Este Fic es Slash Harry/Draco, Contiene spoilers, Los personajes no me pertenecen ni persigo fines de lucro al escribir sobre ellos.

¿Que puedo decir?... Solo que ¡Volví!, tal como lo prometi, tarde, pero seguro... Espero de verdad que disfruten leyendo.

A mi queridisima Amiga Jhowhe le agradezco su apoyo enormemente, por que a parte de que me devolvio el capitulo Beteado a solo unas horas de haberle pedido su ayuda (en realidad le implore de rodillas) todavia me pidio disculpas por haber tardado... ¿No es lindisima?


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La Snitch Heredada

(Dunkle Hexe)

Beta:

Jhowhe

Pérdidas

— Esta varita da más problemas de los que vale y para ser honestos, ya he tenido suficientes problemas para toda una vida —Harry caminó al lado de sus amigos rumbo a la Torre de Gryffindor con el pensamiento fijo en la mente de abandonarse a la comodidad de su cama durante todo un siglo.

La imagen de destrucción que el castillo presentaba a cada paso estrujó su corazón. Amaba Hogwarts y lo consideraba como su verdadero hogar, allí donde estaban con sus amigos, esas dos personas que lo habían apoyado incondicionalmente, que habían estado a su lado y que a pesar de las diferencias que habían tenido durante el tiempo en que intentaban cumplir con su misión, seguían unidos a él. Tal como se lo habían prometido.

Miró hacia ambos, caminaban tomados de la mano, con aspecto tan agotado como el suyo, les sonrió silenciosamente y ellos le devolvieron la sonrisa, forjando los tres la muda promesa de que lo que vendría para ellos sería definitivamente una vida normal, sin más Voldemort, sin más Mortífagos, sin más Niño-Que-Vivió, sin más de nada de eso.

Él quería una vida tranquila, junto a una gran familia que llenara los huecos de su corazón, que le hiciera sentirse amado, que borrara de su alma los sentimientos de pérdida y angustia. Hijos, sí eso. Muchos hijos, que tuvieran a sus padres para quererlos, hijos con quienes recorrer las tiendas de dulces, en busca del más delicioso, hijos que brincaran por todos lados, que hicieran tanto escándalo que lo ensordecieran, que lo vieran solo como un ser humano, como su padre. Ya no quería ser nunca más el Salvador del Mundo Mágico, solo quería ser otra vez Harry, solo Harry.

Al pasar por uno de los enormes ventanales del cual solo quedaban añicos, se detuvo observando el desolado panorama que mostraba el jardín, donde muchos cuerpos aun yacían. La mayoría de ellos eran de ex Mortífagos y criaturas que habían apoyado a Voldemort, y a pesar de que Harry debería considerarlos como enemigos, no pudo hacerlo. Sintió pena por cada uno de ellos, por su fatídico final.

Hermione y Ron se detuvieron preguntándose si era mejor darle un poco de espacio o esperar por él. Harry con solo una mirada les dejó saber que necesitaba un tiempo a solas, ellos comprensivos le sonrieron nuevamente y continuaron su camino.

Observó como varios de los profesores de Hogwarts se dedicaban a la tarea de reparar todo lo que encontraban destruido a su paso, desde las partes del suelo hundidas en forma de enormes pies, producto de las pisadas de los gigantes, hasta los pedazos de estatuas y armaduras que yacían esparcidas por doquier.



Un grupo de Aurores había llegado al Castillo instantes atrás. Hablando entre ellos, con notable agitación, asombrándose de lo ocurrido, enterándose de los sucesos y quedando impávidos al escuchar atentamente a la Profesora McGonagall, informándoles sobre la derrota del Mago Tenebroso más temido de la época.

Entre las figuras logró descubrir a tres, que muy juntos caminaban disimuladamente hacia las afueras de Hogwarts buscando sin duda, un lugar desde el que pudieran desaparecer. Eran los Malfoy, cuyas túnicas no parecían tener el aspecto impecable de siempre y ellos parecían no recordar su postura implacable.

Desde la altura a la que se encontraba Harry apenas podía distinguirlos, pero reconocía las siluetas de todas las personas a las que veía a menudo y no era difícil adivinar la conversación que sostenían en otro grupo, encabezado por la Profesora McGonagall, más aun cuando hasta ellos habían arrastrado al tambaleante Ministro de Magia, fuertemente atado. Sin duda, ella no tardaría en darles a conocer la noticia de su participación a favor de Voldemort durante la batalla que acababa de llevarse a cabo apenas un par de horas antes.

Deseoso de olvidarse de todas las declaraciones, entrevistas y explicaciones que tendría que dar en cuanto lo encontraran, elevó la vista al cielo, donde algunos rayos de sol, empezaban a dejarse ver a través de las montañas, colándose en medio de las hojas de los árboles. Cerró los ojos para deleitarse de la tibia sensación que le provocaba el contacto con la naciente luz sobre su piel. Su helada y endurecía alma se regocijó impregnándose de la calidez que tanta falta le hacía. Ya habría tiempo para afrontar lo que quedara por venir, lo que él necesitaba en ese momento, era continuar su camino hacia su Torre y al fin descansar.

Ya dentro de su habitación durmió tan plácidamente como no había podido en años. No más ardor en su cicatriz, no más pesadillas, no más visiones horrorosas.

El extremo agotamiento de su cuerpo provocó que fuera incapaz de despertar antes del atardecer. Para cuando abrió los ojos, se percató de que se encontraba solo, no estaban a su lado ni Ron, ni Neville, ni Dean, ni Seamus con quienes había compartido habitación mientras había sido alumno del Colegio. Lo único que lo acompañaba era la sensación de abandono que llegaba a su alma cada vez que pensaba en el futuro.

Se puso de pie con parsimonia, sintiendo sus huesos entumecidos y adoloridos, caminó hasta el baño, donde al mirarse frente al espejo, se dio cuenta del deplorable aspecto que presentaba, lo cual reafirmó su idea, de que necesitaba con urgencia una ducha.

Una vez limpio pero hambriento, caminó lentamente hacia el Gran Salón, no pudo evitar sentir incomodidad de vestir las mismas ropas con las que había luchado, mientras que otros vestían ya, ropas limpias y libres de rastros de lo sucedido, pero él. Dado que ya no era más un alumno del Castillo, no poseía un baúl que lo hubiera estado esperando en su habitación rebosante de ropa limpia y accesorios de higiene.

