Hola soy nueva en fanfiction y les traigo una adaptación de una novela que me gusta mucho.

Los personajes son de Stephenie Meyer lamentablemente o sino hace rato hubiera secuestrado a Jazz jaja, espero les guste y dejen comentarios (:

Capítulo 1

PERO él me quiere.

-Yo no estaría tan segura replicó Alice Brandon con más brusquedad de lo que pretendía y se arrepintió al instante al ver la expresión dolida de su hermana . Bella, querida continuó con más suavidad , apenas os conocéis. Fue una aventura de vacaciones... nada más, es algo que siempre sucede.

Apenas podía creer lo que estaba diciendo: una frase trillada después de otra. No se sorprendió al ver que Bella movía la cabeza.

No fue así. Tan pronto como conocí a Edward, comprendí que nunca habría otro hombre para mí. Y a él le sucedió lo mismo conmigo.

Entonces, ¿por qué no llegó en ese avión? - quiso saber Alice, que en su interior estaba preocupada . O en cualquiera de los otros aviones que llegaron el día de hoy.

No lo sé. Ha debido de suceder algo que se lo ha impedido, o que lo ha retrasado.

Alice podía hacer una cínica conjetura acerca de lo que podría ser ese algo. Edward Whitlock tal vez había recordado, justo a tiempo, que ya tenía una prometida... o incluso una esposa.

«Eso es lo que sucede por dejar a una impresionable jovencita de dieciocho años que pase la Semana Santa en Grecia», pensó furiosa. Cuando le hicieron la invitación, le pareció algo muy normal. Jessica Stanley, la mejor amiga de Bella, se disponía a ir a Atenas a visitar a su tía, que estaba casada con un hombre de negocios griego. Las dos chicas habían estudiado mucho para sus exámenes y se merecían un descanso.

¿Cómo podía adivinar Alice que la tía de Jessica era una idiota irresponsable, que había permitido que su sobrina y su amiga entablaran conversación con unos atractivos camareros griegos? «Si sólo hubiera sido una conversación intrascendente...», pensó la chica, apesadumbrada. O si Bella hubiera tenido la experiencia suficiente para comprender que había caído en manos de un donjuán...

A su vuelta, Bella le había dicho a Alice que, aunque sí estaba dispuesta a presentarse a sus exámenes, eso ya no le importaba, porque se encontraba comprometida y no tardaría en casarse.

Alice había aspirado profundamente para calmarse y luego la había interrogado con discreción. Lo que había averiguado no era nada tranquilizador... Por lo visto, Edward trabajaba en un restaurante famoso y elegante a donde Bella fue a cenar con la familia de su amiga. Edward era el camarero que atendía su mesa. A la noche siguiente, Bella y Jessica se las arreglaron para volver solas al restaurante.

-Edward no es simplemente un camarero.

-Por supuesto que no... Sus ojos brillaban como estrellas, para desesperación de Alice . El restaurante es propiedad de su familia, que además tiene otros muchos negocios de hoteles e incluso una compañía naviera. Por lo que dice Edward, deben de ser inmensamente ricos. ¿No es increíble?

Claro convino Alice, pero Bella no pudo dejar de captar su tono irónico.

Cuando termine mis exámenes, Edward vendrá para conocerte y te pedirá mi mano sonrió la jovencita con ternura . Es muy anticuado.

Ciertamente, Edward había elegido el camino adecuado para llegar al corazón de Bella, pensó Alice, furiosa. Su hermana también era anticuada, una joven tímida y dulce que antes de su viaje a Atenas sólo pensaba en sus estudios en la universidad. Su primer amor debería haber sido una experiencia delicada, y no un tórrido amor bajo el sol griego y con un seductor profesional. Le dolía pensar en. Lo que sufriría su hermana.

