Disclaimer: Harry Potter es propiedad de J. K. Rowling, Bloomsbury Publishing, Scholastic Inc. y AOL/Time Warner Inc. Nadie gana ningún beneficio económico con esta historia.

Capítulo 1

Mirando por la ventanilla del tren a las familias despedirse y a compañeros de clase saludarse, pensó en la importancia de las relaciones. Antes del final del curso anterior las había considerado algo innecesario, un incordio, pero después de comprobar que esas conexiones habían sido lo que habían mantenido a Leyna con vida había pasado el verano meditándolo. Aún pensaba que demasiada gente en tu entorno era un incordio, pero sí era necesario tener más de un amigo y familia, confiaras o no en ellos, era suficiente con que ellos lo hicieran en ti, se preocuparan por ti. El misterio de socializar radicaba en hacer buenas elecciones, tener relaciones útiles con gente influyente o que pudiera llegar a serlo, gente con algo de cerebro a la que no quisieras maldecir por su estupidez cada vez que abrieran la boca.

Altais se apoyó en el respaldo del asiento en el compartimento elegido, que tenía fe en que ese año pudiera conservar, y abrió el libro en su regazo, sin embargo, siguió pensando en el verano. Esos meses le habían dado más muestras de la importancia de socializar, el señor Potter siempre había tenido a sus dos amigos a quienes llamaban el Trío Dorado, y gracias a la amistad de Ron Weasley con Harry Potter este último se había relacionado con el resto de la familia, lo que había resultado en que contribuyera económicamente en Sortilegios Weasley, razón por la que al fin esa familia estaba saliendo del agujero de pobreza en el que vivían por sus lealtades en decadencia. Sí, definitivamente era algo importante de modo que ese año tendría que hacer un esfuerzo y quedarse en algún momento en la sala común, cuando había gente, y estudiar al resto de alumnos en busca de candidatos, también debía estar atento en el Gran Comedor en vez de seguir leyendo con un hechizo impermeabilizante en el libro en cuestión. Iba a tener que hacer algunos cambios y se le hacía más cuesta arriba porque la adolescencia parecía haberle golpeado con fuerza, al menos con ese factor de dormir más, en el último mes sentía que siempre tenía sueño.

Bostezó, agitó la cabeza y apartó sus pensamientos para centrarse en la lectura de "Auge y caída de las Artes Oscuras". Un par de minutos después la puerta del compartimento se abrió dejando ver el rostro de Leyna.

—Oh… hola —saludó la chica debatiéndose entre entrar o no, era cierto que habían estado más unidos, por decirlo de alguna forma, a finales de primero, pero no habían hablado en todo el verano, quizá él no quisiera compañía. Además estaba el recuerdo de ese beso que le había dado al despedirse—. ¿Puedo?

—Hola, Samuels. Por supuesto —contestó Altais. Leyna era una buena opción, ya había tenido que relacionarse un poco con ella el año anterior y este año sería igual debido a su amistad con Emery, además la chica era inteligente, quizás un poco sabionda y cargante a veces, pero soportable la mayor parte del tiempo.

—Gracias —dijo con una sonrisa, entrando y sentándose enfrente de él, al lado de la ventana. Vio a sus padres y a su tío en el andén y saludó un poco antes de abrir el libro que le habían regalado, parecía que iba a ser una costumbre, ella no se quejaba—. ¿Pasaste un buen verano?

—Sí, fue tranquilo. ¿Y el tuyo? —preguntó con algo de retardo, recordándose que era lo que tenía que hacer, mostrar interés aunque no lo tuviera realmente.

—También… hasta que vino Zaniah —contestó con una expresión sufrida, pero una pequeña sonrisa.

—¿Estuvo practicando sus… grandes proyectos? —preguntó esperando no haber sonado demasiado sarcástico. Al nombrar a la otra chica volvió a ese debate consigo mismo, no le veía mucha utilidad, pero parecía que era inevitable tener que relacionarse con ella también, su último bastión para convencerse era que si de verdad llegaba a ser organizadora de fiestas y no sólo otra bruja cotilla buena para nada conocería a mucha gente influyente y entonces sería un contacto importante.