Se alegró al notar que sus amigos, algunos miembros del ED y otros de la orden del Fénix, se encontraban en la misma situación que él, vistiendo ropas raídas y desgarradas, la mayoría con manchas de sangre y tierra.

— ¡Oh, Harry, cariño! —Molly Weasley había salido de algún lugar y sin perder tiempo se había lanzado sobre él estrujándolo contra su cuerpo, en un abrazo caluroso que dejaba notar su necesidad de reponerse de una prolongada angustia— ¿Dormiste bien cariño? —la pregunta sonó más bien como una afirmación. Ella no dejaba de mirarlo y frotarle los hombros como asegurándose de que el cuerpo que acariciaba era real y estaba con vida. Harry se preguntó cuantas noches habría llorado Molly temiendo por su muerte y la de cada uno de los miembros de su familia, siendo ese su más grande temor como alguna vez un boggart lo había demostrado.




Lamentablemente los miedos de esa cariñosa, pero determinada mujer, no habían sido infundados y su hijo Fred ocupaba ahora solo una línea dentro de una lista que contenía los nombres de cada uno de los combatientes fallecidos durante la batalla.

Los cuerpos, habían sido retirados y llevados al ministerio con la promesa de que la mañana siguiente serían entregados a sus familias, para que fueran sepultados como las costumbres mágicas dictaban. Harry escuchaba como los Aurores presentes por todo el Gran Salón, se desvivían en convencer a los parientes de los fallecidos de que no podían hacer nada al respecto, mientras Molly a su lado lo instaba, sin dejarle opción a negativas, para que bebiera todo el jugo de calabaza que le acababa de entregar.

Se sentó en un pedazo de mesa que parecía mantenerse en pie solo a causa de la magia, con la sensación de soledad agobiando su mente. A su alrededor, todos parecían tan ocupados en reparar objetos, curar heridas, encontrar a sus parientes e incluso conversar acerca de lo ocurrido. No lograba descubrir cuál era su lugar dentro de ese revuelo de personas con tantos sentimientos y emociones encontradas. El regocijo por la reciente victoria estaba presente en algunos rostros, que se ensombrecían cuando se acercaban a sus amigos para enterarse de las pérdidas que estos habían sufrido.

Todos se conocían o se habían visto alguna vez, eran alumnos del Colegio, familiares de esos alumnos, maestros de esos alumnos, trabajadores del Ministerio de Magia, reporteros de los diarios mágicos más reconocidos… y Harry, quien cuando se vio solo, en medio de aquel bullicio, se dio cuenta de que lograr esa vida de paz y felicidad que tanto deseaba no iba a ser tan sencillo como había esperado. No después de lo sucedido. No, hasta que lograra deshacerse de sus temores y angustias más profundas. Más aun tomando en cuenta, que pronto la noticia correría como reguero de pólvora y él sería requerido para tomar el papel que según la sociedad le correspondía.

Lamentablemente, estaba consciente de que debía permitir que lo aclamaran como "El Salvador del Mundo Mágico" durante algunos días, de lo contrario, tenía plena certeza de que jamás lo dejarían tranquilo.

Muy a su pesar, poco a poco los que estaban en el Gran Salón se fueron percatando de su presencia, y por sobre los esfuerzos de los Weasley de mantenerlos a raya, se iban acercando a Harry con ánimos de felicitarlo, mientras le expresaban su apoyo y respeto —"El júbilo de la victoria" se decía Harry, para intentar estar consciente de que todas esas vocablos, con el tiempo, serian solo palabras en el aire y promesas vanas, porque estaba seguro de que a la menor oportunidad, arremeterían en su contra como ya antes lo habían hecho, dejándose convencer por habladurías y declaraciones de quienes no estuvieran de acuerdo con su actuar, su forma de vivir, e incluso con su peinado o su forma de reír.

Más pronto de lo temido se vio rodeado de cámaras, luces, crujidos, chasquidos y preguntas, más parecían querer acribillarlo que vanagloriarlo por su aportación a la victoria.

A todo, intentó responder con serenidad, haciendo énfasis en que él había sido un combatiente más en aquella batalla. Sin embargo, mientras los reporteros se alejaban, logró escuchar como varios empezaban a parafrasear los encabezados de sus diarios de la mañana siguiente, con frases como: "Harry Potter venció Al—Que—No—Debe—Ser—Nombrado", "Harry Potter, nuestro Héroe", "El que no debe ser nombrado murió a manos del Niño—que—Vivió".

No pudo contenerse a torcer el gesto ante esos entusiastas encabezados. Él no se sentía un héroe, ni lejanamente, más bien, se sentía más infeliz que nunca. Unas horas antes había estado tan cerca, tan cerca, de Sirius, de su padre, de su madre. Tan cerca de la muerte, tan convencido de que lo mejor era resignarse a morir, porque esa era la única forma de vencer, que ahora sentía la ausencia de esas personas, que por un momento creyó al fin, tener a su lado, tan cerca, que después de saber que volvería a vivir, y que no llegaría hasta donde ellos estaban, había dudado. Por un instante había contemplado la idea de seguir su camino y llegar hasta ellos, e inundarse de la paz de la que ellos gozaban.

Las conversaciones y abrazos a los amigos vinieron después, con ellos, Harry se sintió mejor, como en casa, aliviado al ir viendo a cada uno de los que se mantenían con vida, triste cuando le mencionaban a los que la habían perdido. El dolor de perder a sus seres queridos, era un sentimiento que conocía de sobra, pero no por ello dejaba de escocerle el corazón, cada vez que un nombre más le era informado.

Para cuando la noche llegó, se fue a la Madriguera con los Weasley y Hermione, después de haberle prometido a Molly que pasaría ahí una larga temporada, hasta que, según palabras de la matriarca de la familia, hubiera recuperado una apariencia saludable.

Reponerse de lo vivido no sería fácil. Curar las heridas que llevaban en esos momentos los corazones de todas las víctimas de guerra, no sería rápido, pero no tenían opción. Lo hecho, hecho estaba y no les quedaba más que mirar hacia delante y retomar sus vidas.

Harry sonrió al ver la Madriguera frente a sus ojos, esa también era su casa, los Weasley también eran su familia, no podía considerarlos de otra manera después de todo lo que habían hecho por él.

