Holaa! Soy Estrella Rosada!

Este es el primer fic que publico,ya que soy nueva en esto,pero quiero antes aclarar unas dudas para quien las tenga:

Los personajes no me pertenecen y la historia no es de mi invencion,solo lo publico por el consejo de una amiga mia (muy picarona por cierto ¬¬) la historia pertenece a Kate Steele,y los personajes a Clamp...aclarado este punto comenzemos con la historia...

Resumen del Fic:

Grrrrrrrrrr. Después de una relación fallida, Sakura Kinomoto no tiene

ninguna confianza que dar a los hombres. Pero no había contado con la de-

terminación de Shaoran Li. Su resistencia va decayendo hasta que fi-

nalmente cede a su deseo, solo para descubrir que Shaoran, aparte de ser atrac-

tivo y autoritario, es también un hombre lobo alfa. Lleno de una necesidad

primitiva por hacerla suya, Logan atrevidamente la reclama en cuerpo, men-

te y alma.

Confusa y haciendo frente a la declaración arrogante y aparentemente

imposible de Shaoran, Sakura se encuentra poniendo el máximo empeño en

aceptar la realidad de su naturaleza y su fiera lujuria, en un esfuerzo para su-

perar su pasado y aprender a confiar en el lobo.

Capítulo Uno

—He terminado con los hombres —declaró Sakura Kinomoto.

—¿Eso significa que tu cita de anoche no funcionó? —preguntó su

amiga Rika Sasaki comprensivamente.

Sakura y Rika eran socias de la Librería Tomoeda, además de

ser casi como hermanas. Su íntima amistad se remontaba al momento en que

se conocieron, en quinto curso. El dodge ball, un conocido juego habitual en-

tre el atemorizante grupo de niños de once años, terminó con la enemistad de

dos de sus miembros. De esta manera había comenzado aquella amistad lar-

ga y duradera.

Tomando un descanso de su floreciente negocio, las mujeres se habían

instalado en un reservado del mejor restaurante de la ciudad, el Gato Negro. El

lugar estaba abarrotado. Las camareras corrían de un lado para otro con los

menús y la comida, entre un continuo flujo de clientes que menguaban y cre-

cían con la habitual prisa de la hora del almuerzo.

—Fue un desastre —contestó Sakira a la pregunta de Rika sobre su

cita. Se retiró de la cara un mechón de su cabello rubio-cobrizo—. Fuimos a

tomar una pizza a un restaurante, antes de ir a ver la película. Comió como un cer-

do.

—¿Exactamente cómo de parecido a un cerdo? —preguntó Rika, dete-

niendo el tenedor sobre una jugosa rebanada de tomate.

—¿Conoces a ese tipo de personas que pueden comer con los dedos, y,

aún así, permanecer limpias? No es de ese grupo. Consiguió ponerse todo

pringado de salsa y comida. ¡Fue de lo más vulgar! —aseguró Sakura con un

dramático estremecimiento.

Rika rió tolerante.

—¿No crees que eres un poco remilgada?

—¡Espera y escucha el resto! —exclamó Sakura con el ceño fruncido—

Fuimos a ver el estreno de una película de fantasía. ¿Has oído hablar de esas

películas basadas en cuentos infantiles? Bueno, pues colocó uno de sus bra-

zos sobre mis hombros. Le doy gracias a Dios, porque se lavó las manos an-

tes de que saliéramos del restaurante. De cualquier manera, no paró de tambori-

lear los dedos sobre mi hombro. ¡Y no paró de hablar! Se pasó el tiempo ha-

ciendo estúpidos comentarios sobre sus acentos británicos e intentando imi-

tarlos.

Sakura estaba totalmente lanzada.

—Entonces va y me dice, «deberías salir en la película». Desde luego,

como una idiota voy y le pregunto por qué y me dice... «eres tan guapa que

pareces una fantasía». ¡Eewww! ¿No es la frase más poco convincente que

has oído en tu vida?

—Oh, no sé, creo que es algo muy dulce —contestó Rika con fingida

sinceridad, agitando sus pestañas.

