Hola, una vez más :3

Aquí Ulquii con una historia de tres partes x3

Este fic se localiza entre el episodio 30 y 31, lo que yo creí que podría suceder con Lysandro después del accidente, con un gran toque de drama, representativo de las telenovelas mexicanas (? :v

En cualquier caso, espero disfruten de la lectura :3

*Amour Sucre es propiedad de ChiNoMiiko y Beemov*


Volví a cerrar los ojos, intentando relajarme.

La clase ya había comenzado y la lectura del profesor Fárres se escuchaba lejana, como simples balbuceos. Suspiré pesadamente y miré por la ventana, viendo el cielo con atención disimulada. No podía concentrarme.

Apenas habían pasado dos días desde el accidente de Lysandro, y las cosas estaban volviendo a la normalidad, a costa de su asiento vacío, el cual se mantenía mucho más solo al estar junto al de Castiel, vacío por decisión suya.

Recargué mi mentón en mi mano, comenzando a sentir la angustia volver a mi pecho.

No podía creer que las cosas hayan salido de esta manera, no podía creer que Lysandro había sido víctima de un accidente justo frente a mis ojos. Y no pude hacer nada para evitarlo, sólo gritar su nombre cuando ya era demasiado tarde para que se percatara del auto que venía hacia él, sin tiempo de esquivarle.

El timbre sonó y todos los alumnos se levantaron recogiendo sus cosas aunque el profesor Fárres aún no daba el permiso de que se retiraran, a lo que terminó por darse por vencido y empezó a recoger las cosas de su escritorio con aire resignado.

Me levanté en automático y sólo puse mi mochila sobre mi hombro siendo que no había sacado nada para la clase. Salí del salón con aire ausente y caminé sin ánimos por el pasillo, saliendo del instituto.

—¡Sucrette!

Me detuve en medio del patio y giré mi cabeza, viendo a Rosalya correr hacia mí con pasos apresurados.

—Rosa...—murmuré girándome a ella cuando se detuvo frente a mí y trató de recuperar el aliento.

—P-perdona... no e-estoy acostumbrada a correr...—dijo aun dando bocanadas mientras se inclinaba ligeramente y luego se enderezó a mí—... Leigh acaba de llamarme.

Mis ojos se abrieron levemente ante el nombre de su novio. Sabía lo que significaba: Noticias de Lysandro.

— ¿Qué sucedió?—pregunté mirándola con ansiedad, casi desesperación y ella sonrió levemente.

—Despertó.

Nos encontramos con Castiel en la cafetería, éste viendo constantemente su celular antes de ver que caminábamos hacia él.

—Castiel—le llamó Rosa, ganándose su atención.

Se separó de la pared de la que estaba recargado y caminó hacia nosotras.

—Tu mensaje—fue lo primero que dijo con voz ronca, como si recién se hubiese despertado—, ¿Lys despertó?

Ella asintió con una sonrisa y luego revisó su celular.

—Leigh dijo que permitirían visitas a partir de las 4.

—Falta una hora para eso—murmuré mirando al suelo y sentí una palmada pesada en mi cabeza.

Castiel había puesto su mano en mi cabello.

—Habrá que esperar en el hospital—aseguró mirando a Rosalya, aunque las pequeñas caricias que daba a mi cabeza no se detenían—. Vamos, es seguro que a Leigh lo dejan entrar antes.

Sonreí levemente y asentí, comenzando a seguirlos de camino al hospital, teniendo un poco de alivio en mi pecho.

Volví a suspirar mirando por la ventana, sentada en el pasillo blanco con olor a medicamento. Castiel se mantenía en silencio, con los ojos pegados en el piso y la cabeza entre las manos. Rosalya estaba con Leigh al fondo del pasillo, más cercanos a la puerta cerrada de la habitación de Lysandro.

Me encogí en mi espacio, deslizándome lo suficiente como para que Castiel dejara de ver el suelo con tanto detenimiento.

—... ¿Sucrette?

Le miré de reojo y negué con la cabeza.

—Estoy bien—contesté y tomé un mechón de mi cabello, enrollándolo entre mis dedos—, ¿cómo estás tú?

Le escuché tragar pesado y soltó un resoplido de frustración.