—Bastante, mi madre estuvo organizando una fiesta de cumpleaños para mi padre y ella le ayudó, ambas estaban encantadas con todo eso. Yo también, así pude huir a la biblioteca —comentó y rio un poco—. Al final la fiesta fue un éxito y creo que ha seguido hablando con mi madre para ayudar en más proyectos, creo que al final será esa organizadora de fiestas tan famosa.

Altais asintió, conforme al saber que iba por buen camino para llegar a ser alguien útil. La puerta volvió a abrirse y entró Zaniah como convocada por su conversación.

—¡Leyna! —dijo feliz y literalmente se lanzó sobre la rubia a abrazarla—. Te he echado tanto de menos.

—Nos vimos hace dos semanas —protestó Leyna alejando el libro como pudo para que no lo dañara.

—Dos semanas es tiempo suficiente para echarte de menos —aseguró Zaniah y se incorporó para quedar sentada a su lado—. Hola, Altais.

—Hola, Apeldty —saludó el aludido, pero prefirió no darle coba a esta, ¿y si le saltaba encima también? No iba a arriesgarse, por otra parte, estaba bastante entretenido tratando de discernir cómo funcionaba aquello de asumir que podían llamarle por su nombre de pila.

—¡Ya estáis todos aquí! —el compartimento volvió a abrirse y Emery entró sonriendo ampliamente, abrazó a las dos chicas y se sentó pasándole un brazo por los hombros a Altais—. Me alegra veros. ¿Cómo fueron las vacaciones, Altais? No mandaste ni una carta.

—Te dije que escribiría si veía dragones, no se dio el caso —respondió. Otra cuestión era la manía de todo el mundo de usarlo de bastón, Teddy hacía también eso de pasarle el brazo por los hombros, no era justo porque él no podía realizar el gesto sin parecer un mono colgado de un árbol, algo totalmente incómodo—. Fueron bien, tranquilas. ¿Tú tienes alguna novedad más?

—Montones, demasiadas para contarlas todas en un viaje tan corto de tren —aseguró el castaño sacando una bolsa repleta de varitas de regaliz—. Antes de volver de Rumania me dejaron asistir al nacimiento de bebés dragón, minis Bola fuego chinos… eran adorables de pequeños… aunque la madre tenía una mala leche si te acercabas mucho… casi me quema el pelo —empezó a contar.

—¡Chiquitines! Qué monada. Es un viaje eterno, cuenta más que la otra mitad os tengo que contar todas mis fiestas —dijo Zaniah.

—¿Todas? —dijo con alarma Leyna, esas eran muchas y las había leído todas en las cartas.

—Claro que todas, cada una tiene su punto especial, tienen que conocer mi genialidad —contestó la chica de pelo caoba.

La rubia miró a Altais y suspiró. —Vamos a morir —vocalizó mirando con anhelo su libro.

Los ojos grises del chico parecieron sonreír y también miró su libro abierto.

—Yo quiero saber a quién has deslumbrado —contestó Emery interesado.

Altais casi se desnuca para mirarle, no sabía que el chico tenía instintos suicidas, pero era la única explicación para que le diera coba.

—He hecho una fiesta cada dos semanas, aunque sin duda las mejores son la que hice con Pansy, Pansy es su madre, me deja llamarla así, vamos a ser socias —dijo Zaniah señalando a Leyna—. A esa fue la flor y la nata de Francia, logramos atraer a todo el mundo a la fiesta, fue la bomba. Pero, mejor por orden, la primera…

Altais decidió desconectar por el bien de su salud mental, eso de sociabilizar mejor en pequeñas dosis y Zaniah era una dosis para que la aguantaran expertos, no principiantes como él. Alzó su libro de su regazo y continuó leyendo, aislándose fácilmente de la conversación, pese a la emoción de la chica era tranquila, nada comparado con el alboroto que armaban los amigos de Teddy. Al rato bostezó una vez más y apoyó un codo en la repisa de la ventana y poco después pasó a devolver el libro a su regazo y seguir leyendo así. Parpadeó repentinamente, el sueño trataba de atraparle como si no hubiera dormido sus ocho horas la noche anterior y en algún momento sus ojos se cerraron, quedando dormido con la cabeza apoyada en la ventana, el codo que había apoyado se deslizó hasta dejar caer el brazo sobre el libro abierto.

