Lo que pasa cuando has investigado tanto de cultura japonesa, eres fujoshi, fanática de Hetalia y de The Gazette. OK, al mero estilo de CLAMP con Gate 7 sale esto. Si funciona un poquito, se vuelve fic completo. Aquí no me baso en la descripción occidental de una ídolo popular -o sea que se rapa, escándalo y drogas-. No. A la japonesa, porque se me hace mas fácil meter en líos a una mujer como Érzebeth con un lineamiento de conducta como el japonés que con un lineamiento como el nuestro. .
La parte en itálicas lo cuenta Gilbert, aquí no son paises, son personas mas o menos normales.

Hetalia no me pertenece, le pertenece a Himaruya-sama (*reverencia* *reverencia*).


Ella siempre me dijo que era un cabrón. Un cabrón de los grandes, con un maldito orgullo imposible, con un narcisismo insuperable. Sarcástico, disciplinado, leal, organizado, fiable, sobrio y puntual. Y tenía razón. Después de todo ambos nos habíamos criado juntos, compartiendo cuarto hasta la adolescencia. Mi primer ojo morado fue en su primer pelea. Mi primer reporte de conducta fue el mismo día que el suyo y ambos fueron firmados por la misma persona.
Mi primer beso fue el suyo.

Y sí, siempre seré un cabrón para ella. Elizabeta Herdévary lo creerá hoy mas que nunca.
Ella está tomando un avión, trae una gran maleta color verde oscuro, casi tanto como sus ojos grandes y expresivos. Su cabello castaño le cae sobre una gabardina blanca. Inflexible, fuerte. Tosca y bruta, mejor dicho.
Tan bonita.
"Vuelo a Viena número 912" anuncia la engolosada voz de la Aerolínea. Ella suspira y avanza con la determinación de un soldado.
No, jamás sabrá que yo la miré a hurtadillas esa mañana. El grandioso yo jamás se doblegó por ella.

Una muchacha de cabellos castaños tomó una revista al azar de entre las que había en el recibidor de su departamento. Sonrió un poco cansadamente al reconocerse en la portada.
-"Eli, de completa desconocida a Idol mundial".- leyó en voz alta.
-¿No es ya un poco cansado para tí verte en portadas, Elizabeta?
-Apenas van 12, Señor Roderich- dijo ella, divertida, mirando a su interlocutor prepararse frente al piano. Era un joven apenas mayor que ella, unos 24 años, cabello castaño oscuro con un rizo enmedio, serenos ojos violetas, un lunar en la cara. Sus lentes le daban un aspecto aún mayor de sus años. La sala se llenó de la bella música del piano.
-Deja de decirme señor, Erzébeth. Ya no estás en la escuela y yo ya no soy tu maestro de piano y canto.
-Pero todo te lo debo a tí, señor Roderich. Si tú no me hubieras recomendado a esa escuela en Viena yo no habría logrado mi sueño.
-Tenía que servirte de algo haber sido alumna de un joven prodigio del piano.- continuó ejecutando la música, con la misma pasión de siempre. - Y hablando de prodigios ¿Tu amigo...?
Ella entonces pasó a mostrar un poco de indiferencia, en vez de su acostumbrada alegría.
-No lo sé. Desde que comenzó esto de la gira y la promoción del disco ... no lo he podido volver a ver.
Las notas puras del piano llenaron la estancia, llena de luz gracias al ventanal y al tono claro de las paredes. La voz dulce de ella las acompañó.
-Esta ansiedad desata mi locura que ya no puede olvidarte.
No te deja ir.
Acostumbrada a sentirte junto a mí.
Quise olvida que necesito oirte latir
Esclava de este aire que me asfixia
Y que me dice que

