Registro sobre el Fin del Mundo

By Cry-Wolf-And-Sing

Traducido por Ireth Isilra

Primera Entrada: Alemania.

Fecha: _____

No me importa lo que la portada de este libro diga en lujosa escritura dorada, por que es mentira. Este no es un diario. Es un registro sobre el final de mundo, por que incluso si toda mi gente muere, alguien puede encontrarlo, en muchos años más, y recordar lo idiotas que fuimos nosotros, las naciones.

Saqué este libro de las ruinas de un edificio. No puedo descifrar que solía ser antes; una casa, tal vez. Creo que esta área fue un vecindario alguna vez, pero no puedes estar seguro de ello ahora.

Este solía ser el diario de alguien. Este libro que estoy utilizando para grabar el fin del mundo perteneció a alguien más.

Cuando tengo tiempo, hago una pausa, y hojeando las páginas con la escritura de aquella otra persona, me pregunto por su antiguo dueño. Perteneció a una niña, creo. No me puedo imaginar a ningún niño que posea un libro de color violeta, con la palabra "diario" escrita con letras lujosas y doradas sobre la tapa. La letra es elegante y sinuosa, y en los lugares en donde no está todo quemado, puedo leer entradas acerca de escuela, chicos y amigas.

Cosas normales. Cosas humanas.

Normalidad, humanidad; dos cosas que se han perdido en el mundo de ahora.

El mundo acabó cinco meses atrás.

No acabó por completo, pues yo sigo aquí, escribiendo en esta bitácora. Si estoy vivo, mi gente está viva, y conozco a otras naciones que como yo, siguen aquí. No somos tantos como alguna vez lo fuimos; la tierra se llevó una paliza.

No, no muchas naciones quedan ahora. Estoy yo, Alemania. Y ahí esta Italia, las dos, demasiado llenas de vida para morir. España, aunque seriamente debilitado, es demasiado cabeza dura para rendirse, incluso ahora. China, por que ese hombre vivirá para siempre. Japón, por que es demasiado terco para morir. Inglaterra, demasiado determinado a vivir. Francia, por que ama su vida más que a nada en el mundo. Prusia, por que es demasiado genial para morir. Algunos otros viven, aunque no los he visto.

Inglaterra reza todos los días por que America haya sobrevivido, Francia se preocupa por Canadá. Pero no tenemos manera de cruzar el Atlántico. Todos los barcos y aviones han sido destruidos. Estamos atrapados a este lado del mundo, en busca de otros que pueden haber sobrevivido.

Romano se rehúsa a dejar a España. El fin del mundo ha sacado toda la amargura de él, está más callado, casi amable. Romano está siempre cerca de España, una mano tocándolo en caso de que caiga. Ya no pelea con el español, ya ni siquiera me irrita.

Extraño su manera de ser de antes de que el mundo acabara. Es una tontería, pero así es. Pues cuando Romano estaba de mal humor y era hosco y se negaba a admitir lo que realmente sentía, significaba que el mundo seguía siendo normal. Que todo estaba bien. Que tendría que sufrir otra estúpida conferencia mundial, que Italia me llevaría a almorzar (pasta, por supuesto), que mi hermano se dormiría en el sofá de la casa, con las botellas de cerveza apiladas sobre la mesa.

Pero las conferencias ya no hacen, Italia ha perdido el gusto por la pasta, y mi hermano no puede seguir hablando de lo genial que es.

Italia está incluso más callado que su hermano, y se aferra a mí. Esta sentado no muy lejos de aquí ahora, ayudando a Inglaterra a desenterrar el cuerpo de una niña de no más de cuatro años de edad. Sus labios están demasiado apretados y sus ojos rojos de tanto llorar, pero se mantiene callado mientras saca el cuerpo de debajo de los escombros.

No me gusta este cambio en él. Italia lloraba antes de esto, pero nunca con verdadera tristeza. Siempre era algo más; miedo, ira, felicidad, pero nunca tristeza.

La pequeña niña sufrió quemaduras muy graves, la carne se le desprende de la cara. Sus ojos, marrones como el chocolate, están ciegos. Todos hemos visto millones de cuerpos aquel día, pero este es verdaderamente horrible. Mi garganta arde de bilis, e incluso Inglaterra se voltea, pero Italia sólo le quita los escombros del cuerpo y le alisa el corto cabello antes de levantarla suavemente en sus brazos.

Estamos enterrando tantos cuerpos como podemos en un campo no muy lejos de aquí, con una roca para marcar la cabeza de cada cuerpo. Hay miles de rocas en ese campo ahora, y no terminamos con esta ciudad todavía.

Italia camina hacia mí ahora, aún sostiene el cuerpo de la niña contra su pecho.

"Yo conocí a esta niña" dice, y su voz suena afectada. Sigo escribiendo y él no espera a que le responda antes de continuar hablando, lentamente para que pueda copiar cada palabra que sale de su boca.

"Su nombre es Felicita. Significa 'felicidad', ¿sabías? Yo pensaba que era chistoso, la primera vez que nos encontramos, por que su nombre sonaba como el mío. Feliciano. Felicita. Su madre trabajaba para mi jefe, y Felicita venía con ella de vez en cuando para saludarme. Era entretenida, dulce, y yo pensé… Pensaba que sería una hermosa señorita más tarde."

Él suspira pesadamente y se gira, volviendo sus pasos hacia Inglaterra. Yo sigo copiando lo que él me ha dicho y sé que debo parecer grosero, pero alguien debe hacerlo. Alguien debe recordarle a la gente acerca de esta época, de nuestras perdidas y miserias. Alguien debe recordar a la niña de cuatro años llamada Felicita que murió antes de poder vivir realmente.

Alguien debe recordar.

El mundo acabo hace cinco meses por nuestra arrogancia. Incluso ahora, no sé precisamente como empezó todo, pero las armas y las bombas y la muerte y el odio estuvieron involucrados, y las calles de mi país se inundaron con sangre. Las bombas son más grandes, más dañinas en esta época, o al menos lo eran. Nadie tiene algún aprecio por las bombas ahora.

Este diario será pasado a las otras naciones que aún viven, para que puedan completar su parte. Todos moriremos, eventualmente, nosotros las naciones, y lo que debemos decir, debemos decirlo ahora. Deben dejarse advertencias y deben darse bendiciones.

Para las futuras generaciones que pueden encontrar este libro, aquí está mi advertencia: El mundo puede desmoronarse a tus pies en menos de un momento, y todo lo que te importa puede caer frente a tus ojos.

Mi bendición: Recuérdennos; a nosotros, las naciones que pueden desparecer. Recuerden a Italia, Prusia, Alemania, España, Inglaterra, Francia, China, Japón y los otros. Aprendan de estros viejos tontos y no sigan nuestros pasos.

Lo que debo decir: Lo siento por todo lo que yo, como nación, he hecho, y lo siento por todo lo que yo, como humano, he dejado de hacer. Hay cosas que desearía decirle a Italia que nunca tomarán forma, agradecimientos que desearía darle a mi hermano que mueren en mi lengua. Hay cosas que desearía poder deshacer y cosas que desearía poder empezar, pero ya es demasiado tarde para eso ahora.

Hay cuerpos que deben ser enterrados, los sobrevivientes deben ser alimentados. Mi entrada está hecha, y esta bitácora, este registro pasará a las advertencias, bendiciones y palabras de otra persona.

No hay nada más que deba decir.

- Alemania.