Leyna fue la primera en percatarse de que el chico se había dormido, le sorprendió bastante, pero no dijo nada, decidiendo dejarlo dormir hasta que despertara o hasta que llegaran y tuvieran que despertarlo ellos, al menos se libraba de escuchar todas esas fiestas y… se veía bien dormido, nada de esa frialdad que lo caracterizaba; ella sonrió suavemente antes de volver a poner su vista en el libro, de vez en cuando volviendo a mirar ese rostro relajado.

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Caminaba un paso por detrás de Zaniah y Leyna, a su lado iba Emery, se dirigían hacia su primera clase de Defensa contra las Artes Oscuras de ese año, se sentía curioso por cómo serían, más conociendo un poco al profesor, al menos le daba una garantía de que no iba a ser otro loco, no obstante, iba distraído pensando en la tarea de Herbología que después tendría que realizar, o más bien tratando de pensar en eso porque se sentía cansado, muy cansado, siempre se sentía así, no había pasado ni una semana y ya estaba pensando en ir a la enfermería a ver si conseguía poción reconstituyente… Sus pensamientos se cortaron cuando su pie derecho se hundió en el escalón y toda la pierna le siguió, haciéndole caer hacia delante, por suerte, reaccionó lo suficiente rápido para parar con las manos en vez de con los dientes.

—¿Qué demonios…? —masculló desconcertado, los otros tres habían pisado ese mismo escalón y estaban tan campantes, ese no era un escalón falto, no debería serlo.

—¿Estás bien? —se preocupó Leyna mientras Emery lo ayuda a salir del agujero, le cogió las manos cuando estuvo de pie y las observó asegurándose de que no estaba herido.

—Sí, estoy bien —contestó recuperando sus manos, aunque lo que le dolía era la rodilla de la pierna contraria que habían impactado contra un escalón muy real en la caída—. Los escalones falsos son fijos, no tiene sentido que desaparezca —meditó en voz alta.

La rubia miró el escalón y luego a su alrededor, esperando dar con algún bromista. —Igual alguien puso una broma y se olvidó —meditó aunque no muy convencida.

Altais soltó un bufido, el primero que le habían escuchado. —Vamos a clase antes de que se haga tarde —dijo retomando la marcha.

—Vas un poco… mal. ¿Seguro que no te duele algo? —indagó Zaniah.

—Estoy perfectamente —respondió en tono cortante.

Emery le sonrió con condescendencia a la chica y le hizo un gesto para que siguiera caminando.

—No queremos un castigo tan pronto —dijo sonriendo ampliamente.

—Pues yo creo que se ha hecho daño —cuchicheó aunque haciéndoles caso y siguiendo andando.

—Chicos —susurró Leyna encogiéndose de hombros.

La clase ya estaba abierta, entraron y tomaron asientos en los mismos lugares que el año anterior, Altais aprovechó para estirar y flexionar la pierna izquierda, esperando que con disimulo, comprobando que sólo dolía por el golpe, pero no parecía algo más grave, de todas formas cuando acabara esa clase se haría un hechizo sencillo de diagnóstico de los que había aprendido el año anterior preocupado por Leyna.

—Tú conoces al profesor, ¿verdad, Altais? —preguntó Leyna interesada, al menos ese año preveía no acabar castigada en todas y cada una de esas clases.

El chico dejó de ejercitar la rodilla y se giró para contestar.

—Apenas algo más que de vista. Teddy sí va a las reuniones de los Weasley muchas veces —contestó.

—Al menos podremos aprender cosas más interesantes de las Artes Oscuras —opinó ojeando el libro.