Sakura fijó la vista en ella con gesto diversión chispeó enlos ojos de Rika, provocando una pequeña chispa como respuesta, hasta que ambas comenzaron a reírse disimuladamente.

Rika cogió su vaso de agua.

—¿Y qué le contestaste?

—Le dije que era tonto y que me perdonase pero tenía que ir al baño

para vomitar. —Ante la elevación de cejas de Clare confesó—: Bueno, no vo-

mité, aunque tuve verdaderas ganas. —Sakura se recostó en su silla con un sus-

piro.

—Después de la película me preguntó si quería parar en algún sitio

para tomar el postre. Pero, ¿tenía ganas de volver a verle comer? De ninguna

manera.

—Entonces te llevó a casa... ¿Y? —la animó Clare.

—Y me besó. Fue como besar a una trucha. ¡Yuck! —La mueca de

aversión de Sakura, hizo reír de nuevo a Rika—. Rika, eres muy afortunada al

tener a Terada.

—Cariño, no tienes por qué decir eso. —Una mirada tierna apareció en

sus ojos al pensar en su marido.

Cuando se conocieron en el colegio, Terada había elegido filología ingle-

sa. Era alto, de pelo oscuro, y sus ojos parecía que siempre reflejaban una ex-

presión serena, calmada. Era estudioso y tranquilo, no de una manera que le

hiciera ser poco sociable, sino que reflejaba sosiego y masculina seguridad.

Después de casarse, tras la graduación, se trasladaron a la ciudad natal de

Terada, Tomoeda, en Tokio.

Sakura era muy feliz por Rika y Terada. Tenían la relación que había es-

perado para ella misma cuando se casó hacia cuatro años. Durante su perio-

do universitario había salido con algunos chicos, pero sin llegar a encontrar a

nadie por el que sintiera verdadero apego, hasta que conoció a su ex marido

al final de su último año de carrera. Sakura tenía un trabajo de media jornada

en una oficina y él era un asesor informático contratado para mejorar el siste-

ma de la empresa en la que ella trabajaba. Pasaron algún que otro rato char-

lando durante las horas de oficina, mientras él trabajaba en las mejoras, y

cuando un día la invitó a salir, ella aceptó encantada. Al principio le recorda-

ba a su padre. Tenía un gran sentido del humor y una personalidad muy so-

ciable. Disfrutaron del proverbial torbellino romántico y Sakura se encontró

arrastrada hacia él, por emociones que nunca había sentido. Después de un

corto compromiso, y una boda que presenciaron la familia y un grupo de

amigos, a los diez meses de haberle conocido, Sakura se encontró en el papel

de esposa.

Cualquier semejanza con su padre palideció y desapareció demasiado

pronto. Con el tiempo, Sakura averiguó que carecía de cualquier lealtad u ho-

nor. Demasiado tarde descubrió su actitud egoísta y su ostensible indiferen-

cia hacia los votos matrimoniales. Se reveló como una persona insegura y fa-

nática. El sentido del humor que disfrutó al principio, se transformó en mal-

vado y cruel.

Respecto al sexo en su relación, nunca había sido espectacular. Al

principio se mostró impaciente y atento, y aunque el acto mismo pareciera

siempre ir tan rápido que nunca llegó a alcanzar el orgasmo, se dijo a sí mis-

ma que era feliz porque le amaba.

Y le había amado profundamente, a pesar de sus defectos de persona-

lidad. Por lo que quedó devastada cuando descubrió que, tras solo dos años

de matrimonio, había tenido una aventura.

Al comprender que su matrimonio era una farsa, consiguió el divor-

cio. Necesitando un cambio, aceptó enseguida la proposición de Rika de

trasladarse a Tomoeda. Siempre habían hablado de abrir una libre-

ría juntas y este pareció el momento perfecto. Sakura se encontró iniciando una

nueva vida en otra ciudad, con su mejor amiga como socia de un negocio.