Pero, con gran sorpresa de su parte, las cartas con sellos griegos, empezaron a llegar con regularidad. Alice pensó que quizá Edward conocía la existencia del tío de Jessica y suponía que la familia de Bella también tenía dinero. «Qué equivocado está», pensó al recorrer con la mirada su reducido apartamento. Cuando se enterara de que el único familiar que le quedaba a Bella era su hermana mayor, que trabajaba en una agencia de secretarias para ganarse la vida, el supuesto compromiso pasaría a formar parte del pasado.

Alice jamás había estado en Grecia, pero tenía la idea de que allí se concertaban matrimonios de conveniencia, dependiendo de la dote de la novia. Bella no contaba con recursos económicos que hablaran en su favor ante la familia de un joven camarero resuelto a triunfar.

Durante un tiempo, a Alice le pareció que Bella también dudaba de su relación. La veía silenciosa y preocupada, pasando mucho tiempo en su habitación. Además, había perdido peso y estaba muy ojerosa. Pero después llegó otra carta y Bella, feliz de nuevo, le comentó que Edward viajaría a Londres a finales de junio.

Pero su avión había aterrizado y él no se encontraba a bordo. Bella había vuelto al apartamento casi enloquecida de preocupación. Y ahora Alice tendría que hacerla entrar en razón.

Te habría avisado si se hubiera retrasado declaró para luego añadir con cuidado : Querida, creo que tendremos que aceptar que simplemente ha cambiado de opinión...

No ha podido hacer eso en las mejillas de la jovencita aparecieron dos manchas de color . Vamos a casarnos. El... tiene que venir. Oh, Alice, tiene que hacerlo.

Alice la miró horrorizada cuando de repente lo vio todo claro. No tenía que preguntar por qué; lo veía en los llorosos ojos de Bella, en su boca temblorosa, en la extraña expresión de dignidad y vergüenza que apareció en su rostro cuando la miró a la cara.

Oh, no, Bella exclamó . Por todos los cielos... no puede ser cierto.

Sí lo es. Voy a tener un bebé de Edward. Pero todo está bien, porque él me quiere y vamos a casarnos tan pronto como sea posible.

¿Le dijiste que estabas embarazada? inquirió Alice, y sonrió apesadumbrada . Y todavía te preguntas por qué no ha llegado en ese avión.

No digas eso exclamó Bella . Tú no lo conoces; es un hombre decente y honesto.

Tan decente y honesto que sedujo a una jovencita en su primer viaje al extranjero replicó Alice con amargura . Oh, Bella, eres una tonta suspiró . Bien, ahora tendremos que decidir lo que debemos hacerlo, lo que sea mejor para ti.

Sé lo que me vas a decir Bella palideció de repente . Ni lo pienses; Ally. Voy a tener a mi bebé.

Querida, no lo has pensado bien. Debes comenzar tus cursos en la universidad... tienes toda tu vida por delante. No te imaginas lo que sería tratar de salir adelante con un bebé...

Pero eso no es lo que he elegido. Voy a casarme con Edward. Reconozco que no es la vida que había planeado, pero' es la clase de vida que quiero... la única, ahora y siempre.

Bella... no puedes saberlo.

Mamá lo supo cuando conoció a papá y era más joven que yo replicó Bella, decidida . Y no me vas a negar que no fueron felices.

«No», pensó Alice, no podía decir eso. Sus padres se habían querido profundamente y fueron muy felices hasta que un accidente de coche puso un fin prematuro a ese amor, dejándola a ella con la inmensa responsabilidad de cuidar a una sensible adolescente. «Y yo no he cumplido con esa responsabilidad», se reprendió. Necesitaba la sabiduría de su madre, para que le dijera cómo podía apoyar a Bella en esa crisis.

No sabía lo que iba a hacer. De pronto se sintió como si tuviera cien años.

Se sintió todavía peor cuando despertó a la mañana siguiente. Había pasado una velada terrible. Bella había conseguido comunicarse por teléfono con el restaurante de Atenas, sólo para que le dijeran de una manera cortés, pero impersonal, qué Edward ya no trabajaba allí y que desconocían su paradero.

