Disclaimer: como es más que obvio ninguno de esto personajes salvo Shayleen y cualquier otro que no reconozcan pertenece a JKR. Sirva este aviso para todos los capítulos posteriores.
Capítulo 1
Volvía a casa por el mismo camino de siempre, ya había anochecido y la calle estaba en silencio, tan solo el canto de los grillos enturbiaba esa quietud, caminaba con paso rápido pero seguro. Si bien no tenía miedo de andar sola a esas horas de la noche, tampoco me gustaba alargarlo más de la cuenta. Andaba atenta a cualquier sonido o sombra a mi alrededor, dispuesta a salir corriendo si era necesario. De pronto oí un ruido a mi espalda, me volví rápidamente buscando la procedencia de ese ruido, tras unos segundos estática, no vi nada sospechoso, por lo que volví a retomar el camino, di apenas dos pasos antes de pararme nuevamente con la boca abierta. ¿Qué demonios había pasado? Una frase apareció en mi mente. "Ya no estás en Kansas, Dorothy".
Lo que se mostraba ante mí era un campo, el césped de un verde brillante, la luz del sol iluminaba las gotas de rocío sobre las hojas. Al alzar la vista quedé momentáneamente sin respiración, ante mí un enorme castillo. Apenas si pude creérmelo cuando lo reconocí.
¡Era Hogwarts! Aún seguía intentando creer lo que mis ojos veían cuando oí una voz tras de mí.
- ¿Puedo ayudarte? - me giré hacia la voz, pero lo único que pude ver fue una enorme barriga, no fue hasta que me aparté un par de pasos y elevé mi cabeza un metro cuando vi la cara de Hagrid.
- Ah... - dije tomando aire -. Dumbledore, ¿me podría llevar hasta a él? - pregunté cuando al fin conseguí tener un pensamiento coherente.
- Claro - sonrió él -. Debe estar en su despacho, sígueme -. Mientras él parecía caminar bastante despacio yo tenía que ir prácticamente corriendo a su lado para poder mantener su ritmo. Tras el tercer pasillo perdí la orientación, no fue hasta que ví esa enorme gárgola cuando reconocí la entrada de su despacho.
- Contraseña - exigió la gárgola.
- Caramelos de limón - respondió Hagrid, entonces la enorme estatua giró permitiéndonos el acceso a la escalera. Hagrid subió conmigo -. Dumbledore - le dijo parándose frente a mí -, aquí hay una estudiante que desea hablar con usted - dijo, yo tuve que hacerme a un lado para poder ver pues el cuerpo de Hagrid ocupaba todo mi campo de visión. Dumbledore era un hombre de pelo largo, a la altura de los hombros, su barba tenía la misma longitud, tenía apariencia amable y vestía una túnica de color plateado que suponía larga.
- Gracias, Hagrid - sonrió -. Ya puedes volver a tus tareas - dijo, con esta frase el semigigante sonrió en mi dirección y nos dejó solos.
- Profesor Dumbledore - comencé -. Con su permiso voy a ir directa al grano - tomé una honda respiración y solté de un tirón -. No soy de este mundo, no sé cómo he llegado aquí y necesito su ayuda para volver a casa.
Su sonrisa no desapareció de su rostro ni por instante, ni siquiera cuando dijo:
- Lo lamento, no puedo ayudarte.
- ¿Perdón? - exclamé sintiendo como perdía las fuerzas.
- Mi querida niña, por lo que acabas de decir, has llegado a este mundo mágicamente, sin hacer nada para ello. De modo que debes de estar aquí por alguna razón, no puedo ni debo interferir en ello. Cuando tu misión aquí termine, estoy seguro de que regresarás a tu mundo del mismo modo en que viniste. Mientras tanto haré algunos preparativos, las clases empiezan mañana, le diré a Hagrid que te acompañe al callejón Deagon para las compras y empezarás el curso con los demás.
- ¿Empezar el curso? ¿Aquí? ¿En Hogwarts? ¡Pero si no soy maga! - protesté, él sólo sonrió.
- Eso ya lo veremos.