Perdidas en sus pensamientos, Sakura y Rika se despejaron de sus enso-

ñaciones y se rieron la una de la otra.

—Bueno, está decidido —reiteró Sakura—. Mi juicio, en cuanto a hom-

bres se refiere, es un desastre total. De ahora en adelante no me separo de mi

vibrador. —Hizo una pausa meditabunda—. Aunque, para que lo sepas, has-

ta eso comienza a perder su atractivo. ¿Crees que es posible estar sobre-vi-

brada? Creo que la otra noche mi clítoris estaba adormecido.

Rika estalló en risas, tapándose la boca con la mano cuando los ros-

tros de algunos comensales se giraron hacia ellas.

—¡Dios, Sakura, no me puedo creer que hayas dicho eso!

—No te atrevas a decírselo a Terada —le exigió, con la cara sonrojada,

mientras observaba a Rika secarse las lagrimas con una servilleta—. No sé

qué me pasa. Quizá mi antiguo marido tuviera razón. Tal vez soy frígida.

—Espera un minuto —comenzó Rika, haciendo una pausa cuando la

camarera, que había traído la cuenta, les preguntó si querían postre. Después

de contestar negativamente, prosiguió—: ¿Vas a sentarte ahí y decirme que

vas a creer en un tipo al que has descrito diciendo que tiene diez centímetros

de pene y un plazo límite de cinco minutos?

Sakura frunció los labios mientras consideraba la pregunta.

—Bueno... pensándolo mejor, no. Pero algo debe andar mal en mí —

declaró—. Los tipos que pienso que son especiales, se vuelven ranas. Y nunca

he sido capaz de llegar al orgasmo mientras practicaba el sexo con un hom-

bre. No creo que pueda volver a tenerlo sin un vibrador.

Viendo la angustia de su amiga, Rika comentó quedamente.

—Sakura, dulzura, ¿Con cuantos hombres has tenido sexo?

—Ya conoces la respuesta —contestó Sakura, encontrando la sensata mi-

rada de Rika—. Dos.

—Exacto. Un amante en el instituto. Un adolescente que no tenía ni

idea sobre sexo. Y después un egoísta, un mujeriego del culo, que no se tomo

el tiempo, y seguramente no tenía la habilidad necesaria, para satisfacer a su

propia esposa. —Colocando su mano sobre Sakura, continuó—: Cariño, sim-

plemente no has encontrado todavía al hombre indicado. Necesitas a alguien

maduro y seguro de sí mismo. Alguien como, digamos... ¿Shaoran

Li?

Los ojos de Sakura se dilataron mostrando gran temor.

—Ah, no. No, no. Me asusta como el demonio —exclamó—. Es tan

grande, y hermoso y... y grande —repitió incapaz de expresarlo mejor—.

Además, ya sabes que le rechacé cuando me invitó a cenar. —Sacudió la ca-

beza con decisión—. No me preguntará de nuevo.

—Si no recuerdo mal, le dijiste que estabas ocupada, él contestó que

quizás en otro momento y tú respondiste que de acuerdo. Esto, me parece a

mí, era una invitación a que te volviera a preguntar —puntualizó Rika de

manera triunfal.

—Aún así, si me volviera a preguntar, seguiría contestándole que no

—sostuvo Sakura.

—Por el amor de Dios, ¿por qué? —preguntó Rika incrédula—. Si un

hombre así me lo preguntara a mí, tendría que tomarme un minuto para re-

cordar que soy una mujer felizmente casada.

Sakura estudió la cuenta y calculó la propina. Buscando en su monede-

ro, hizo una pausa.

—Siento repetir ese estúpido dicho, pero hay algo peligroso en ese

hombre.

—Sakura, dulzura, permites que tu imaginación se desboque. —Rika

estudió a su amiga pensativa—. Pudiera ser que ese «peligro» que sientes sea

una simple amenaza a tu paz mental.

—Y a mi corazón —refunfuño Sakura resentida—. Shaoran Li no

es el tipo de hombre que se larga y deja a una mujer con el corazón intacto.

