Capítulo 1. El Juicio

Hacía un clima horrible ese día, el cielo estaba grisáceo y tormentoso, el viento pegaba fuerte contra las mejillas rosadas de Hermione Granger mientras ajustaba su bufanda en su cuello y sentía sus rizos castaños danzar con el compás de aquel viento invernal; la muchacha se encontraba reflejada en el cristal de la cabina telefónica londinense que la conducirían a ella y a sus dos mejores amigos al Ministerio de Magia. La chica respiro fuerte mientras oía a Harry decir que ese día en Londres estaba más horrible que de costumbre. Si no fuera por el contacto de la mano de Ron con la suya, no hubiera podido volver a la realidad.

— ¿Estás lista? — la voz ronca de Ron sonó en sus oídos como música lejana.

— Lo estoy— Hermione dio un suspiro y luego miró sus manos. Hoy era el día del juicio más importante de todos: el de Draco Malfoy.

— Está bien— dice Ron en un asentimiento de cabeza y sin más, Harry abre la puerta y los tres chicos se meten a la cabina.

Harry se acomoda el pelo despeinado y Hermione rueda los ojos, pues le había dicho que no era ideal presentarse a un evento con ese con ese corte de cabello, pero al pelinegro poco le importo su aspecto. Y Hermione no insistió porque lo veía mejor que nunca antes, la cicatriz sin dolerle, y al fin había desaparecido la expresión de alarma que siempre traía. Hermione sabía más que nadie que la guerra había dejado estragos que no se podían llenar, como muggle y como bruja.

Harry sacó su dinero muggle y lo insertó, para después murmurar un conjuro y acto seguido, la cabina comenzó a moverse hacia abajo, en dirección al mundo mágico y más concretamente, al Ministerio de Magia.

Hermione sintió en su estómago un vértigo mareador y se agarró de la mano de su novio Ron, quien se la apretó más fuerte.

El Ministerio estaba repleto de gente que salía y entraba. Después de la guerra, el papeleo y el trabajo era infinito: juicios, registros, búsquedas, herencias de mortífagos que no podían reclamarlas más, reparaciones, entre otras cosas. Los chicos sabían más que nadie que esa adrenalina pronto acabaría y solamente quedaría algo que ni con magia podían borrar: tristeza y duelos. El ajetreo serviría como un motor, pero no como el suficiente.

Hermione camino con sus amigos, los tres: hombro con hombro, y recorrieron el Ministerio a paso seguro, sin decir ninguna palabra. Algunos los miraban con curiosidad, otros no les prestaban atención, pero la mayoría les saludaba con una sonrisa, un asentimiento o una mano levantada que los tres chicos contestaban con apenas ganas.

Recorrieron el salón principal y subieron al elevador. Oh, cuánto había cambiado la vida para esos tres. Y cuánto estaba todavía por cambiar.

El elevador se movió hasta el Departamento de Seguridad Mágica. Y un avión de papel pasó volando y fue en directo al oído de Harry para después volverse.

— El juicio está por comenzar— dijo Harry a sus tres amigos.

— Les dije que íbamos tarde— reprendió Hermione.

— ¡Los transportes muggles son infinitamente más lentos! — se quejó Ron haciendo que Harry soltara una sonrisita. Hermione también elaboró una y se alegró de tener a Ron no solamente como su novio, sino como su mejor amigo. Siempre sabiendo como sacar una sonrisa cuando sientes que vas a colapsar de miedo.

Cuando llegaron a su destino los pasillos estaban llenos de caras conocidas: los señores Weasley los esperaban y le dieron un cálido abrazo a Ron para luego pasarse a Hermione y a Harry. La castaña, aunque valiente, no pudo reunir el coraje para mirar a la madre de Ron, pues desde la muerte de su hijo Fred no era la misma y su cara reflejaba toda su tristeza y sus noches de llanto.