A la mañana siguiente, la familia Weasley recibió el cuerpo de Fred. Molly se auto asignó a realizar todos los preparativos correspondientes, impidiendo que nadie pudiera persuadirla de hacerlo.

— Es mi hijo, es mi deber —había dicho para dar por zanjados los intentos de los demás miembros de su familia de alejarla del cuerpo de su hijo.

En el Cementerio, Harry vio desplomarse a uno de los pilares maternos más fuertes que conocía, la vio desfallecer, llorar hasta lastimar su garganta, implorar para que su hijo le contestara. Molly estaba destrozada. Un trozo de su alma se iba con Fred mientras su cuerpo era sepultado en la fría tierra. Esa mujer sin necesidad de Horcruxes tenía el alma dividida, un pedazo para cada uno de sus hijos, para cada uno de sus amores, y perder a uno de ellos, dolía, dolía muy adentro, en lo más profundo de su ser.

La tierra cubrió completamente el ataúd, Molly se acercó sostenida por Arthur para depositar sobre la tumba un suéter con la letra F bordada al centro. Lo había tejido con anticipación, como cada año, con la esperanza de entregárselo como regalo de navidad, lo cual jamás sucedería. Fred no estaría comiendo pavo con ellos en Navidad, no bebería jugo de Calabaza y no haría sus típicos comentarios jocosos. El rostro de Molly estaba inundado de lágrimas, la garganta le escocía de lo lastimada que estaba por sus sollozos. Se arrodilló frente a la tumba de su hijo para colocar amorosamente el suéter sobre la tierra, lo extendió, alisándolo delicadamente, como si al acariciarlo estuviera acariciando a su hijo por última vez. George se colocó a su lado también de rodillas, se tomaron de la mano mientras más lágrimas resbalaban por sus rostros.

—Te voy a extrañar Fred —George miró al cielo mientras pronunciaba esas palabras, en ese momento no le pareció estúpido hablarle a una tumba, porque sabía que a su hermano ya no lo volvería a ver con vida, tendría que acostumbrarse a que ya nunca escucharía sus respuestas.

Molly rompió en llanto una vez más, sus manos llegaron hasta la tierra que cubría el ataúd de su hijo y en un gesto de impotencia la estrujó como si fuera esa tierra la culpable de que su hijo ya no estuviera con vida. Arthur y George la pusieron de pie aun en contra de su voluntad, insistiéndole en que pronto sería hora de partir.

Un suave viento movió la cabellera de Harry. Desvió la mirada hacia una colina cercana donde los árboles se estremecían más notoriamente por la brisa fresca que inundó el lugar. Notó varias 

tumbas con grandes decorados, construidas en forma de pequeños castillos, impecablemente blancas. Le sorprendió la pulcritud de esa área, sobre todo, al tomar en cuenta que el área donde ellos se encontraban, abundaban las tumbas enmohecidas, con vegetación reverberando por doquier por faltas de cuidado, además de que en mayoría solo contaban con humildes lápidas y cruces, nada de castillos, nada de pulcritud.

Vislumbró en esa dirección unas figuras, vestidas de negro como la ocasión lo ameritaba. Debido a su aguda miopía no reconoció de inmediato de quienes se trataba, pero cuando agudizó la vista, se preguntó —¿Qué harían ellos ahí?— no recordaba que ningún miembro de la familia Malfoy hubiera muerto. En segundos la respuesta llegó a su mente. Bellatrix Lestrange. Esa maniática homicida, había fallecido en la última batalla. Era por ella que seguramente los Malfoy estaban ahí. La hermana de Narcisa Malfoy, la seguidora más fiel que Voldemort tuvo, la única dispuesta a todo por él, la que tenía el alma envenenada por el odio. La asesina de Sirius Black. Una punzada de dolor y odio mezclados golpeó el corazón de Harry. Entendió que no era extraño ver que eran los únicos asistentes al funeral, ya era bastante sorprendente que los magos de la comunidad no hubieran exigido al Ministerio que el cuerpo de esa asesina no fuera entregado a su familia o tal vez todas las personas estaban demasiado ocupadas en sus propios asuntos, dolidos por sus propias penas, como para preocuparse por lo que ocurría con alguien más.

Un sollozo verdaderamente dolorido lo distrajo de su observación, era Molly sostenida apenas por Arthur. Parecía estarse cayendo a pedazos, deseando irse a la tumba junto a su hijo.

Molly sabía que debía ser fuerte, que sus otros hijos la necesitaban, pero ellos por supuesto no entendían que esa sería la última vez que estaría cerca de él, que lo tendría ahí frente a ella, con los ojos cerrados y el rostro sereno adentro de ese ataúd. En su garganta se hizo un nudo al pensar en lo vivaz que había sido su hijo durante todo su vida, en la chispa que tenía, en su buen humor, en sus bromas, en sus interminables travesuras, en lo mucho que la exasperaba con toda esa energía que poseía para estar siempre haciendo lo que no debía —Igual que su hermano pensó dirigiendo su desolada mirada hacia George, quien se encontraba de pie frente a la tumba de su hermano para colocar una extraña flor sobre el montículo de tierra. Cuando alzó la vista, esta se quedó fija en algún punto de la ladera frente a él, su expresión sombría delataba el inmenso dolor que estaba sintiendo.

Molly caminó hacia George, sintiendo que verlo, era justo como ver otra vez a Fred, pero triste, demasiado triste, más de lo que jamás creyó verlo.

Abandonaron el Cementerio juntos, en silencio. Cada uno sumergido en sus propios pensamientos. Ron sujetado fuertemente de Hermione en un abrazo cariñoso, Bill al lado Fleur tomados de la mano en señal de apoyo mutuo, Charlie reconfortando a Ginny que sollozaba intensamente, Molly colgada del brazo de Arthur, haciendo esfuerzos porque su pequeño pañuelo fuera capaz de contener las miles de lágrimas que lo inundaban, George caminando con la mirada perdida y los pasos vacilantes tan parecidos a los de un Inferi que bien hubiera pasado por uno, si todos a su alrededor no comprendieran su pena, y Harry. Iba solo, atrás de todos ellos, intentando acallar sus culpas, sus temores, sus angustias.