—¿Y quien te asegura que te dejará? —la desafió Rika.

—No puedo esperar mantener el interés de un hombre como él —sus-

piró Sakura.

Rika sacudió la cabeza negativamente.

—Tienes la mala costumbre de infravalorarte. Y presupones mal com-

portamiento en alguien que ni siquiera conoces. Sal con él una vez y mira a

ver que pasa. Y en lo referente a mantener su interés. —Extendió la mano y le

dio un toque a la nariz de Sakura—. ¿Por qué no le dejas ser el que juzgue eso?

Arrugando la nariz, Sakura no dijo nada mientras ella y Rika salían del

reservado para dirigirse de nuevo al trabajo.

Sentado en un reservado paralelo al que Sakura y Rika acababan de desocu-

par, Shaoran Li se encontraba bebiendo su té helado, con aire pensati-

vo.

—Sí, Sakura —murmuró—, ¿por qué no me dejas ser juez en ese tema?

Shaoran Li tenía veintiocho años, y era un hombre grande. Alto, fuerte,

musculoso. De cabello castaño, con mechones rebeldes, le rozaba la

nuca y reflejaba a veces mechas chocolateadas. Sus ojos, de un dorado ámbar,

se encontraban en un hermoso y duro rostro. En estos momentos mostraban

una relajada calma, pero esos mismos ojos, en situaciones de tensión, pasión

o cólera, cambiaban a un reluciente y dorado color.

Inhalando profundamente, los sentidos de Shaoran filtraron los diferen-

tes olores que llenaban el restaurante, hasta encontrar el que buscaba. Sakura.

Nunca llevaba perfume. Se deleitó con el olor natural, cálido y fresco

de ella. Bajó las pestañas sobre unos ojos que comenzaron a brillar con una

luz dorada. Una satisfecha sonrisa se mostró en los duros labios masculinos.

Desde luego, ser hombre lobo tenía muchas ventajas. El acentuado sentido

del olfato era una de ellas.

Shaoran no era un inexperto en cuanto a mujeres se trataba. Disfrutaba

de ellas, se deleitaba con ellas donde y cuando surgían sus necesidades. La

mayor parte de sus compañeras eran lupinas, solo unas pocas habían sido

humanas, pero todas con la absoluta convicción de que su unión era tempo-

ral. Estuvo más que satisfecho de esa situación hasta que llegó Sakura.

Como conocía a Terada y a Rika personalmente, había oído de primera

mano los entusiasmados proyectos de Rika con respecto a la librería que ella

y su amiga Sakura iban a abrir. El entusiasmo que había sentido ante la llegada

de su amiga, y su deseo de que la apertura del nuevo negocio la ayudara a

dar por finalizado un doloroso divorcio. Siendo un voraz lector, Shaoran le

prometió estar allí para la gran inauguración.

Cuando el día señalado llegó, Shaoran entró en la librería junto con el

resto de impacientes clientes. Fueron recibidos por unas originales estanterí-

as repletas de libros, proveedores de maravillosos conocimientos y hospitali-

dad.

Varías rinconeras, mesas y sillas se hallaban situadas estratégicamente

por toda la librería, para comodidad y placer de los clientes. El olor del café

recién hecho flotaba en el aire.

Pero para Shaoran, una esencia de una naturaleza mucho más intrigante

capturó su atención. A hembra. Una atrayente y sutil fragancia que le fascinó.

Literalmente olfateó su olor hasta que le condujo a Sakura.

Al verla, ciertas partes de su anatomía comenzaron a rebelarse. El lobo

de su interior comenzó un bajo y retumbante gruñido, que rápidamente se

convirtió en aullido, declarando su intención de reclamar a su compañera.

Shaoran tuvo que luchar para mantener a raya a su animal. Su compañera. No

había ninguna posibilidad de poder confundir el delicioso e incitante aroma.

Rika, al percatarse, de su presencia le hizo señas y realizó las presentaciones.

