Desclaimer: los personajes de la saga de Crepúsculo le pertenecen a Stephanie Meyer.
Gracias Giselita por ser mi Beta… miles de besos para ti.
Antes del amanecer.
La mejor noche de las diez en mi lista.
El calor de mi cuerpo no dejaba que el agua me helase y las manos de Edward no eran mas que seda al tocarme. Sus besos me llevaron a un estado de inconciencia. No entendía como había sido capaz de esperar tanto por esos besos sin límites, por sus caricias apasionadas.
Sentí como lentamente levantaba mi cuerpo desnudo del agua y me llevaba dentro con su característica velocidad vampírica. Me puso sobre la cama mientras suavemente retiraba las sabanas. Tenia los ojos cerrados con el presentimiento de que si los abría despertaría de ese sueño que se estaba haciendo realidad.
Su cuerpo encajaba en el mío como piezas perfectas. Sus manos tocaban las mías y sus labios no se separaban de los míos. Acaricié su espalda y clavé mis unas en ella, sin causarle daño alguno. El placer daba sus indicios de presencia en mi cuerpo; había olvidado respirar y él había notado esa falta de aire.
Rápidamente comenzó a besar mi cuello, siguiendo por mis hombros y brazos. Suaves gemidos salían de mis labios susurraron su nombre. Aprecié sus suaves manos en mis brazos mientras lentamente los masajeaba. Sus labios regresaron a mi cuello besándolo de una manera que me hacia sentir en el paraíso. – Edward, te amo. – Susurré antes de besarlo, no tardó en responderme con un beso lleno de amor y lujuria.
Tres cosas pasaron en ese momento. Un dolor profundo recorrió mi vientre, una lagrima surcó de mis ojos y un leve dolor en mis labios dejó salir un olor a oxido y sal que invadió el ambiente.
– Bella, estas sangrando. – Me dijo deteniendo todo.
En ese momento mi alegría desapareció, estaba parado de espaldas a mi al otro lado de la blanca habitación. Sentí un extraño sabor en la boca. Era sangre. Me aterré y sentí un fuerte mareo.
Una hipótesis apareció en mi mente en ese segundo. Sangre en mis labios, ponzoña en los suyos. Esperé y esperé por la quemazón… pero no sucedió nada. No había dolor así que le quité toda importancia. Me puse de pie antes de ir y abrazarlo por detrás. Tomé toda la fuerza que quedaba en mi cuerpo y lo hice girar, sin esperar una reacción comencé a besarlo y no lo dejé ir.
La comodidad de la cama reapareció en mi espalda y la sensación en mi vientre surgió de nuevo. Fue un dolor intenso que lentamente fue desapareciendo dejando a la luz el placer más grande que alguna vez pude haber sentido. Un millón de sensaciones me llenaron en ese instante. Tuve ganas de reír, llorar, gritar; pero más que nada, de besar a Edward. Y así lo hice.
Nuestros movimientos eran coordinados y los gemidos apaciguados. Sus besos eran más apasionados que nunca antes y sus manos viajaban por lugares que había olvidado que mi cuerpo tenía. Sentía las cosquillas llenarme y miles de mariposas volar en mi estomago.
Volvía a caer en la inconciencia y un beso culminó todo. Sus brazos aprisionaban los míos pero con tal cuidado que no sentí dolor alguno. El beso se rompió muy a nuestro pesar y un rugido retumbó en las paredes. Y reí, reí como nunca lo había hecho, lo abracé lo más fuerte que pude.
Conocí el paraíso y lo mejor fue que estaba con Edward, el vampiro mas humano que había podido existir en el mundo. Esa noche fue la mejor de todas.
Te amo. – Le dije antes de caer profundamente dormida, en sus brazos.
Gracias por leerme…
Besos
Adri Cullen
