Sinfonía #1: Facsímil.

"El que es celoso, no es nunca celoso por lo que ve; con lo que se imagina basta [1]"

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«–Pero ¿Qué se proponía usted –pregunté– al sustituir la carta por un facsímil? ¿No hubiera sido mejor cogerla simplemente a raíz de su primera vista y haberse ido?[2]»

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Lo que le gusta de la lluvia, es la fina capa entre melancolía y pureza, el bienestar de ver las gotas caer, de una en una, limpiado a su paso, millones de ellas al mismo tiempo. Un acto etéreo y perenne. La tormenta le recordaba la primera vez que lo vio.

Demasiado poético.

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–Ne, ¿Allen?

Demasiado pequeño y sucio, con esa ropa llena de tierra, las rodillas raspadas y el cabello castaño enmarañado, era raro. No le gustaba ese niño, ¿por qué era un niño no?, no lo entendía. Nunca le había agradado algo que desconocía, estaba bien con Yuu, era sencillo de entender y hacerlo enfadar era divertido. No, no necesitaba otro amigo, no a él.

Lavi no entendía porque Komui-niichan había traído a ese niño a su casa. No necesitaban a un extraño pululando por ahí, manchando el piso de barro –porque llovía, y Lavi no compartiría la casa con eso–, no le gustaba y al parecer Yuu concordaba con él.

–¿Qué es?, ¿Un Moyashi?

Tuvo que morder sus labios para no reír, tenía que admitir que Yuu tenía razón, el niño parecía un frijol.

–¿Moyashi? –preguntó el otro niño en un mohín–. Señor Komui ¿qué es un moyashi?

–Kanda-kun no deberías ser tan descortés, Allen es más pequeño que ustedes.

–¿Cuántos años tiene Moyashi-chan, Komui-nii?

–Seis –el joven soltó un suspiro–. Lavi, Kanda, ¿podrían dejar de usar ese mote?

–Pero es un garbanzo.

Komui Lee tuvo que llevar una de sus palmas a su frente, tenía la esperanza de que ese par se llevara bien con Allen, o al menos que Lavi lo apoyará. Allen necesitaba su apoyo, dio un suspiro, todo estaría bien, en cuanto Lenalee regresara le pediría que hablara con esos dos.

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No me gustabas, no quería cambios, todo estaba perfecto tal cual. La Historia marchaba según su curso.

Pero apenas empezaba a llover.

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El verano no era su estación favorita, pero al menos tolerable, no como el invierno; odiaba permanecer en casa, sepultado entre toneladas de cobijas y esos horrorosos libros que le daba Panda-jii –no tenían dibujos, ¿qué clase de libro infantil no tenía dibujos?, adultos–, además si el invierno llegaba, tendría que estar junto a eso todo el tiempo.

A pesar de que Lenalee le había hecho prometer tratar de llevarse bien con Allen, no había forma. Quería mucho a Lenalee, pero lo que pedía era imposible.

Moyashi-baka, así no se sostienen los palillos.

Allen hizo un puchero antes de concentrarse en su mano nuevamente, Lavi suspiro, Kanda y el Moyashi tenían ya media hora, intentando que este último aprendiera a comer con palillos. No era tan difícil, sólo le estaba quitando su tiempo con Yuu. Tramposo.

–Así, Moyashi-chan –Lavi sostuvo la pequeña mano entre las suyas–, apóyate con los dedos y no ejerzas tanta fuerza, ¿no es fácil?

Lavi soltó su mano para ver si el otro había captado la instrucción, sonrío satisfecho al ver como Allen empezaba a comer correctamente.

–Gracias Lavi –Allen le sonrió.

Pestañeo un poco, la sonrisa limpia del enano lo desconcertó, Lavi siempre le ignora entonces… ¿por qué Allen le sonríe así?; enseñarle como comer con palillos no es un gran favor. Además no le gustaban esas cosquillas en su estomago al ver el rostro alegre de Allen.

Tendría que irse, Allen definitivamente tendría que marcharse de esa casa.

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Te odiaba, odiaba esa inquietud en mi pecho, las reacciones de mi cuerpo ante tu cercanía. Mejor, la cercanía que tenías hacía Yuu.

Seguía lloviendo, estaba empapado.

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–Eres un tonto, Lavi.

Lavi vio con sorpresa a su amiga. Lenalee estaba frente a él, despeinada y agitada –raro en ella, siempre era la representación de la calma, siempre tan linda con sus dos coletas y vestidos de volantes–, cuando alzo su vista, él pudo ver los ojos rojos y cansados de ella, estaba triste. Y eso le hacía daño, no quería que ninguna persona cercana a él sufriera.

–¿Qué pasa Lenalee?

–¿Por qué odias tanto a Allen-kun? –le pregunto entre hipidos–. No es malo Lavi, sí lo intentaran, si Kanda-kun y tu lo trataran.

Por un momento había olvidado que Yuu estaba con ellos, se acordó de su presencia cuando vio como este le daba torpes caricias a Lenalee tratando de consolarla.

–Hmp, no es tan malo ese Moyashi –Lavi se sorprendió al escuchar eso de Kanda–, es torpe y llorón, pero no lo considero mala persona.

–Kanda-kun.

