Cada vez que entraba a la ciudad, podía oír su corazón acelerarse, pero a los pocos minutos el sonido de sus latidos se perdía entre la multitud vociferante de mercaderes, clérigos, soldados y mendigos.
-Señora... si tuviese algo de comida...
Ignoró al mendigo y siguió su camino. Demasiados años caminando por esas calles habían endurecido su corazón. Y aún cuando deseaba seguir un camino diferente al cual su madre le había trazado, no podía evitar recordarla con mas fuerza a medida que entendía lo podrido que estaba el mundo, y en especial aquella ciudad.
-Solo el astuto sobrevive, la caridad y la misericordia hacia los extraños son para los necios...
Al doblar vio que llegaba a la fuente noroeste, así que solo necesitaba pasar la estatua del gobernador y llegaría a la casa del farmacéutico. Y entonces, una fuerza extraña la hizo mirar hacia esa dirección.
Sentados bajo la escalera de una molinera abandonada habían tres niños harapientos. Ciudad Mjolnir estaba llena de ellos, pero lo que le llamó la atención fue la muchacha que respiraba irregularmente. A pesar de la distancia, podía sentir su enfermedad. Sin saber porqué, se acercó algunos pasos y cerró los ojos, y pudo oír con claridad su débil corazón, que podía apagarse en cualquier momento. Un poco de las algas que traía consigo podían salvarla pero, qué caso tenía prolongar la vida de aquella niña? Qué bien había en regalarle algunos días de vida que probablemente serían solo de sufrimiento?
-Kairi... quieres mi manzana?- habló él que parecía ser el mas pequeño de los tres.
-Sora... tu no has comido...- respondió con dificultad Kairi.
-No... tu estás enferma, yo estoy bien- agregó Sora con una radiante sonrisa y extendiendo una pequeña manzana seca. Kairi la tomó lentamente y la mordió, mientras que el otro muchacho, de pelo albino, giraba la cabeza para ocultar una lágrima.
Incluso desde la distancia, podía detectar el sufrimiento y frustración del muchacho albino, y todas las dudas se despejaron. Cuando estaba a pocos metros de distancia, el muchacho albino se puso de pie alarmado.
-Qué quiere?!- le gritó.
Ella se quedó en silencio un momento y se agachó para quedar a la altura de los tres.
-Me llamo Vanessa- susurró.