Una vez en la Madriguera, Molly intento distraerse dedicándose a lo que mejor sabía hacer, atender a su familia. Con un pequeño giro de su varita, la tetera se puso en movimiento sirviendo humeantes tazas de té para todos.

— Deberías beber esto —le dijo ella a George pasándole la mano por el cabello cariñosamente, su mano se quedó ahí, acariciándolo. Más que consolarlo, intentaba consolarse ella misma, convencerse de que todo estaría bien, de que podrían superar esa pérdida.

George levantó el rostro mirando con pesadumbre a su madre después de haber bebido el líquido amarillento de su tasa. Era como si de pronto el peso de todo el oro de Gringotts estuviera sobre sus hombros —¿Qué voy a hacer ahora, madre?— la desesperación lo invadió al expresar sus temores —¿Qué voy a hacer sin Fred?, ¿Qué va a pasar con la tienda, con nuestros 

planes de expansión, con todo lo que queríamos hacer?— llevó las manos hasta su rostro para cubrirlo, desconsolado. Un calor intenso invadía su cabeza, sentía que le iba a estallar en cualquier momento —¿Que voy a hacer sin él?, ya nunca más lo volveré a ver, me he quedado solo…

— ¡Oh, George! hijo, no estás solo, nosotros somos tu familia, tienes a tus hermanos, ellos siempre estarán contigo al igual que Fred, porque, estoy segura, de que él está aquí con nosotros —Molly respiro profundamente, irguiéndose orgullosa— Nuestro Fred no nos ha abandonado, nunca lo hará —tomó a George por el brazo conduciéndolo hasta la habitación que les había pertenecido a los gemelos, lo colocó frente al espejo— ¿lo ves?, él está en ti, siempre lo estuvo y siempre lo estará. Fred nunca nos abandonará, porque siempre estará en nuestros corazones. Debemos recordarlo con orgullo, el dio su vida intentando salvar la de muchos otros, murió peleando —de pronto, el resto de lo que pensaba decir quedó atorado en su garganta, mientras las lágrimas rodaban por su rostro— ¡Oh, George! —logró articular, mientras abrazaba posesivamente a su hijo. Él se dejó abrazar sin reclamo, eso era lo que había necesitado, el amor de su madre, su protección, su compañía— Estoy tan orgullosa de ustedes —dijo Molly entre sollozos, para después permanecer largo tiempo abrazados, los dos llorando abiertamente, desahogándose de ese dolor que les quemaba el alma.

Arthur Weasley lucía desolado. Sus hijos eran su máximo tesoro y haber perdido a uno de ellos, era peor que haber perdido una parte de su cuerpo. Sin embargo, hacía grandes esfuerzos por mantenerse tan entero como le era posible, pues sabía, que a Harry le estaba afectando mucho que ellos sufrieran. Para él, era evidente que el chico se sentía culpable por lo sucedido.

Sentado en el rincón de la mal construida casa, Harry miraba al suelo con pesar. No entendía, porque le costaba tanto trabajo expresar sus sentimientos, deseaba profundamente expresarle a toda la familia, su familia, lo mucho que le dolía que Fred estuviera muerto. Deseaba llorar juntos a ellos, hacerles saber que compartía su pena, pero ni una palabra salía de su garganta, que parecía estar conteniendo dentro una enorme bola de pelusa que lo asfixiaba. En la puerta de entrada se escucharon un par de golpes. Harry levantó el rostro, percatándose que todos ahí estaban demasiado ensimismados como para darse cuenta de la llegada de alguien. Se puso de pie cansadamente, con pasos pausados caminó hasta la puerta, al abrirla no pudo evitar contraer el entrecejo por la apariencia del recién llegado, era un mago bajito, de aspecto nervioso, con un estómago tan prominente que Harry se preguntó si era posible el embarazo masculino entre los magos. Negando firmemente con un gesto de cabeza se sacudió los extraños pensamientos que inundaban su mente, le sonrió forzadamente, invitándolo a pasar.

El mago saludó a los Weasley con solemnidad, dándoles a cada uno un apretón de manos mientras les hacía saber que compartía con ellos el dolor de su perdida. El último al que se acercó fue a Arthur, cuando llegó hasta él, Arthur se puso en pie, dándose ambos un fraternal abrazo.

El mago fue presentado por el Señor Weasley como Phinegas Wilburg, el actual sub secretario del Ministro de Magia, antiguo compañero suyo en Hogwarts y amigo, gran amigo. Harry lo saludó muy sonriente al saber que era alguien con quien se podía contar, el señor Wilburg sacó un pañuelo de las bolsas de su pantalón con el que se secó el sudor de la frente nerviosamente, mientras se sentaba en una de las sillas del comedor que le había sido ofrecida.

— Sé que no es un buen momento —su voz sonó entrecortada, por lo cual carraspeó intentando corregir el tono. Miró a su alrededor, reconociendo a Ron y Hermione como los seguidores leales de Harry Potter, les sonrió también con nerviosismo, el cual empezaba a contagiar a todos los presentes— Verá Señor Potter, el asunto que me trae hasta acá, en un momento como este… —su boca se torció con incomodidad— es informarle que es usted uno de los Herederos del profesor Severus Snape, por lo cual, deberá acudir a la lectura de su testamento, mmm ... —rebuscó en una de las mangas de su túnica. Sonriendo con satisfacción cuando sacó de ella un rollo marrón atado con un cordón dorado— aquí se especifican los datos del día y el lugar donde llevara a cabo la lectura —se acercó a Harry con complicidad mal lograda— es en un viejo y 

desagradable barrio muggle, pero descuide Señor Potter, el Ministerio estará complacido en escoltarlo hasta allá, su seguridad es lo más importante —miró a Harry ansiosamente esperando por su aceptación.

— Le agradezco mucho Señor Wilburg, pero no necesito que me protejan y mucho menos que me escolten, me las arreglaré para llegar, gracias —si hubiera sido alguno de los trabajadores del Ministerio, que en mayoría le desagradaban hubiera sido más fácil rechazar la ayuda. Sin embargo, al ser, claramente muy amigo del Señor Arthur, no podía evitar sentir cierto remordimiento de parecer descortés— No me esperaba que el profesor Snape me tuviera como uno de sus herederos —su menté voló repentinamente hacia la imágenes de Snape y su madre discutiendo, y después a la de Snape conversando con Dumbledore— ¿Sabe usted quienes más han sido mencionados? —más que por curiosidad Harry, hizo la pregunta por camaradería, no deseaba parecer grosero.