Aunque amistosa, Sakura demostró cierta cautela, como si quisiera man-

tener las distancias. Consciente de su pasado, Shaoran refrenó su impaciencia,

manteniendo una conversación impersonal, sin realizar ningún movimiento

ostensible que la pudiera asustar o alarmar. Estaba determinado a darle tiem-

po para que se acostumbrase a él. Comprendía el valor y la virtud de la pa-

ciencia. Con esto en mente presentó sus excusas y las dejó, prometiéndose el

placer de futuras visitas.

Ahora, mientras terminaba su almuerzo, Shaoran reflexionó sobre los in-

teresantes temas que por casualidad había oído. ¿Era culpa suya, la particu-

lar agudeza de su audición?

Mientras que la descripción de su cita le había resultado divertida, su

cuerpo se tensó por la rabia que sintió con la simple imagen de otro hombre

tocando lo que consideraba suyo. Había llegado el momento de realizar su

reclamación. Primero apartaría su miedo. Después la demostraría todo el pla-

cer que un compañero apropiado podía traerle.

El vibrador de Sakura estaba a punto de jubilarse.

Cuando Shaoran regresó a casa, se encontró con algunos problemas que le es-

peraban.

—¿Me estás escuchando, Shaoran?

Mirando distraídamente por la ventana, mientras el murmullo de la

conversación continuaba por el altavoz del teléfono, se relajó en el cómodo y

familiar ambiente de su despacho. La cálida brisa de mediados de agosto,

agitaba las hojas de los arces que protegían la casa del sol que descargaba por

las ventanas abiertas.

Las cortinas ondeaban sobre las paredes pintadas en crema, suavizan-

do la oscura influencia de la madera de roble. Un largo y ancho sofá tapizado

en un balsámico verde y con cierto tono dorado se asentaba perpendicular-

mente a la chimenea. Enfrente, una mesita de café y el correspondiente par

de sillas acolchadas a juego. El pesado escritorio de roble de Shaoran se encon-

traba en un rincón, presidiendo la habitación. Respaldada por una estantería

baja repleta de libros, se encontraba su área de trabajo.

Enderezándose en su silla, se giró para afrontar el teléfono.

—Estoy escuchando Eriol, y realmente no veo el problema. La manada

de Los Pinos Gemelos quiere una recompensa. Acepta esa deuda. Págala. Fi-

nal de la historia.

—Ese es el problema. Esta mañana recibí una llamada de esa puta beta

de Los Pinos Gemelos, Azumi. No solo quieren la recompensa, quieren un es-

pectáculo de sumisión de la manada de Torre de Hierro. Sobre todo del alfa

de Torre de Hierro. —Un gruñido bajo retumbó al otro lado de la línea telefó-

nica—. No expondré la garganta para Helios, que es un sucio zorro meto-

mentodo, un roba gallinas que se escuda en ser un alfa.

Eriol Hiraguizawa era el mejor amigo de Shaoran y el macho alfa de la ma-

nada de Torre de Hierro. Consiguió ese puesto gracias a su fuerza y sabidu-

ría, cuando el padre de Shaoran decidió renunciar. Por suerte, Eriol tenía gran

inteligencia y paciencia, pero hasta él tenía sus límites.

Con un suspiro, Shaoran se pasó la mano por la frente, frotándosela en

un intento de calmar el incipiente dolor de cabeza.

—¿Conseguiste al ciervo?

—Sí, lo hicimos anoche. De hecho, lo hicieron los mismos cachorros

que cazaban en el territorio de Los Pinos Gemelos, después le mataron. Cade

los castigó y frustró, dejándoles con los rabos entre las piernas.

Shaoran pudo escuchar la diversión en la voz de Eriol.

—Necesitan aprender. Tu beta es bueno, y realizó el trabajo.

—El bienestar de la manada es lo más importante. Cade lo sabe, igual

que el resto de los adultos. La educación de los cachorros forma parte de ese

bienestar. —Eriol hizo una pausa—. Además, Cadie no quiso perderse toda

esa diversión.

Shaoran se rió entre dientes.

