La historia pertenece a Desiree Holt, y los personajes a J.K Rowling

Argumento:

Abandonada por su amante por una rubia de piernas largas,Hermione Granger estaba previendo un solitario, deprimente día de San Valentín en su cabaña de vacaciones.

Entonces una tempestad de nieve dejó caer al caliente, sexy, tío bueno Draco Malfoy en su umbral. De repente la noche adquirió un nuevo significado cuando él la llevó a la aventura sexual de su vida...

Capítulo 1:

Hermione Granger no sabía que la deprimía más, la inesperada tormenta de nieve que rugía fuera de su pequeña cabaña, el calendario que le recordaba que mañana sería otro Día de San Valentín y que todavía no había encontrado un hombre que lanzara su corazón y sentidos en órbita, o que se estuviera convirtiendo en una maniaca sexual hambrienta. La nieve no había estado prevista cuando decidió escaparse de las fiestas y de todas las parejas besuqueándose las caras por todas partes. Pero aquí estaba, aislada. Como trillada. Incluso su teléfono móvil no funcionaba.

Echó una mirada a la cabaña. Su escondite. Su regalo a sí misma cuando recibió una comisión enorme por la venta de una casa. El sector inmobiliario era un trabajo malditamente duro y sentía que se había ganado con creces el dinero. Realmente era solo una gran habitación, con una cama de cuatro postes en una pared, una área de estar alrededor de la chimenea de piedra donde un fuego un fuego ardía ahora, una minúscula cocina y un pequeño baño. Pero era todo suyo y un gran lugar para escaparse de las cosas.

Golpeó con el pie en la bolsa del gimnasio en el suelo junto al sofá, maldiciendo su suerte y lloviendo maldiciones sobre cada mujer que estuviera atrapada en una felicidad sexual en febrero. Todas, menos ella. No es que ella no estuviera dispuesta, eso sí. Era solo que ella parecía no poder encontrar un hombre que fuera tan aventurero en el sexo como ella. Mejor dicho. Como ella deseaba ser. Había dejado de buscar el amor. Sería feliz de encontrar un hombre que pudiera hacer sonar sus campanas. Pero cada hombre que había encontrado en los pasados tres años había resultado ser un inútil de una forma u otra. O bien estaban siempre tirándola a la basura por rubias de piernas largas con una figura de talla dos. No había llegado al punto de sacar sus juguetes todavía. Excepto para ella misma.

Hermione suspiró. Su tercer día de San Valentín sola con su bolsa de juguetes sexuales, la mayoría de los cuales, no habían estado fuera de sus envoltorios. Oh, había dado a lo que ella llamaba su "Placer Púrpura" un buen trabajo, un nuevo tipo de vibrador con pequeñas orejas de conejo que se sujetaban en su clítoris y fácilmente la llevaban al borde. Y el mini-vibrador impermeable era magnífico, especialmente en la ducha. Pero deseaba usar todos los demás. No por sí misma, tampoco. Y deseaba encontrar a alguien en quien confiar realmente que la ayudara a usar las esposas.

¿Qué era lo incorrecto en ella, de todas formas? Cada hombre con el que comenzaba una relación con el tiempo la dejaba y lo siguiente que sabía era que ellos estaban divirtiéndose con señorita Talla Dos, con una larga melena rubia y piernas que llegaban hasta el cielo. Su madre siempre le había dicho que las cosas buenas venían en paquetes pequeños, pero cuando se trataba de la altura, aparentemente nadie lo creyó.

Se miró a sí misma en el espejo de cuerpo entero frente a la cama y muy lentamente se quitó su camiseta y sus pantalones vaqueros, a continuación su sujetador y su tanga. Se giró de lado a lado, examinándose a sí misma. No había nada malo, pensó. Muslos un poco demasiado gruesos, quizá, culo un poco más lleno de lo que la gustaría y sus pechos no lo que tú llamarías descarados. Pero de todos modos, no pensaba que fuera un cuerpo al que tú hicieras ascos.

Deslizó sus manos sobre sus pechos, comprobando su peso, después masajeando sus pezones entre el pulgar y el índice. Como siempre, pequeños escalofríos de placer bajando rápidamente por su espina dorsal y a su coño. Moviendo sus manos más abajo, las presionó contra su estómago plano, el resultado de un constante trabajo duro, y sobre su desnudo, recién depilado con cera coño. Separando más sus pies, permitió que la punta de un dedo machacara su clítoris e inmediatamente sintió la humedad anidándose dentro de su coño.