— No Señor Potter, ahora mismo, todo el Ministerio está de cabeza. A mí me encargaron que le diera aviso a usted por qué las lechuzas están volando por toda Inglaterra avisando —hizo una pausa, eligiendo sus palabras— bueno, ya saben, sobre los fallecidos, a... sus familiares, pero... um... desconozco a quien más le pudieron haber encargado notificar a otros herederos. Son muchos los testamentos que deben leerse en estos días así que, todos estamos ayudando a notificar. Solo han sido aplazados aquellos que se han considerado que pertenecen a seguidores del que no debe ser nombrado —cuando dijo el apodo se agazapó tan temerosamente que todos los que estaban en la casa lo miraron con exasperación.

— Bien —Harry se encogió de hombros sin más interés en el resto de los herederos de Severus Snape, no creía que tuviera demasiados amigos a quienes heredar, mucho menos que poseyera muchos bienes que heredar, pero pensaba acudir puntualmente a la lectura, no por la herencia, sino por el respeto que le merecía el hombre que a pesar de odiarlo con todas sus fuerzas, lo había protegido tantas veces.

Después de conversar con los Weasley sobre lo que podría haberle heredado Snape, Harry subió a la habitación que, como era costumbre, compartía con Ron. Ahí, en la soledad se permitió pensar en lo sucedido. Cerró los ojos apesadumbrado por el dolor, casi pudo escuchar otra vez la voz de Voldemort haciendo eco contra las paredes del castillo, casi pudo sentir nuevamente el temor de estar estregando su vida por propia voluntad, su cuerpo se estremeció al pensar más detalladamente en lo que había vivido. La adrenalina del momento, había evitado que pensara en sí mismo, había estado asombrado por lo que ocurría viendo como todos se organizaban, se había olvidado del miedo, porque no había tenido tiempo de pensar en él, el único pensamiento que había tenido fijo en la mente, era encontrar y destruir los Horcruxes. Cuando se dirigía a Hogwarts no se imaginó que Voldemort lo acorralaría ahí, conocía los riesgos, pero todo paso tan de prisa que no se dio cuenta cómo fue que de pronto se encontraba caminando hacia su propia muerte, consciente de que solo muriendo podría cerrar el ciclo que había empezado la noche que sobrevivió a la maldición asesina siendo apenas un bebé.

Los recuerdos de Snape junto a su madre invadieron su mente, pensó con tristeza en lo errado que había estado su padre al tratar de aquella manera tan ruin al huraño Quejicus. Movió la cabeza negativamente, al pensar en lo mucho que le había gustado ese apodo en algún momento. Sin embargo, ahora era doloroso pensar en que un hombre que había amado tan intensamente jamás hubiera podido ser correspondido. Entendió de pronto la actitud de su padre. Seguramente molestaba tanto a Snape porque estaba celoso de él, furioso de su cercanía hacia Lily, y a pesar de todo, logró conquistarla y hacer de su amor una realidad, formó una familia con ella, la cual lamentablemente se disolvió muy pronto, una punzada de dolor golpeó el corazón de Harry. Sus padres se habían ido demasiado pronto, tanto que no recordaba nada sobre ellos, solo conocía lo que le habían contado, lo que había soñado, lo que había visto en recuerdos de otros, lo que las fotografías mostraban, pero de su propia mente no había logrado sacar nada.

Dio un largo suspiro intentando aplacar la nostalgia que lo invadía. Miró hacia el techo concentrado en un solo pensamiento, quería una familia y cuando la tuviera haría todo por sus hijos, hasta dar su propia vida, tal como sus padres lo habían hecho por él.

Al pensar en sus padres no pudo evitar rememorar el momento en que al colocar dentro de su boca la primera snitch que había logrado atrapar en un partido de quidditch, esta se abrió mostrando en su interior la piedra de la resurrección, aquella de la que habían salido las tenues figuras de sus padres y su padrino, quienes habían caminado junto a él, más que escoltándolo, acompañándolo, demostrándole que no estaba solo, que estaban orgullosos de su determinación. Él sabía, que si ellos no hubieran estado ahí, no habría tenido el valor para hacerlo, porque sabía que en ningún momento de aquella desquiciante guerra, había sentido tanto miedo, como en aquel momento, donde sin emociones fuertes, sin luchas, sin amigos a su lado, sin esperanzas de que alguien o algo lo salvaran inesperadamente, había caminado hacia su destino. Decidido a morir.

Soltó un respingo cuando el golpeteo de la puerta lo sacó abruptamente de sus pensamientos, ésta se abrió dando paso a Hermione que atenta a sus emociones como siempre, le sonrió con condescendencia, segura de que en esos momentos nada podían hacer para sentirse felices, porque todo a su alrededor era dolor.

— La mamá de Ron insiste en que bajes a cenar, dice que este muy flacucho —le dijo acercándose confidencialmente a él, soltando una risita ahogada.

Él también sonrió mientras se miraba así mismo. No solo estaba flacucho, casi podía descubrir el tamaño exacto de sus costillas palpándolos a través de la piel, en un acto reflejo miró hacia un espejo no muy grande colocado en una de las paredes de la habitación. Sus facciones lucían endurecidas, sus ojos hundidos con marcadas orejas por la falta de descanso, sus labios resecos, su piel empalidecida. No pudo evitar sonreír con tristeza al verse.

— No luzco muy bien que digamos, pero creo que tengo esperanzas —dijo sonriente.

Hermione se sentó en la cama, a su lado también sonriente —¡Claro que las tienes!— le aseguró empujándose suavemente contra él —Hay algo de lo que me gustaría hablar contigo— la expresión de su rostro cambió drásticamente, a una de preocupación.

La mirada de Harry se tornó interrogante.

— ¿Has hablado con Ginny?—le preguntó angustiada.

Harry puso tal cara de circunstancias que Hermione de inmediato se preocupó —¡Oh, Harry!, ¿qué pasa?, he notado que apenas y se miran, acaso... ya... ¿no la quieres? —hizo la pregunta con dolorosa lentitud, como si temiera que sus palabras fueran a desatar alguna fuerza desconocida.

