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¡Hola! Aquí os dejo el primer capítulo de mi segundo fic. Es muy distinto al primero que he escrito(y que aún no está acabado)"En la adolescencia llega la locura"(un poco de propaganda nunca viene mal)pero siguen apareciendo Lily, Katrina, … y por supuesto ¡¡Los merodeadores!! Espero que os guste y si queréis que haya un segundo capítulo, mandarme un review con vuestra opinión. Un beso y os dejo con el capítulo.

1. Comienza el curso.

Era finales de verano. En una casa adosada de la ciudad de Londres, una chica de dieciséis años, alta, esbelta, con unos grandes ojos marrones, cabello largo oscuro y liso, estaba tumbada en su cama mirando el techo, pensativa. Su nombre era Katrina Turner. Huérfana desde hacía seis años, vivía con sus padrinos, los Potter, y su único hijo, James. Estos habían acogido gustosamente a la joven después del accidente de tráfico que habían sufrido sus padres, y ahora la querían como a una hija. Antes del fatídico accidente, los Turnes vivían al lado de los Potter. Ahora la casa estaba deshabitada y aunque Katrina se empeñaba en venderla y así poder acarrear con los gastos, sus padrinos no se lo permitían.

En ese preciso instante llamaron a la puerta de la habitación de la joven.

-Adelante.

La puerta se abrió y pasó un chico de la misma edad de Katrina. Alto, con un cuerpo bien formado y un pelo rebelde de un color azabache muy bonito que resaltaban sus pícaros y vivarachos ojos marrones ocultos tras unas gafas redondas.

-A desayunar-Informó, para después salir de la habitación y cerrar la puerta tras de si.

Era James, el hijo de los Potter. La joven se levantó de su cama y, tras ponerse los zapatos, bajó a la cocina. Como todas las mañanas, lo primero que vio al entrar fue a James esperando impaciente su desayuno, a Alan Potter que leía el periódico y a Lorein Potter, que servía el desayuno en los platos.

El señor Potter era igual que su hijo. Alto, de complexión atlética y que se diferenciaban porque los ojos de éste eran de un azul claro y no llevaba gafas.

Por otro lado, su mujer era alta, esbelta, con unos bonitos ojos marrones que había heredado James y una melena ondulada que le llegaba hasta los hombros de color castaño claro.

-Buenos días-Saludó Katrina al entrar, reprimiendo un bostezo.

-Buenos días.

La joven se sentó a la mesa y comenzó a desayunar. Exceptuando el accidente de sus padres, Katrina era feliz. Pero como la vida perfecta no existe la suya también tenía problemas y esos problemas tenían nombre "James y compañía". Si, James y ella no se llevan nada bien desde que eran pequeños pero ahora que vivían bajo el mismo techo, su antipatía había aumentado. El joven no había dicho nada al respecto de la nueva integrante de la familia, porque aunque se llevasen muy mal, una tragedia así había que comprenderla.

-Hoy es el primer día del curso-Comentó Lorein, animada- Tenéis que comenzar con fueras.

-Pues como no me vaya ya, perderé el autobús-Predijo la joven Turner, bebiendo lo que le quedaba de zumo- Y no me gustaría llegar tarde el primer día.

-Ahora que James tiene moto, podría llevarte-Sugirió su padrino echándole una última hojeada al periódico antes de dejarlo sobre la mesa-¿No crees?

-No-Contestó el chico con rotundidad-No lo creo.

-Pero James…-Comentó Lorein con intención de persuadirlo.

-Déjalo, prefiero ir en autobús-Intervino Katrina, chasqueando la lengua con disconformidad- Es más seguro.

E ignorando el gesto grosero que el joven Potter le hizo cuando sus padres no le observaban, cogió las llaves y su cartera y saló de la casa.

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Mientras, en una casa cercana, grande y lujosa, un joven de dieciséis años discutía con su hermano pequeño.

-¡Déjame en paz!-Gritó el mayor de ellos, dando un fuerte golpe a la mesa-¡Soy lo suficientemente mayor para cuidarme sólo!

Era Sirius Black, el primogénito de una de las familias más ricas de todo Londres. Alto, moreno, con unos bonitos ojos azules y un cuerpo bien formado y atlético que solía atraer las miradas femeninas sin demasiada dificultad. En resumen, un chico diez. Además, era el mejor amigo de James y, por tanto, uno de los mayores dolores de cabeza de Katrina.

