Disclaimer: Shingeki no Kyojin no me pertenece, es obra de Hajime Isayama.
Advertencia: ¿De este capítulo? Nada, ¿de los que siguen? Tal vez… (?)
Agapē
Es el término griego para el amor altruista entre dos seres.
El que va más allá del propio bienestar, va más allá del egoísmo, de la vanidad, más allá de todo lo vano y superficial.
Es el amor más puro y fuerte.
Es el amor incondicional.
"¡Eren!"
Habían salido. Por fin habían derrotado a todos los titanes y derrumbado los muros que los mantenían cautivos. Mucha gente murió en el proceso de la libertad, muchas personas con ideales tan fuertes que dieron su vida por la humanidad, sacrificaron todo lo que tenían para tener algún día la paz. Y lo habían conseguido, ahora el mundo les pertenecía.
"¡Mira este libro que mi abuelo tenía escondido! ¡Todo es sobre el mundo exterior!"
El viento golpeaba con suavidad su joven rostro. El olor salino llegó a sus fosas nasales, y la inmensidad del océano frente a él lo hacía sentir pequeño. Muy pequeño. La blanca espuma sobresalía dentro del claro azul de las aguas que parecían no tener fin. El sonido de las olas chocando contra las piedras, llenaba el tranquilo ambiente con una relajante y particular melodía que el chico podía escuchar por primera vez.
"¡De acuerdo con este libro, la mayor parte del mundo está rodeada de cuerpos acuáticos gigantescos llamados "océanos"!"
Las nubes corrían veloces por la vastedad del cielo azul sobre su cabeza, y la arena bajo sus pies cosquilleaba su piel y la calentaba de una manera acogedora. Con parsimonia se acercó a la orilla y tomó un poco de agua entre sus dedos, la llevó a sus labios secos y la bebió para después escupirla.
"¡También dice que es agua salada!"
Sí, era salada. Sonrió levemente, después de todo Armin jamás se equivocaba. Aún podía recordar su rostro, la alegría que bailaba en sus grandes ojos al leer ese libro sólo para ellos dos. El ligero sonrojo que se hacía presente en sus pálidas mejillas cuando hablaba de lo mucho que le gustaría ver el mundo exterior. Armin había sido su primer amigo, y también su primer amor. Lo descubrió ese día, cuando después de recitarle todos los pasajes de ese raído libro prohibido, le había tomado la mano y prometido que ambos verían el océano cuando salieran de esos muros. Su imberbe corazón no había latido nunca tan fuerte ni con tanta emoción como ese día.
Avanzó sin reparos de mojarse el pantalón ya no tan blanco de su uniforme de la legión. El agua helada llegaba hasta la altura de sus caderas, y continuó avanzando hasta que se sumergió por completo. Sentía un ligero bombardeo en sus oídos, y la salinidad del líquido le quemaba los ojos, pero se quedó sumergido.
—¿De qué color crees que sea el océano, Armin?
—No lo sé, del mismo color que los pequeños lagos tal vez. ¿Tú que crees, Eren?
—Creo…que azul, como los pequeños lagos—contestó dándole la razón a su amigo. Miró detenidamente los azules zafiros que brillaban con curiosidad enfrente de él y agregó:—, como tus ojos.
Abrió los ojos y miró la profundidad del mar. Era oscuro, y los débiles rayos del sol atravesaban tímidamente la capa de agua, alumbrando con modestia algunos corales y peces que nadaban curiosos alrededor del joven. El aire se acabó en sus pulmones y con un gesto rápido sacó la cabeza y aspiró con premura todo el oxígeno que pudo.
Se sentía tan acongojado, las emociones dentro de él revoloteaban y se golpeaban entre ellas, en un intento de predominar en su imbatible corazón de titán. Miró la inmensidad del mar una vez más y copiosas lágrimas comenzaron a salir de sus ojos color esmeralda.