Sus ojos adquirieron una mirada vidriosa mientras ella separaba sus labios, raspándolos suavemente con sus uñas y deslizando dos delgados dentro en su raja. Si, ella estaba bien. Bella y jugosa. Con un ritmo familiar empezó a golpear arriba y abajo, su respiración más rápida, el pulso profundo en su vagina erigiendo su necesitada vibración.

Estaba preparada para agarrar el placer purpura de la bolsa del gimnasio cuando un fuerte golpe en la puerta la asustó y la hizo salir de su ensoñación. Se sacudió, casi empalándose a sí misma sobre sus dedos y casi se cayó sobre su culo.

¿Qué demonios era eso? ¿En esta tempestad de nieve? Cuando giró su cabeza vio una cara mirando fijamente por la gran ventana y casi se desmayó.

Su primer pensamiento no fue que él pudiera ser un asesino o un violador, sino que él la había visto desnuda jugando consigo misma. Cogió su bata, que estaba a los pies de la cama, metió sus brazos en las mangas y la ató firmemente alrededor de su cintura. Tomó una respiración profunda para calmar su corazón y buscó alguna clase de arma.

¿Cómo de loca estaba para estar allí arriba sola sin protección? No, ¿cómo de loco estaba alguien más para aparecer allí arriba en un punto aislado?

Justo cuando él golpeó en la ventana de nuevo y le gritó:

—Soy inofensivo, lo juro. Por favor, abre la puerta.

Hermione agarró el atizador de la chimenea, sosteniéndolo apretada en su puño y abrió la pesada puerta de madera.


Draco Malfoy estaba seguro de estar teniendo un ataque al corazón. Por un lado, debía estar de regreso en Florida donde hacía calor, no aquí arriba en los paisajes agrestes de Maine olvidados de Dios. Pero la pelea con su socio en el hotel de Boston había sido el colmo en una rápidamente desintegrada relación laboral. Había ofrecido vender su parte y Nott se había abalanzado sobre ella. ¡Por fin! Podría empezar otra empresa de construcción. Se seguía construyendo en los cincuenta estados.

Después, por supuesto, estaba Astoria la zorra. Demasiado malo que ella comprara boletos para un viaje en San Valentín sin decírselo a él. Cuando le había dicho que no podría regresar a tiempo para hacerlo, ampolló la línea de teléfono con una cadena de maldiciones que harían ruborizarse a un estibador y le había colgado. Okey. Adiós y buen viaje a ella también. Estaba cansado de sus egoístas quejas y exigencias. Y habría sido maravilloso si solo alguna vez en la cama ella hubiera preguntado lo que él deseaba. Astoria definitivamente estaba centrada en su propio placer, en sus propios términos, a veces apenas toleraba alguna de las cosas que él deseaba hacer.

Así que se metió en el maldito SUV que había alquilado en el aeropuerto y comenzó a conducir. Directamente hacia el norte. No tenía ni idea incluso ni de donde estaba. Y entonces la maldita camioneta se descompuso en mitad de la maldita tormenta de nieve. Caminando hacia la única luz que pudo ver antes de morir y la última cosa que esperó ver fue a una mujer desnuda, una apetitosa mujer desnuda, con un resbaladizo, depilado coño, dándose placer a sí misma frente a un espejo.

Golpeó la ventana de nuevo. Si ella no abría la puerta lo suficientemente pronto, se le congelarían sus malditas bolas y entonces no importaría con quien él se fuera a la cama.

La observó tirar de una bata, que lástima, era una mujer sumamente bella, y después tomó el atizador de la chimenea. Jesús, ¿iba a romperle la crisma con él? Mientras ella camina lentamente hacia la puerta, él dio patadas en el suelo y golpeó sus manos juntas para estimular la circulación.

Finalmente la puerta chirrió abriéndose y ella le miró a través de una estrecha abertura.

—¿Qué desea?

—Lo única cosa que deseo es salir de esta maldita tempestad antes de convertirme en una estatua de hielo. Te prometo que no voy a violarte o matarte si me dejas ponerme frente a la chimenea.

Ella le frunció el ceño.

Vamos, señora. No tome todo el día para decidirse.

—E-está bien. Puedes entrar.

Abrió la puerta de par en par para que él pasara adentro.

—Gracias. —Sintió su garganta congelada—. Eres un ángel de misericordia. —Pasó junto a ella y se plantó inmediatamente delante de la chimenea. Quitándose su chaqueta y sus guantes, levantó sus manos hacia el calor—. Dios, comenzaba a pensar que nunca conseguiría estar caliente otra vez.

—¿Qué está haciendo en esta tormenta?

