Nota: ninguno de los personajes de Saint Seiya me pertenecen son propiedad de Masami Kurumada.

Saluditos desde mi nueva cuenta. El motivo de publicar esto, otra vez (dirán muchos) es por simple aburrimiento y para tener mis cosas en orden, no hay otro motivo más que ese.

UN DÍA EN LA VIDA DE...

Amaneció en el santuario. Era un día normal. El movimiento era escaso y apenas se escuchaba a un gallo cantando.

Mu se despertó y bostezando se rascaba la cabeza pensando en que éste sería otro día aburrido. Tendrá que quedarse vigilando a cualquiera que intente dirigirse al templo de Atena en el santuario, si encontrase algún tiempo libre tal vez podría entrenar un poco a Kiki. Pensaba que desde que regresó al santuario, casi no había tenido tiempo para dedicarle a su pelirrojo alumno.

Mu se levantó medio adormilado y antes de hacer cualquier cosa salió a la puerta de la casa de Aries para ver que no esté nadie merodeando. Perfecto, pensó, era el tiempo oportuno para tomar un baño y comenzar con la rutina.

Desvestido ya, Mu escuchó que alguien llamaba en la puerta.

—Hola ¿Hay alguien aquí? —dijo un hombrecillo en traje gris

—Nunca falla —Murmuró Aries —. Sí, un momento por favor, ya salgo.

Mu se vistió tan rápido como pudo y salió a la puerta intentado colocarse las botas caminando para ver quien llamaba.

—¿En que le puedo ayudar? —Preguntó más por cortesía que como un gesto sincero y espontáneo.

—Verá usted, trabajo para la oficina de impuestos, he venido a hacer un inventario de sus pertenencias —Dijo el sujeto que enseguida le enseñó su identificación y varias carpetas que traía consigo un cuestor de impuestos —. ¿Esta casa es suya?

—Bueno en realidad yo sólo la cuido —dijo Mu con mucha naturalidad —, la casa le pertenece al santuario.

—Dígame ¿quién está a cargo del santuario?

—Antes teníamos al Patriarca —dijo Mu rememorando un poco —, pero ahora que tenemos a Atena con nosotros. El santuario es de ella, Saori Kido

—Muy interesante ¿dónde puedo encontrarla?

—Ella está en su templo, allá arriba —Dijo el caballero de Aries señalando con el dedo —Pero se supone que no debo dejar pasar a nadie. Aunque siendo de la oficina de impuestos es posible que me regañen si luego se meten en problemas con el fisco. Puede usted pasar.

—Gracias, es usted muy amable.

—No tiene porque, nos vemos — dijo el sonriente Mu despidiendo con la mano al cuestor de impuesto —. Esas cuestiones impositivas son ajenas a mi labor como guardián de la primera casa. No pueden culparme por dejar pasar a un funcionario del gobierno.

Mu regresó a su rutina, es decir, intentar tomar un baño. Otra vez se desvistió y a punto de entrar en la tina.

—Maestro Mu ¿dónde está? —Kiki entró raudamente.

—¿Kiki, qué haces aquí? — preguntó Mu desde la tina —Te dejé en Jamiel para que practicaras la levitación de objetos.

—Por eso vine maestro Mu. Ya terminé con la práctica.

—¿Cómo que terminaste con la práctica? Te dije bien claro que tu tarea era apilar las rocas una sobre otra, de grande a pequeña, de la misma manera que están ordenados los pisos de mi castillo.

—Eso hice maestro Mu. Están exactamente igual que los pisos de su castillo. Aunque debo aclararle que los pisos de su castillo no están muy ordenados del todo.

—¿A qué te refieres con que no están muy ordenados del todo? —dijo Mu con un tono preocupado

—Bueno, luego de caer al fondo del barranco lo que quedó de su castillo está más bien desparramado —dijo Kiki sin darle mayor importancia —Igual que las piedras ¿Qué hay de desayunar?

—¿Cómo que cayeron al fondo del barranco? —dijo Mu saltando de la tina

—Si duda de mi palabra volveré para verificar mi información — Kiki que presintió los problemas aproximarse desapareció —. Hasta luego maestro Mu.

—Ahora sí que te pasaste Kiki —dijo Mu saliendo del baño con una toalla alrededor de su cintura —. Agradece que no puedo teletransportarme en estas condiciones, pero espera a que termine mi baño ya verás.

Refunfuñando Mu regresó al baño para meterse en la tina.

—¡Hola!, ¿Mu estás ahí? — se escuchó la sonora voz de Aldebaran desde afuera —¿¡Qué quieres!? —respondió Mu todavía enojado.

—Que carácter —Contestó el sensible Aldebaran —. Si te pones así entonces no te hablo.

—Discúlpame Aldebaran — Mu salió otra vez del baño con la toalla en la cintura —Es que he tenido una mala mañana.

—No tienes que darme explicaciones Mu —dijo el santo de Tauro muy resentido —. Es sólo que podrías disimular un poco.

—¿Disimular qué exactamente?

