Descargo de responsabilidad: Demashitaa! Powerpuff Girls Z no me pertenece.
Advertencias: AU. Violencia. OoC. Vampific. Malas palabras.
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Y de un momento a otro, todo se vio envuelto en llamas.
Corrió hasta aquel rincón en donde permanecía tirado un retrato de una mujer de cabello ligeramente verdoso.
—Lo siento... —murmuró una vez que cogió el retrato—. Lo siento mucho, mamá —guardó el retrato bajo su abrigo marrón.
El humo inundó sus pulmones; estaba totalmente asfixiada. Trató de mantenerse en pie, pero la desesperación que le invadía le impedía dar un paso. Cayó al suelo boca arriba. Lograba ver perfectamente como el techo se desplomaba lentamente.
A duras penas logró hacerse a un lado cuando notó que un estante de la cocina envuelto en llamas caería sobre ella.
Trató de levantarse, pero cayó una vez más al suelo.
—Mierda —balbuceó molesta.
—Vaya, vaya. Qué chica más linda —oyó una voz masculina proveniente de alguna parte del interior de la cocina.
—¿Q-quién eres? ¿Dónde estás?, no te veo—alzó la vista, en un intento desesperado por hallar al dueño de la voz.
—¿Cómo que no me ves? Estoy aquí, enana estúpida.
—¿Dónde "aquí"? No te logro ver —entrecerró los ojos a duras penas.
—Aquí —respondió secamente la voz.
—Deja ya de jugar, ¿dónde diablos estás? —la vista se le comenzó a nublar, y respirar se le hacía cada vez más complicado.
—Oye, creo que vas a morir. Qué lastima. Los humanos son tan débiles.
—¿Acaso tú no eres un humano? —la voz de la chica ya se oía cortada y forzada.
—¿Yo? ¡Pff! —rió—. No me compares con esas criaturas debiluchas, tonta —aguardó unos segundos en la espera de la respuesta de la chica, pero ella nunca respondió—. Oye, ¿sigues viva? —una tos proveniente de ella le dijo que sí lo estaba.
—A-ayúdame, por favor —se acercó a ella: su cabello era negro azabache como la playera rasgada que llevaba (la cual dejaba ver sólo su abdomen), sus ojos estaban cerrados, por lo que no podía ver bien el color de sus ojos, su cara estaba algo sucia y con rasguños, tenía los labios resecos y las mejillas sin color y, de vez en cuando, murmuraba cosas al azar. Estaba agonizando.
—¿Qué te ayude? —le preguntó extrañado—. ¿Por qué? Ni te conozco.
—Por favor. Te daré lo qué quieras, sólo ayúdame.
—¿Lo que quiera? —se sentó junto a ella con una pose pensativa, totalmente ajeno a la situación de la chica—. Está bien, te ayudaré —sonrió alegremente.
—Entonces, sácame de aquí, por favor.
—Claro —se levantó y cogió a la chica en sus brazos—. Sólo para aclarar, ¿me darás cualquier cosa que te pida? —la joven asintió—, ¿incluso si es tu vida... con tu sangre incluida?
—Da igual —respondió antes de caer desmayada en los brazos del chicos.
—Perfecto.
—¡Despierta! —abrió los ojos de golpe, encontrándose con otros de un verde más opaco, los de su padre.
—¿Qué demo...?
—¡Kaoru, tienes que ir a la escuela! —el hombre traía una olla en su mano derecha y en la otra una cuchara de madera, la cual usaba para golpear la olla y así poder despertar a la chica.
—¿Escuela? —miró a su alrededor, todo estaba normal—. Papá... la casa... —se levantó y comenzó a pasearse por la habitación con una mirada de desesperación.
—¿La casa? ¿Qué tiene la casa?
—... Nada —respondió secamente—. Debe haber sido un sueño.
—¿Un sueño?
—Oye, papá, creí que regresarías de tu viaje de negocio dentro de unos cuantos días más.
—Oh, así era, pero la compañía solucionó los problemas que habían antes de tiempo y nos permitieron regresar.
—Ya veo.
—¿Por qué? ¿Planeabas hacer una fiesta sin mi permiso? —la miró desconfiado.
—Para una fiesta se necesitan amigos, papá, yo no los tengo —le devolvió una mirada de odio.
—Lo siento —se disculpó—. Ha pasado un mes desde que entraste a esa preparatoria, deberías de al menos tener un amigo.
—Pues no lo tengo —salió de su habitación, seguida de su padre—. La gente dice que soy extraña —se detuvo en frente de los escalones que daban a la primera planta—, esa es la razón de por qué nadie se acerca a mí, por lo tanto, no tengo ningún amigo.
—¿Tú, extraña? —le preguntó incrédulo mientras bajaba los escalones detrás de su hija adolescente—. ¿Por qué dicen éso?
—Qué voy a saber yo — se encogió de hombros y caminó hasta la cocina—. Papá, prepararé el desayuno, ¿quieres huevos fritos o algo?
—Sí, gracias.
—¿Podrías ir a despertar a Shou? —le preguntó a la vez que encendía la cocina.
—Él ya se fue a la escuela.
—¿En serio? —se volteó a mirarlo, extrañada—, ¿cómo lo sabes?
—Cuando llegué a casa, él ya iba de salida —dijo—. Iba muy apresurado, pero antes de irse, dijo algo de que había un paquete o algo así que era para tí.
—¿Un paquete?
—Sí —asintió—. Aguarda, creo que lo dejó en el salón. Iré a traerlo por tí —salió de la cocina y a los segundos volvió con una pequeña caja marrón con un lazo verde atado al rededor de él—. Éste es. Ten —se lo extendió.
—¿De quién será? —lo revisó por todos lados, tratando de encontrar alguna nota que dijera quién era el que lo enviaba.