Ella mantuvo su distancia, todavía sujetando el atizador.

—Es una larga, desagradable historia, con la que no la aburriré.

—Debe estar loco para salir a conducir con un tiempo como este, señor… señor…

—Draco Malfoy —La miró sobre su hombro—. Y juro que puede bajar el atizador. Tengo demasiado frio para hacer algo más que temblar.


Hermione estaba intentando muy duro mantener su mente en los negocios y tener cuidado con el extraño, pero estaba segura de que las Parcas lo habían enviado como su regalo de San Valentín. Estaba más bien por sobre los seis pies* de altura, con un ligeramente enmarañado pelo rubio, amplios hombros, cuerpo de delgadas caderas que sus vaqueros y camisa hacían poco por ocultar y cuando él la miró, ella casi se derritió en sus ojos marrón chocolate.

Cálmate, Hermione. No sabes nada de este tipo.

Excepto que era magnífico y casi la hizo venirse solo con estar parado cerca de ella.

—Así que. En caso de muera por hipotermia, ¿tienes planeado decirme tu nombre? Yo te dije el mío.

Ella le miró fijamente.

—Tu nombre. Tienes uno, ¿Verdad?

—Um, sí. Es Hermione. Hermione Granger.

—Bien, Hermione Granger, si eres la última cosa que veo antes de morir, eres una hermosa visión para llevarme conmigo.

Ella de repente se dio cuenta que él estaba haciendo su mejor esfuerzo para no temblar.

—Tus ropas están empapadas. ¿Qué tan lejos has caminado, de todas formas?

—Mucho más lejos de esa cosa que tú llamas carretera. —Comenzó a frotar sus manos arriba y debajo por sus brazos—. Mi coche alquilado se jodió y no creo que haya una cosa tal como una señal de teléfono móvil en esta parte del mundo.

—No, lo siento. Y el servicio normal de teléfono no funciona, tampoco.

No podía dejar de mirarle fijamente. Si alguien fuera a violarla, le elegiría a él. Con un suspiro, dejó el atizador sobre la mesa del café.

—Deberías quitarte esas ropas mojadas antes de pillar una pulmonía.

Las esquinas de su boca se giraron hacia arriba.

—Bien, esa es una gran idea, si tuviera algo más que ponerme. —Su sonrisa se volvió traviesa—. Por supuesto, siempre podría sentarme desnudo sin hacer nada. Como tú estabas haciendo cuando yo golpeé la ventana.

Hermione se sintió ruborizarse sobre cada pulgada de su cuerpo.

—No creo que necesitemos hablar de eso.

—¿Por qué no, dulce? —Su mirada barrió sobre ella—. Era un magnifico cuerpo al que estabas, um, lo que fuera que estabas haciendo.

—Soy muy consciente de mis defectos, si no te importa, para que puedas mantener falsos elogios. —Corrió al cuarto de baño y cogió dos enormes toallas de un estante, después se las tendió a Draco—. Aquí. Toma una ducha caliente, después envuélvete en estas. Deberían cubrirte muy bien. Y podemos quitar la manta de la cama, también. Secaré tus ropas al fuego.

—Vaya, gracias, Hermione. Eres una gran anfitriona.

Le guiñó un ojo mientras se dirigía al cuarto de baño.

En un minuto sus mojadas ropas salieron volando. Hermione colocó una silla cerca del fuego y las tendió sobre la parte de atrás. Después paseó. Mientras la ducha corría. Cuando se paró. Mientras escuchó débiles movimientos tras la puerta.

Entonces de repente él estaba junto a ella, oliendo a jabón y masculinidad, una de las toallas colgando bajo sus caderas. Sintió que el líquido inundaba su coño y esperaba que no goteara por sus piernas y la avergonzara. Por lo menos más de lo que ya lo había hecho.

—Gracias por la ducha. Realmente ayudó.

—No hay problema. —Se movió a la pequeña área de la cocina. Permanecer cerca de él era peligroso—. ¿Quieres algo de beber? ¿Café? —Tiró de la puerta del frigorífico para abrirla—. Tengo algo de vino si lo prefieres.

—¿Vino? —Doradas luces brillaron en sus ojos—. ¿Tenías planeado emborracharte?

—Yo… esto… mañana es el Día de San Valentín. Tenía planeada una pequeña celebración.

Draco miró a su alrededor.

—Así que, ¿dónde está el afortunado tipo? No quiero obstaculizar su plan.

Ella sacudió su cabeza.

—Ningún tipo afortunado. Solo yo.

Él elevó sus cejas.

—¿Estás celebrando para ti misma?