«Apuesto que no lo saben», pensó Alice furiosa. «Deben de recibir cientos de llamadas semejantes», añadió en silencio.

Durante toda la noche había tenido que escuchar los desolados sollozos de Bella a través del tabique que separaba sus dormitorios. Había tratado de acompañarla, pero la puerta de la habitación de Bella estaba cerrada con llave. Además, ¿qué podía decir o hacer... cuando ella misma nunca se había enamorado? Era la persona menos, indicada para ofrecerle consuelo, o siquiera un simple consejo.

Sorprendida, vio que Bells ya se había levantado y estaba preparando el desayuno en la diminuta cocina. Se encontraba muy pálida y tenía los ojos enrojecidos, pero su rostro tenía una expresión decidida.

Voy a ir a buscarlo, Ally declaró.

¡No puedes recorrer todos los restaurantes y tabernas de Atenas! ¡Sería como buscar una aguja en un pajar! desalentada, la chica tomó la taza de café que le tendía Bella.

No de Atenas negó Bella . Edward es de una isla llamada Karthos, en el mar Jónico, al sur de Cork. Iré allí. Su familia debe saber dónde está.

Bella murmuró Alice titubeante, después ce beber un sorbo de café , ¿no has pensado que tal vez Edward no quiere que lo encuentres?

Eso no es cierto respondió la joven, serena . Si así fuera yo lo sabría aquí se llevó una mano al corazón.

Ese simple gesto y la confianza que implicaba hicieron que Alice sintiera un nudo en la garganta. «Él no es digno de esa confianza», pensó furiosa. Había miles de argumentos que tendría que usar para impedir que Bella emprendiera esa inútil búsqueda, pero, en ese momento no podía pensar en ninguno.

Entonces, iré contigo declaró.

Ally, ¿lo dices en serio? el rostro de Bella se transfiguró . Pero... ¿y la agencia? ¿Crees que la señora Strathmore te autorizará a tomarte unos días libres?

Tengo vacaciones acumuladas Alice le lanzó una sonrisa tranquilizadora . Y la señora Strathmore no me despedirá, pues confía en mí para que me enfrente con los clientes más difíciles con quienes las demás secretarias no quieren trabajar. De camino a la agencia iré a verla y le explicaré que necesito unos días libres trató de que su voz sonara decidida y alentadora, pero en el fondo de su corazón no se sentía así.

. «¿Qué haremos si no lo encontramos? ¿O lo que es peor, si lo encontramos y no quiere saber nada de Bella?, se preguntó desalentada. Luego se dijo que ya cruzarían ese puente cuando llegaran a él.

Lo encontraremos Bella parecía haberle leído el pensamiento. Su voz y su rostro expresaban tranquilidad . Es el destino, los griegos siempre han creído en el destino.

«Y en las Furias pensó Alice, sombría. Aquellos seres perseguían inexorables a los desgraciados y descargaban sobre ellos su venganza. Se dijo que ella sería una furia moderna y encontraría a Edward Whitlock, por muy bien que hubiera borrado su rastro.

No existe el destino declaró y disimuladamente cruzó los dedos debajo de la mesa de la cocina.

El hotel Dionysius era pequeño, limpio y sencillo. Alice se sentó frente a una mesa en una esquina de la terraza del restaurante, con un vaso de zumo de naranja frente a ella. Estaba protegida del sol del mediodía por un techo de palma cubierto de enredaderas. Más allá de la diminuta terraza del jardín se encontraba la plaza principal de la población de Karthos.

La isla era sólo un punto remoto en el mar Jónico, pero estaba rebosante de turistas. Hasta ese momento, Alice había oído hablar francés, alemán e inglés. Bella y ella habían tenido suerte al encontrar la única habitación disponible de todo el hotel.

