¡Hello, gente!
Sip, mi mente insana y yo hemos decidido volver con más OkiKagu para la comunidad, promoviendo mucho más el amor por esta pareja :3 esta vez, me presento en lo que podría ser un Semi-AU, si así lo quieren tomar, pues como no tengo ni idea de lo que está pasando en el manga (sólo anime, sorry) estoy un poco desactualizada, así que, parte del universo original...es y no es xD yo me entiendo :v
Advertencia: Lemon hard y explícito (?) en posteriores capítulos. Ya saben, como a mí me gustan las cosas xD lenguaje soez y en sí, temas que son para mayores de edad.
Disclaimer: Los personajes que empleo en este fanfic son creación de su autor gorila; yo sólo los tomo prestados para hacer que se amen UuU y sólo me pertenece la trama que a partir de ahora se desarrollará.
Porque los sádicos también se enferman.
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El Capitán de La Primera División del Shinsengumi podría ser muchas cosas: Un hijo de puta sin corazón, Sádico de primera, jugador de bromas pesadas, asesino, pero una persona débil jamás. Podía contar con la mano aquellos con quienes se ha enfrentado y han logrado hacerlo sudar la gota gorda; han logrado hacerlo dudar de si saldría vivo de esa. Pero, entre esas escazas cosas―o personas, da lo mismo―, no figuraba para nada un virus adquirido en la comunidad que había viajado a través de su vía aérea y había causado estragos en su organismo, activando su sistema de defensas y produciendo síntomas como fiebre, pesadez y muchos, muchos mocos.
Si, Okita Sougo tenía gripe.
Que lamentable.
Pese a eso, no quería permanecer en cama haciendo nada―prefería salir a hacer nada a la calle―, por lo que le había insistido a Kondo que aquello sólo era una alergia a Hijikata; que entre más lejos estuviese de él, mejor se pondría. Y si eso no ocurría, pues siempre tenía como opción deshacerse de la ponzoña. Kondo prefirió la primera opción―porque el muy estúpido se comió el cuento― y lo dejó irse.
Ahora, en medio del clima cambiante de Edo, Okita estaba seguro que debió haberse quedado en su calentita cama dejándose atender de los demás miembros del Shinsengumi―cosa horrible, pero como no habían mujeres, le figuraba―. Las nubes oscuras avisando de que pronto llovería parecían multiplicarse como si se tratasen de conejos en medio de su reproducción. Ahí, sentado en la banca del mismo parque de siempre, se dio cuenta de que consigo no había traído un paraguas. Se hizo una nota mental de escuchar el pronóstico del tiempo de aquella mujer con nombre obsceno.
Bueno, tampoco es que estuviera tan grave como para no caminar en medio del sereno hacia el Shinsengumi, pero la figura pequeña con cabello bermellón, ropas chinas y un paraguas en manos siendo acompañada por su mascota gigante le hizo quedarse ahí. A lo mejor lo que necesitaba era darse en la madre con la Amanto ilegal para recuperarse por completo.
―Deberían limpiar los parques de tanta mierda, ¿no crees, Sadaharu? ―Amigable saludo; la China tan linda como siempre. ―Y eso que hay un aviso de recoger la caca que hacen tus mascotas ―el perro sólo ladró en respuesta.
―China, dejemos los insultos verbales del inicio y vamos a la acción ―parándose de la banca, tomó su katana, la desenvainó para acto seguido apuntarla al cuello de la Yato, que sonrió desafiadoramente.
―¿Tan pronto quieres reunirte con tu amigo el suelo? ―elevó su paraguas, para que este también tocase el cuello del policía. ―Sadaharu, ve por ahí en lo que termino de aplastar a esta cosa de aquí.
El can obedeció la orden, dejando a los jóvenes listos para el inicio de su pelea. Esperaban poder adivinar el primer movimiento que el contrario haría. Sin mover un solo musculo, sin parpadear. ¿Se movería la derecha? ¿A la izquierda? ¿Qué tipo de expresión tenía el otro? había un patrón que Kagura tenía, y ese era el sonreír antes de dar un golpe, más el golpe no llegó, ya que ella se detuvo cuando sintió una gota de agua caer encima de su cabeza, siendo seguida por miles de millones más. Kagura, cuyos reflejos eran de admiración, se cubrió con su paraguas para evitar quedar empapada. Con lo que ella no contaba era con que Okita se juntara a ella en busca de la protección del paraguas.
Venga, que el sereno era una cosa, pero la lluvia otra totalmente diferente. Si Sougo se dejaba dar una mísera gota, temía estar padeciendo al día siguiente Neumonía o algo peor.
―¿Qué mierda crees que haces, Sádico? ―le preguntó entonces la bermellón, mirándolo con el ceño fruncido. ―No pienso compartir mi paraguas contigo.
―China, no seas tacaña. ¿Qué el Danna no te ha enseñado a compartir? ―le dijo, aun sabiendo que el nombre de Gintoki mencionado en una oración en compañía de la palabra compartir no tenía ni lógica ni sentido.
―Gin-chan me dice que no debo compartir cosas con extraños.
―Sí, pero yo no soy un extraño ―apenas y había podido terminar la frase, cuando empezó a toser.
Kagura alzó una ceja, interrogante. ¿Acaso el Sádico estaba enfermo? pero mira que eso si era hilarante para ella. Pese a eso, Shinpachi le había dicho que cuando una persona se mostraba vulnerable y estaba al alcance de ella ayudarle, que lo hiciese, porque ella era buena. Sí, pero en ninguna parte decía que tenía que ayudar a su némesis. Aun así, la voz de quien sabe qué―la conciencia, dicen algunos―le dijo que no podía dejarlo tirado en ese estado.
