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Harry sentía la respiración de Ginny en el pecho. El constante insomnio que lo atormentaba desde días atrás se iba disipando en esa calma arrulladora, que es la madrugada silenciosa. «La amo —pensó Harry—. Debería dejar todo atrás y largarme con ella. Quizás formar una familia, tener un par de niños y una niña, una pelirroja.»

—¿Por qué sonríes? —la voz adormilada de Ginny tenía un tinte gatuno.

—No sabía que estaba prohibido sonreír, señorita prefecta —dijo Harry entre risas.

—Ja, ja, que ocurrente eres —se burló Ginny—. McGonagall solo me nombró prefecta, porque ni Hermione ni Ron, ni la mitad del colegio volvió para terminar el séptimo año.

—Hey, yo tampoco volví, pero a lo mejor si volvía también me nombraban prefecto.

Ginny empezó a tener un ataque de risa. Harry, quiso ensayar una cara de ofendido, pero no pudo mantenerla mucho tiempo, porque las carcajadas de Ginny despertaban una felicidad rara. Era como admirar un cuadro, una obra de arte o un fenómeno de la naturaleza, solamente reservado para él, para nadie más y el cual —aún si quisiera—, no podría describirlo.

—Tú, Harry, eres el chico de dieciocho años más rebelde a las normas, que conozco —dijo Ginny, luego de darle un beso suave, en los labios.

—Probablemente, tengas razón. Prefecta Weasley, ¿cuál es el castigo para los alumnos que dejan entrar extraños a Hogwarts sin autorización?

Ginny se volteó y quedó sobre Harry.

—Un par de besos, quizás —dijo la pelirroja mientras su cabello rojizo se desparramaba sobre la cara de Harry.

—¿Solo un par de besos? Me demoré más de dos horas en limpiar el pasillo secreto de la bruja tuerta. Estaba lleno de escombros.

—¿Acaso no valió la pena?

—Totalmente. Cada hechizo y cada roca movida.

Harry Potter había estado pensando, quizás demasiado, en usar uno de los siete pasajes secretos de Hogwarts para ir a visitar a Ginny. No se animaba a hacerlo, porque cada vez que cogía el mapa del merodeador le recorría un remezón de dolor. El mapa le recordaba a Fred. El mapa le recordaba una época que quería olvidar.

Todo esto quedó atrás cuando Ginny le escribió diciendo que su próxima salida a Hogsmeade se había pospuesto un mes. «No aguantaré un mes más sin verla», pensó, entonces se decidió.

Harry, bajo la capa de invisibilidad, se apareció en Hogsmeade, luego se escabulló en Honeydukes para entrar al pasadizo secreto que había en el sótano de la tienda. Había empezado a limpiar el camino a las once de la noche, luego de dos largas horas de trabajo logró llegar hasta la estatua de la bruja tuerta. «Dissendium», susurró para poder entrar, tal y como le enseñaron los gemelos.

Con la capa de invisibilidad y el mapa del merodeador no le fue difícil llegar hasta la sala común de Gryffindor. La Dama Gorda dormía, en el cuadro, por lo que Harry tuvo que despertarla.

—¿Quién anda ahí?—había preguntado.

—El niño que vivió—dijo Harry, con una sonrisa. Apostaba a que Ginny se había reído más, al escribirle la contraseña en una carta.

—Contraseña correcta—dijo la Dama Gorda al tiempo que el cuadro lo dejaba pasar.

Al entrar se encontró con la sala común en oscuridad, tropezó un par de veces, pues los muebles los habían cambiado de sitio. Estaba a punto de convocar luz con un hechizo, cuando sintió unas manos tibias sobre sus ojos.

—Voltéate despacio—la voz de Ginny le susurró en el oído.

Al encontrarse frente a frente, no perdieron tiempo en saludos y se dejaron caer sobre la alfombra de la sala común.

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Hola, este es un mini-fic, sobre Harry y Ginny, además se verá a Hermione y a Ron, quizás un poco de Draco xD. Ahí va el primer cápítulo, diganme si les gusta.

Esta historia está en el universo de mi otro fic, es como una precuela, pero no se relacionan en general. Pero claro que les agradecería pasarse por el otro, aunque es un poco más oscuro.

Esta historia está un año después de la batalla final contra Voldemort. Disfruten y dejen un comentario, se agradecería.

Disclaimer: Los personajes no me pertenecen, son propiedad de JK Rowling; solamente los uso para divertirme.