—Es rompedor de maldiciones para Gringotts así que espero que demos materia relacionada con eso. Teddy me dijo que aceptó dar clase porque a la vez ha sido contratado para un trabajo aquí, o algo así escuchó —añadió Altais.

—O porque McGonagall ya no sabía a quién poner para el puesto maldito —rio Emery entre dientes.

—Victorie ha entrado este año… no me decido a considerarlo una casualidad —meditó el otro.

—Vino a vigilarla —el castaño volvió a reír.

La puerta de la clase se cerró y prestaron atención al hombre de cabello largo pelirrojo recogido en una coleta, con una cicatriz en el rostro que sólo opacaba un poco su atractivo.

—Buenos días, mi nombre es William Weasley y la directora McGonagall me ha pedido que sea vuestro profesor este año. En el caso de que alguien haya abierto el libro habrá visto que no vamos a dar mucho sobre criaturas este año, nos enfocaremos en hechizos, maleficios y el Club de Duelo. La primera clase del Club de Duelo es parte de la asignatura, sin embargo, las sucesivas reuniones corre por cuenta de cada uno si quiere seguir o no. Podéis apuntaros en esas hojas del tablón —señaló con la cabeza al fondo de la clase donde había un tablón que el año anterior no habían visto—. ¿Alguna pregunta?... Bien —sonrió y comenzó a realizar una explicación sobre maldiciones, respondiendo algunas preguntas con paciencia.

Altais se frotó los ojos, quería atender la clase, tenía que mantenerse enfocado, pero el cansancio podía con él, ya había sido un milagro que no se durmiera en Historia de la Magia y sólo había conseguido dicha hazaña porque había estado aprovechando para hacer la tarea de Astronomía.

—Altais… que se te cae la cabeza —susurró Emery zarandeándolo un poco—. Necesitas un chute de algo.

El moreno se sintió agradecido por la advertencia y asintió lentamente, le pesaba la cabeza.

—Creo que iré luego a la enfermería a probar suerte —concordó hablando en voz baja.

—Debes, no sé qué te pasa porque has dormido del tirón —comentó el otro.

Altais asintió de nuevo. —Me fui a dormir antes que tú —concordó.

La clase se le hizo eterna, luchaba consigo mismo interesado con lo que Bill contaba, pero sintiendo que su cerebro se apagaba a media frase, se sintió angustiado por estar así, había dormido diez horas ese día, ¿por qué tenía tanto sueño como si hubiera pasado la noche en vela? Se sentía agotado física y mágicamente. Decidió que sí, cuando acabara la clase iría a la enfermería y comería algo rápido en el comedor, el resto del tiempo hasta la clase de la tarde lo aprovecharía echándose un sueñecito.

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Levantó la mirada de los apuntes que estaba tomando con el fin de no quedarse dormida en clase de Binns y sonrió al ver que Altais había acabado sucumbiendo a la tentación. La verdad era que el chico estaba cansado casi todo el tiempo, excepto cuando iba a la enfermería a por una poción revitalizante siempre se la pasaba bostezando o dando cabezadas, era como si no durmiera. En cualquier caso, esa clase no era importante y el fantasma no se daría cuenta, podía dejarlo descansar. Al otro lado del chico, Emery parecía estar pensando lo mismo y sonrió con cierta diversión cuando ambos asintieron a la vez.

Después observó a Zaniah, estaba concentrada haciendo lo que parecía una gran lista de cosas que debía comprar para su próxima fiesta, había decidido hacer una en la sala común celebrando el inicio de curso, como si a alguien le gustara celebrar eso, pero de cualquier modo nadie decía que no a una fiesta, además se la veía especialmente entusiasma ya que ese año sí había conseguido que la aceptaran en el Comité de Festejos.