Esa misma tarde, Hagrid me acompañó a comprar, para entonces Dumbledore ya se había inventado una elaborada coartada. Me llamaba Shayleen Diggori, pertenecía a una familia de magos de una cerrada comunidad finlandesa, apenas tenían contacto con el mundo exterior por lo que no había problema en que investigaran, y si lo hacían, Dumbledore ya habían puesto sobre aviso a los Diggori, quienes eran amigos suyos. Para el resto de la comunidad, Dumbledore sería mi padrino quien habría convencido a mis padres de que pasara una temporada en Hogwarts este año para ampliar horizontes. Cuando le pregunté que explicación le daría a Hagrid de porqué no me había saludado apropiadamente o de porqué yo no le había dicho que era mi padrino respondió que era muy sencillo. Yo no quería que el alumnado o el resto de profesores supieran que era mi padrino pues temía que me trataran de forma diferente al estar emparentada con una persona tan conocida, pero que se lo había dicho a Hagrid para que me echara un ojo ya que él no podría estar tan al pendiente de mí como le hubiera gustado. Tuve que admitir que era un explicación altamente creíble. Excepto por el pequeñísimo problema de ser una squib. Tras varias horas de tienda en tienda comprando las distintas cosas que necesitaría durante el curso como libros, calderos o, incluso, el propio uniforme que carecía de emblema hasta que fuera seleccionada para una de las casas, el semigigante me dejó frente a la tienda de varitas Ollivander para que me comprara mi varita. "Un mago no es mago sin una" había dicho. Había estado apunto de preguntarle que era entonces un muggle con una.
Entré a la tienda, la campana sonó avisando de mi entrada, no había nadie a la vista por lo que me dediqué a mirar a mi alrededor, las paredes estaban llenas de cajitas de varitas llenas de polvo y las telas de araña campaban a sus anchas. No sabía cuanto podía ganar Ollivander vendiendo varitas pero desde luego debía darle al menos para poder contratar a alguien que limpiara aquello un poco.
- Viene a por una varita supongo - dijo entonces un anciano de pelo canoso apareciendo por entre las filas de estanterías.
- Sí - dije yo. Me miró fijamente unos instantes y entonces volvió a perderse detrás de las cajitas.
- Pruebe esta - dijo sacándola de su caja y tendiéndomela. Quería decirle que era innecesario, que por mucho que me diera varitas nunca encontraría una que me funcionara, pero me callé y la cogí. La agité levemente esperando nada cuando de pronto todas las cajas de la estantería que había tras él salieron despedidas, miré lo que había sucedido con ojos exhorbitados. ¡Había funcionado! -. No, esa no - dijo el hombre sin darle importancia a lo que había pasado, yo solté la varita con cierta aprensión. Tras unos minutos volvió con otra con resultados idénticos, esta acción se repitió en tres ocasiones más. Ollivander estaba frustrado, se quejaba de que algo así no le había pasado nunca antes, Hagrid entró a la tienda con una preciosa lechuza blanca cuando Ollivander hacía otra inmersión en la trastienda, esta vez le perdí completamente de vista.
- ¿Hay algún problema? - preguntó al ver el desastre en el que se había convertido la tienda tras tantos intentos infructuosos.
- Parece que está costando encontrarme una varita - expliqué.
- Bien, este es el último intento - dijo él apareciendo de nuevo -. Si esta tampoco funciona, tendré que hacer una nueva varita exclusivamente para tí, y creéme, sería la primera vez que pasara desde que abrí la tienda -. Me la entregó, su mano temblaba ligeramente al tendérmela al tiempo que su nerviosismo hacía mella en mí. Cuando mis dedos tocaron ese pequeño trozo de madera sentí como una extraña energía los recorría extendiéndose por cada rincón de mi cuerpo, entonces la varita se iluminó -. Por fin- sonrió Ollivander aliviado -. Es una varita muy especial, sólo hay una como esa en todo el mundo, es curioso, fue la primera varita que hice hace ya tanto tiempo... pensé que estaba condenada a no tener dueño. Ahora veo que sólo era que te estaba esperando a ti - sonrió mirándome, yo sonreí también, admirándola. Era realmente especial, o al menos, lo era para mí.
(lunes)
Esa noche apenas pude dormir, sabía que al día siguiente llegarían el resto de estudiantes para su primer día, ya tenía todo lo que me hacía falta, la ropa, los libros, la varita, la lechuza... Decidí que lo más sensato era que me pusiera a estudiar algunos hechizos y encantamientos. Según me había dicho Dumbledore entraría en quinto y se suponía que ya debería tener cierta experiencia en algunas cosas, tomé su consejo y me empapé de todo el conocimiento que pude hasta que llegó el momento. Todos los estudiantes ya estaban sentados en las mesas que les correspondían, Gryffindors, Ravenclaws, Hufflepuffs y Slytherins. Me quedé de pie junto a los estudiantes de primero, debía pasar por el Sombrero Seleccionador, me había dicho Dumbledore, ese era un requisito indispensable. Los alumnos de primero me miraron con sorpresa, era obvio que no tenía su edad, entonces mi autoproclamado padrino habló.