Había dejado a su hermana en la habitación de paredes encaladas del primer piso. La joven empezaba a sentir los efectos del embarazo y se había mareado en el vuelo a Zakynthos, y luego, en el largo viaje en el transbordador. Hacía mucho calor en Karthos, por lo cual había aceptado sin protestar la sugerencia de Alice de que descansara mientras ella hacía las primeras indagaciones.

Alice se había sentido tentada de cancelar esa empresa quimérica después de llamar por teléfono al tío griego de Jessica Stanley. Le había explicado sin entrar en detalles, que necesitaba encontrar a un joven camarero del restaurante Clio y le había preguntado si podría ayudarla.

A juzgar por su exclamación irónica, el hombre no había necesitado más explicaciones.

¿Sabe cómo se llama ese hombre, thespinis?

Sí, Edward Whitlock. .

¿Whitlock? después de contener el aliento, había respondido : Siento no poder ayudarla, pero le aconsejo, thespinis, que no siga adelante con sus indagaciones hubo una pausa y prosiguió : Créame, será lo mejor.

Después, cortó la comunicación, dejando a Alice con miles de preguntas sin respuesta.

Inquieta, comprendió que se había tratado de una advertencia. Sólo esperaba que Edward no fuera un delincuente, un miembro de la mafia griega, si acaso existía. Tal vez no estaba en Karthos, sino en alguna cárcel. Pero, ¿cómo podía revelarle a Bella sus sospechas y destrozar su optimismo? Tal vez tendría que averiguarlo por sí misma, concluyó resignada. Suspiró y terminó su zumo de naranja. Se preguntó por dónde podría iniciar sus pesquisas.

¿Le ha gustado?

Kostas, el corpulento propietario del hotel, se acercó a su mesa Lucía un gran bigote negro, tenía una risa estridente y fumaba sin cesar. Su cordial bienvenida no era fingida, y para alivio de Alice, hablaba bastante bien el inglés.

Sí, el zumo estaba delicioso, gracias asintió la chica . Era justo lo que necesitaba.

No es bueno viajar con este calor ya se disponía a alejarse cuando ella lo detuvo.

Kostas, ¿conoce a una familia de apellido Whitlock... que tiene un hijo llamado Edward? inquirió la joven y la expresión amable del hombre se evaporó para ser sustituida por de sorpresa, casi de aprensión.

¿Por qué lo pregunta?

Oh, nuestras familias... se conocieron hace tiempo comentó ella con tono ligero . Creo que viven aquí y me gustaría verlos de nuevo, eso es todo.

¿Whitlock? respondió él después de un momento de silencio . No conozco ese apellido. Creo que ha venido al lugar equivocado, thespinis.

Yo no lo creo así lo miró inquisitiva . ¿Está seguro de que no ha oído hablar de ellos?

Sí hizo una pausa . Usted está de vacaciones, thespinis, debería descansar. Vaya a la playa... disfrute del sol... y del vino. Conviva con los turistas... y no pierda el tiempo buscando a esas personas.

Si eso no era una advertencia indirecta, jamás había oído ninguna, pensó Alice al verlo alejarse entre las mesas que empezaban a llenarse de clientes, pues era la hora de la comida. Se trataba del mismo mensaje que había recibido en Atenas: «manténgase alejada del clan Whitlock».

Todos los conocen, pero no quieren hablar de ellos», se dijo inquieta. No obstante, por el bien de Bella, de alguna manera debía romper ese muro de silencio. Tomó su bolso y se dirigió hacia la escalera exterior, la cual ofrecía un segundo acceso a las habitaciones.

En la recepción vio unos carteles anunciando el alquiler de coches y motos. Decidió alquilar una moto y realizar un primer recorrido por la isla. La información de los folletos turísticos decía que casi todas las

playas más bellas estaban lejos de la población, así que pensó que sería agradable encontrar una cala desierta y descansar un rato antes de dedicarse al verdadero motivo de su viaje.

Los viajes terminan cuando los amantes se reúnen», pensó deseando que eso fuera cierto.

