Judar comprendió entonces, exactamente hace unos once meses, que había cometido aquello que todo joven consideraba el primer error fatal en la vida si es que se quería una vida decente y sin muchas complicaciones.

La espalda le dolía y recordó con escasa claridad que la noche anterior se levantó de la cama más de seis veces para atender el llanto de unos niños que no le dejaban dormir en paz desde hace ya varios días.

A los dos meses de ser invitado a una fiesta en la cual se hubo olvidado de hasta su nombre y de despertar pasado medio día sin ropa y con un dolor de cadera espantoso, luego de uno que otro mareo y de una carrera rápida desde un pasillo cualquiera de la facultad hasta el baño más próximo y que por insistencia de Kougyoku acudiese a un médico…

Enterarse que estaba preñado, es decir, que tenía un mocoso dentro, fue el menor de sus problemas.

Arba le hubo dado una cachetada al enterarse y le corto prácticamente todos los ingresos económicos que ella le daba. Eso fue el primer golpe bajo aparte de que claro esta, se vio forzado a dejar los estudios. Fue un solo descuido que comenzó una cadena de desastre que a esta altura no deseaba recordar.

Pero al menos Kougyoku había saltado de felicidad después de minutos antes haberse estado mordiendo el labio con preocupación. Judar bufó, feliz de que al menos antes de que sus padres fallecieran, ellos lograsen dejarle la casa a su nombre en lugar de condenarlo a ser un huérfano sin hogar. Arba fue la peor madre adoptiva que cualquiera pudo pedir.

Pero al final, por alguna fuerza misteriosa, las cosas habían resultado medianamente bien y ahora estaba allí, en casa, restregándose los ojos, obligándose a despertar solo para encontrarse con la misma imagen que llevaba hallando casi todas las mañanas luego de una noche tan turbulenta.

Los mocosos dormían apaciblemente en la bonita cuna que compartían.

Porque si, resultaron ser un par de gemelos en lugar de una bola de masa que lloriqueaba durante las noches.

Judar se les quedo contemplando y reconoció con cierto fastidio que ya debía de estar sonriendo como estúpido. Fue difícil, abrumador y cansado. Pero esos niños eran lo mejor que le había pasado luego de la muerte de sus padres.

Era solo el principio del recorrido, Akaraou y Subaru crecerían.