— ¿De qué debería preocuparme?—preguntó con un bufido— El doctor ya dijo que él está bien.

Fueron sólo daños menores, después de todo.

Volteé a él, suspirando cortamente cuando vi que volvía a ver el suelo con tanta atención que parecía tratar de encontrar su reflejo en las baldosas raspadas.

Vacilé un poco en acercar mi mano a él pero terminé por palmear su cabeza un par de veces, igual que como él lo hizo conmigo esa tarde, y también el día del accidente.

—Entonces, ¿por qué estás preocupado?—pregunté sonriendo con tristeza y bufó, un poco divertido.

—No lo estoy...

Mi sonrisa se amplió y revolví su cabello con burla, haciendo que se quejara y levantara el rostro a mí, enojado.

—Oye, arruinas mi cabello—soltó tomando mi muñeca y le sonreí abiertamente.

— ¿Arruinarlo? Lo arreglaba. Con tu cabello así se nota que acabas de levantarte de la cama.

Frunció el ceño y suspiró con pesadez, soltando mi mano y dándome una pequeña sonrisa.

—No sólo dormir me despeina, tabla—dijo burlón, y no he podido evitar sentirme sonrojar.

—Silencio—mascullé desviando la mirada, tratando de ocultar mi sonrisa.

—Leigh Ainsworth.

Ambos volteamos en dirección a la puerta, viendo al doctor de Lysandro llamando a Leigh. Él dio una última mirada a Rosalya, apretando sus manos con una sonrisa pequeña, y después caminó hacia el doctor.

Nos hemos levantado cuando comenzaron a hablar, Leigh sólo asintiendo a lo que decía el doctor.

Sin embargo, me detuve cuando vi un poco de conmoción en la expresión de Leigh, y Castiel hizo lo mismo cuando vio que no le seguía.

— ¿Qué pasa?—preguntó girándose a mí totalmente y sacudí la cabeza.

—Deberíamos esperar a que Leigh entre con Lys—dije por fin mirándole—, si entramos todos juntos podríamos incomodarle...

Rosa volteó a mí, siendo que escuchó lo que dije y asintió.

—Entraré con él—me contestó con suavidad—. No quiero que esté solo.

Castiel la miró fijamente cuando yo asentí con una sonrisa, y después ella se acercó a su novio, quien ya estaba solo frente a la puerta, con una mirada un poco extraña.

Ella pareció preguntarle algo, pero él no contestó, se limitó a levantar la vista a la puerta y entrar con lentitud, a lo que Rosa lo siguió sin rechistar.

—Ven—dijo Castiel haciendo un gesto con la mano, sin mirarme.

Caminó a la puerta y se detuvo donde Rosa y Leigh estaban parados antes de que el doctor les llamara, sin pensar demasiado he caminado hasta él, escuchándolo suspirar con pesadez cuando llegué a su lado.

—Tengo un mal presentimiento.

Levanté la mirada a él, notando la consternación en sus ojos, y he evitado poner mi mano en su hombro.

Yo también tenía un mal presentimiento, pero decirlo no lo haría sentir mejor.

—Estará bien, Castiel—dije con una sonrisa y me miró de reojo, asintiendo.

La puerta se volvió a abrir y ambos volteamos, viendo a Rosalya salir de la habitación con la mirada perdida y pasos tambaleantes.

— ¿Rosa?

Respingó ligeramente y volteó a verme con los ojos humedecidos y una expresión de pánico.

— ¿Q-qué pasa?—titubeé a punto de acercarme a ella, pero el que Castiel se apresurara a entrar al cuarto me ha sorprendido. Rápidamente le seguí.

— ¿Quién?

Me detuve antes de entrar, reconociendo la suave voz de Lysandro desde adentro. No lograba mirarle puesto que Castiel estaba parado frente a mí, pero distinguía a Leigh parado frente a la camilla.

—Tu hermano, Lysandro—contestó con suavidad, a pesar de tener un poco de desesperación en su voz—. Soy tu hermano mayor.

Escuché un resoplido de parte de Lysandro y vi a Castiel dar otro paso al frente, por fin dejándome ver a Lysandro parcialmente.