-Mamá y Papá me han dejado a cargo de la casa y de ti mientras están de viaje-Le recordó Regulus Black, con un deje de superioridad en la voz- Y me tienes que hacer caso.

-Por si no te has dado cuenta, soy mayor que tú por casi tres años-Respondió Sirius, mordaz- No es necesario que nadie me vigile, y mucho menos mi hermano pequeño.

-No me extraña que mamá se queje de ti-Reconoció el chico, con los ojos entrecerrados- Eres insoportable ¡La vergüenza de la familia Black!

-Hazme un favor ¿Quieres?-Pidió, dedicándole a su hermano una sonrisa sarcástica- ¡Cállate!

Y tras coger su mochila y dar un portazo al salir de la casa, fue al garaje y cogió su moto para ir a casa de James. Lugar donde había quedado con sus amigos para ir todos juntos al instituto.

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Una joven de dieciséis años acababa de salir del hotel en el que se hospedaba junto a sus padres y a su hermana mayor. Era una chica muy guapa, no muy alta, pelirroja y con unos bonitos ojos de un color verde esmeralda que resaltaba debido a la palidez de su piel. Su nombre era Lily Evans y miraba el reloj ansiosa, mientras movía el pie derecho con nerviosismo.

-Voy a llegar tarde-Murmuró.

Lily se acercó a la carretera, y al ver que el taxi que con anterioridad había llamado se acercaba, abrió el monedero y sacó un pequeño papel en el que estaba escrito el nombre y la calle de su nuevo instituto.

-¡Taxi!-Llamó, tal y como había visto hacer en las películas.

El automóvil se detuvo a su lado, así que tras darle unas escuetas indicaciones, subió al coche y se puso en marcha.

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El timbre sonó en casa de los Potter, y James fue a abrir. En el umbral de la puerta había dos chicos de la misma edad que él, aunque uno de ellos no lo aparentaba ya que era bastante bajito y tenía una cara redonda y soñadora. Sus ojos eran pequeños y de color marrón y su pelo era corto y castaño no muy oscuro. A diferencia de James y Sirius, no tenía un buen cuerpo sino todo lo contrario. Pero en el fondo, si mirabas bien, tenía un punto gracioso. Su nombre era Peter Pettigrew y era uno de los mejores amigos de James.

El otro chico, que en esos momentos estaba apoyado en el marco de la puerta, era Remus Lupin, el último miembro del grupo que se hacía llamar entre los amigos más íntimos "Los merodeadores".Era alto, con un cuerpo muy bien formado, el pelo castaño muy claro y unos ojos miel parecidos al dorado muy originales.

-Ya estamos aquí- Saludó Remus, dedicándole una sonrisa a su amigo.

-¿Y Sirius?-Preguntó Peter, mirando al interior de la casa con interés- ¿No ha llegado?

-No-Contestó James, negando con la cabeza- Pero debe estar al caer.

La señora Potter, que en esos momentos pasaba por el recibidor, saludó a los recién llegados con la mano y una sonrisa.

-¿Habéis desayunado?-Preguntó Lorein, acercándose hasta ellos.

-Si, pero muchas gracias señora Potter-Contestó Remus.

Peter, a quien no le había dado tiempo a contestar, miró al joven Lupin enfadado, antes de cruzarse de brazos en señal de protesta. Aunque él también había desayunado, seguía teniendo hambre y un hueco en el estómago que debía llenar cuanto antes.

-¿Seguro que tú no quieres nada, Peter?-Insistió la mujer con amabilidad.

-Bueno… la verdad es que yo…-Comenzó el chico, algo abochornado.

-En seguida te traigo algo, cariño-Sonrió, dirigiéndose hacia la cocina.

El joven Lupin miró a Peter con resignación antes de centrar su atención en la entrada al recinto de los Potter. Tras hacer sonar el claxon de la moto para cantar su interés, Sirius levantó el brazo para seguidamente señalar su reloj de muñeca.

-¿Os queda mucho?

-¡No!- Contestó Remus, saludándole con la mano- ¡Ya vamos!

-¡Date prisa mamá, que llegamos tarde!-Apremió James, cuando vio a la mujer cruzar de nuevo el comedor.

Acelerando el paso y envolviendo las rosquillas en una servilleta, la señora Potter no tardó el volver a aparecer por el recibidor ante la desesperación de su hijo.

-Toma cielo-Dijo, entregándole las dos rosquillas a Peter.