Suspiró y decidió centrarse en su tarea… o en garabatear pergaminos con las anécdotas del profesor. Llevaba casi diez centímetros más cuando sintió que alguien se sentaba a su lado y daba unos toquecitos a su brazo. Frunció el ceño y miró a su izquierda, una chica de Hufflepuff, con quien compartían siempre esa clase, la miraba con unos grandes ojos azules y una dulce sonrisa en sus labios gruesos. Tenía el pelo largo y castaño y Leyna no recordaba haberla visto antes, aunque tampoco solía fijarse mucho en los compañeros.

—¿Necesitas algo? —preguntó, quizá un poco brusca, pero desde que habían regresado la gente no había hecho más que preguntarle por el juicio contra Smith y miles de rumores en torno a ese tema.

La chica asintió. —Eres Leyna Samuels, ¿verdad? Me han dicho que eres buena en pociones —susurró la chica, tenía una voz tan suave como su rostro.

—Lo soy —confirmó, no tenía caso ser humilde, sabía que era buena, ¿por qué mentir?—. ¿Por qué? ¿Y quién eres?

—Oh… perdón, me llamo Chealse Preece. Verás, a mí no se me da bien, nada bien y me preguntaba si podrías ayudarme un poco. Puedo darte galletas a cambio —ofreció sin dejar de mirarla intensamente.

Leyna parpadeó desconcertada, tanto por la petición como por el pago que quería darle. Sintió que una risa quería salir de ella, pero se contuvo.

—¿Quieres aprender o sólo sacar un suficiente? —preguntó, no iba a perder el tiempo ayudando a alguien que no tenía más motivación que no llevar un suspenso a casa a final de curso.

La chica negó con la cabeza. —Quiero aprender, aprender —aseguró—. Aunque no sé si podré sacar más que eso porque nunca he hecho ninguna poción bien del todo, ni la primera —le explicó.

Eso la sorprendió, porque esa poción, la cura para forúnculos, era demasiado simple como para que no la lograras hacer con un par de intentos.

—Creo que puedo ayudarte, pero necesitaremos empezar desde el principio para que vaya todo bien, tienes que estar dispuesta y… hacer muchas galletas —contestó sonriendo un poco con lo último.

—¡Sí! —dijo un poco más alto y se llevó las manos a los labios al darse cuenta, por suerte Binns no se percató y siguió la clase—. Me esforzaré y haré muchas galletas, soy amiga de los elfos y me dejan estar en la cocina —explicó—. Pero ya no te molesto —fue a alejarse pero Leyna negó.

—¿Por qué no me cuentas lo que se te ocurra de pociones? Así me hago una idea de lo que sabes y podemos empezar pronto, de todas formas esta clase es útil para estas cosas —sugirió, sonriendo.

Chealse asintió con entusiasmo y le empezó a contar lo que sabía y las meteduras de pata que había tenido desde el año anterior, mientras Leyla tomaba nota.

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—Ahí tenemos a la traidora número uno —la voz desagradable de Higgs llegó hasta ella cuando salía de la biblioteca, había estado dándole clase a Chealse y luego había aprovechado para revisar su trabajo de Transformaciones, no había esperado ver a esos tres ahí, ellos no solían ir a la biblioteca.

—No tengo tiempo para juegos, Higgs —contestó caminando en dirección a su sala común.

—¿A dónde vas con tanta prisa? —preguntó Wildsmith corriendo para ponerse en su camino y apoyó las manos en sus hombros—. Sólo queremos charlar contigo.

—No me toques Wildsmith —gruñó apartándose bruscamente de él.

—Sí, no la toques, se te pegará lo que sea que tenga —dijo Mabel con una expresión de repulsión hacia ella.

—Lo peor es lo que ya le has pegado tú —repuso Leyna.

—Ya quisiera —dijo el rubio guiñándole un ojo a su compañera de casa—. ¿Vas al Club de Duelo?

—A vosotros no os importa, dejarme tranquila de una puñetera vez —masculló entre dientes, sin dar un paso atrás, pero lista para sacar la varita.

—Sólo era una pregunta —dijo el chico luciendo como un perrillo apaleado por su reacción—. Caray, qué humos.

—Que no te afecte, Rigel, es sólo una traidora que ahora se junta con estúpidos Hufflepuff —dijo Higgs.