—No lo sé —se encogió de hombros—. Pero da igual, ¡sólo ábrelo! —exclamó emocionado el hombre.
—¿No deberías decir algo como: "No lo abras, no sabes de quién es, puede ser peligroso"? —preguntó la adolescente de ojos verdes.
—¿Hum? ¿Quién diría algo así?
—¿Un buen padre?
—¡Sólo ábrelo! Tengo curiosidad por saber qué es —dijo entusiasmado.
—Está bien —suspiró y tiró levemente del lazo verde, el envoltorio se deshizo, dejando ver otra caja aún más pequeña de un brillante color negro—. ¿Ésto qué es?
—¡Ábrelo, ábrelo!
—Ok, ok —abrió lentamente la caja, con el temor presente de que podría ser una bomba o algún animal que saltaría a su cara en el momento en que la abriera—. Oh...
—¿Qué es, qué es?
—Una gargantilla —sacó el accesorio que estaba dentro de la caja—. Es bonito, pero extraño —lo observó detalladamente; era de color negro con detalles verdes oscuros, y en medio tenía una pequeña estrella verde claro.
—¡Déjame verlo! —su padre se lo arrebató de las manos, hipnotizado por la belleza del accesorio.
—Hay algo más—miró dentro de la caja negra y notó que había una pequeña nota adhesiva pegada a ella—. Tal vez aquí digan quién la envió.
—¡Se parece mucho a una gargantilla que tenía tu madre! —el hombre seguía observando cada detalle del accesorio sin prestarle atención a su joven hija.
—¿Hmp? —sacó la nota adhesiva y leyó lo que estaba escrito en ella—. "Con ésto sellaremos nuestro trato." —musitó, extrañada.
—¡Se te verá muy bonito, Kaoru! —su padre seguía hablando, ajeno a la nota adhesiva que su hija tenía en la mano.
—Papá, ¿hiciste un trato con alguien? —le preguntó la joven azabache.
—¿Eh? No que yo sepa —hizo una mueca de confusión y luego volvió su vista a la gargantilla—. Realmente es hermosa... ¡Hey! —protestó en el momento en que su hija le arrebató el accesorio.
—Me llevaré ésto —lo guardó en el bolsillo de su pijama—. Mi iré a preparar para la escuela —subió las escaleras a paso apresurado.
—Papá, ya me voy —abrió la puerta principal de su casa, ya vestida con su uniforme de preparatoria.
—Kaoru, ¿te has puesto tu regalo? —su padre asomó su cabeza desde la cocina, él traía puesto un delantal blanco de cocinero.
—No —negó con la cabeza—. De hecho, iré a la oficina de correo para ver quién la envió. No confió mucho en alguien que mande algo tan valioso como éso sin siquiera dar su dirección o nombre.
—Oh, ya veo —agachó la cabeza, apenado.
—No es como si te estuviera quitando un millón de dolares —rodó los ojos y salió de la casa, en dirección a la oficina de correo.
—¡¿No sabe?!
—No —la mujer sonrió amablemente—. Lo siento.
—Pero, ¿no se supone qué ustedes deben saber quién envía los paquetes?
—Se supone —volvió a sonreír, mostrando esa sonrisa que comenzaba a desesperar a la adolescente.
—Entonces...
—¿Entonces qué?
—Ugh —rodó los ojos, fastidiada—. ¿No puede averiguar de quién es éste paquete, señora?
—No —volvió a sonreír—. De hecho, éste paquete ni siquiera ha pasado por esta oficina de correo.
—¿No?
—No.
—Entonces, ¿por cuál otra pasaría? Esta es la única oficina de correo en todo Tokio, ¿no es así?
—Así es —sonrió.
—Entonces...
—¿Entonces qué?
—Maldita seas, viej... digo, gracias por nada —se dio media vuelta y salió de la oficina de correos, molesta y refunfuñando—. Mierda, voy tarde para la escuela —comenzó a correr, pero antes de eso, guardó la gargantilla en el bolsillo de su suéter escolar.
Dejó de correr al momento en que un escalofrío recorrió su espalda y una sensación de que la observaban la invadía. Miró hacia todas las direcciones.
—Debe ser idea mía —se preparó para seguir corriendo, pero una mano en su hombro la volvió a detener.
—Creo que se te cayó ésto —se volteó rápidamente para encontrarse con unos ojos verdes brillantes, tan brillantes que causaban miedo y, a la vez, emoción. Notó que la persona extendía algo hacia ella: Su gargantilla.
—Oh, gracias —la cogió y miró una vez más al poseedor de los ojos verdes; era un chico alto, de cabello azabache recogido en una coleta y con un mechón de cabello cubriéndole un ojo, mantenía una mirada serena, pero algo le decía que había algo más detrás de aquella mirada.
—No debes perder aquella gargantilla —dijo el joven con voz segura.
—¿Eh?
—Vaya, qué ojos más lindos tienes.
—¿Eh? —se encontraba perdida, no sabía quién era ese tipo para que llegase y dijese que tenía bonitos ojos—. Gracias... supongo.
—Se te hace tarde para la escuela —dijo derrepente el moreno.
—¡Ah! ¡Es cierto! —se alarmó y acomodó su maleta en su hombro—. ¡Adiós, y gracias! —volvió a correr, procurando no mirar hacia atrás, ya que el chico le causaba algo de miedo.
—Lindos ojos verdes...
Hola dgfhjk:p.
Ésta idea salió de la nada, y gracias a Nadia-n.n que me ayudó a aclarar más las ideas que tenía, pude subir el primer capítulo. Y sí, este primer capítulo salió corto, lo sé. Lo había hecho más largo, pero decidí cortarlo por que sino sería muy largo._.
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