Todavía estaba subiendo por la escalera exterior cuando oyó que una voz la llamaba con tono urgente. Miró hacia abajo y vio a uno de los camareros del hotel, que había estado atendiendo a la mesa contigua a la suya mientras ella hablaba con Kostas. Le dirigió una sonrisa amable.

¿Quiere ver a Edward Whitlock?

Sí respondió la chica, excitada . ¿Usted lo conoce?

Desde que éramos niños se llevó, una mano al pecho con un gesto teatral . Yo también soy de Karthos.

Entonces, ¿puede decirme dónde puedo encontrarlo?

El joven se encogió de hombros y lanzó una mirada furtiva por encima del hombro.

Como usted comprenderá, eso no es fácil para mí...

Alice lo comprendía muy bien. Sacó un billete de mil dracmas de la cartera y se lo entregó.

Está en su casa... la villa Apollo murmuró el chico.

¿Está cerca de aquí?

No señaló a las colinas del interior de la isla . Está muy lejos.

¿Hay algún autobús?

No, no hay nada allí... sólo la villa. Puede ir en coche, o en moto le entregó una tarjeta . Mi primo las alquila... a un buen precio.

Y sin duda tú te llevarás una comisión», pensó la chica. Pero le dio las gracias y siguió subiendo por la escalera.

Thespinis murmuró el joven de nuevo y Alice se detuvo . Pase lo que pase, ¿no le contará a mi jefe lo que le he dicho, verdad?

Ni una palabra le aseguró ella, y se despidió.

Bella seguía dormida. Alice le escribió una nota para informarle que se iba a dar un paseo. Se quitó el sencillo vestido que había usado para el viaje y se puso un pantalón corto blanco y una blusa sin mangas, con su inicial bordada en rojo y oro en el lado izquierdo. Se recogió su hermoso cabello negro y se calzó unas sandalias.

No le resultó difícil encontrar el local de alquiler de motos. Andonis, el propietario, vestía una camiseta sucia y lucía una barba de tres días; era tal la expresión que Alice vio en sus ojos, que deseó haberse puesto una ropa menos llamativa.

Alquiló una moto, a pesar de que el precio era más alto de lo que había esperado. Cuando le preguntó si tenían cascos de seguridad, el hombre la miró como si estuviera loca.

Las carreteras de Karthos son buenas declaró con tono categórico.

Sin embargo, la joven fue más afortunada cuando le preguntó si tenía un mapa de la isla;

¿Quiere ver a Whitlock? lanzó un silbido y le dirigió otra mirada lasciva . Igual que tantas otras mujeres. Es un hombre afortunado.

«Pues bien, su suerte está a punto de cambiar», pensó Alice, furiosa. El comentario de Andonis y la correspondiente sonrisa habían confirmado sus peores temores. El honesto y decente amante de Bella no era nada más que un consumado donjuán, se dijo disgustada mientras el hombre trazaba una cruz en el mapa.

La villa Apollo le informó y le dirigió otra mirada de franca admiración .Tenía que habérmelo dicho antes. Le habría hecho un precio especial a una de las mujeres de Whitlock.

«Por lo visto llegan en convoy», pensó la chica con disgusto y le dirigió a Andonis una fría mirada cuando vio que se disponía a ayudarla a subir a la moto.

Está muy equivocado, Kyrie. No soy... lo que usted cree.

Tal vez ahora no, pero, ¿quién sabe? sonrió descarado.

Yo sí lo sé replicó la joven bruscamente y se alejó.

Por lo visto eso era lo que todos habían tratado de advertirle, se dijo Alice mientras salía de la población y se dirigía hacia la carretera que Andonis le había indicado.

«La mujer de Whitlock», pensó desdeñosa. «Pero lo haré pagar por eso, aunque sea lo último que haga en la vida, se juró».

Entonces recordó las palabras del camarero y pensó que se trataba de un comentario extraño, algo parecido a otra advertencia. De repente, a pesar del calor, sintió frío.