Hermione se encogió de hombros.

—Estaba empezando a pensar que esa es la mejor forma.

Él miró hacia la tarta de chocolate con forma de corazón en la encimera.

—¿Una tarta y ya está? Vamos, Hermione. Se supone que alguien se unirá a ti, ¿cierto?

Ella se mordió el labio y miró hacia otro lado.

—Nadie. ¿Cómo de patético es esto? Parece que soy abandonada justo antes de cada día de San Valentín. —Torció sus labios en una sonrisa amarga—. Se ahorran comprar regalos, supongo.

Sus ojos adquirieron una mirada de asombro.

—No puedo creer eso. ¿Quién en su sano juicio no querría pasar el Día de San Valentín contigo?

Ella apretó sus puños.

—Por si tus globos oculares siguen todavía congelados y no puedes ver bien, puedes no haber notado que no luzco exactamente como el sueño caminante de cualquier hombre. —Tragó saliva—. Un tipo tuvo incluso la amabilidad de decirme que si creciera diez centímetros y tuviera mis piernas esculpidas me daría otra oportunidad. —Su voz se elevó con indignación—. ¡Otra oportunidad! Tuvo suerte de que no le cortara sus pelotas.

—Bueno, eso es muy triste. Y un terrible comentario para la población masculina, porque lo están haciendo todo mal. Tú de verdad haces que mis hormonas marchen en triple tiempo. Escucha, quizá podríamos… ¡Ow! —Se había puesto en marcha hacia ella y se dio un dedo de sus pies descalzos contra su cargada bolsa del gimnasio—. ¿Qué demonios?

—No abras eso —gritó ella, cuando él la levantó y la abrió.

La mandíbula de Draco se cayó.

—Dios mío, ¿estos son lo que pienso que son? —levantó la mirada hacia ella, una sensual mirada en sus ojos que brillaban con calor—. Bien, bien, bien. Esta es en realidad la clase de fiesta de San Valentín que estabas planeando. Pero esta clase de fiesta realmente debe ser compartida con alguien.

—Dame eso.

Ella trató de agarrarla, pero él la alejó de su alcance.

—Uh, uh, uh.

Ella perdió el equilibrio y tropezó contra su cuerpo. Él envolvió su brazo alrededor de ella y ella se encontró a sí misma mirándose en esos ojos chocolate. Entonces él inclinó su cabeza y la besó.

Al principio fue solo un roce de sus labios contra los suyos, una pasada en su tierna carne inferior. Pero envió un pequeño escalofrío que recorrió su espalda, abrió su boca en un suspiro y la lengua de él barrió dentro como una llama merodeadora. Lamió el caliente, oscuro interior, chupando su lengua y girándola con la suya. Sus brazos se apretaron alrededor de ella, tirando de ella contra su cuerpo, su inflamada polla presionando en la suavidad de su vientre.

En el mismo momento en que ella estuvo segura de que se había quedado sin respiración y sus piernas se desplomarían él levantó su cabeza, sus ojos oscuros, las ventanas de su nariz ligeramente acampanadas.

—Así que, Hermione —Su voz era ronca—. Aquí estamos, con nada que hacer hasta que la tormenta pase. ¿Por qué no me dejas que te ayude con tu celebración del día de San Valentín?

Esto es una locura. Ni siquiera lo conoces. Pero el sexo salvaje con un magnífico extraño supera a todos los Días de San Valentín que has tenido.

Con un suspiro se fundió en él.

—E-está bien.

Él puso su boca cerca de su oído.

—Podemos probar alguno de esos juguetes que has estado cargando durante mucho tiempo. ¿Te gustaría?

Se sintió a si misma ponerse más caliente por todas partes y su piel se sintió demasiado tensa.

—S-sí.

Oh, sí, por favor. Quiero hacerlo todo contigo.

Su mano se deslizó bajo su corta bata, la cual realmente no la cubría demasiado y ella sintió sus dedos entre sus muslos, acariciando su monte, resbalándose hacia su raja y tocando su clítoris, después se metieron profundamente en la apertura de su coño mientras ella ensanchaba su postura.

—Oh, sí —susurró él—. Lo supe cuando te vi a través de la ventana. Eres caliente, dulzura. Y mojada. Vamos a tener una feliz diversión y juegos. —La besó otra vez, después golpeó su culo. —¿Qué tal si conseguimos algo de ese vino y lo llevamos a la tentadora cama?

—Okey. —Estaba tan caliente solo con su toque que no estaba segura de poder caminar, pero se las arregló para conseguir el vino y las copas.

