Disclaimer: Todo pertenece a J. K. Rowling.

DEL QUIDDITCH Y EL AMOR.

El quidditch era un deporte sencillo y fácil de entender. Eso lo sabía cualquier buen aficionado que se preciara. Básicamente consistía en hacer que una pelota (llamada quaffle) pasara por los aros de gol del equipo contario. Cada vez que esto sucedía se conseguían diez puntos. Además, había otra pequeña pelota (la dorada snitch) muy difícil de atrapa y que recompensaba con ciento cincuenta puntos al equipo que la consiguiera. A esto había que añadirle unas pequeñas complicaciones (las bludgers), pero al final (cuando la snitch era atrapada), ganaba el equipo que más puntos hubiera conseguido. Fácil y sencillo.

No se parecía en nada a las clases de pociones, en las cuales había que mezclar una serie de ingredientes para conseguir una poción. Dicho así, parecía sencillo, pero si tenías en cuenta, que los ingredientes había que cortarlos de una determinada forma, que había que ir añadiéndolos en un orden preciso, que algunas veces la mezcla se debía remover en el sentido de las agujas del reloj y a fuego máximo; otras en sentido contrario a las agujas del reloj y a fuego medio. Que algunas pociones debían madurar durante todo un ciclo lunar, que ciertos ingredientes debían ser recogidos en un día lluvioso o que las alas del murciélago sólo servían si eran de una hembra, la cosa se complicaba y mucho.

Por eso a Ronald Weasley le encantaba el quidditch y odiaba las pociones, porque a Ron le gustaban las cosas sencillas y fáciles, que no variaban por cosas tan tontas como que las alas de los murciélagos fueran de macho o de hembra.

Por ese mismo motivo, Hermione Granger, amaba las pociones y era indiferente al quidditch, porque Hermione adoraba los retos y adoraba probarse a sí misma. Por eso se sentía muy orgullosa cuando conseguía preparar una poción que resultara especialmente complicada, como cuando en segundo curso consiguió preparar la poción multijugos.

Por esto, también Ron amaba a Hermione, por su capacidad para hacer que las cosas más complicadas, parecieran tan sencillas como el quidditch. Y también por muchas otras cosas: por su empeño en ser la mejor, por su lealtad hacia sus amigos, por ese brillo de sus ojos cuando se le presentaba un reto especialmente complicado, por su cara de exasperación cuando discutían por cualquier tontería…

Y por ese mismo motivo, Ron no le confesaba sus sentimientos, porque como las pociones, era muy complicado. Era su amiga desde hacía seis años, ¡seis largos años! Y Ron adoraba las cosas sencillas como el quidditch y no le gustaban las cosas complicadas como las pociones o el amor que sentía por su amiga.

Aunque según el libro "Juegos y deportes mágicos de Gran Bretaña e Irlanda" que Hermione le había regalado una vez, el quidditch, no era para nada, tan sencillo. En primer lugar había que mantenerse todo el partido en escobas, suspendido en el aire, había que evitar que una bludger te golpeara y te tirara de la escoba, había que hacer pasar la quaffle por los aros de gol del equipo contrario y evitar que la pasaran por los tuyos, había mil quinientas cincuenta y siete formas distintas de cometer una falta y, encima de todo, había que atrapar la snitch que era muy rápida y casi imposible de ver…

Y si Hermione tenía la capacidad de hacer que las cosas difíciles parecieran sencillas, quizás debería confesarle lo que sentía a la chica, aunque fuera complicado, porque Ron amaba el quidditch, que era complicado y amaba a Hermione que era complicada y muy difícil de entender.

Gracias a todos los que llegaron hasta aquí. Espero que les haya gustado.