—Que anoche te fuiste de parranda con Milo y Mascara Mortal —Comenzó su relato Aldebaran —. Les pregunté si podía acompañarlos pero me dijeron que no podía ir porque era la noche de las personas con nombres que empezaban con M como tú Mu. Milo me dijo que te invitarían. Claro, habiendo estado desvelado era obvio que te dormirías hasta tarde, dejaste pasar a ese sujeto que dice ser el cuestor de impuestos. ¿Por eso hasta estas horas no te has bañado todavía?

—¡Yo no fui con ellos! —Respondió Mu rápidamente — No es por eso que todavía no termino de bañarme.

—No importa, no hace falta que mientas. Después de todo yo también puedo salir —siguió con su cantaleta el toro —. Me pregunto cuando será la noche de las A, podría llevar a Aioros y a Aioria. Aunque también tendría que llevar a Afrodita, mejor no. Bueno adiós Mu.

Aldebaran se fue de la casa de Mu sin dar mayores explicaciones dejando a un desconcertado carnero

—Bueno ¿Qué era lo que quería Aldebaran al final de cuentas? —Se rascaba la cabeza el caballero de la primera casa —. Será mejor que regrese a la tina.

Para asegurarse de evitar otra interrupción. Mu salió de casa al portón y vigiló que nadie se acercara. No habiendo nadie cerca, decidió volver a meterse a la tina.

—¿Mu estás ahí? —Escuchó la voz de Seiya desde afuera.

—Nunca falla —dijo suspirando Mu —. No, No estoy en casa.

—Bueno entonces me voy —Seiya ya se había dado media vuelta pero es uno de esos extraños momentos en los que sus neuronas hicieron sinapsis —. Espera un momento si no estás ahí ¿cómo puedes contestarme?

—Por poco cae —dijo Mu chasqueando sus dedos y saliendo del agua —. Dime Seiya ¿Qué se te ofrece?

—¿Mu por qué te vistes así, donde está tu armadura? —dijo El Pegaso al ver al caballero de Aries medio desnudo —. No me digas que la empeñaste para salir de parranda con Milo y Mascara Mortal, yo quería ir pero me dijeron no podían otros cuyos nombres no empezaban con M. No sabes cuando es la noche de los nombres con S, podría ir con Shiryu, Shun, Shaka, Shura y Saga, aunque todavía le tengo algo de miedo.

—¿Qué se te ofrece Seiya? —Repitió la pregunta inicial Mu antes de perder la paciencia.

—Venía a ver si podías arreglar mi armadura entre otras cosas.

—¿Qué le pasó a tu armadura? —Preguntó casi como una rutina el caballero de la primera casa.

—Verás, como los otros caballeros de bronce siempre me están jugando bromas pesadas decidí vengarme. Así que tomé los cascos de Hyoga y los demás y los metí al microondas, y ¿A qué no sabes que fue lo que pasó?

—No, ¿Qué fue lo que pasó? —dijo Mu imaginando la respuesta

—¡El microondas explotó! —dijo Seiya haciendo mímica con las manos —La buena noticia es que los cascos están bien, pero como el microondas era de Saori, vieras como se puso. Me dijo que no regresará con si no era con el microondas arreglado o uno nuevo. Como yo no tengo dinero pensé en que tal vez tú podrías. Mira esto es lo que quedo.

Seiya sacó de su mochila un pedazo de la puerta del microondas

—Seiya, yo no arreglo microondas averiados.

—¿Ah no? —dijo Seiya todavía incrédulo — Es una lástima, podrías al menos arreglar mi armadura.

—¿Qué le pasó a tu armadura?

—No me vas a creer. Primero fui a buscarte a Jamiel y sólo encontré a Kiki. Los otros caballeros de bronce ya estaban allí. Shiryu me dijo que ellos habían utilizado el puente colgante, por eso llegaron antes. Yo, en cambio escalé el abismo y se me fue la hora. Para cuando llegué a la cima ya había anochecido. Así que me quedé a dormir en el castillo. No sé bien lo que pasó después pero de pronto sentí como que caía en un profundo pozo. Desperté cuando llegué al suelo. Lo raro es que vi como los pisos de tu castillo venían cayendo uno tras otro.

Los ojos de Mu se humedecieron, no sabemos si por impotencia o porque el castillo le era muy querido.

—¿Qué te pasa Mu? —Preguntó el caballo alado

—Está bien Seiya —dijo Mu pensando que en algo podría ser útil el Pegaso —. Arreglaré tu armadura si me haces un favor.

—Bueno no tengo mucho dinero, ese era mi problema desde un principio.

—¡Seiya no iba a pedirte prestado! —le contestó enojado Mu — Como si yo alguna vez te hubiera pedido dinero. Lo único que quiero es que vigiles mi casa mientras me doy un baño, no quiero que me interrumpa nadie entiendes, ¿crees que podrías hacerlo?

—Por supuesto Mu. Yo me quedo aquí y vigilo por ti.

Beledien.