—Sólo necesita un poco de acción para desintoxicarse —decidió el chico con renovado ánimo—. ¿Vas a unirte al equipo de quidditch? Eres buena, me acuerdo —dijo tocándose la sien.

Ella se negó a contestar, ese tío estaba tan loco como los otros, aunque fuera diferente. Fue a sacar su varita, pero en ese momento vio a Emery acercarse apresuradamente.

—Ahora viene Farley a salvar a la princesita —rió Higgs.

—Aparta, estúpido, no tenemos tiempo —gruñó el chico y tiró de Leyna—. Altais está en la enfermería —informó—. Zaniah nos espera en la puerta.

—¿Qué le ha pasado al canijo? —indagó Rigel genuinamente curioso.

—¡Métete en tus asuntos, Wildsmith! —gritó Leyna preocupada por su amigo, corriendo junto con Emery dirección a la enfermería.

—¡¿Se ha colado otra vez en un agujero?! —lanzó otra pregunta.

Pero los otros dos lo ignoraron por completo, perdiéndose en los pasillos. Cuando llegaron la rubia abrió la puerta y corrió hasta la camilla en la que estaba su amigo ya despierto.

—¿Estás bien? —preguntó al verlo despierto.

Altais fue a asentir, pero se cortó a medio movimiento, aún sentía la cabeza como si no fuera del todo suya por la poción calmante.

—Sí… ya sí.

—¡No hables como si nada! Tahnee me ha dicho que te has abierto la cabeza y roto la muñeca —protestó Zaniah, exagerando un poco la explicación de la ayudante de la enfermera.

—No grites, Zaniah —la reprendió Leyna y dejó una caricia en la mejilla de Altais—. ¿Qué pasó? ¿Otro escalón?

—No, la escalera cambió cuando estaba bajando y… hizo como si fuera a volver a donde estaba antes de seguir con el movimiento —explicó, la última parte no se la habían creído el profesor Zrinski ni la enfermera Pomfrey.

Ella frunció el ceño, eso era extraño, mucho. —Lo investigaremos cuando salgas —prometió dedicándole una sonrisa.

—Sí… te pasan cosas muy raras este año, amigo —opinó Emery.

—Te pasa de todo, deberíamos conseguirte un trébol de cuatro hojas —dijo Zaniah.

Altais rodó los ojos y miró al techo para no decir lo que pensaba de soberana estupidez.

—Chicos, deberíais dejarlo descansar —la ayudante de la enfermera Tanhee Laroche, se acercó a ellos con una expresión entre dulce y seria, algo muy raro.

—Pero acabamos de venir —protestó Emery—. Tú quieres compañía, ¿verdad, Altais? —preguntó a su amigo.

Altais se encontró en una encrucijada, tardó tanto en contestar que le asoló un bostezo.

—Sí… por supuesto —contestó.

La enfermera rio. —Creo que eso ha sonado muy sarcástico. Será mejor que vengáis más tarde —los instó a marcharse, esa vez con un tono más severo y se dio la vuelta para seguir con su trabajo.

—Vaya timo… —protestó el otro chico—. Te traeré varitas de regaliz.

—¿Para comértelas tú? —replicó.

Emery le llevó una mano al pecho, ofendido. —No me las comeré… todas.

—Sí lo harás, puede que no todas el mismo día —objetó Altais.

—Pero es que si no me las como se ponen duras, tú casi no comes —se defendió.

Altais suspiró y decidió que era momento de confesar. —Porque no me gustan.

Esa vez el rostro de Emery fue un poema. —Que no… te gustan… ¡eso es horrible! ¡No me lo dijiste! Y yo haciéndote comer… —se lamentó y abrazó a su amigo—. Lo siento, lo siento, ¿qué te gusta? Te traeré.

—Insististe en que eran lo mejor desde la invención del quidditch —se justificó y se removió para soltarse—. Sólo quiero mis libros —dijo mirando a Leyna, sabía que era en la única en la que podía confiar en ese asunto.

Ella asintió tomando nota.