- Como cada año, damos la bienvenida a los nuevos miembros de Hogwarts, en esta ocasión, tenemos una invitada especial, la señorita Shayleen Diggori, que llega hasta nosotros desde las lejanas tierras de Finlandia, entrará directamente a quinto curso por lo que le pido al prefecto de la casa para la que sea seleccionada que sea amable con ella. Acércate ahora, veamos a que casa perteneces - dijo él, yo tragué en seco y me dirigí hacia allí. La señora McGonagall me esperaba con el Sombrero en la mano junto a un taburete, podía sentir la mirada de mis compañeros clavadas en mí mientras hacía el recorrido, nunca me ha gustado ser el centro de atención por lo que me limité a mirar el taburete y no desviar la vista hacia nada más.
- Mmm... Dificil elección - habló el sombrero sobre mí -. No, ya está claro. ¡Slytherin!
Me quedé petrificada, tan solo me moví al sentir el leve empujón de la profesora McGonagall para que dejara sitio al siguiente alumno, me dirigí hacia los aplausos de la última mesa de mi derecha, sin ser realmente consciente de lo que hacía. ¿Una Slytherin?
¿Eso es lo que era? ¿¡Una Slytherin! No me habría sentido peor si me hubieran pegado una patada en el estómago. La mayoría de los magos que habían apoyado a Voldemort pertenecían a esa casa. Despreciaban a los muggles y a los sangre sucia por igual, ¿cómo podría pertenecer a ella cuando era lo que más odiaban?
- Bienvenida - sonrió uno de ellos sacándome de mis cavilaciones. El chico que había hablado tenía un pelo rubio tan claro que casi parecía blanco. "Draco Malfoy", pensé -. Soy Evan Rosier, el prefecto de la casa - fruncí el ceño, ¿Evan Rosier? ¿Dónde estaba Draco entonces? me pregunté echando un rápido vistazo al resto de la mesa. No había ningún otro chico que se ajustara a la descripción de Malfoy. Extrañada miré al chico que estaba sentado a mi lado, ni siquiera me había fijado al sentarme, tenía el pelo negro muy brillante, sus ojos estaban clavados en el libro que estaba leyendo, uno de pociones. "¿Snape?" exclamé frunciendo el ceño aún más si es que eso era posible, me giré entonces hacia la mesa de los Gryffindor, pronto localicé a un chico increíblemente parecido a Harry Potter, ¿su padre? Una chica de ojos verdes un poco más alejada me miraba con curiosidad ¿Lily Evans? Esto era ridículo, ¿no sólo había aparecido de manera misteriosa en el corazón del mundo de Harry Potter sino que además había viajado a su pasado? Eso era el colmo. Ahora entendía porqué Dumbledore tenía la barba más corta de lo que la recordaba. Rosier pareció darse cuenta de que no me apetecía hablar puesto que a los pocos minutos dejó de atenderme y continuó hablando con sus amigos. Cuando el último de los alumnos de primero fue dirigido su casa, el banquete comenzó, sin embargo, yo era incapaz de disfrutar de los manjares que se me ofrecían, no hacía otra cosa que pensar que pertenecía a la casa de las serpientes, de los que poco después se convertirían en Mortífagos. ¿Ese era en realidad mi interior? ¿Un ser malvado y ambicioso? Sin poder resistir la sensación de suciedad que me invadía, me levanté y salí de allí a toda prisa, ni siquiera me volví a ver las miradas extrañadas de mis compañeros de Casa o de los profesores. Una vez estuve fuera del Gran Comedor corrí lo más rápido que pude hasta que mis piernas no pudieron más y me desplomé. Me senté y lloré, lloré sin parar, sólo quería volver a casa. No quería ser una Slytherin, no quería estar ahí, sólo quería volver a casa.
Bueno, hace algún tiempo leí Harry Potter y de pronto se me ocurrió una idea. Este es el primer capítulo de esa idea y bien, ¿qué os parece? ¿Bien, mal, regular? Me gustaría saber vuestra opinión, así que no dudéis en dejar un comentario.