Estaba sentado en la camilla, con un vendaje que cubría su frente y una gasa cerca de su barbilla, del lado derecho. No parecía tener más heridas, pero no podía asegurarlo siendo que tenía la sábana cubriéndole hasta la mitad del pecho.

— ¿Mi hermano?—preguntó un poco exasperado— Yo... Um...

—No me recuerdas—aseguró Leigh con tono decaído pero firme—, entiendo...

¿Que no lo recuerda? ¿No recuerda a su propio hermano?

—Lys—escuché a Castiel decir, casi obligado por sí mismo.

Leigh bajó la mirada y Lysandro volteó a Castiel, sin notar mi presencia.

— ¿Sí?—dudó frunciendo el ceño ligeramente.

— ¿No me recuerdas?—preguntó al ver que Lys mantenía una mirada perdida sobre él.

Lysandro se enderezó un poco, entrecerrando los ojos.

—Yo...—Suspiró y bajó la mirada, negando con lentitud—... Lo lamento...

Castiel bufó, y me moví un poco para ver su rostro, preocupada.

— ¿Ahora también tu memoria?—preguntó dolido a pesar de que mantenía una actitud burlona—, ¿No fue suficiente con tu maldita libreta?

—Castiel—dije girándome a él, molesta.

Solamente chasqueó la lengua y apretó sus puños al punto de poner blancos sus nudillos, me apresuré a tomar sus manos, intentando evitar que se hiciera daño.

—C-castiel...—tartamudeé mirándolo a los ojos, pero él se rehusaba a verme, tenía su mirada plantada en el suelo.

Apretó su quijada y mi corazón se aplastó sobre sí mismo, causándome dolor en el pecho. Abrí la boca para intentar decir algo y reconfortarlo, pero mi propio dolor e impacto de la situación me hacía dudar de qué decir.

Lysandro había perdido su memoria, ¿qué podía decir al respecto?

Bajé la cabeza un poco y respiré hondo para darme un poco de valor y girarme a Lysandro, quién me veía con sorpresa. Parpadeé algunas veces y quise decir algo, pero fui interrumpida.

— ¿Sucrette?

Me tensé al escucharlo murmurar mi nombre, y sentí la mirada de Leigh sobre mí, al igual que la de Castiel. Lysandro me veía detenidamente, mucho más sorprendido de lo que yo estaba.

—Sucrette—dijo esta vez con más seguridad y me volteé a él por completo, soltando la mano de Castiel.

—... ¿M-me recuerdas?

Se quedó en silencio, observándome un poco estupefacto, y bajó la mirada a sus manos, apretándolas ligeramente en la sábana.

—Eso creo.

Mi respiración se entrecortó y puse mi mano sobre mi boca, evitando que un suspiro de alivio saliera de ésta.

No. Esto no era algo para sentirse aliviado. Esto no era algo bueno. Había olvidado a Castiel, a Rosa. Había olvidado a su propio hermano. El que me recordara sólo a mí no era algo bueno.

— ¿Q-qué es...?—mi voz se apagó de repente y jadeé por lo bajo—... ¿Qué es lo que recuerdas, Lysandro?

Me vio con algo de desesperación en sus ojos y volvió hacia Leigh, quien me veía en silencio.

—Mi nombre—contestó volteando a mí de nuevo—. Mi nombre y mi edad.

Se quedó un momento en silencio y llevó su mano a su cabeza, sin quitar sus ojos heterocromos de mí.

—Mi cumpleaños...—susurró frunciendo el ceño y resopló suavemente—... Y tu nombre.

Mi nombre... ¿Por qué recuerda mi nombre?

— ¿R-recuerdas algo más?—pregunté con cuidado, acercándome a él con lentitud— ¿Recuerdas algo más de mí?

Parpadeó un par de veces y desvió la mirada al suelo, frunciendo el ceño.

—Eres... um...

Alzó de nuevo su rostro, mirándome a los ojos.

—Eres mi compañera en el instituto—contestó en voz plana y de repente pareció corregirse al sacudir un poco la cabeza—. Mi amiga... del instituto.

Asentí levemente, bajando la mirada.

Me recordaba. Recordaba que somos amigos del instituto. Pero, ¿por qué sólo a mí? ¿Por qué no a Castiel también, su mejor amigo?