-Muchas gracias-El aludido le dedicó una sonrisa a la mujer antes de pegarle un bocado a una de ellas-Están muy buenas.

-Me alegro de que te gusten-Respondió Lorein, guiñándole un ojo con complicidad- Son caseras.

-La única receta que sabe hacer-Confirmó su hijo, recibiendo una mirada fulminante por parte de su madre-¡Es verdad!

-¡James!-Censuró, un poco sonrojada-Sabes que eso no es cierto. Bueno… no del todo.

-Si tú lo dices…-El aludido se encogió de hombros de forma desinteresada antes de agacharse para coger sus cosas- Bueno, que nos vamos.

El joven Potter besó la mejilla de su madre a regañadientes antes de cruzar el umbral de la puerta de su casa seguido por Remus y Peter.

Chocando su mano con la de Sirius cuando pasó por su lado, James montó en su moto mientras el joven Lupin y Peter hacían lo mismo en la moto del primero.

El joven Pettigrew, al igual que sus amigos, también tenía moto propia. Sin embargo, a diferencia de ellos, aun no se había sacado el carné. Y no, no es que no lo hubiese intentado, pero tenía la mala suerte de suspender siempre el examen. Quizás es que le resultaba más cómodo y seguro que le llevasen. La cuestión era que, mientras tuviese amigos como ellos, no tenía de que preocuparse.

Y tras poner las motos en marcha, los cuatro jóvenes emprendiendo el camino al instituto.

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A través del cristal del autobús, Katrina observaba el paisaje que durante largos años de rutina veía de camino al instituto. El molestó chirrido que hacían las puertas al abrirse, volvió a oírse en el autobús, dando paso a sus cuatro amigos de instituto.

-¡Mira que eres oportuno!-Se quejó la primera chica.

Su nombre era Cassidy Koster, aunque todos solían llamarla Cassy. No era muy alta para su edad, tenía el pelo castaño y unos bonitos ojos entre azules y grises. Divertida y con un gran sentido del humor, solía llevarse bien con casi todo el mundo.

-Ya te he dicho que no ha sido culpa mía-Se defendió el chico que iba tras ella.

Era Mark Conelly. Un joven alto, de bonitos ojos color café y pelo castaño oscuro. Pese a que era muy popular entre las chicas y solía discutir con ella con frecuencia, Mark sólo tenía ojos para Cassidy, de la que estaba perdidamente enamorado desde hacía dos años. Pero aunque el sentimiento era mutuo, ninguno de los dos se atrevía a dar el primer paso por lo que sólo eran amigos.

-Por favor, ¡Callaos!-Exigió la segunda chica, soltando un bufido-¡Estoy harta de oíros!

Ruth Halliwell, ese era su nombre. Alta, con ojos entre marrones y verdes y una melena castaña clara que le llegaba por debajo de los hombros. Muy inteligente y simpática, siempre estaba dispuesta a ayudar por lo que gozaba del favor de sus conocidos.

-Sólo estoy dando mi opinión-Se excusó Cassidy, molesta.

-Sí-Asintió el último chico, divertido-Unas veinte veces.

En ésta ocasión, la mirada fulminante de la joven Koster fue dirigida a un chico alto, rubio y de ojos azules que le sonreía burlón. Era Nick Kelly, un joven simpático e inteligente, aficionado a la música y codiciado por muchas chicas.

-Está claro que lo vuestro es hacer una entrada triunfal ¿Eh?-Comentó Katrina, cruzada de brazos y con una media sonrisa en el rostro- Anda, callaos ya de una vez y venid a sentaros ¿Queréis?

Los cuatro amigos miraron a la morena divertidos para luego también sonreír. Ruth y Cassidy se sentaron en los dos asientos libres que había delante del suyo mientras que los dos chicos optaron por los de detrás. Quedando así Katrina en medio del cuarteto.

-¿Qué ha pasado?-Se interesó la joven Turner, mirándoles con curiosidad.

-Que a éste idiota…-Se apresuró a contestar Cassidy, señalando a Mark con desdén-… se le habían perdido las llaves de la moto y nos ha hecho a todos buscarlas. Así que es por su culpa por lo que casi llegamos tarde.

-Casi-Señaló el aludido, con cierto reproche en la voz- Además, al final las hemos encontrado.

-Y si las habéis encontrado, ¿Qué hacéis en el autobús?-Inquirió Katrina, perspicaz.

-¡Ahí quería yo llegar!-Exclamó Cassidy, de forma acusadora-Y cuando al final las hemos encontrado, el muy idiota se acuerda de que la moto no tenía gasolina.