Era cierto, Allen no era tan mal niño como Lavi pensó en un principio, era bastante tranquilo y callado. Nunca se metía con ellos, y le gustaba estar solo. A Yuu parecía agradarle, puesto que pasaba bastante tiempo con él. Lavi frunció el ceño, Allen no podía ser buen niño, no cuando le estaba quitando a su primer amigo.

–No llores, no odiamos a Allen –mintió con tranquilidad.

Sí eso hacía feliz a Lenalee, fingiría que le gustaba. Quería verla sonreír.

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Aprendí a tolerarlo, cada mueca, cada acto, a pasar tiempo junto a él. A compartirlo con Kanda, a mantenerlo suficientemente alejado. Porque algún día Allen se iría, no podía quedarse en esta casa.

La lluvia parecía cesar.

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Dos años, a Lavi parecía ya no afectarle la presencia de Allen en sus vidas. Kanda y Lenalee parecían haberse adaptado al menor. Hoy Allen cumplía ocho años.

–¡Lavi! –giró a su derecha para ver a Allen corriendo hacía él–. ¿Qué haces?, los demás están esperándote en la sala.

–Ya, ahorita voy Moyashi-chan.

–Mi nombre es Allen.

Le sonríe, mientras empuja el menudo cuerpo fuera de su habitación. Komui-nii había dicho que hoy era el último día que Allen iba estar con ellos. Debería sentirse feliz, hace tiempo que deseaba eso. ¿Entonces por qué esa congoja?

Sacudió su cabeza, después pensaría en eso; tenía once años y era un chico listo. Podría solucionar eso que lo atormentara después. Jerry había preparado un pastel chocolate.

Sus pasteles siempre eran ricos, además Yuu había dejado a Mugen en la escuela.

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Cuando Allen se marchó, Lavi creía que eso daría paz a su alma, que por fin descansaría de cuidar a sus amigos a cada momento. No entendía esa inquietud en su pecho, ni porque la casa se veía tan triste.

Se desato la tormenta, y los rayos –al igual que muchas cosas– que no le gustaban.

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Uno.

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Decadencia, ese agujero en tu pecho no parece cerrar.

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Dos.

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De medias sonrisas y suspiros al aire.

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Tres.

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Dudas y culpas, heridas que empiezan a cicatrizar.

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Cuatro.

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Allen idiota.

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Black Order, su sueño hecho realidad –vale, no tan extremo–, arrugo aún más la carta sostenida en su puño derecho. Aquella muestra tangible de que había sido aceptado en uno de las Planteles Educativos más prestigiosos de Reino Unido.

Un magnifico inicio de su nueva vida.

No es que el examen de admisión fuera imposible de aprobar –pero más difícil que una Escuela ordinaria sí–, en realidad no le tomo mucho esfuerzo –para alguien que no conoce la palabra trabajo es bastante normal–, confió en sus habilidades y ahí estaba. A metros de lo que se convertiría en su hogar los próximos años.

–¡Yuu!

–Idiota.

Lo mejor de todo, su mejor amigo también asistiría ahí, sería igual que la elemental. Yuu, él, y un montón de peleas –es que Yuu eran tan fácil, y divertido de molestar–, quizás hasta Mugen vendría en la maleta de su amigo japonés. No podía imaginarse a Kanda Yuu sin su amada katana, era como imaginarse así mismo sin ese parche tan genial –porque es genial, punto.

–Che, ¿qué haces aquí conejo idiota?

–Ya, ¿cómo que qué? –Lavi entrecerró su ojo visible–. Estudiar.

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Cinco.

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¿Cómo era Allen?

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Seis años.

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Y el flujo del tiempo sigue su marcha, sin embargo tu memoria sigue empeñada en guardar esos momentos. Tan fugaces, tan intangibles, tan borrosos que odias no poder verlos claramente.

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–¿El Moyashi?

Lavi inclino su rostro para ver a sus amigos, la mención de ese viejo mote le hacía perder el interés en las jóvenes de la mesa a su lado. Ese apodo enterrado con los recuerdos de su niñez, que por un tiempo Lavi lo considero tabú para sus amigos.

–Sí, Allen-kun.

–¿De qué hablan Yuu?

–Deja de decir mi maldito nombre, conejo.

–Ya, ya –dirigió su vista hacía su amiga–. ¿Lenalee?

Sólo sonrió, para después llevarse una mano a su boca, secreto. Lavi bufo simulando enojo, no le gustaba no saber las cosas.

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¿Entonces qué es?, la incertidumbre acumulada en mi cuerpo, junto con la nostalgia de saber algo perdido.

¿Quién es Allen Walker?

Después de años, y la tormenta sigue sin parar.

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–Nos vemos Lavi.

Lo único que recuerda de Allen es su espalda al partir, un leve regocijo de su parte y luego un vacío tan grande; que el miedo a ser consumido por el fue la causa de su pesadilla.


[1] Jacinto Benavente.

[2] Fragmento de 'Carta Robada', publicada en The Gift, el 31 de mayo, 1884. Edgar Allan Poe.

A/n: Gracias a rainy_nightmare por soportarme y betear este intento de Laven (largo ¡oh por Dios! mi primer fic largo de esos dos). ¿Algún comentario?