-...Ya nunca volverás.- concluyó el verso una voz estridente.
-Ese verso no sirve para la canción.- añadió en tono medio aburrido otro muchacho de cabello rubio claro, cejas de azotador que enmarcaban dos ojos verdes claro.
-¿A tí quien te preguntó, señorita inglesa?
-¿¡Que dijiste, idiota!
-¡Cálmense los dos! ¡Hey Arthie, no quieras matar a Gilbert!- un tercer chico, de ojos azules y de lentes sin marco los separó antes de que se golpearan. Se le notaba el parecido con el bajista del grupo.- Lo ocupamos para el concierto, que es en dos semanas.
-Tsk. Tonto- masculló el ojiverde.- Y hablando de concierto ¿Donde está el manager?
Dicho y hecho estaba presentándose otro rubio, pero de peinado militar, vestido demasiado formal. Apenas tendría 2 o tres años mas que ellos.
-¡Hey West! ¿Que noticias nos da la disquera?
El "manager" -aunque estrictamente no lo fuera- miró por todos lados de la habitación de color entre gris y negro, iluminada por un gran ventanal, donde se vislumbraban los instrumentos y los músicos.
-El concierto está ya vendido.-todos festejaron eso- Y además abrirá una conocida Idol, para apoyarnos.
-Me parece perfecto. Tal vez pueda caer ante los encantos de una persona tan grandiosa como el grandioso yo- dijo el guitarrista. El bajista, Arthur, rodó los ojos.
Gilbert Weillschmint y sus ojos escarlata, su cabello plata y su piel tan blanca. Nadie creería que había salido de la nada para comenzar a construir su sueño.

-Tienes que encontrarlo.- le dijo Roderich.
-Es mas de lo que pasó. Es por evitar un escándalo. Si lo veo soy capaz de saltarle encima al primer comentario que haga y reventarle un ojo con lo que tenga a la mano. Y lo sabes.
El pianista asintió.
-Pero sabes lo importante que es.
-¿Que puede ser mas importante? Roderich, si yo llegara a tal extremo es de adiós a ser imagen promocional de marcas como Sony, DoCoMo o Dior. Adiós a mi siguiente disco y a la gira mundial. Como si no tuviera ya por mí misma razones para llegar a perder mi carrera.
En sus piernas estaba una carpeta blanca con sus dibujos. El joven tomó los dibujos y los miró, pero antes de que ella protestara, opinó.
-Trazo pulido. Romance trágico pero hermoso, sin caer en la telenovela barata... tienes talento. Es una pena que el protagonismo sea para dos hombres.
La chica suspiró.
-Sería el fin de mi carrera si alguien supiera que el modelo a seguir para muchas jovencitas, amas de casa y oficinistas es una "chica podrida" amante de las historias homoeróticas.

-¿Listos?
Arthur afinó el bajo, tocó un acorde y miró a sus compañeros.
-Sí- respondieron.
Entonces apareció la Idol que abriría el concierto.
No. No fueron sus piernas torneadas reveladas por el vestido verde tan corto, cubiertas por esas medias a rayas. Ni la silueta. Nada de eso le arrebató el aliento a Gilbert Weillschmint.
Fueron esos ojos verdes donde se reflejaba la sorpresa.
-Eli.- susurró él.
-¿Gilbert?- sus labios, de un rosa apenas mas subido de lo normal, deshojaron su nombre.
-¿Se conocen?- preguntaron mis compañeros?

Tras el telón rojo, entre los cables y mis compañeros, los nervios del primer concierto, las luces bajas y los gritos del público supe algo.
Érzebeth y yo estabamos unidos desde siempre, sin importar qué pasara. Pero no fue hasta ese día que descubrí cuanto.
Y cuanto cambiaría todo.


*Corre tras una trinchera para evitar jitomatazos, pollitos, woks y demás*

Notas de la autora
1- La descripción que hace Gilbert de sí mismo -al inicio de la historia- corresponde a la ética prusiana.
2- La canción que cantan Eli y Gilbo es "Locura de Driven, una banda mexicana. Si la escuchan entera se medio trasluce la parte dramática de todo esto. .com/

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