Hermione entendía el dolor, porque todos ellos también eran su familia. Y ahora, que sus padres permanecían en algún lugar de Australia, sin memorias de ella todavía, más sentía que su familia eran esas personas y estaba segura que Harry también se sintió igual que ella. Hermione también distinguió a Fleur y a Billy, a Neville, a Luna incluso y a Ginny, que se tiró a los brazos de Harry en cuanto lo vio terminar de saludar a sus padres.

El anuncio del comienzo del juicio los hizo comenzar a pasar al Wizengamont y sentarse en sus respectivos asientos. En cuanto Hermione entró sintió un calor reconfortante y se pudo quitar el abrigo y la bufanda que llevaba encima, dejando ver un suéter rosado. Y pasó a sentarse al lado de Ginny, quien ya le había dado un beso en la mejilla y al otro lado de Ron, claramente.

El juicio no era solamente de Draco, sino de otros chicos Slytherin a los que también se les había acusado de estar inmersos en los crímenes.

Después de dar inicio por órdenes de Kingsley, el salón se envolvió en un silencio casi funerario. La primera en pasar fue Pansy Parkinson, aunque a ella no se le encontró ni un solo crimen. Después otro chico que Hermione conocía apenas: Theodore Nott, después Daphne Greengrass, ninguno de los anteriores fueron encontrados con crímenes graves y finalmente: Draco Malfoy.

— Draco Lucius Malfoy— anunciaron y Hermione levantó la mirada para ver como dos aurores escoltaban a Malfoy a la silla central del Wizengamont.

Hermione había asistido a los juicios de sus padres. Lucius había sido condenado a diez largos años en prisión, sin posible arresto domiciliario y solamente se le permitiría ver a sus familiares dos veces al año. Narcissa había sido condenada a un año bajo arresto domiciliario, ya que había ayudado a Harry a escapar y prácticamente le había salvado la vida.

Draco se sentó, inexpresivo. Hermione estaba justo al lado de él y podía ver las facciones de su rostro y aunque tenía el mismo porte elegante de siempre, notaba en sus hombros un doloroso cansancio. "Oh, por Dios, que te habrán hecho" se dijo a si misma mientras tragaba gordo.

— Draco Lucius Malfoy, eres acusado de traición, de pertenecer a los mortifagos, realizar hechizos en presencia de muggles, de utilizar las maldiciones imperdonables y de participar en el asesinato de Albus Dumbledore. Empezamos.

Kingsley dio un golpe para dar inicio al juicio y Draco dio un suspiro que Hermione apenas notó.

— ¿Qué puede decir en su defensa? — dijo entonces un vocero.

Draco permaneció callado unos minutos que a Hermione le parecieron horas. Ron murmuró algo como "serpiente cobarde" y después, la sala se llenó con la voz del rubio.

— Si tengo la Marca Tenebrosa— comenzó, tranquilo, aunque tenía los puños apretados— Mi padre en su momento me obligó, porque era lo único que me mantendría seguro, porque como ustedes saben, Voldemort tenía las de ganar— pronunciar el nombre de Voldemort ya no era un oscuro presagio, pero aun así, se sintió incómodo que Draco lo dijese con tanta facilidad— No traicioné a nadie por seguir los estatutos de mi padre.

— ¿Qué puede decir en cuánto a los hechizos en presencia de muggles?

— Nada. Sí lo hice— dijo Draco, esta vez contestando de inmediato— La semana pasada, también fui obligado por Voldemort, quería ver si no me importaba ser expulsado de Hogwarts con tal de cumplir sus órdenes.

— ¿Puedes decirnos que hechizo utilizaste?

— Alohomora— contestó, sin más.

— Aquí dice que utilizaste una más fuerte— señaló el ministro, bajándose los lentes para mirarle, confundido.

— Voldemort me pidió que hiciera uno, Severus Snape, mi padrino, encubrió todo para que pareciese que sí lo hice.

Hermione quedó boquiabierta.