Extrañaba a sus todas esas personas que habían muerto en batalla, a toda esa gente que murió protegiéndolo, pero sobre todo extrañaba a su mejor amigo. La guerra había sido cruenta, y poca gente logró sobrevivir para poder contar de la gran proeza de la humanidad a las generaciones venideras.
—¡¿Por qué lo hiciste, Armin?! ¡Eres un idiota!
—Quería…protegerte, Eren.
Se quedó en el mar hasta que la piel de su cuerpo comenzó a arrugarse, y la ropa le comenzó a pesar demasiado para mantenerse a flote. Sin dejar de ver el horizonte azul, comenzó a salir lentamente de la gran piscina salada, hasta que el agua estuvo a la altura de sus tobillos, acariciando con suavidad la piel morena. Sintió un ligero peso en su hombro, y desvió su mirada a la chica a su lado, Mikasa lo miraba con una leve sonrisa en su rostro. Eren regresó la mirada al gigantesco océano frente a él, y tomo la mano de la muchacha, estrechándola fuertemente.
—N-no…tenías
—Sí… te protegí…Soy tan feliz, Eren
La chica le devolvió el gesto con la misma intensidad, para después soltar la mano de Eren, y volver tras sus pasos. El chico pudo escuchar el sonido de unos arneses y cuerdas impactar contra la arena, y pronto Mikasa volvió a su lado, en sus manos tenía una pequeña caja de madera. Lo llamo con voz trémula, y una vez que el chico volteó a verla, le entregó el objeto en sus manos, y se alejó, manteniendo su distancia. Después de todo ese momento era íntimo, y ella lo sabía.
"Tienes que ver el océano… por los dos…"
Sus ojos color jade se posaron en la caja en sus manos, y apretándola contra su pecho, volvió a adentrarse en el mar. El agua jugaba con el arnés de su cintura, probablemente la sal lo oxidaría, pero eso ya no importaba, no lo usaría más después de todo.
"Eren…Perdóname…"
Suavemente depositó la caja sobre las pequeñas olas, las cuales bailaron, abrazándola y llevándosela hasta lo más profundo del mar, alejándola lentamente del lado de Eren.
"Te quiero…Eren."
Lo último que el de ojos verdes pudo ver, fue al gigantesco océano tragándose lo único que quedaba de Armin.
—Tenía razón, Armin—susurró al viento—. El océano sí es azul como tus ojos.
Mikasa lo llamó suavemente, y Eren se giró hacía ella, comenzando a caminar con paso apesadumbrado. Después de todo, debían volver a la muralla Sina, donde el juicio al último de los titanes le esperaba.
El recorrido de vuelta era de alrededor de cuatro días, tiempo más que suficiente para que Eren recordara toda su historia con el que fue su mejor amigo, su primer y último amor.
La historia de cómo sus jóvenes corazones ansiosos de libertad se habían enamorado.
Cuando das todo por una persona, cuando estás dispuesto a dar tu propia vida sólo para protegerla.
Cuando amas hasta que el aliento se acabe, hasta que tu corazón deje de palpitar.
Cuando amas hasta morir, y más allá.
Ese es el amor Agapē.
Del que los griegos hablaban, el amor por el cual eres capaz de hacer cualquier cosa.
Por el cual eres capaz de cometer miles de estupideces, o miles de sacrificios.
El amor que lo entrega todo, sin esperar nada.
El amor puro, el amor inocente.
El amor.
¡Hola! Vengo con otro Eremin, es que… los amo. ¿Qué puedo decir?
Al contrario del oneshot que hice anteriormente, éste será un poco más largo (Dah, si no sería un oneshot, tengo la capacidad de expresarme de un mono), tal vez tenga cuatro o cinco capítulos, dependiendo si gusta o no. Y no, queridas o queridos au contraire de lo que deben estar pensando, no será triste…bueno, no mucho. Tal vez sólo este pequeño prólogo sea triste, sí…tal vez.
Cualquier consulta, crítica, tomate, lechuga, a la cajita de más abajo.
¡Nos leemos!