—Te los traeré antes de la cena —prometió y miró a los otros dos—. Deberíamos irnos para dejarlo descansar.

—Pero… bueno… buscaré algo rico que te guste —le aseguró Emery antes de girarse para salir.

—Altais —Teddy llegó corriendo ignorando las protestas por las formas de Pomfrey, el pelo rojo como en alarma—. Escuché que estabas aquí de esos idiomortis y… —lo abrazó—. ¿Qué te ha pasado?

—Si me dejas respirar —dijo el más pequeño.

—Tenía que darte un abrazo por mí, tu padre, mi abuela… —se excusó—. Oh, toma y desembucha —sacó una rana de chocolate del bolsillo y al moreno se le iluminaron los ojos unos segundos.

—¡Ranas de chocolate! ¡Claro! —exclamó el castaño y se dirigió a la salida junto con Zaniah.

Leyna sonrió y negó con la cabeza. —Nos vemos luego, Altais —se despidió y le dio un corto beso en la mejilla antes de seguir a sus amigos.

Teddy se rio. —Estás colorado.

—No es cierto —dijo Altais, abrió la caja de la rana y la atrapó cuando saltó, mordiéndole la cabeza molesto.

—Te gusta.

—No digas tonterías, Teddy. ¿Quieres saberlo o no? —lo cortó.

Teddy le alborotó el pelo y asintió sentándose en un lado de la cama, aprovechando la excusa de ser familia para robar unos minutos antes de que lo hicieran salir de ahí.

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—Leyna Samuels, Avery Pritchard y Arley Higgs —el capitán del equipo de Slytherin, Theodore Wilkins, llamó a los últimos alumnos que iban a hacer la prueba para entrar en el equipo, concretamente como buscadores.

Los puestos de golpeador, los dos de cazador y el de guardián suplente ya estaban cubiertos, sólo quedaba el del puesto al que aspiraba Leyna, aunque también era como suplente, pero la chica que en ese momento era buscadora ya estaba en séptimo, al año siguiente ya no estaría y seguramente ese suplente formara parte del equipo titular. La rubia esperaba ser ella la elegida, como minutos antes lo había sido Emery como golpeador suplente, el chico estaba que no cabía en sí del gozo, pero en ese momento se había relajado un poco para ver su prueba.

—Soltaremos tres snitch, de una en una, vosotros tendréis que demostrar quién es el más rápido atrapándolas, el mejor será nuestro buscador suplente —explicó ya mostrando una de ellas—. Subir a vuestras escobas. Mucha suerte.

Leyna subió a su nueva Nimbus 2011, un regalo de su padre, y observó la snitch con fijeza, en cuanto la pequeña pelota dorada y alada salió volando de la mano del capitán, ella salió a gran velocidad hacia ella. Su escoba era rápida, mucho, una de las más rápidas del mercado en ese momento, además los giros que podía hacer eran suaves y tenía gran estabilidad. Se quedó en medio del campo, sentada muy erguida en la Nimbus, sus ojos moviéndose rápidos, registrando cada parte del campo hasta que divisó un brillo dorado y no dudó en ir tras él, llamando la atención de los otros dos aspirantes.

Altais la observaba desde las gradas, junto a él estaban Zaniah y Emery gritando, saltando y animando a su amiga, éste último le había sacado de la biblioteca cuando iba a realizar su prueba y siendo quidditch no había opuesto resistencia, aunque se había llevado los libros y había sacado unos para leer a ratos. Aprovechando la distracción de los otros miró con más atención los movimientos de Leyna y los otros dos aspirantes en el aire de forma crítica. Leyna parecía moverse con naturalidad, Pritchard tampoco lo hacía mal, pero Higgs… en su opinión no era más que un paquete petulante, igual que en primero.

Leyna consiguió atrapar la primera snitch, la segunda la cogió Pritchard, pero sólo gracias a un estúpido movimiento de Higgs que obligó a Leyna a desviarse de la trayectoria para no acabar empotrada contra una de las gradas. Se había contenido bastante para no acabar gritándole al muy idiota cuatro barbaridades.

