La multitud rugía su nombre, pero no les prestaba atención, no podía separar los ojos de la pelotita dorada que huía de él. Se sujetó fuertemente a la escoba con la mano izquierda a la vez que la derecha se cerraba alrededor de la escurridiza pelota.
Aterrizó limpiamente a la vez que los demás integrantes del equipo lo felicitaban. Podía escuchar a la multitud, algunos alegres, otros decepcionados.
El entrenador los reunió para felicitarlos, pero él no tenía tiempo para eso, se dirijo corriendo para el vestuario, se duchó, se cambio y se disponía a salir cuando los demás integrantes del equipo entraba.
-Viktor, te has perdido el discurso del míster. -Le sermoneó el capitán del equipo, Vasili Dimitrov, un hombre que rondaba los cuarenta, de pelo canoso y complexión fuerte.
-Lo siento, pero yo aun tengo que ir al colegio.- Se disculpó remarcando las palabras. Ese era su último año en Durmstrang y después de haber estado todo el curso pasado en Inglaterra, era lógico que a sus compañeros le molestase que faltase tanto.
-Vasili, déjalo en paz, es solo un niño.- Le replico Alexei Levski, este tenía el pelo castaño y no superaba los veinticinco años de edad. Viktor bufó mientras Alexei soltaba una carcajada. Una figura femenina entró hecha una furia en el vestuario.
-Vasili, deja en paz a Viktor y tu Alexei no le llames niño, Viktor tu vete al colegio, que el traslador saldrá dentro de poco. - Le apremió mientras el joven acababa de recoger sus pertenencias- Y vosotros dos, dejaros de reír. -Gritó a la vez que señalaba a los dos golpeadores del equipo Vulchanov y Volkov- ¿Y donde narices está Zograf? -Preguntó a la vez que salía por la puerta que daba al campo.
Viktor escuchó a los dos golpeadores decir "De acuerdo mamá" en voz baja a la vez que los demás volvía a sus asuntos, pero no hizo caso. Llevaba cuatro años en el equipo y siempre era la misma historia.
Se puso el pesado abrigo de piel, cogió un libro que había dejado al lado de su mochila de deporte, miro la hora en su reloj de pulsera, cerró los ojos a la vez que se sujetaba más fuerte al libro y segundos después notó como si un gancho invisible le tirase de la barriga.
Cuando abrió los ojos se encontró frente a un tosco castillo hecho de granito blanco, haciendo que casi no se distinguiese en contraste con la nieve.
Pese a ser solo mitad de octubre, la nieve ya cubría gran parte del territorio. Golpeó con la mano en enorme puerta de hielo, y al cabo de unos segundos abrió una mujer de edad media, de pelo corto y negro, y brillantes ojos azules.
-Buenas noches, directora Karkaroff. -Le saludó formalmente en ingles. La mujer miró a ambos lados antes de echarse a los brazos del joven. Viktor bufó- ¡Mama! ¿Por favor tienes que hacer el mismo numerito siempre?
-Viktor-Adam Kostos Krum Karkaroff, no te atrevas a decirme que puedo y que no puedo hacer- Dijo señalándolo con el dedo con actitud amenazadora, pero una media sonrisa asomaba por su rostro.- Anda, vamos, te acompaño hasta tu sala común.
Durmstrang estaba dividido en cuatro grandes casas. Protres, Cleydey, Merlak y Laydes. Portres se destacaba por ser gente ambiciosa y muchas veces sin escrúpulos, Cleydes eran gente simple y energética, Merlak era gente ambiciosa, pero que sabía cómo conseguir sus objetivos y Laydes era gente valiente e inteligente.
Llegaron a la puerta que daba paso a la sala común de Laydes a la vez que Viktor le acababa de relatar, el magnífico partido a su madre.
-Bueno cariño, nos vemos mañana en clase- Se despidió la mujer. Viktor se puso delante de la puerta y esta se abrió. Le lanzó una última mirada a su madre y entró.
