Disclaimer: Los personajes conocidos pertenecen a Richelle Mead, todo lo demás es mío.
Capítulo 1
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-¡Vamos camarada! Tienes que bajar la guardia un poco -Giré la cabeza y la miré incrédulo, ella me miró con sus ojos cafés y sonrió.
-¿Quién eres y que le has hecho a mi Roza?
-Desapareció…
Desperté exaltado y cubierto de sudor. Unos golpes en la puerta de mi habitación terminaron de despertarme, me levanté y cubrí mi cuerpo con una bata antes de abrir la puerta. Eran las 03:00 a.m. Abrí la puerta y Christian me miraba desde el otro lado con una mirada extraña. Me puse alerta inmediatamente.
-¿Todo bien? –pregunte haciéndolo pasar a la habitación y mirando fuera de la habitación. El pasillo estaba desierto.
-Dimitri, tenemos que ir a Pensilvania.
-¿Qué? ¿Por qué? ¿Lissa está bien? –no necesitaba que él me repitiera nada, inmediatamente me comencé a ponerme la ropa.
-Si… Ahmmmm ella está bien –lo miré incrédulo mientras tomaba mi gabardina y mi estaca. Christian tragó en seco y se pasó una mano por el cabello.
-¿Lissa está bien? ¿Entonces qué pasa?
-Es Rose. Ella… hay que ir a Pensilvania.
Tres años después.
Me desperté sobresaltado y en guardia. Las pesadillas cada vez eran más recurrentes, sin embargo las eché en lo más profundo de mi cabeza. Me puse ropa deportiva y me dirigí hacia el gimnasio. Eran las 03:00 de la madrugada, la hora rigurosa de mis pesadillas, a pesar de que era lunes, el campus estaba bastante concurrido. Christian había hecho un excelente trabajo al acoplarse al horario humano, ahora, estaba a punto de graduarse de la universidad, pronto regresaríamos a la Corte y tendría que regresar al horario Moroi.
La Corte. Odiaba ese lugar. Me traía tantos recuerdos, tanto buenos como malos, pero, preferiría no regresar. Sin embargo, Christian regresaría y yo, como su guardián, regresaría con él. El deber esta ante todo. Suspiré al entrar al gimnasio de la universidad, estaba vacío excepto por su usuaria nocturna. Lena Vólkova.
-¡Hey, Dimka! –me saludó sin perder el paso.
-¿Cuántas milla llevas? –pregunté poniéndome a su paso en la pista de atletismo. Lena rió.
-Cuatro.
-Una noche difícil –comenté viendo como ella soltaba un suspiro.
Lena era una deportista excelente. Me recordaba a Rose en St. Vladimir, rápida, ágil, activa, viva. La miré, ella tenía la mirada fija en el horizonte y entonces noté los ojos y nariz rojos. Le seguí el paso en silencio, a Lena le gustaba mucho el silencio. Corrimos 5 millas más en silencio hasta que Lena se detuvo y miró el reloj.
-Debería de irme, tengo clase en dos horas –miré el reloj y eran las 6:00 a.m., me limpié un poco de sudor con el dorso de la mano y después la miré a ella.
-¿Necesitas compañía? –pregunté caminando junto a ella hacia la puerta, Lena me sonrió débilmente.
-Creo que hoy, tú la necesitas más que yo –respondió tomando mi mano y presionándola suavemente.
Lena era la tutora de historia de Christian, era tres años más grande que él y estaba cursando un posgrado en Harvard, universidad a la que Christian asistía. Lena era alta, curvilínea, su cabello era de un rubio casi castaño, largo y ondulado, ojos grises y piel tan blanca como la de Lissa. En un principio tanto Christian como yo habíamos pensado que ella era humana, se comportaba como tal y jamás dio muestras de no serlo, hasta que una noche Lena entró abruptamente en la habitación de Christian mientras él estaba con un alimentador.
Ese día descubrimos que Lena era una Moroi. Una moroi más dhampir que moroi.
Aún estaba oscuro afuera cuando salimos del gimnasio, Lena caminaba a mi paso en silencio, su apartamento estaba en el mismo edificio que el de Christian y el mío, solo un piso más arriba. Ella vivía sola con su gato, un siberiano de tres años. Lena abrió la puerta y entró, yo entré detrás de ella y cerré la puerta.
La verdad, no sé en qué momento esto se nos hizo costumbre. Las pesadillas solían despertarnos de madrugada, ambos recurríamos al gimnasio para correr, así fue como nos conocimos hacía dos años. Desde hace año y medio después de correr la llevaba a su apartamento donde a veces hablábamos, otras veces solo nos sentábamos en su pequeña salita en silencio hasta que ambos teníamos que irnos a hacer nuestros deberes o nos quedábamos dormidos.
Como siempre, ella se sentaba en su puff mientras que Adrián (su gato) nos miraba con odio por despertarlo tan temprano, era un gato bastante perezoso, yo la seguía y me sentaba en el sillón para una sola persona que estaba a un lado de ella. Lena apoyaba su cabeza en mi rodilla y yo comenzaba a acariciar su cabello. Como lo dije, no sé en qué momento esto se nos hizo costumbre.
