelo con evidentes aires de preocupación sembrando su rostro, siendo completamente inconsciente que se acaba de enfundar el jersey del revés.- ¿Qué ocurre? ¿Qué_

Un brazo de Aspros, extendido a modo de barrera, le frena la voz y el impulso de acercarse más a los policías, que les observan a ambos con sumo pesar.

- Sin rodeos...- Interviene el otro, más duro y directo. Más mayor y probablemente más acostumbrado a lidiar con la crudeza de la transmisión de la siguiente información.- Lamento informarles que esta noche sus padres han fallecido en un accidente de coche.

Justo en este momento el minutero del reloj de la cocina se detiene en el tiempo.

Un tiempo que, en milésimas de segundo, para los hermanos retrocede a cero.