-Un despiste lo tiene cualquiera-Se defendió Mark, molesto-Y deja ya de insultarme, Cassy.

-Lo intentaré-Accedió la chica, percatándose de la molestia de su amigo-Pero no te prometo nada.

-Con eso me conformo-Sonrió el joven Conelly, consiguiendo que Cassidy se sonrojase.

Pasaron todo el trayecto de camino al instituto hablando, riendo y gastando bromas. ¿Pero es que acaso había mejor forma de comenzar el días que riendo junto con tus amigos? Sin embargo, en ese instante de felicidad, Katrina recordó a su mejor amiga, Lily Evans. Desde el entierro de los Turner, no habían vuelto a verse y de eso ya hacía aproximadamente seis años. Los padres de la joven Evans, por motivos de trabajo, se habían ido a vivir a Francia y se habían llevado a sus dos hijas con ellos. Aunque Katrina y Lily hablaban por teléfono y se escribían cartas, se echaban de menos la una a la otra. Ellas eran como hermanas y daban por seguro que, aunque no se viesen, su amistad nunca flaquearía. Unos días atrás Katrina había recibido una carta de su amiga informándole de que volvían a Londres dentro de unas semanas y que ya la avisaría. La joven Turner, quería preparar una fiesta de bienvenida con ayuda de sus amigos que, aunque no conocían a Lily, estaban entusiasmados con la idea.

Pero un brusco frenazo del autobús logró sacarla de sus pensamientos. Adolorida y un tanto desorientada, volvió a dejarse caer sobre el asiento mirando al conductor con los ojos entrecerrados.

-¿Dónde se ha sacado el carné este idiota?-Cuestionó Nick frotándose la frente, adolorida por el golpe que se había dado a causa del frenazo- Que somos alumnos no sacos de patatas.

-Ni idea-Sonrió Katrina, divertida por el comentario-Pero en una autoescuela seguro que no.

Sin molestarse en despedirse del conductor, los cinco chicos bajaron el autobús y, adoloridos, se encaminaron hacia la entrada del centro. No obstante, antes de que pudiesen subir los escalones que daban al interior del edificio, una voz muy conocida para ellos les detuvo.

-Katrina-Susurró un chico de dieciséis años, dando una vuelta a su alrededor con lentitud, observándola-Que guapa estás. Te sienta bien el verano.

-Gracias, Jhon-Contestó la aludida con pesadez, dedicándole una sonrisa forzada al chico.

Jhon Wilson era un joven alto, atlético y sumamente atractivo para la mayoría de las chicas. Su cabello era oscuro y sus ojos, que en esos momentos observaban a Katrina con picardía, eran de un color verde centellante. Popular en el instituto tanto como los merodeadores, podía decirse que Jhon era-junto a sus tres inseparables amigos- la competencia de James y los chicos en todos los aspectos.

-Podríamos quedar un día de estos-Sugirió, intentando parecer casual-¿Qué te parece, nena?

-Lo mismo que me parecía hace dos meses-Contestó la joven Turner, con sequedad- No he cambiado de opinión, Jhon. Así que no, gracias.

-¡Oh, vamos!-Exclamó el chico, haciendo una mueca de disconformidad- Te estoy dando la oportunidad de salir con el chico más popular de todo el instituto. ¡No me puedes decir que no!

-Pues te lo ha dicho-Intervino Nick, un poco molesto.

El joven Wilson, que hasta el momento no había parecido reparar en los amigos de la chica, le dedicó una mirada fulminante a Nick, quien no pareció acobardarse en absoluto.

-Será mejor que no te metas, imbécil.

-Aquí el único imbécil que hay eres tú-Defendió Katrina, seria-Te lo advierto, Jhon, no te vuelvas a meter con mis amigos.

El chico, a quien no parecía haberle hecho mucha gracia que la morena le insultase, miró en dirección al lugar donde le esperaban sus propios amigos y sonrió. No, no le gustaba que Katrina le tratase así. Pero cuando ya fuese su novia, le enseñaría buenos modales.

-Está bien-Accedió, encogiéndose de hombros-Pero entonces replantéate la respuesta a mi invitación. ¿Vale, nena?

Las últimas palabras no fueron más que un murmullo apenas audible, pero ante la proximidad con el chico, Katrina no tuvo ningún problema para oírlas. Aprovechando un descuido de la joven Turner, Jhon la había agarrado por la cintura, acercándola a él, con la única intención de volver a intentar besarla una vez más.