En ese momento estaba de nuevo en su posición, en el centro del campo, observándolo todo con un ojo de águila. Era la última snitch, si la cogía Higgs sabía que la cosa iba a estar entre ella y Pritchard, sin embargo, si era éste último el que la cogía… no tendría ninguna posibilidad. Si quería asegurarse el puesto tenía que ser ella la que cogiera la snitch, por eso cuando vio que su principal rival de desviaba bruscamente del recorrido que estaba llevando ella no dudó en seguirlo, pegándose al palo de su escoba para ir mucho más rápido. Pronto estuvo al lado de Avery, ambos mirando la snitch fijamente, su objetivo. El chico de cuarto era más alto que ella, por lo que si no se adelantaba él sería quien llevara ventaja. Leyna se mordió el labio inferior con fuerza para ponerse a su par.

Casi se recorrieron el campo por completo, hasta que la traviesa pelota dorada se dirigió a una de las gradas, concretamente a la de Slytherin. Ambos aguantaron, viendo que podrían acabar chocando contra las vigas de madera que sujetaban las gradas, pero Pritchard giró antes, desistiendo de atraparla y esperando que ella hiciera lo mismo, pero no fue así, Leyna siguió aguantando y en el último momento tiró del palo de la escoba hacia atrás, segundos antes de que chocara, en la otra mano la snitch dejaba de aletear. En el ascenso pasó casi rozando a sus amigos, alzó el brazo, mostrando su captura y no contuvo su grito extasiado.

—¡Ha ganado! ¡Ha ganado! —gritó Zaniah feliz y en un impulso se abrazó a Emery aún botando.

El chico rio y asintió. —Jugaremos juntos —dijo aplaudiendo y miró a Altais—. Una pena que nos faltes tú.

—Ya dije que no iba a perder horas entrenando. Me alegro por vosotros —contestó y le regaló una pequeña sonrisa—. Más os vale pasar a titulares y ganar la copa —los animó, casi ordenó.

En ese momento Leyna llegó junto a ellos, como siempre bajando de la escoba con delicadeza y abrazó a Emery.

—¡Lo logramos! —confirmó su elección como buscadora.

—¡Sois los mejores! —exclamó Zaniah uniéndose al abrazo.

—Enhorabuena —dijo Altais en tono calmado y guardando el libro.

—Gracias —contestó ella y sonrió de lado—. Dime que no te asustaste cuando pasé por aquí —le dijo a Zaniah divertida.

—¡Casi te estampas! Estás… como una regadera en manos de Peeves —respondió la chica.

—Saqué la idea de alguien —respondió guiñándole un ojo a Altais.

—¿Practicaste este verano? —preguntó el moreno.

—Sí, con mi padre y mi tío, aunque me refería a lo de estar como una regadera —bromeó sacándole la lengua, demasiado feliz con su victoria como para controlar esos impulsos.

Altais entrecerró los ojos, pero después alzó la barbilla.

—La demencia siempre ha corrido por la sangre de los Black —se defendió y echó a andar hacia las escaleras con la cartera al hombro para bajar de las gradas.

La chica parpadeó y sonrió ampliamente cuando pudo encajar su contestación. Subió a su escoba y lo adelantó para dirigirse a los vestuarios.

—Menos mal que sólo tienes una parte Black, me gustas más así —le dijo cuando pasó por su lado y le lanzó un beso junto con un guiño antes de alejarse.

Altais se quedó parado, sorprendido, y se dijo que no iba a sonrojarse otra vez, de ninguna manera, decidió que lo mejor era seguir caminando no fuera que los otros dos le adelantaran antes de que se le pasara.

Continuará…

Notas finales: El primer año fue tiempo de presentación y formación de lazos, en este ya se puede considerar el principio de todo, muchas de estas cosas son clave en la base de la historia.

¿A qué se debe el sueño de Altais? ¿El colegio está contra él, o será algún bromista pesado?

Las fichas de Chealse y Thanee en FB.