—¿Maldiciones imperdonables? — señaló de nuevo Kingsley, quien parecía ir directo al grano.

— Sí, las utilicé. Dos de ellas.

— Mencionelas.

— Cruciatus e Imperio.

— ¿Por qué las utilizó?

— Para no morir. Voldemort consideraba indispensable que las supiera utilizar así que nos obligaba a mí y a otros chicos a practicarlas— respondió y por primera vez, Hermione vio un rastro de tristeza en sus ojos grises.

— ¿A todos o nada más a usted? — preguntó entonces otro miembro del consejo.

Draco arqueo una ceja.

— Acaba de decir que a mí y a todos los hijos de mortifagos— respondió.

— Porque es muy extraño que casi todos los adolescentes que hemos entrevistado no se vieron envueltos en ese tipo de acusaciones— dijo sarcásticamente el miembro, del que Hermione desconocía su nombre.

— Porque pocos estábamos tan cerca del Señor Tenebroso como lo estábamos nosotros y la mayoría están muertos, señor— dijo Draco en un tono despectivo y usando su última palabra con repulsión— Nos asesinaron a todos o nos hicieron huir.

Hermione sintió tanta pena. Su dolor nunca se compararía con el de ellos. Su adolescencia condenada solamente porque no querían desobedecer a sus planes.

— Ese tipo de hechizos son castigados con la muerte, señor Malfoy, me imagino que lo sabe— dijo el ministro encarnando una ceja.

— Sí, a los magos menores de edad— contestó Draco, dejándose caer en el respaldo de la silla— Cuando yo los realicé, aún era menor.

Todos comenzaron a murmurar de repente y la sala entró en un trance, incluso la castaña escuchó como Ron llamaba mentiroso al rubio, pero no pudo reaccionar, porque la expresión de Draco era la de un rey, a pesar de estar siendo tratado como una escoria.

— ¿Puedes probarlo? — contestó el ministro, después de pedir orden en la sala.

— Ustedes tienen mi varita. Analícenla.

Kingsley dio una orden para que se llevaran la varita de Malfoy con un especialista. Y después de otro silencio, prosiguió:

— ¿Qué me dices de tu complicidad en el asesinato de Albus Dumbledore? Por fuentes confiables sabemos que Severus Snape fue pedido por el mismo Dumbledore para que le matara, pero tú ibas a hacerlo sin conocer la información.

— Claro que la conocía— respondió entonces Malfoy, igual, apacible.

Y la sala se volvió a sumir en los murmullos y en la impresión. Hermione abrió la boca. ¿Qué?

— ¿A qué te refieres, muchacho?

Draco optó por una postura relajada, poniendo sus codos en sus muslos.

— Yo sabía que Severus mataría a Dumbledore, y también sabía que Dumbledore lo había pedido. Cuando fui amenazado con Voldemort para cumplir esa misión, Snape vino conmigo y me contó la verdad: era un doble agente y mi madre estaba frenética, no quería que fuera un mortífago más, así que como ustedes ya podrán saber por el juicio de mi madre, fue y habló con Dumbledore para que me permitiera ser su espía. Por meses transmití al director información de los mortifagos hasta que finalmente, él murió y….

Ahora si la sala estalló en gritos.

— ¡Imposible!

— ¡Asqueroso mortífago!

— ¡Está mintiendo!

— Rata mentirosa y traidora, ¿Cómo puede decir eso? — Hermione escuchó a decir a Ron, quien, indignado, también se había puesto de pie.

— ¡Orden en la sala! — gritó Kingsley pero nadie le escuchó y si fue escuchado, fue ignorado. Seguían gritando todo tipo de maldiciones hacia el rubio, quien permanecía impasible.

— Asqueroso, inmundo…

Hermione no pudo más. En un impulso que se podría decir fue valiente se puso de pie y sin la necesidad de un vociferador gritó.

— ¡Déjenlo terminar!