—Haz que les acompañe a Los Pinos Gemelos. Que ofrezcan al ciervo

como disculpa y apropiada sumisión. Helios se tendrá que conformar con

eso.

El tono de Eriol se volvió duro.

—Comprende esto. Tampoco quiero que mi beta se humille. —Hubo

una pausa y una imaginativa maldición crujió sobre la línea. —Lo siento, Shaoran. Helios me saca de mis casillas.

—Siento lo mismo, Eriol. Me ocuparé de eso.

—No te envidio el trabajo, amigo. Ser el enlace entre las manadas, con

la obligación de tener que tratar con todos los tercos alfas, incluido yo mis-

mo.

—Los alfas se pasan el tiempo repartiendo o recibiendo patadas en los

culos —replicó Shaoran con fingida severidad.

—Ooooh, tipo duro. Quizá sea hora de que tengamos otro asalto1.

—Considerando el estado en el que quedamos después de nuestro úl-

timo enfrentamiento, ¿no preferirías a cambio una ronda en Morgan? Trae a

Cade cuando regrese de degradarse en la fiesta.

El bar de Tomoeda era el antro preferido para beber entre las manadas locales.

También era distinguido por ser una zona libre, pues no se permitían ningún

tipo de discusiones. Aparcabas tu ego fuera o conseguías que lo hiciera tu

culo.

—Ah, sí, seguro que para entonces necesita un trago —concordó Eriol

—. Entonces hasta dentro de un par de horas, Shaoran. Ve tú primero, que lue-

go iré yo.

—De acuerdo.

Shaoran se acercó para colgar.

—Y ni si quiera has tenido que darme patadas en el culo —bromeó

Término pugilístico.

Eriol—. Tus habilidades están mejorando.

—Evapórate —refunfuñó Shaoran, terminando la llamada entre las risas

de Jace.

Diez minutos más tarde colgó tras hablar con el otro alfa.

—Jodido engreído —refunfuñó.

Tener que finalizar la discusión con Helios amenazándole con una

nueva pelea, en vez de poder solucionar el problema de manera diplomática,

le había dejado con un sabor amargo. De todos modos, pensó con una sonrisa

de satisfacción, Helios se había echado atrás rápidamente. Este trabajo al-

gunas veces tenía sus recompensas.

Aun siendo un igual o superior a otros alfas, en fuerza, astucia e inteli-

gencia, Shaoran no deseaba en absoluto regir ninguna manada. Su naturaleza

demasiado independiente, tanto como su tendencia al aislamiento, hacían

imposible el trato constante con la actividad de la manada. Fue una suerte,

considerando que cuando su padre cedió su puesto hubiera tenido que lu-

char contra su mejor amigo por el liderazgo de la manada de Torre de Hie-

rro. No era fácil adivinar cómo hubiera terminado un combate entre Shaoran y

Eriol.

Sus cualidades alfa eran lo que le hacía perfecto para ser el enlace en-

tre manadas. Era especialista en solucionar problemas, un hombre con la su-

ficiente capacidad diplomática y fuerza física como para mantener la paz en-

tre las volátiles manadas. Habían pasado esos días en los que las discusiones

se decidían mediante sangrientos combates o silencios. En estos tiempos más

modernos, en los que el mundo parecía empequeñecer, y pasar desapercibi-

dos resultaba más complicado, habían tenido que evolucionar y utilizar mé-

todos menos llamativos. Después de todo, las inexplicables muertes y las he-

ridas causadas por dientes y garras eran difíciles de ocultar. Y, aun cuando

tenían una red de doctores formada por lupinos o gente de confianza, las

murmuraciones podían llamar la atención.

Altamente respetado, y algunas veces temido, Shaoran realizaba su tra-

bajo con confianza, evitando el derramamiento de sangre y abiertas hostilida-

des. Entonces, ¿por qué tener que decirle a una humana obstinada que era su

compañera le causaba una punzada de incomodidad?

Les gustó? Si es asin dejen porfavor reviews

Mañana subiré el próximo capitulo si dejan alguno..

Hasta luego! =D