— No, no es eso, Hermione, es solo que... no sé como acercarme a ella —rascó su cabeza sin darse cuenta— Temo que me rechace, creo que eso es lo que me pasa... que, ¡no sé cómo explicarle todo!... ella ha estado distante y yo, no... No se que hacer —sus ojos brillaron anhelantes hacia su amiga, esperando que ella le dijera de memoria la solución acertada para su problema.

— No sé que decirte Harry —los hombros de él decayeron por la tristeza— Es que, bueno, tu sabes que Ron. No estaba precisamente feliz con la idea de que salieras con su "hermanita", y bueno, en un principio lo aceptó, pensaba que tu eras mejor que otros, porque cuando menos sabía que en ti si podía confiar, pero después cuando se dejaron, él se puso furioso —Harry se removió incomodo— pero no, no Harry, no pienses que él está todavía molesto contigo, él sabe que solo querías protegerla, ahora lo entiende… la que parece no entenderlo es ella.

— ¿Tu, has hablado con Ginny, Hermione?, ¿ella te ha dicho que piensa sobre lo que pasó entre nosotros?, ella me... me... ¿todavía me quiere? —sus manos se tensaron sujetándose firmemente a las sábanas, intentando que ellas fueran capaces de sostenerlo y no dejarlo caer en el vacío en el que sentía que se hundía.

Hermione posó una mano sobre la de la Harry, en el interior de su mente se repetían una y otra vez las palabras "oh, Harry, amigo, aquí estoy, contigo, por favor resiste, no debes desplomarte por esto", lo miró lastimeramente, como quien mira a un animal herido —Yo... ella... bueno, si, hablamos un poco sobre eso... y verás, ella está dolida por lo que pasó, piensa que la hiciste a un lado, que la quitaste de tu vida en el momento en el que más se necesitaban uno al otro. Está convencida de que en realidad no la amas, ¡pero descuida!... estoy segura, de que si le das un tiempo... sí, creo que eso sería lo mejor, que intentaras darle su espacio y ya sabes, mientras tanto, ¡mándale flores! o detalles o cosas de esas que tanto nos gustan a las chicas, si quieres puedo ayudarte con eso, lo importante es que le hagas saber lo mucho que la quieres, te aseguro que en menos tiempo del que imaginas, ella se dará cuenta que son el uno para el otro y te aceptará de nuevo.

La mirada de Harry era de terror —¡Pero yo no soy así, Hermione!, ¡no sé nada de regalos y no tengo la menor idea de que cosas les gustan a las chicas!, ¿cómo se supone que voy a demostrarle lo que siento, si ni siquiera soy capaz de decirlo?

— Pues, verás Harry, creo que tienes que si la quieres tienes que encontrar la manera, porque hay un pequeño detalle, algo que debes saber.

— ¿Qué es? —la miró con temor latente, esperándose lo peor y deseando con todas sus fuerzas que no le dijera que había un último Horcrux del que hasta entonces, habían desconocido y que debían destruirlo antes de que Voldemort volviera a la vida a través de él, o peor aún, que le dijera que Voldemort ya estaba vivo otra vez, matando personas para llegar hasta él, para enfrentarse a él nuevamente.

— Bueno… —la mirada de ella se clavó en el suelo, incapaz de ver el dolor que sus palabras le causarían a su amigo, su mejor amigo— cuando estábamos buscando los Horcruxes, ella estuvo saliendo de nuevo con Dean y...

— ¡Qué! —Harry de un salto se puso de pie, mirando con los ojos desenfocados hacia su amiga, de pronto empezó a caminar de un lado a otro, mientras Hermione lo seguía con la mirada— ¡Cómo es posible!, si yo, ella… se suponía que... yo, yo... pensaba en ella todo el tiempo, creí que me esperaría, ¡porque lo hizo!, ¿por qué no me dijo nada?, ¿porque me ha dicho nada aún?

— Lo siento tanto Harry, es solo que Ginny piensa que tú no tienes ningún interés por ella, y bueno, ella y Dean dejaron de verse el último tiempo, porque bueno, ya sabes, ella estaba aquí, pero se estuvieron escribiendo y... ¡ay!, lo siento tanto Harry, pero... —resopló con frustración sintiéndose torpe al no encontrar la forma correcta de decirlo— me temo que ella se siente sola y piensa que volver con él le ayudará mucho a sobrellevar todo lo sucedido… realmente piensa que puede funcionar.

— ¿Ginny te ha pedido que vengas a decirme esto? —Harry miraba a su amiga, su mejor amiga, acusadoramente, como si se sintiera traicionado.

— ¡Oh no, Harry!, definitivamente no, ella lo que me pidió fue que no interfiriera en su decisión —una mueca de incomodidad demostró lo poco convencida que estaba Hermione de que Ginny estuviera haciendo lo correcto— esto, te lo he dicho, porque, veraz… —suspiró profundamente, como si aceptara una derrota inevitable— varios de los chicos están aquí, vinieron a dar el pésame a la familia y lo más seguro es que se queden a cenar, ya sabes que es imposible persuadir a la mamá de Ron de hacer que todo el que viene termine atascándose de comida —sonrió forzadamente, sabiendo que Harry no estaba de humor para bromas— el punto es que 

Dean está entre ellos, y yo quería que supieras lo que pasa, para que no te sorprenda si por casualidad, Ginny lo presenta como su novio —Hermione no pudo evitar cerrar los ojos con expresión de dolor, esperando que Harry explotara en insultos, quejas o lo que fuera, sin embargo, Harry permaneció impasible.

— Está bien —dijo Harry fingiendo la mayor serenidad que le fue posible— Si ella ha tomado esa decisión creo que no tiene caso que yo haga nada para convencerla de lo contrario —un deje de amargura se escuchó en su tono de voz.

Hermione se puso de pie a su lado —De verdad lamento que tengas que pasar por esto, Harry, sabes que puedes contar conmigo para lo que sea— se dieron un abrazo fraternal, uno que logró que Harry se sintiera reconfortado por un momento —será mejor que bajemos— dijo casi en un susurro tras romper el abrazo.

Los escalones crujían mientras eran pisados por Harry que avanzaba lentamente, temiendo el momento en que su endeble salud mental sucumbiría ante la locura.

