Disclaimer: Nada es mío, porque si lo fuera, Stony sería cannon (?... Ok, no. Todo es de Marvel.
Nota: Este fic va dedicado a Petta (nepetaneko) por motivo de su cumpleaños. Te había advertido, cielo, que iba a escribir algo con mucho tiempo de retraso y aquí está.
Lamento si esto da mucho asco (siento que sí lo hace), pero no me manejo bien con las parejas del fandom. Creo que soy mejor con los personajes solos, sin relacionarlos… no sé, estoy divagando un poco.
Como sea, espero que lo disfrutes Petta. Esto va con mucho cariño, en serio.
La pellirroja camina peligrosa y sensual. Mientras, el tipo que todos creen inocente y virgen, fantasea lujurioso sobre sus posibilidades.
La pelirroja es coqueta y seductora. Mientras, el hombre de ojos claros es fuerte y decidido.
Steve sabe que esto no es serio. Él sabe que Natasha solo juega. Lo sabe y no le importa. Porque un niño bueno no tiene motivos para no divertirse.
Natasha juega. Ella lo hace y no teme dejarlo en claro. Porque ella es fuerte y sabe lo que quiere. Porque; como toda mujer inteligente; sabe que los príncipes azules no existen. Pero puede esperar por uno verde, mientras mata el tiempo con un capitán.
Ambos saben que no hay sentimientos de por medio. Lo saben y no interesa. Lo saben o eso creen. Porque sin notarlo, algo cambia. De repente, Steve le da un consejo a Bruce, aunque sabe que no es sincero con su amigo. De repente, Natasha juguetea con el científico, sin sentir nada de lo que intenta fingir.
Algo cambió y eso da miedo. Algo cambió y no es que Bruce se haya marchado o que Tony se retirara, ni siquiera es el que Pietro hubiera muerto. Algo cambió, muy en el fondo.
Un día, Natasha sale de entrenar a los nuevos vengadores, cansada y con algo de fastidio (los nuevos pueden ser difíciles), cuando la sonrisa perfecta y ojos azules aparecen risueños, haciendo remover algo en su interior.
Una taza de té de por medio, una sonrisa y una de vuelta. Una broma y una risa. Algo cambió. No hubo sexo sin sentido, no hubo buscar ropa desesperadamente a la mañana siguiente, para volver a la propia habitación, no hubo un hasta la próxima.
—Los príncipes azules no existen —murmuró ella, luego de un lapso de silencio e intercambio de miradas demasiado significativo.
—No, creo que no —aceptó él, sin borrar su sonrisa, para tomar la pálida mano que descansaba sobre la mesa.
—Me alegro —sonrió suave.
—Yo también.
Él la besa. Suave y sin apuro. Nada como los besos desesperados y superficiales que solían tener.
Algo había cambiado y quizás eso estaba bien.
Nota: Pueden decirme qué tanto asco dio esto, aquí abajo en la cajita de comentarios. Así puedo dejar de escribir porquerías.
Be free, be happy.
