Hola, mis cupcakes.
Este fanfic participa en el Reto #91: ... Pero con una condición del foro Alas Negras, Palabras Negras. Foro al que deben ir si no quieren que gente con el cabello color platino lleguen a apoderarse de todo lo suyo xD.
Nada, nada me pertenece. Los lugares, sus personajes y el lore es propiedad del asesino serial literario más grandioso de todos, George R. R. Martin.
Burocracia
Están en las escaleras de Torrealta, en una ciudad tan antigua que nadie sabe ni como fue fundada, sus antepasadas parecen haberla gobernado desde siempre. Él lleva sobre sus hombros el pesado legado como custodio de la fe y la ciencia. A su derecha, el Septon Supremo, a su izquierda el Gran Maestre de la Orden. Entre ambos lo tienen allí, en el suelo, a varios kilómetros de la punta de su torre, uno por medio de ayunos prolongados y el otros por las visiones en unas velas oscuras le han obligado a recibir al rey extranjero, a coronarlo y entregarle la ciudad.
Le parece una ilusión, una triste y absoluta ilusión. Casi es una estupidez.
Lo es hasta que los dragones se avistan en el horizonte. El mayor, que tiene un nombre valyrio impronunciable, parece beberse la luz y opacar el mundo bajo él. Los otros dos, también descomunales, parecen mirar el mundo bajo ellos con rapiña.
Las personas que les acompañan en la plaza, emiten un grito de asombro general-
—¿Están seguros de esto? —Mira al Septon y luego al Maestre. Mientras el primero es robusto y sonrosado, el segundo es delgado y ojeroso.
—Mi señor, por muy fuertes que sean nuestras murallas y muy alta que sea vuestra torre, esas bestias lograrían acabar con ambas. —La voz del viejo Maestre tiene un siseo extraño y sus ojos no se separan de los extranjeros, quienes dejaran los dragonas fuera de la ciudad y montarán a caballo el resto del camino.
—¿Y no hay ciencia o divinidad que pueda alejarlos? —su padre le había enseñado a confiar en las instituciones que protege.
—Es lo que esperamos averiguar mi señor —el Septon sonríe de lado, con suficiencia.
Esperan pacientes, el Septon Supremo y el Gran Maestre cuchichean con ganas durante un buen rato. Lord Manfred siempre ha confiado en ellos, como es tradición en su familia, pero algo le dice que no son sinceras las razones por las que ambos lo han llevado hasta allí. ¿Por qué sino el Gran Maestre dice que debe ausentarse y no puede estar durante la coronación?
—Esas son cosas ajenas a nuestro deber. Sí nuevo rey precisa de un Maestre, que me llame. Tengo que ir a hacer mis propias disposiciones en la ciudadela, si el hombre quiere una guerra necesitaremos muchos maestres.
El hombre se va con su caminar seguro. Dos acólitos le acompañan, uno de ellos se separa una calle más adelante.
Entonces se dirige al Septon.
—¿Qué planeáis hacer?
—Lo que es nuestro deber señor. Tanto los maestres como los septones hacemos el mismo juramento cuando nos entregamos a nuestro deber: servir al reino, a las personas que viven en él. Dragones, señor, los dragones solo significan una cosa: Fuego y muerte. Si tenemos que abrirles las puertas para poder extinguirlos, vamos a hacerlo.
Mira al frente y divisa la comitiva al final de la calle. "El plateado de sus cabellos se ve desde aquí. Son hermosos y mortíferos".
