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Este fanfic fue escrito sin ánimos de lucro, sólo por pura diversion y fanatismo por el mundo creado por Meyer. Los personajes son propiedad intelectual de Meyer.
Un amor inmortal: Memorias de Carlisle y Esme
Cap. 1: La huída
Tenía 16 cuando lo vi por primera vez. Jamás olvidaré esa cálida tarde de noviembre en la que contemplé el rostro más perfecto y dulce de toda la humanidad.
Él trabajaba diligentemente sobre las heridas de mi pierna, a causa de una resbalada al trepar el cedro de la campiña de mis padres, mientras yo me perdía en aquel ámbar de sus ojos cálidos cual miel recién extraída.
-Tu pierna necesitará de algunos cuidados pero estará bien- me dijo al tiempo que exhibía unos hermosos dientes blancos como la nieve.
Su rostro no era lo único excepcionalmente bello de toda su persona. Su voz era sedosa y parecía arrullarte mientras las palabras salían de sus pálidos labios como caricias.
-Gracias señor Cullen- conseguí decirle algo sonrojada.
El doctor volvió a sonreír gentilmente, se despidió y salió de la sala con paso firme.
-Vamos querida Esme- mi madre Josephine me tomó del brazo y me ayudó a incorporarme de la desgastada camilla.
Me pasé todo el viaje de vuelta a la campiña distraída observando al doctor Cullen en mis pensamientos. Era demasiado bello para ser verdad, parecía salido de un cuento de hadas, de seguro sería el príncipe. Pero no podía permitirme pensar en ello; aunque parecía joven debería de ser más grande que yo. Debía de olvidarlo, pronto estaría lejos de la cuidad; iría a ver a mis tíos y sólo dios sabe cuando volvería.
Mis tíos me dieron una muy buena acogida en su grande y esplendorosa casona.
Eran muy ricos pero muy amables con mis humildes padres, ellos siempre los ayudaban con las cuestiones financieras.
Como la situación de mis padres empeoró me ofrecieron la posibilidad de vivir con mis tíos, la cual acepté aunque sabría que echaría mucho de menos a mi madre y mi padre.
Allí conocí a un joven muy apuesto llamado Charles Evenson, era el ayudante de mi tío James Platt.
Era un agradable muchacho que solía pasarse las tardes libres merodeando conmigo en los jardines repletos de perfumadas rosas. Su compañía era muy buena; tenía muchas cosas que contar sobre sus aventuras en la campiña domando los caballos. Rara vez podía aburrirme charlando con él pero jamás podría compararse con la maravillosa imagen que aún conservaba en mi recuerdo del hombre que conocí aquel 26 de noviembre.
Juntos pasamos desde momentos alegres como su ascenso a administrador del campo de los Platt hasta de los más tristes como el anuncio de la muerte de mis padres, habíamos pasado suficiente tiempo juntos y nos conocíamos mucho como para que fuera a pedirle a James mi mano para consagrarnos en matrimonio.
Poco tiempo después nos mudamos a una casa que mis tíos nos ofrecieron como regalo de bodas. Éramos una pareja feliz y pronto la familia perfecta, cuando nuestro primer hijo llegara.
Pero vinieron los tiempos duros, el trabajo escaseaba pues fue un año de mala cosecha y el dinero se fue agotando progresivamente.
Charles llegaba cada día de peor humor y discutíamos mucho pero al final de cuentas, nos amábamos y nos prometíamos que todo se arreglaría.
El cambió no llegó y todo empeoraba cada día más y más, las discusiones se hacían cada vez más frecuentes y una de ellas tuvo un trágico final.
-Charles relájate ya todo se arreglará, conseguirás trabajo y estaremos mejor que nunca- intente rescatarlo de la oscura depresión en la que estaba sumido
-¡Esme deja de decir estupideces de una vez por todas!- golpeó sus puños fuertemente contra la desvencijada mesa de madera
-No digo estupideces solo quiero darte esperanzas- le contesté al tiempo que unas traicioneras lagrimas corrían por la comisura de mis ojos.
Él me miró con expresión severa, algo desencajado de si mismo
-¡Siempre tratas de darme esperanza pero sabes algo, con la esperanza no hacemos nada! ¡Con esperanza no mantengo esta casa ni traigo comida a tu plato!-se levantó de su asiento y en un arrebato de furia golpeo mi rostro con sus manos dejándome su marca.
Aquel no era el joven que había conocido, aquel luminoso y alegre muchacho jamás hubiera sido capaz de pegarme un manotazo. Quien miraba ahora como mi cara se amorataba era un completo desconocido.
Me alejé de él lo más pronto que pude y junte mis pertenencias mientras lloraba desconsoladamente.
-¿A dónde te irás?
-No lo sé . Sólo se que no eres el hombre del cual me enamoré.- con aquellas palabras me despedí de James para siempre y me alejé de nuestro humilde hogar sin tener un rumbo exacto que seguir.