Draco se recostó en la cama apoyándose contra las almohadas, lanzó la toalla a un lado. Dorado pelo espolvoreaba sus brazos y piernas, enmarañado densamente en su pecho y bajando en una flecha hasta un nido de rizos alrededor de la raíz de la más magnífica polla que ella había visto nunca. Era espesa y estaba surcada de venas trazando su longitud. La cabeza era lisa y purpura, la raja perfectamente centrada. Su boca se hizo agua solo de mirarla.

Él atrapó su expresión y las esquinas de su boca se elevaron. Envolvió una mano suavemente alrededor de su eje y comenzó a acariciarlo suavemente.

—Puedes tocarme si lo deseas, Hermione. Está bien. Me gustaría que lo tocaras.

Ella dejó el vino y las copas sobre la mesilla de noche y extendió los dedos para frotar sobre la oscura cabeza. Su boca se secó al sentir la caliente piel de seda.

Draco movió su mano y la colocó sobre las suyas.

—Vamos, Hermione. Solo juega con ella un poco. —Se rió—. No mucho. No quiero perderla demasiado pronto. Pero vamos. Me gustaría la sensación de tu mano sobre ella.

Movió la mano de ella arriba y abajo, su cuerpo se tensó por el esfuerzo de controlarse. Cuando ella se inclinó y pasó su lengua por la cabeza, dando vueltas con su lengua en su raja, él la empujó.

Ella sacudió su cabeza bruscamente hacia atrás como si él la hubiera abofeteado.

—Hermione, Hermione, Hermione. —Acarició su espalda y extendió su mano para acariciar su mejilla—. ¿Crees que no me gusta esto? Estás muy equivocada. Me gustaría deslizar mi polla por tu garganta con esos suaves pequeños labios envueltos alrededor de ella. Quiero verte chupándome y sentir tus manos en mis bolas. Pero me pones tan caliente de solo mirarte, dulce, no puedo dejarte hacerlo todavía o terminaré antes que tú. ¿Okey? —Sujetó su cara para que ella pudiera mirarle—. ¿Okey? —preguntó otra vez.

Ella cabeceó.

—Okey.

Él inclinó la barbilla de ella hacia él.

—Sabes, me considero a mi mismo un bastardo con mucha suerte por quedarme varado cerca de tu cabaña. Un bastardo con mucha suerte.

Hermione sintió un rubor manchar sus mejillas.

—Gracias.

—Y solo en el caso de que te lo estés preguntando —la dijo en voz baja—, esta se está convirtiendo en una de las mejores noches de mi vida. —Se echó hacia atrás de nuevo—. ¿Ahora qué tal si me coges esa bolsa de cosas ricas y la traes a esta gran cama conmigo?

—Bien. —Ella puso la botella de vino y las copas en la mesilla de noche, cogió el bolso y subió a la cama junto a él.

Él abrió la bolsa y sacó su placer purpura y su pequeño vibrador y los dejó junto a él en la cama. Después tomó dos tapones anales y el recordatorio de que ella había estado soñando con usarlo junto con la pequeña caja de bolas de metal orgásmicas. Estas las puso en la mesilla de noche junto con un delgado tubo de lubricante y una botella de aceite.

—Por supuesto espero que tengas algo más aquí junto a todos estos juguetes porque no estoy nada preparado para… Ah. ¡Bien, bien, bien! —Sacó una súper-grande caja de condones que ella había comprado y sus ojos se iluminaron con picardía—. ¿Esperabas un ejército aquí?

Sus mejillas se calentaron de nuevo.

—No podía decidirme por lo que coger y el empleado de la tienda dijo que estas tenían una gran variedad.

—¡No es broma! —Guiñó un ojo al leer la parte de atrás de la caja. —¿Una variedad de sabores? ¿Acanalado para su placer? ¿Elije tu color? Hermione, me dejas sin aliento. Si usamos todos estos voy a necesitar más que vino para darme fuerzas.

Ella extendió sus manos, las palmas hacia arriba.

—Yo solo…

Él levantó una mano y besó el interior de su muñeca. Sus ojos se oscurecieron.

—No puedo esperar para deslizar mi polla en ti con uno de esos, entonces lamer el sabor más tarde. Sí, madame, eso será un dulce placer. —Deslizó sus dedos suavemente sobre la ladera superior de sus pechos—. Te prometo, Hermione, que esta será una noche que ambos recordaremos.

—Gracias. —Suspiró en un aliento y llenó las copas de vino, entregando una a Draco.

—Por el día de San Valentín —él dijo y chocó su copa con la suya.


* 1,83 centímetros aproximadamente