Disclaimer: nada me pertenece, todo es de George Martin.
Esta historia participa en el reto nº 58 del foro Alas Negras, Palabras Negras, tu mejor foro de Canción de Hielo y Fuego en FanFiction.
Sunfire
Sunfire era espléndido, espléndido como solo podía serlo un dragón. Syrax había sido más grande y Vhagar mayor todavía, pero ni su dragón ni el de la mismísima Visenya eran igual de bellos. El sol hacía brillar las escamas de Sunfire como oro batido, y sus alas se extendían, fanfarronas, tratando de intimidarla.
Nadie había intimidado jamás a Rhaenyra Targaryen, la primera de su nombre, y ese hermoso dragón que se disponía a comérsela, no iba a tener más suerte. No la atemorizaba ser mujer en un mundo de hombres, ni le quitaba el sueño verse en el epicentro de la guerra, y claramente un dragón con las fauces abiertas, calientes como el corazón de un volcán en erupción, no representaba ni la sombra del miedo.
Había ganado las batallas. Había perdido la guerra. Rhaenyra sabía que se había empezado a gestar incluso antes de su proclamación como Princesa de Rocadragón. La guerra se había incubado el mismo día que su padre la había llevado al consejo, la había sentado a su lado, y le había dicho a esa niña curiosa que estuviese atenta, que algún día ella tendría que hacer lo mismo sola.
Ella le creyó. Estuvo atenta, aprendió a gobernar, a tratar con el pueblo y con los nobles, a tomar decisiones difíciles; sin embargo, nada pudo hacer cuando la guerra estalló inexorablemente, el día que el rugido furioso de su medio hermano Aegon hendió el aire de la Fortaleza Roja.
Tal vez si no hubiese ofendido a Ser Criston, si hubiese impedido a su padre desposarse con la Verde en vez de animarlo, si hubiese rechazado a Laenor a pesar de la amenaza del rey, si jamás hubiese permitido que nada ni nadie la doblegase, Rhaenyra estaría a lomos de Syrax, contemplando desde el cielo la grandeza de su reino, feliz como aquella niña y con el pecho inflamado de felicidad.
Pero no sucedió así y era inútil lamentarse. Rhaenyra había amado, reído, llorado, soñado, había luchado y había tenido fe, valor y tesón. Había vivido plenamente cada segundo de su existencia y ahora le tocaba morir.
«Que el fuego de Sunfire me consuma —se dijo dando un paso al frente. Miró al dragón a los ojos, desafiante una última vez—, yo también soy fuego. Pronto lo sabrá.»