-Soñaste con ella de nuevo, ¿verdad? –preguntó con esa voz suya suave y delicada en ruso. Ella era rusa como yo y también se nos había hecho costumbre hablar en nuestra lengua materna cuando estábamos solos.
-Sí. Recordé una noche mientras la tuve cautiva en Siberia.
-No eras tú.
-De cierta forma, si lo era.
-No, no eras tú. Y ella lo sabía.
Una noche, la noche en que esta costumbre comenzó, le conté a Lena sobre Rose y Siberia. Le conté todo sobre Rose en realidad. Le conté como fue que me enamoré de ella, como lo negué y como por ella, convencí a los guardianes de St. Vladimir para ir a rescatar a los secuestrados por Strigois el día del ataque. Le conté como fue mi conversión en Strigoi, como decidí irme de Estados Unidos y como Rose me encontró e intentó matarme.
-Lo sé, ella me perdonó.
-Y tú deberías de perdonarte también –me dijo, como lo había hecho muchas otras, cada que me culpaba por mi comportamiento como Strigoi.
-La extraño –dije sin más. Era la primera vez que lo admitía en voz alta. Lena giró su cabeza hacia mí y me miró con sus enormes ojos grises.
-Lo sé, Dimka, lo sé.
-¿Por qué tuvo que morir?
-Murió haciendo lo que amaba.
Y vaya que tenía razón. Lo sabía, sin embargo, una parte de mí odiaba eso, odiaba que Rose hubiera dado su vida por Lissa y que Lissa no la trajera de nuevo a la vida. Aun recordaba cada parte de la carta de Lissa, todas y cada una de las palabras que decía, hasta podría recitarlas de memoria. Cada noche recordaba como Christian había ido hacía mí, despertándome en la madrugada para regresar a Pensilvania, había habido un ataque a la reina y tanto él como yo regresamos inmediatamente.
Un grupo de strigois habían atacado a Liss mientras regresaba de Lehigh a la Corte, y Rose siendo su guardiana había luchado fieramente defendiéndola. Solo que los strigois no iban por Lissa. Su objetivo había sido Rose.
Rose.
Dos días después encontré su cadáver entre el bosque que rodeaba la corte. Su cadáver frío e inerte. Su garganta había sido destrozada de tal forma que su cabeza casi había sido cercenada a mordidas. La habían asesinado brutalmente.
Lleno de rabia, me dediqué a perseguir a los Strigois que las habían atacado. Los encontré en Nueva York, Ohio y Canadá. Fueron 30 strigois los que habían atacado, de los cuales 15 habían muerto en el ataque (5 de ellos muertos por la mano de mi Roza), de los otros 15 me encargué yo. Me había tomado seis meses cazarlos a todos. Después regresé con Christian, quien se había quedado en la seguridad de la corte junto con Lissa. Estuvimos ahí seis meses más y después regresamos a la universidad. Ambos habían retrasado sus estudios un año debido al ataque.
-Tú también soñaste con él –dije finalmente. Los ojos de Lena se llenaron de lágrimas.
Hace tres años, el prometido de Lena había sido asesinado frente a ella defendiéndola. Tanto Lena como Kalevi, su prometido, eran reservados en su vida y no solían salir de fiesta, pero esa noche, una fría noche de primavera, decidieron salir a celebrar junto con varios amigos. La noche había ido bien hasta que, de regreso a su hotel, un grupo de maleantes los atacó. Intentaron violar a Lena, pero Kalevi peleó con ellos, sin embargo eran cinco contra uno, y uno de ellos estaba armado. Apuñaló a Kalevi en los brazos de Lena y en sus brazos murió. Ambos estaban de vacaciones en NY en el momento del ataque.
-No –respondió derramando unas cuantas lágrimas. Yo la miré con sorpresa.
-¿No? Entonces, ¿con quién?
-¿Lo estaré olvidando, Dimka? –preguntó regresando a mirar a la nada, suspiré antes de responder.
-No creo –respondí escuetamente.
-¿Entonces?
-Mmmm… tal vez tu mente te está dejando descansar de las pesadillas.
-Creo que lo estoy dejando ir –respondió ella finalmente levantándose y sentándose en mi regazo, yo la abracé y ella hundió su cara en mi pecho-. Lo extraño, Dimka, pero ya no me duele.
-¿Qué es lo que no te duele?
-El corazón. Ya no me duele pensar en él. Antes era imposible, sentía que me partía el alma. Ya no.
La miré en silencio. A veces eso me pasa cuando pienso en Rose. No siento dolor ni coraje, solo... paz. La abracé más fuerte y ella hundió sus sollozos en mi pecho. Estábamos rotos, a ambos nos habían arrebatado al amor de nuestras vidas de una forma cruel y despiadada. Le besé la coronilla y ella hipó.
-Todo estará bien, Lena.