-¡¿Pero qué haces?!-Exclamó, dándole un empujón-Como vuelvas a acercarte a mí, te enteras.

-¡Bah! No te hagas la estrecha-Se mofó, haciendo el ademán de acercarse a ella nuevamente-Si sé que también me has echado de menos.

Katrina abrió la boca con la única intención de asegurarle que le había echado de menos tanto como a la menstruación cada mes. Pero la llegada de los merodeadores fue suficiente para contenerse. James, que al ver lo que esta pasando se había acercado junto al resto, agarró a Jhon por el brazo que sujetaba a Katrina para apartarle de ella.

-No tantas confianzas, Wilson-Le advirtió, soltándole con brusquedad-A ver si un día te parto la cara.

-¡Qué miedo!-Rió el aludido, fingiendo que temblaba-¿Tú y cuantos más?

-Él se basta sólo-Le aseguró Sirius, haciendo una mueca de aversión- Pero yo estoy dispuesto a ayudarle.

Las miradas de ambos se encontraron, retándose. Tenían los ojos entrecerrados y sabían de sobra que estaban esperando una señal del otro para atacar. Era evidente que había algo más que antipatía entre ellos.

-Será mejor que lo dejemos para otro momento-Sonrió, tras unos segundos de reflexión, dirigiéndose a la joven Turner- Piensa lo que te he dicho ¿Eh, nena?

Katrina le ignoró y se permitió soltar un suspiro cuando vio como Jhon se alejaba. Por un momento había creído que comenzarían una pelea y, francamente, no quería verse obligada a intervenir.

-Deberías cuidar mejor tu pellejo- Le aconsejó James con sorna, ladeando la cabeza-Nosotros nos vamos. Tenemos que ver las listas.

Katrina, que se había tomado el comentario como una ofensa, les llamó, consternada, obligándoles a detenerse cuando no habían dado más que un par de pasos.

-Creo que me estáis subestimando-Dijo, con un semblante inexpresivo- Os aseguro que no necesito que me defendáis. Para eso me basto sola.

-Pues deberías demostrarlo de vez en cuando-Se mofó Sirius, sarcástico- Desde lejos no parecía igual.

-Simplemente os recuerdo que no debéis meteros en mis asuntos-Prosiguió, ignorando el comentario del joven Black-Y mucho menos en mis problemas. Es una mala costumbre que tenéis.

-No lo hago por ti-Le aclaró James con cierto desdén-Sino por él. Ese tío me cae fatal y tengo ganas ya de darle su merecido. Pensaba que ésta era una buena oportunidad. Pero ya veo que me he equivocado.

Tras ese ácido comentario, los merodeadores atravesaron las puertas que daban al edificio, seguidos por Katrina y sus amigos a una distancia prudente.

Solo cuando estuvieron cerca del corcho en el que estaban colgadas las listas, pudieron ver con cierto desagrado con quienes se habían detenido los cuatro chicos a charlar. Un grupo formado por cuatro chicas también y que irradiaban glamour allá a donde iban.

-¡Oh, no!-Se lamentaron Katrina y Cassidy al unísono-¡Son ellas!

-Que guapas que están ¿No?-Comentó el joven Kelly, recibiendo una mirada fulminante por parte de sus amigas-Sólo opinaba.

Esas chicas eran el grupo femenino más popular de todo el instituto. Las tres cuartas partes del grupo estudiantil masculino iban tras ellas. Se sentían superiores y perfectas, y sólo un grupo muy selecto tenía derecho a acercarse a ellas.

La cabecilla del grupo se llamaba Nathaza Greco. Era guapa, alta, con el pelo largo, rizado y rubio platino, ojos azules y un cuerpo moldeado y perfecto. Superficial y maliciosa, aparentaba tener menos cerebro que un mosquito, pero Katrina estaba segura que la capitana de las animadoras era mucho más que una cara bonita.

La subcabecilla era Nadia, una chica no muy alta pero con un cuerpo tan perfecto como el de su amiga. Sus ojos eran grisáceos y su pelo era castaño y ligeramente ondulado y le llegaba hasta los hombros. No obstante tenía un defecto, bueno, uno tras otro, pero el que más destacaba era lo superficial que era y en segundo lugar su cerebro de mosquito.