En cuanto colocó su pie sobre el último escalón, Neville saltó a él para darle un abrazo más efusivo de lo que ambos hubieran deseado, ya que Harry tuvo que sostenerse del barandal de las escaleras para no trastabillar. De inmediato, Luna llegó hasta ellos abrazándolos también, mientras los demás chicos lo esperaban en el comedor sonrientes, felices de estar reunidos, pero más aun, de estar vivos.

Harry saludó a cada uno de ellos con serenidad mostrando apenas algunas sonrisas cansadas. Seamus, Dean, Lavender, Parvati, Padma, Michael, Ernie, Terry, Angelina, Oliver, Lee, lo saludaron con entusiasmo como si a sus ojos ya no fuera Harry, sino ese gran Héroe que todos parecían estar convencidos que existía, el gran Harry Potter.

A pesar del duelo de la familia, en menos de lo esperado, el comedor se volvió ruidoso, risillas y conversaciones entusiastas por todos lados, los chicos habían llegado con noticias de los sobrevivientes, hablando sobre lo que se había escuchado los últimos dos días en el Potterwatch, animando a George para que volviera a participar en la emisora de radio, convenciéndolo de que el Callejón Diagon estaba llenándose de vida nuevamente y en menos del tiempo esperado, los negocios estarían tan rebosantes de clientes como antaño.

Harry se dejó inundar por el entusiasmo de sus antiguos compañeros de colegio, de su vitalidad. Él y Ron contaron entusiasmados sobre la forma en que acampaban mientras buscaban los Horcruxes, haciendo bromas sobre su dieta alimentaria a base de hongos, minimizando todo lo posible los momentos donde su vida corría peligro, sobre todo, por los sobresaltos que sufría Molly cada vez que mencionaban lo cerca que habían estado de ser capturados en cada ocasión.

Cuando la cena terminó, el ruido se trasladó a la sala, donde la conversación se acompañó con cervezas de mantequilla. Todo iba bien, hasta el momento en que Dean mencionó algo sobre lo emocionado que estaba con poder pertenecer a una familia tan unida como la Weasley.

La burbuja de felicidad de Harry se rompió mientras el concentraba su atención en el sillón de tres piezas donde Ginny, sentada sobre el descansa brazos, les comunicaba tímidamente a sus padres que Dean era su novio. No había podido escoger un peor momento para enrolarse en un romance que el día del funeral de su hermano.

Arthur miró instintivamente hacia Harry al escuchar la noticia, él ya se había hecho a la idea de que su pequeña terminaría casándose con Harry, un buen chico, al que estaba dispuesto a entregársela sin reparos, por lo cual, saber que ya no había nada entre ellos y en cambio Ginny presentaba formalmente a su nuevo novio, lo llevó a encontrarse con la mirada dolida del chico al que consideraba como a un hijo.

Molly, abrazó a Dean, haciéndole sentirse bien recibido, Arthur solo le tendió la mano a manera de aceptación.

Las voces sonaban lejanas en la cabeza de Harry, él solo podía verse a sí mismo cayendo al vacío sin nada que le ayudara a sostenerse, a salvarse.

— ¿Quieres otra cerveza de mantequilla, Harry? —Le preguntó Hermione cariñosamente, sacándolo de sus pensamientos.

— No, no gracias, todavía tengo —forzó una sonrisa.

— ¿Te... encuentras bien? —Harry asintió lentamente. Hermione miró hacia Ginny mientras se acercaba de manera cómplice a Harry— Descuida, esto es solo pasajero, estoy segura de que Ginny no está realmente enamorada de Dean, tal vez solo está intentando llamar tu atención —Harry la miró expectante, como no entendiendo lo que quería decir, ella le susurró — Solo dale tiempo Harry, todo cae por su propio peso, ya lo veraz.

Harry se quedó con la sensación de que ella sabía algo que él desconocía. Se encogió de hombros queriendo olvidarse del asunto, no podía estar seguro si Hermione planeaba algo para estropear el reciente noviazgo entre Ginny y Dean, pero en ese momento, él no se encontraba de ánimos para conseguir aliados que le ayudaran a reconquistar a Ginny, más aun, ni siquiera sabía si tenía deseos de volver con ella, después de todo, había estado pensando todo ese tiempo en alguien que parecía no existir, una Ginny creada solo por su imaginación, por su necesidad de amor y comprensión, no en la Ginny que existía en realidad, aquella que ni siquiera era capaz de comprender sus deseos de protegerla.

Solo Hermione pareció percatarse del cambio de ánimo que sufrió su amigo después de ese momento, los demás, se encontraban enceguecidos por la alegría que les provocaba estar nuevamente reunidos.

Cuando los bostezos comenzaron, los invitados consideraron que era hora de marcharse, para dejar descansar a la familia.

En la puerta de entrada, mientras se despedían, Harry, Neville y Ron, acordaron ir juntos al otro día al Ministerio a informarse sobre los empleos de medio tiempo que estaba ofreciendo el Departamento de Aurores. La sorpresa ocurrió cuando Harry mencionó que se verían en su casa, explicándole a Neville que lo vería en la acera frente a los números 11 y 13 de Grimmauld Place, más aún, cuando se dirigió hacia Molly para darle un largo abrazo, mientras le agradecía por toda la hospitalidad que le había brindado al permitirle quedarse en la Madriguera.

Molly lo miró angustiada —Tengo varios asuntos que debo arreglar en casa— se excusó Harry caminando hacia Arthur en el papel de un visitante más, le tendió la mano agradeciéndole también por su apoyo.

Caminó hacia la puerta deteniéndose solo para abrazar a Ron, George, Charley y Hermione insistiéndoles en que lo visitaran siempre que quisieran.

Cuando desapareció junto a los chicos, los Weasley se miraron unos a otros —¿Crees que está muy molesto?— le preguntó Ron a Hermione apesadumbrado.

— No lo sé —se acercó a él para añadir en un susurro— pero ni siquiera se despidió de Ginny.

— ¡Que importa eso! —se quejó Ron— Ni siquiera se llevó sus cosas, ¿con que piensa vestirse estando allá?

— ¿Harry les había comentado algo sobre que pensaba volver a la casa de Grinmauld Place? —preguntó Arthur todavía no comprendiendo lo ocurrido

— No —contestaron todos casi al unísono mirándose unos a otros.

