N/A: Al igual que con el resto de mis historias, he decidido hacerle una revisión a esta, que fue la primera que hice y subí ya, hace ya ocho años, y aunque sea muy OoC y la historia no tenga sentido, le tengo un cierto cariño. Así que por lo menos voy a arreglarla un poco gramaticalmente hablando, ya que con respecto a la trama no hay mucho que hacer. Así al menos estará bien escrito. Dejaré la N/A original, ¿por qué no? Aunque lo cierto es que me despierta una GRAN vergüenza ajena xD

¡Un saludo y gracias por la oportunidad!

Disclaimer: YuGiOh! y sus personajes no me pertenecen. Son propiedad de Kazuki Takahashi y esta es una actividad que realizo sin ánimo de lucro.

PD: La otra vez no lo dije, pero está situado entre los eventos de Battle City y la saga de los Recuerdos del Faraón.


Aviso, este fic se me ocurrió un ridículo día de septiembre: ¿Y si en algún momento Yami se diese cuenta de que está harto de ser la sombra de Yugi? Son los pensamientos del faraón respecto a su nueva "vida". Los personajes son propiedad de Kazuki Takahashi y no los poseo, solo los tomo prestados. Los pensamientos van así en cursiva.Dejen reviews, ¡please!


Mi nueva… ¿vida?

Yugi.

Así es como se refieren a mí, Yugi, y ya estoy harto. Yo no soy Yugi, no me llamo Yugi, y puede que no recuerde mi nombre y que no sepa decirles cómo llamarme, pero ¿no podrían inventarse un nombre para mí? ¿Por qué tienen que llamarme como él? Yo no soy él.

Ya no lo soporto más, siento que esta "nueva vida" que se me ha otorgado no es nada, que sólo estoy aquí para ser la sombra de otra persona, para hacerle su vida y resolverle sus problemas, que se lleve todo el mérito y ni siquiera sea capaz de agradecérmelo. ¿Cuántas veces le he salvado la vida a él o a alguno de sus amigos? ¿Y cuántas veces me lo han agradecido a MÍ?

Nunca, siempre se lo agradecen todo a él. Aprecio mucho a mi compañero, es un alma noble y una gran persona, pero no es justo que ignoren la mía. Incluso él me ve como una sombra de sí mismo cuando me llama "Mi otro yo".

Otro yo, así es como me llama. Otro yo. Me hace sentir que él es el importante y que yo sólo sirvo para hacer las cosas por él. No es justo, puede que me agradeciese el que salvase a su abuelo, pero no lo ha hecho al ayudarle tantas veces. No el que todos conozcan su nombre, porque fui yo y no él quien venció a Kaiba, es mi cara la que se ve en todas partes. Pero es su nombre el que sale de todas las bocas.

—Otro yo, ¿qué te sucede? Te llevo llamando un buen rato y no me respondes. ¿Qué pasa?

Por lo menos se preocupa por mí, eso ya es un paso, pero ha vuelto a llamarme así, otra vez parece querer restregarme el que necesito su cuerpo para poder materializar mi espíritu y vivir. ¿Vivir? No, esto no es una vida.

—No me sucede nada, compañero.— Sonrió forzadamente, intentando aparentar sosiego—. Dime, ¿por qué me llamabas?

—Bueno, es que hay una fiesta en el instituto esta noche. ¿Quieres venirte conmigo o prefieres deje el puzzle para que te quedes aquí?

Hizo el ademán de meditarlo unos segundos antes de responderle.

—Prefiero quedarme aquí, Yugi.

—Bien —se quitó el puzle y lo colocó sobre la mesita de noche, dándole unas pequeñas palmaditas—, me voy, ya nos veremos después—. A pesar de que parecía contento, algo en su interior estaba inquieto.

Ahora se va. Hoy no tengo ganas de fiestas, y menos para que me deje salir y empiecen de nuevo a llamarme Yugi. Acabaría volviendo a entrar a los pocos minutos. No me gusta esta nueva vida, me hace daño que mis amigos no sean capaz de darme un nombre, me duele que no me reconozcan como persona...

A quien voy a engañar. Tan sólo soy un espíritu atrapado en un puzzle de más de tres mil años. No me extraña que no les importe, que me comparen con Yugi constantemente. Él es quién está vivo. Yo sólo soy una sombra, sólo existo porque él resolvió el puzzle... ¿Qué razón tengo ya para seguir aquí? Ya salvé al mundo, ¿por qué sigo vivo? ¿Por qué no me he ido ya? No pinto nada, para ellos no valgo nada… Le diré a Yugi que deshaga el puzle. No quiero seguir siendo un estorbo en su vida y la de sus amigos.

Pasaron las horas, y el faraón no salió de su cámara. Se sentía sólo y miserable. Yugi no llegó hasta algo entrada la noche. Subió las escaleras de su habitación con rapidez, entró en ella, se colgó el puzle, y accedió en la cámara de su otro yo.

—¡Otro yo! ¿Dónde estás? ¿Faraón?

Ya ha vuelto, es muy temprano, que raro. ¿Por qué lo habrá hecho tan pronto?

—Estoy aquí, compañero, ¿qué sucede? — dijo, mientras salía hacia el pasillo que compartían las dos puertas. Yugi sonrió ampliamente al verle, aproximándose y permaneciendo de pie junto a él, con el respeto que le caracterizaba.

—Bueno, es que estuve pensando mucho en que estás muy raro. Después de darle muchísimas vueltas, e incluso comentarlo con los chicos, me he dado cuenta de que has hecho muchas cosas por nosotros y nunca te lo hemos agradecido, así que hemos hecho algo para remediar eso.

Le mostró un colgante. El faraón se lo cogió de la mano y lo miró. Se trataba de esos que se abren. Separó las dos partes y se encontró con una foto en la que estaban todos sus amigos, incluso Kaiba y Marik. No supo qué decir. Se sentía tan estúpido por haber tenido esos pensamientos tan tremendamente negativos acerca del grupo que le había acogido como a uno más, tratándole con cariño y respeto… Una lágrima rebelde salió de sus ojos y se la limpió rápidamente.

—Compañero... Yo... No sé... Qué decir... Muchas gracias...

—En realidad es algo muy simple comparado con todo lo que nos has ayudado. Es nuestra forma de darte las gracias, ¿te gusta?

—Sí, me gusta mucho.

Se lo colgó del cuello y lo introdujo bajo su ropa.

—Dime una cosa, ¿te molesta que te llame "Otro yo"? Porque si es así…

—No, claro que no. — Dijo, sonriente.

Ya no me importa que me llame así, ni que me llamen Yugi. Ya no importa nada de eso. Ahora sé que soy importante para ellos y que me consideran su amigo, que se preocupan por mí. Eso es un motivo suficiente para seguir viviendo. Gracias a todos, gracias. Ahora sé apreciar mi nueva vida.


N/A: Lo siento, pero no he podido dejar las notas que puse después, eran demasiado estúpidas. ¡Muchas gracias por vuestro tiempo y por leer!