—Lo siento, yo...

Levanté la vista a él de nuevo al escuchar su disculpa, mirando sus ojos plantados en sus manos y con retazos de dolor y confusión.

—... estoy siendo una molestia...

Contuve un jadeo y no pude contestar. Sin embargo, Castiel habló antes de que alguien más lo intentara.

—Para nada—contestó tratando de ser amable a pesar de la rudeza de sus palabras—. Es sólo algo exagerado de lo que es día a día.

Volteé a verle y me sorprendí cuando puso su mano en mi hombro, dándome un poco de apoyo en silencio.

—Soy Castiel—dijo con facilidad, extendiendo su mano derecha a él, como si estuviese presentándose por primera vez—, tu mejor amigo, aunque no recuerdes.

— ¿Mi mejor amigo?—repitió con sorpresa, dándole la mano y respondiendo a su saludo.

Castiel sonrió ampliamente.

—Mejor amigo—repitió con más confianza y bufé por lo bajo, sintiéndome más tranquila.

—Yo soy Rosalya—escuchamos de repente desde la puerta y todos volteamos, viendo a Rosa parada en el portal y entrando con duda a la habitación.

Se detuvo junto a Leigh, quien no tardó en rodear su cintura, mostrándole su apoyo en silencio y con una sonrisa.

—Soy novia de tu hermano—continuó Rosalya sonriéndole con tristeza—... Y tu amiga desde hace varios años.

Lysandro se quedó viéndola en silencio, y finalmente esbozó una sonrisa, asintiendo.

—Entiendo...

Le he mirado por unos segundos, analizándole lo mejor que pude.

Era obvio que estaba espantado, perder la memoria no es algo ligero, es grave y pesado, pero él estaba intentando tomarlo con mucha tranquilidad, algo característico de él... ¿El que haya perdido sus recuerdos no afecta su personalidad?

—Disculpen.

Todos giramos hacia la puerta, viendo que una enfermera esperaba en el portal.

—El paciente aún debe descansar—explicó con tranquilidad mientras entraba—, lo lamento pero deben retirarse.

Leigh asintió y volteó a Lys, inclinando un poco la cabeza.

—Mañana vendré de nuevo, ¿está bien?

Lysandro le miró un poco preocupado pero afirmó unos segundos después.

—A-adiós, Lys—dijo Rosa haciendo un gesto con la mano, y luego fue guiada por Leigh fuera de la habitación, claramente afectada.

—Hasta mañana—dijo Castiel sonriéndole y Lysandro hizo lo mismo, al parecer un poco relajado.

Dicho eso, Castiel palmeó mi hombro de nuevo y caminó a la puerta, suspiré y levanté la mirada a Lysandro, sorprendiéndome cuando le vi mirándome.

—Y-yo... Um...—titubeé un poco extrañada y me dispuse a seguir a Castiel.

Sin embargo, su mano tomó la mía y me he girado rápidamente, encontrándome con su mirada, conmocionada.

— ¿Vendrás mañana?—preguntó en un murmullo, casi temeroso, y claramente he visto el miedo en sus ojos, miedo que atribuía a estar solo en una habitación de hospital con dos personas que no recordaba, y que, por consiguiente, no conocía.

Me miró con súplica escondida en los colores de sus pupilas y sentía su mano temblar sosteniendo firmemente la mía. Apreté mis labios, un poco superada por su petición, y sonreí lo mejor que pude.

—Por supuesto—contesté finalmente y sus ojos se iluminaron un poco, esperanzados.

—Gracias...—dijo en un suspiro, soltando mi mano.

Mi sonrisa se amplió un poco y caminé a la puerta, abrazando mi mano. Me detuve antes de salir y le miré por sobre mi hombro, sonriéndole para hacerle sentir más cómodo.

Y la última sonrisa que me dedicó me hizo sentir tener un gran peso, como si pusiera todos sus temores sobre mí, como si pusiera toda la esperanza que le quedaba sobre mí, como si pusiera toda su existencia olvidada por él sobre mí.

Pero no podía culparlo. Era yo a la única persona que recordaba, el resto eran desconocidos que decían ser sus amigos y familiares.

Era yo la única que él reconocía como una amiga.