-¿Cómo sabes?
-Por qué yo no te dejaré, y mientras yo esté aquí, nada va a estar mal.
Unos golpes en la puerta me despertaron. No supe en que momento me quedé dormido con Lena entre mis brazos, ella dormía también. Con mucho cuidado, la levanté y con ella en brazos abrí la puerta, temía que el sonido la despertara, ya había tenido una mala noche. Christian no se sorprendió al verme con Lena en brazos, simplemente pasó y cerró la puerta detrás de él mientras yo llevaba a Lena a su habitación. La dejé cuidadosamente en su cama, le quité los zapatos para correr y la tapé con una manta antes de salir. Christian me esperaba sentado en un sofá con Adrián en el regazo.
-Siempre me ha parecido muy curioso el parecido que tiene este gato con su homónimo humano –dijo con una sonrisa mientras le rascaba la panza al felino-. Aunque este Adrián si me cae bien.
-Lo siento, Christian, perdí la noción del tiempo –me disculpé inmediatamente, había dejado mi puesto de guardián por unas horas.
-Bah, Belikov. Sabes que puedo cuidarme solo, además, sabes que hay salas cuidando el apartamento.
-No es excusa…
-Oh cállate, Dimitri –me interrumpió con una sonrisa. Le sonreí de vuelta.
-¿Qué clases tienes hoy?
-¿Clases? ¿Estás loco? Hoy comienza el Spring Break, viajaremos a la Corte.
Lo miré con pesadez, había olvidado las vacaciones de primavera. Inconscientemente miré hacia la habitación donde Lena dormía, Christian soltó una risita.
-Puedes traer a tu novia, ya está todo arreglado.
-Ella no es…
-¿Tú novia? –Me interrumpió mirándome con sarcasmo- ¡Vamos Belikov! Tienen saliendo dos años.
-Solo corremos juntos –dije abriendo la puerta y señalándole la salida, Christian salió y cerré con seguro.
-Mira, hasta tienes una llave de su apartamento.
-Es por seguridad –le respondí. Christian bufó.
-Eres un necio. Pero puedes traerla, Liss está emocionada por conocer a una Moroi que no sabe nada sobre el mundo Moroi.
-Le preguntaré –fue todo lo que le respondí zanjando la conversación.
Creo que el hecho de no conocer a ningún otro moroi antes fue lo que llevó a Lena aceptar acompañarnos a la corte. Si bien su padre era moroi, Lena había sido educada en Rusia en un internado, después su padre decidió venir a vivir a Estados Unidos y Lena llegó a Ohio cuando tenía 16. Ahí, su padre conoció a una mujer humana y se casó con ella. Lena tenía una hermanastra humana y un hermano, que Christian y yo creíamos era dhampir, de los cuales no hablaba. Su padre murió cuando ella terminó la preparatoria y ella llegó a Harvard a estudiar.
-Muy bien, déjenme ver si entendí –dijo ella con su acento ruso mirando a Christian desde la parte trasera de la camioneta, el aludido también la miraba-, ustedes, están gobernados por una reina, la cual es tu novia, flamita –señaló a Christian quien asintió-, y Dimitri es tu guardián –Christian volvió a asentir-. Las personas como yo se llaman moroi, y las personas como Dimka son dhampirs.
-Y además, los moroi manejan magia –dijo Christian prendiendo una flamita en su dedo índice.
-¡Vaya flamita! Jamás me acostumbraré a eso.
-Tú también tienes magia, solo debes de descubrirla. Y deja de llamarme flamita.
-No olvides a los strigois, flamita –dije conteniendo una carcajada. Christian me dio un puñetazo en el brazo.
-No es gracioso, eso atenta contra mis habilidades.
-¿Qué es un Strigoi? –preguntó Lena.
-Los strigois son vampiros muertos, ellos matan cuando se alimentan, a diferencia de nosotros que solo tomamos un poco de sangre.
-Ok, entonces, vampiros buenos, vampiros malos, medios vampiros y magia. Bien, creo que lo entendí.
El viaje a la corte fue tranquilo. No tuvimos ningún tipo de inconveniente, Christian se quedó dormido a mitad del camino y Lena solo miraba silenciosamente la carretera. No volvimos a hablar de lo que había pasado en la mañana. Después de un rato de ver como Lena se mordía la lengua decidí ayudarla a hablar.
-Ya suéltalo.
-¿Crees que le guste? A la reina.
-Sí, Lissa es muy amable.
-Pero el que sea amable no quiere decir que le agrade.
-Tranquila, le agradarás –le dije tomando su mano, Lena apretó la mía en señal de entendimiento.
Y entonces, la corte apareció ante nosotros.
¡Hola! ¿Cómo les va? Bueno pues, la semana pasada me leí la saga completa de esta linda historia y las ideas comenzaron a revolotear en la cabeza. Espero que la historia les guste, viene relatada desde la perspectiva de Dimitri después de Last Sacrifice.
¡Espero sus reviews con ansias!
Un beso, Kat!