-Katrina...- Un hombre rubio muy parecido al joven que acababa de traspasar la puerta le puso una mano en el hombro. Katrina se giró y lo abrazo, tenía los ojos llenos de lagrimas.
-Crecen demasiado rápido, ¿no crees Kostos? Hace dos días estaban aprendiendo a hablar y mira, la semana que viene ya cumplen dieciocho años. Seguramente cuando acabe el curso se irán de casa y nos quedaremos solos. –Dijo la mujer mientras se secaba los ojos.
-Vamos cariño, no llores... Además hablando de casa, tendríamos que volver a la nuestra que Sharon nos deben estar esperando para cenar.- Y así cogidos de la mano, los dos adultos desaparecieron por el pasillo, deshaciendo el camino que acababan de hacer madre e hijo.
La sala común de Laydes se constituía básicamente de unos cuantos sofás y unos escritorios donde hacer los deberes. La sala estaba llena de lámparas, pero muy pocas permanecían encendidas. Viktor se encontraba en la puerta escuchando la pequeña conversación de sus padres. Su madre estaba haciendo un exceso de que él y sus hermanos cumpliesen los 18.
Viktor dirigió la mirada hacia una de las mesas, allí había una chica dormida sobre un libro. Su pelo rubio con tintes rosas se desparramaba por la mesa. Su piel pálida se movía siguiendo el ritmo de su respiración. La túnica se adhería a su fina figura. Viktor la observo, aun apoyado en la puerta, a la vez que una sonrisa asomaba por su cara. Después de un par de minutos se acerco a la chica y le sacudió suavemente el hombro hasta que la joven abrió sus enormes ojos azules:
-¡V.A.! ¿Qué tal el partido? - Le preguntó con voz somnolienta a la vez que se desperezaba.
- Bien, hemos ganado de 170 puntos. ¿Me estabas esperando?-La joven asintió- Lens, no hace falta que me esperes, te lo he dicho un millón de veces.- Viktor suspiró. ¡Pero mira que es cabezota esta chica!
- No me importa esperarte. Además tenía que acabar unos deberes. – Le respondió Lena – Siempre te espero. - Dijo metiendo los libros en una mochila, sin poner cuidado en como lo dejaba.
- Nunca me voy a librar de ti – Lena soltó una alegre carcajada- eres peor que la peste.
- ¡Hey! - Le recriminó a la vez que le daba un puñetazo cariñoso en el hombro. - La semana que viene es tu cumpleaños. ¿Me vas a decir que quiere ya? Libros, música, ropa... Skand y Corr ya me han dicho que quieren- Dijo sentándose en un sofá. Viktor se sentó a su lado, pasándole su brazo por encima a la vez que ella apoyaba su cabeza en su pecho.
- Te lo he dicho como un millón de veces, no quiero nada- Viktor bufó, era la misma pelea todos los años.
- Ya pero tú siempre me regalas cosas increíbles, y yo... pues estupideces...-Dijo bajando la cabeza dejando que el flequillo le tapase los ojos.
- ¡Hey!- Le respondió Viktor poniéndole el mechón detrás de la oreja- Sabes que eso no es verdad, además ya sabes... Lo único que quiero es pasar un día con mis amigos y mi familia, y ya está. Anda vamos a dormir que mañana tenemos clase.
Se levantaron y se dirigieron a extremos opuestos de la sala. Se despidieron con una sonrisa. El corredor que llevaba a los dormitorios de los chicos era largo y estrecho. A la derecha estaban los cuartos de los tres primeros cursos, a la izquierda los de cuarto, quinto y sexto, y por ultimo al final del sinuoso pasillo se hallaba la puerta de los alumnos de séptimo curso. Con cuidado de no despertar a nadie, se cambio y se metió en la cama.
Al día siguiente tenia clase y ya eran más de las dos de la madrugada. Aun podía dormir unas cinco horas, así que cerró los ojos y dejo que el cansancio del día hiciera el resto.