Y en ese momento, todos guardaron silencio. Incluso Draco se giró para ver a la castaña, quien su primer pensamiento fue que la miraría con desdén, algo como "no necesitaba tu ayuda, Granger", pero en vez de eso, siguió inexpresivo.

Todos miraron a Hermione, asombrados, pero Ron la miró indignado y Hermione, orgullosa siguió firme en su postura.

— Gracias, señorita Granger— dijo Kingsley— Sentados.

Todos tomaron asiento, aún en un silencio sepulcral. Hermione estaba luchando por no parecer asombrada, ya que no creyó que aquello funcionaria.

— ¿Por qué has hecho eso? — murmuró Ron, enfadado.

— Porque merece ser escuchado— le dijo Hermione, también enfadada— Como todos.

Y dicho esto se giró para seguir mirando, sin importarle la reacción del pelirrojo.

— Señor Malfoy— la voz de Kingsley era grave y más alta— ¿Tiene algún testigo que interceda en su defensa?

Draco quitó la mirada de Hermione, y se apresuró a mirar a Kingsley, en un deje de adrenalina.

— No…

— Dije, ¿TIENE UN TESTIGO? — dijo más alto el ministro.

Draco se quedó mirándole con los ojos entrecerrados y la mandíbula apretada. Era evidente que no tenía ninguno. Iba a abrir la boca cuando Harry se puso de pie y todas las miradas se dirigieron al pelinegro.

— Sí, si lo tiene— contestó.

¿QUÉ? Hermione ahora si abrió grande la boca. Ron miró a Hermione con el entrecejo fruncido.

— ¿Quién? — preguntó y Hermione rodó los ojos.

— Eres muy guapo, pero a veces para nada brillante, Ronald.

Antes de que Ron pudiese protestar, Harry ya había bajado al lado de Malfoy.

— Testigo de la defensa: Harry James Potter.

Hermione vio de reojo como a Ron casi se le cae la mandíbula de la impresión, incluso Draco estaba algo impresionado, pero mantenía la mirada fija en Harry. Los murmullos fueron acallados de nuevo.

— ¿Qué nos puede decir, señor Potter?

— Cuando supe que Snape había sido un espía, también supe de Malfoy. Dice la verdad, el año pasado se hizo de nuestro lado al saber que no tenía más protección. Cuando Moody me dijo que había un espía de nuestro lado no se refería a Snape, se refería a Malfoy.

Kingsley endulzo su mirada con tristeza al recordar a su amigo Alastor.

— ¿Está diciendo la verdad y toda la verdad, señor Potter? — Las varitas se alzaron entonces, como símbolo de que debía jurarlo.

— Lo juro por mi vida.

Hermione se sorprendió de no estar tan sorprendida. ¿De verdad había esperado que Malfoy fuese bueno? Y en su cabeza dijo que sí, que ella muy dentro sabía que Malfoy no era tan malo como parecía.

Cuando Harry respondió otras preguntas y pasó a sentarse el ministro hizo el veredicto final.

— Draco Lucius Malfoy, han justificado en tu defensa, tu madre ayudó a salvar la vida de Harry Potter y se ha comprobado que has espiado a favor de la Orden. Quedas absuelto. Si tu varita al ser analizada da como comprobante lo que dices sobre tu minoría de edad, no habrá otro juicio. Sin embargo, la profesora McGonagall ha mandado un decreto a todos los alumnos que no pudieron finalizar su séptimo año por la guerra para que vuelvan a repetirlo. Serás obligado a regresar a Hogwarts, donde se evaluará si puedes ser reintegrado a la sociedad. Se levanta la sesión.

El martillo suena y todos se ponen de pie, Malfoy más rápido que todos y de un tirón sale de la sala, sin decir ni una palabra.

— ¿Por qué no nos contaste lo de Malfoy? — preguntó Ron, indignado cuando salían de la sala.