Molly en el endeble estado emocional que se encontraba, lo único que atinó a hacer fue volver a llorar silenciosamente —Descuida Molly, mañana que esté más tranquilo lo iremos a visitar— ella miró angustiada a su esposo —Harry ya no es un niño, cielo, sabe cuidarse bien —le dijo mientras le enjugaba las lágrimas con el dorso de su camisa.

— Creo que todo esto es mi culpa —dijo Ginny suspirando con resignación, bajó la cabeza— lo siento, yo no pensé que él lo iba a tomar así.

Ron rodó los ojos —¿Como esperabas que lo tomara Ginny?, no me digas que querías que le diera la bienvenida a la familia a Dean— bufó —Mejor me voy a dormir, tengo cosas importantes que hacer mañana— se despidió de Hermione con un beso y de su familia con un malogrado buenas noches.

Todos se despidieron, dirigiéndose a sus respectivas habitaciones —En un momento estoy contigo Arthur, hay algunas cosas que debo guardar— dijo Molly de manera apenas audible, dirigiéndose hacia la sala.

Hermione volvió sobre sus pasos y se ofreció a ayudarle transportando ambas con gran destreza, los cuencos vacíos que habían quedado en la sala hacia el lavatrastos de la cocina.

— ¿Por qué tienes esa mirada Hermione, querida? —le preguntó Molly pasándole el brazo de manera protectora, limpiándose todavía algunas lagrimas con el delantal.

— Es solo que, me temo, que tal vez Ron no estará muy contento con algo que debo decirle.

— ¿De qué se trata? —Molly la condujo a uno de los sillones con intención de platicar con ella para así olvidarse de su propio dolor.

— Antes de la cena, me llegó una lechuza.

— Si, la vi —la instó a continuar como una mirada de ternura.

— Pues, el Ministerio me han avisado que encontraron el rastro de mis padres, debo presentarme mañana temprano ahí para que por medio de un traslador, me lleven cerca de donde se encuentran.

— ¡Oh, querida!, esa es una gran noticia —la felicitó Molly sonriendo sinceramente.

— Si, lo es —su mirada se tornó angustiada— Es solo que no sé como decírselo a Ron, además, no quisiera dejarlo solo en un momento como este.

— Descuida, cariño, estoy segura de que el comprenderá que encontrar a tus padres es algo que no puedes dejar para después, aunque, no me gustaría que fueras sola, ¿sabes?, creo que Arthur podría acompañarte aprovechando que le dieron libre la semana, además ya sabes que a él todo lo que sea muggle lo emociona mucho.

Hermione sonrió no muy convencida de querer hacer un viaje al lado de su suegro, que más que una ayuda representaría una distracción por su extraña fascinación hacia lo muggle.




Harry se apareció discretamente en el último escalón del número 12 de Grinmauld Place, cerciorándose de que nadie estuviera por los alrededores. Sabía que los muggles no podían ver la propiedad, su temor más bien era que, desde que Hermione accidentalmente había llevado a uno de los seguidores de Voldemort por medio de una aparición, el hechizo Fidelio había dejado de ser efectivo, ya que la ubicación de la casa había sido revelada. Desconocía si los Mortífagos habían estado dentro, pero sabía de sobra que antes de revelarles la ubicación habían estado esperando pacientemente frente a su hogar con la esperanza de atraparlo ahí.

Entró sigilosamente agudizando el oído ante cualquier ruido fuera de lo común. Lo primero que le sorprendió fue que los hechizos contra intrusos ya no estaban, más aun, el cuadro de la madre de Sirius había sido hecho pedazos, desgarrando el lienzo con arañazos que no podían ser obra más que de un hombre lobo —Greyback— pensó empezando a tratar de adivinar quienes más habían estado ahí.

La casa estaba completamente desordenada, se notaba que lo habían buscado hasta dentro de la alacena. Sus ojos recorrían el lugar dándose cuenta que fuera del desorden parecía no faltar nada, sin duda no habían ido ahí con instrucciones de saquear, sino únicamente de capturarlo.

Subió las escaleras lentamente, sacudiéndose algunas telarañas que caían desde el techo. El olor a polvo y encierro comenzaban a asfixiarlo. Revisó todas las habitaciones caminando casi a saltos para no tropezar con el reguero de objetos que cubría el suelo. Al llegar a la habitación que había pertenecido a Sirius, vio sobre la cama un objeto redondo que parecía haber sido colocado ahí a propósito. Habían dejado la cama impecablemente tendida, con el ojo de Alastor Moody colocado en el centro.

Una oleada de furia invadió a Harry. Bastante ofensivo le había parecido que Umbridge lo utilizara como mirilla en la puerta de su oficina en el Ministerio, como para que los Mortífagos se lo hubieran dejado ahí burlándose de él.

Caminó con pasos ágiles hacia la cama, para quitarlo de ahí. No tenía claro que haría con él, pero estaba convencido que le ofendía verlo donde los Mortífagos lo habían dejado. En cuanto lo tocó la habitación empezó a girar y aunque quiso, le fue imposible soltarse del ojo. Una sensación de hundimiento invadió su estómago, de un momento a otro la habitación dejó de ser visible arremolinándose alrededor, figuras imposibles de distinguir. Los giros pararon de pronto lanzándolo estrepitosamente dándole la sensación de que caía. Cerró los ojos como si con ello pudiera evitar salir lastimado. Sintió su cuerpo estrellarse contra algo duro y frio, nada parecido a la textura de la cama en la que se había reclinado momentos antes. Lo único seguro, era que ya no estaba en la habitación de Sirius.


No pretendo pedirles demasiado, solo Reviews... jejeje... estoy muy emocionada con esta nueva historia que me ha costado bastante publicar, ya que por motivos ajenos a mi voluntad a la de quienes me han ayudado habia sido imposible hasta ahora.

Makarva, lamento mucho los malos ratos que has pasado, felicidades por todo lo bueno, gracias por tus consejos respecto a esta historia y el tiempo que invertiste en mi y en ella, espero que pronto la vida te sonria o bien, Aprendas a hacer Limonadas !!

Jhowhe, no encuentro las palabras correctas para hacerte saber lo feliz que estoy de poder contar contigo de manera incondicional (no asi, con tu látigo), asi que de momento, diré "Gracias"... (se que Brian K. y Draco no usan esa palabra a menudo, pero yo no soy ninguno de ellos :D )

A quienes lean... besos y todo mi cariño... el mismo cariño con el que este Fic esta escrito