Nataly, la tercera integrante del grupo, era una chica alta, de piel morena y bronceada, ojos verdes, con una larga melena de tirabuzones negros y una sonrisa única e inconfundible para todos los chicos. Probablemente era de las cuatro la que más tiempo se pasaba delante de un espejo y eso ya era decir. Para la joven Gray, no había nada tan importante en la vida como su físico. Quería ser perfecta y estaba segura de que lo era.

La última integrante del grupo se llamaba Nicole. Era rubia, con el pelo liso hasta la cintura, con unos bonitos ojos de color miel y un cuerpo moldeador y perfecto. Era la más despistada del grupo y la menos inteligente. Podía recitarte de carrerilla las marcas de pintauñas pero no las tablas de multiplicar. Claro que no hacía falta ni si quiera aprendérselas. Ella era lo suficientemente lista para hacer uso de su cuerpo y que así los chicos le hicieran los deberes. ¿De que otra forma hubiese llegado hasta ahí?

-Bueno, vamos a ver las listas ¿No?-Apremió Mark, haciendo el ademán de reemprender la marcha-Estoy deseando saber en que clase nos ha tocado.

-¡¿Pero a dónde vas?!-Exclamó Cassidy, horrorizada, agarrándole del brazo- No pensarás ir con ellas ahí ¿No?

-¿Eh?... Si, ¿Por qué?

-Es una respuesta tan evidente que me parece estúpido que lo preguntes-Contestó Cassidy, llevándose las manos a las caderas.

Mark miró al otro chico sin entender y éste tan sólo se limitó a encogerse de hombros. El tema de las chicas era su asignatura pendiente.

-Es evidente-Intervino Katrina, haciendo un gesto elocuente con la mano-Pues porque has cambiado mucho, estás mucho mejor que el curso pasado y Cassy tiene miedo de que esas cuatro te cojan y se aprovechen de ti.

-¿A sí?-Sonrió Mark, esperanzado.

La chica, que había comenzado a enrojecer, cogió a Ruth de la mano y la arrastró hasta el corcho tras asegurarse que "Las Perfectas" se habían ido y que sólo estaban "Los Merodeadores".

-¡Mujeres! ¿Para qué molestarse en entenderlas?-Cuestionó Nick, alzando los brazos con resignación-¡Ah! ¡Me has hecho daño!

-Pues te aguantas -Contestó Katrina, dándole otra colleja.

El joven Conelly y Nick comenzaron a despotricar en su contra, pero la morena les ignoró cuando los cuatro merodeadores pasaron por su lado de camino a la salida tras mirar las listas.

-¿Entonces qué?-Insistió Mark, sacando a la chica de sus pensamientos- ¿Vamos a ver dónde nos ha tocado o no?

-Ir vosotros-Se disculpó Katrina, dedicándoles una sonrisa-Acabo de acordarme que tengo que ir antes a Secretaría. Nos vemos luego ¿Vale?

-De acuerdo-Asintió Nick, haciéndole un gesto con la mano en señal de despedida-Ten cuidado.

La joven Turner rió ante la advertencia de su amigo antes de alejarse por los fríos pasillos del instituto. Mark y Nick, negando con la cabeza, se acercaron a las otras dos chicas, quienes buscaban en las listas sus nombres, nerviosas.

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Sentados en las escaleras de la entrada al instituto, los cuatro chicos esperaban que fuera la hora para dirigirse a clase y dar comienzo con la rutinaria presentación.

-¡Qué asco!-Protestó Peter, haciendo una mueca de desagrado-Ya se han acabado las vacaciones.

-Sí-Suspiró el joven Potter, resignado-Con lo a gusto que estaba…

-Adiós a las fiestas-Se lamentó Remus, dramáticamente.

-Adiós a la libertad-Continuó Sirius, recostado sobre las escaleras.

-Adiós a las chicas-Concluyó Peter.

Los cuatro chicos se miraron con sonrisas picaronas antes de negar con la cabeza.

-¡No!-Rió James, abrazando al más pequeño de sus amigos- ¡Eso nunca!

Los otros tres chicos también estallaron en sonoras carcajadas divertidos ante tal posibilidad. Eso nunca pasaría. Pero la voz dulce de una chica que se había detenido frente a ellos les hizo callar.

-Perdonad, ¿Podéis ayudarme?-Preguntó, dudosa.

Los cuatro amigos observaron a la nueva para seguidamente mirarse entre ellos con complicidad. Iba a ser un curso muy interesante.

Continuará…

Espero que os haya gustado y ya sabéis, dejad un review con vuestra opinión! Bss