―Vamos ―fue todo lo que ella dijo antes de comenzar a caminar a la par con el oficial bajo el cielo lluvioso. Sadaharu sabía el camino a casa él solito perfectamente.
Caminaron―sin rumbo, para colmo―en silencio durante un rato. Sougo distraído mirando el cielo, mientras que Kagura, algo turbada, se maldecía por avergonzarse de la situación. Ella era consciente de que cuando dos personas caminaban compartiendo un paraguas, era considerado algo así como una cita o cosas de enamorados. Además, el constante roce de su hombro contra el brazo del joven la desconcentraban más. Ella dejaría, sinceramente, de ver tanto dorama con Gin.
Saliendo de sus desvaríos, Kagura se dio cuenta de que Sougo había parado de caminar, haciendo que ella también lo hiciera. Lo observó entonces, fijándose en que estaba más pálido de lo normal.
―¿Te encuentras bien? ―la pregunta se había deslizado de su lengua casi sin pensar. Se reprendió a sí misma por sonar preocupada.
―Me he enfriado un poco, es todo así que…- ―un estornudo interrumpió la frase del Capitán.
La Yato lo analizó. Estaba respirando agitadamente, y―que alguien grabara ese momento, por favor―tenía las mejillas levemente sonrojadas, quizá por la enfermedad; porque sí, Ese robaimpuesto parecía estar verdaderamente enfermo. Aquello le hizo gracia, ¿el Sádico enfermo? no veía cabida para eso. Pero, se recordó a sí misma, él sigue siendo un humano. No uno cualquiera, pero al fin y al cabo uno.
Ella, imitando el acto que Gin hacía cuando quería comprobar su temperatura, puso una de sus pálidas manos sobre la frente de Okita, quien la miró sorprendido.
―¿Qué haces? ―le preguntó al cabo de unos segundos.
―Creo que tienes fiebre.
―¿Estás loca? me encuentro perfectamente b..- ―la tos volvió a atacarlo, pero esta vez con mayor intensidad.
―Sí, seguro ―la miembro femenina de la Yorozuya tomó su antebrazo y lo arrastró para que se pusiese en marcha. ―Vamos a dejarte en el cuartel de ladrones y así yo poder librarme de ti.
Los pasos de la joven Amanto se vuelven acelerados―haciendo que los de Sougo también lo hicieran―mientras caminaban bajo la lluvia intensa. A pesar de la gruesa chaqueta del uniforme del Shinsengumi, Okita se sentía calado hasta los huesos, no dejaba de temblar, sintiéndose febril y mareado. Kagura no se había hecho una idea del estado del policía, hasta que sintió como él se apoyaba en ella, parando en seco el andar de ambos. Cuando se giró para ver qué demonios pasaba, el castaño jadeaba cansado y ahora tenía las mejillas totalmente coloradas.
―Putos virus ―fue lo último que dijo el joven, antes de caer de lleno contra el cuerpo de Kagura. Ella, en acto de reflejo, soltó la sombrilla y lo sostuvo para evitar que tocase el suelo y la llevara a ella de paso. Terminó estando de rodillas, con él prácticamente encima.
―Oe, Sádico, ¿te moriste? ―preguntó, golpeando sus mejillas con las palmas de las manos para obtener una respuesta rápido.
―No China, pero estoy a punto ―logró decirle, aun con los ojos rubíes cerrados.
El ceño fruncido de la Yato se profundizó para después dejar escapar un suspiro. Sintiendo como el Sádico tiritaba, y mirando alrededor por si alguien los viera, lo rodeó con los brazos para proporcionarle un poco de calor.
Estúpido, cursi, algo digno de Piruletalandia. Ugh, que ella no era así, joder.
―China ―habló entonces Sougo en el oído de Kagura, haciéndola estremecer.
―¿Qué? ―contestó algo brusco, sin apartar la vista de en frente.
―Eres cálida ―le soltó. Tenía fiebre, así que bien podría decirle lo que quisiera sin tener que darle explicaciones luego.
―No sabía que tú también podías delirar ―aquel comentario la había puesto un poquito roja, solo poquito.
Pero entonces ella notó que el cuerpo ya pesado de Sougo se triplicó, por lo que intuyó que se había dormido a causa de la fiebre tan alta que en aquel momento tenía, pues ella había pegado su mejilla contra la de él para verificar la temperatura.
―A veces te odio ―escupió y, reuniendo su fuerza bruta, tomó su paraguas y cargó al policía, pues sabía que debía llevarlo a algún lugar cálido y secarlo―o que se seque él―para evitar que se pusiese peor.
Así pues, escogiendo la opción más cercana, decidió dirigirse a la Yorozuya.
Bien, eso ha sido todo por ahora. La clasificación la cambiaré a una M cuando lleguemos a EL capítulo. O LOS capítulos (podrían ser más de uno, nada es seguro en esta vida). En cuanto a la edad que tengan...no sé, piensen que tienen la edad que quieren xD ¡aquí todo es posible!
El título me salió así porque ahora ando mezclada con el tema de los virus en la universidad :v yo soy tremendamente imaginaria para dar títulos x3 no siendo más, prepárensen con vaselina para el próximo lemon (?)
¡Bye!~