Harry dio un suspiro.

— ¿Me habrían creído?

— Yo sí— respondió rápidamente Hermione y se detuvo cuando se dio cuenta que los otros dos se habían quedado parados, impresionados de su respuesta y ella había seguido caminando— ¿Qué? Es solamente un muchacho, como tú y como yo, hubiéramos hecho lo mismo si hubiéramos crecido como creció él.

— Llega un punto de tu vida en el que tú decides que quieres ser, Hermione— respondió Ron amargamente— Y él eligió ser un mortifago.

— ¡Él se quedó sin opción! — Hermione dijo, indignada, acortando la distancia que la separaba de Ron para encararlo— Justo como Harry.

— ¿Por qué ahora lo defiendes? — replicó Ron, molesto.

— ¿Por qué tú sigues atacándole? — dijo Hermione— La guerra terminó, nada de daño te haría aprender a vivir en paz.

— Claro porque los muggles tienen esa mentalidad de "ama a tu enemigo" ¿no? — Ron rodó los ojos.

— ¡Amar a tus enemigos no es lo mismo que irte de copas con ellos! Es aceptar que ellos también tienen sus batallas— respondió Hermione, mirando a su novio indignada. Ron no pudo contestar a eso y solamente se quedó mirándola, igual de enfadado. Ahí es cuando la castaña se dio cuenta que tanto los padres de Ron, como Ginny y sus hermanos habían escuchado toda la discusión entre ellos y miraban asombrados la escena.

— Vámonos ya— dijo Harry, agarrando a Hermione por el hombro para con cuidado hacerla girar y que siguieran caminando.

Hermione sin más, emprendió el camino hacia la salida, con los demás siguiéndolos detrás. Apreciaba que Harry caminara a su lado, eso decía que la apoyaba.

Al final del pasillo los aurores estaban trasladando a Draco, para que fuera por sus cosas y este se quedó viendo inexpresivo a Harry y a Hermione. Todos pararon, sin saber quién pasaría primero.

Finalmente pasaron Hermione y los demás primero, la castaña sin soltarle la mirada a Malfoy.

Pero entonces Ron soltó su ira.

— Yo no te creo nada, asqueroso mortifago— dijo Ron, mirándolo con enfado. Los dos estaban a la misma altura, igual de alto e imponentes. Rojo contra blanco— Podrán decir lo que quieran y tenerte un montón de lástima, pero a mí no me haces idiota, eres igual a tu familia de mierda.

Sin más, el rubio soltó una risita sarcástica y en un segundo levantó su mano y le tiró un puñetazo a Ron, quien se tambaleó atrás y se agarró la nariz con las manos.

Inmediatamente los aurores agarraron a Malfoy y lo retuvieron, pero el chico había soltado un golpe tan certero que ni siquiera sería necesario que lo tranquilizaran.

— ¡Ron! — Hermione fue en directo a su novio agarrándolo por los hombros, preocupada. La nariz de Ron estaba sangrando y su mirada ardiendo.

— Suéltame, Hermione— dijo el pelirrojo, encabritado y luego la miró, con su cara sangrando— ¿Sigues queriendo defenderle?

Ron la rodeó y se largó por el pasillo, Ginny siguiéndole y dejando a Hermione y a Harry al frente de Malfoy.

Los aurores le dieron su chaqueta a Malfoy, y mientras este se la ponía, retiró la mirada de donde el pelirrojo se había ido y la posó sobre Hermione.

— Tu novio se merecía ésta, Granger— terminó de ponerse la chaqueta y se la abrochó, después su mirada fría se posó en Harry.

— Potter.

— Malfoy— respondió el muchacho en un asentimiento de cabeza.

Y sin más, el rubio siguió su camino y desapareció por el pasillo.

Hermione se quedó mirando su figura, y se preguntó que estaría cruzando por la mente del rubio en esos momentos.

Supuso que en cualquier momento lo averiguaría.