Recuérdalo
.
.
.
.
—Lamento tanto haber tardado tanto, estaba en…
No sé qué vio en mi rostro que se quedó en silencio inmediatamente. Pero yo si tenía la seguridad de lo que veía.
Un monstruo.
Un muto horrible que se acercaba a mí, con sus zarrapastrosas garras, para matarme, desgarrarme...
Por supuesto que quería hacerme daño. Eso es lo que siempre hace ella; dañarme. Quiero que se vaya, que se aleje de mí. No quiero matarla porque yo no soy un asesino como ella. Por otro lado mi instinto me dice que si quiero vivir debo matarla, ahora mismo.
—Mírame —se atreve a decirme — Mírame, aquí estoy, soy yo.
Me alejo sin decirle nada. Insiste en llamarme por mi nombre, esa maldita cucaracha se atreve a acercarse a mí. Sé que quiere dañarme, como lo hizo con toda mi familia.
—Lo lamentas dices, pues deberías lamentarlo. No sé cómo puedes vivir con todo el daño que has causado—acuso, aunque a ella no parecen importarle mis acusaciones.
Ella está cerca, la siento, su asqueroso olor entrando por mis vías respiratorias, logrando que sienta que me ahogo. Su horrible voz diciendo mi nombre, llamándome. ¿Por qué me llama amor? ¿Por qué insiste en tocarme?
La odio con todo mi ser, no puedo estar ni un sólo segundo cerca de ella. ¿Por qué me sigue llamando así? ¡Muto asqueroso, no soy tu amor! ¡Aléjate de mí asquerosa! Le intento decir, pero no me escucha o trata de ignorarme.
Trato de poner mis manos sobre mis oídos, para no oír sus horribles chillidos diciendo mi nombre, por lo que descubro que éstas están llenas de sangre. Le doy rápidamente la espalda, tratando de salir corriendo hacia la cocina. Sé que ahí podré encontrar un cuchillo para matarla, es lo que debo hacer.
Me pide que vuelva a ella. Siento fuertes escalofríos en mi cuerpo, no quiero que me toque. Siento sus ponzoñas uñas en mis brazos, se clavan como dagas en mis brazos, siento como se llena de veneno mi sangre.
¿Por qué todo brilla tanto?
¡Suéltame muto! ¡Suéltame! No te atrevas a poner otra vez tus manos sobre mí. En ese momento la miro a los ojos, están tan rojos, cargados de sangre, mientras me mira con furia. Abre su boca para mostrarme sus grandes y puntiagudos dientes llenos de sangre.
— ¿A quién has matado esta vez, bestia rastrera? —Le pude por fin preguntar — Mátame, sácame una a una mis entrañas, haz lo que quieras conmigo. —Me suelta inmediatamente.
No sé por qué me soltó pero no me importa, por fin puedo tomar el cuchillo que está en la encimera de la cocina. Y me doy la vuelta completamente.
La miró. Ella me mira. Sus ojos están llenos de lágrimas. No lo entiendo. ¿Por qué llora, si es ella quien quiere matarme?
Se aleja al darse cuenta que la amenazo con el cuchillo. Por lo que por fin puedo verla mejor.
Está grande, muy grande a decir verdad. No es como la recuerdo. Está con el cabello largo, recogido en su habitual trenza, pero no es la joven de 16 años que yo conozco. No, está podría tener más de 30 años, pero de alguna manera sé que es ella; el muto que mató a mis padres, a todos los habitantes del distrito 12…
Algo no está bien en ella, pero no logro descubrir qué es. Me perturba algo en su mirada y en su cuerpo. Hay algo en mi cabeza que me dice que no le haga daño.
Es cuando miro su prominente vientre que me doy cuenta de lo que es real… y todo se vuelve oscuro.
Intento abrir mis ojos con cierta reticencia, pues me arden como si hubiera sido golpeado muchas veces y se hubieran hinchado al punto de dejarme ciego. Sin embargo la luz me demuestra lo contrario. Es una luz blanca, muy fuerte, que a decir verdad, estoy simplemente detestando.
Mi cuerpo está completamente adolorido. Cada músculo, cada tendón, cada trozo de piel... todas y cada una de las partes de mi cuerpo las siento inútiles. Odio sentirme así.
No puedo moverme, mis manos están atadas a los lados al igual que mis piernas. Intento inútilmente desatarme pero es claro que no logro. A lo lejos escucho una voz decir mi nombre, como un susurro, como una súplica. No logro saber quién es, pero de algún modo sé que la conozco. Siento algo que recorre mis venas y todo vuelve a quedar oscuro.
—Ella es buena Peeta, recuérdalo—me dice una suave voz—. Te ayudó a salir vivo de los juegos.
—Ella no es buena, recuérdalo—dice una voz un poco más gruesa—. Ella te engaño. Los engañó a todos. Les hizo creer que te amaba. Era mentira. No creas nada de lo que ella diga.
—Ella es buena Peeta. Ella se ofreció voluntaria para que su hermana no fuera a los juegos. Ninguna persona mala haría algo así.
—Ella es mala Peeta. Ella sabía del plan del distrito 13 y por eso hizo explotar la arena en los segundos juegos.
—Ella es buena Peeta. Ella lloró cuando creyó que habías muerto después de que te electrocutaras con el campo de fuerza. Una persona que ame de esa manera no podría ser mala.
Era mi voz la que hablaba, pero de mi boca no salía ningún sonido. Parecía una especie de batalla entre dos seres en mi cabeza.
—Entonces ¿quién es ella? — Pude por fin preguntar.
—Es Katniss, tu esposa—respondió una voz.
—Yo no tengo esposa.
—Si la tienes. Es ella. Es Katniss.
—No lo entiendo.
— ¿Qué necesitas entender Peeta?
—Ella no me ama.
—Si lo hace Peeta, si no estás seguro, sólo debes preguntárselo.
—Me mentirá de nuevo, como hizo en los primeros juegos.
—No lo hará, porque ahora es verdad.
— ¿Por qué creerle a ella? ¿Por qué debo creerle a usted? ¿Quién es usted?
—No importa quiénes seamos. Pero debes creerle. Debes mirarla a los ojos, ellos no te mentirán.
—A mí sí me importa quién es usted. ¿Por qué debo creerle?
—Porque somos la parte de tu conciencia que no permitirá que vuelvas a caer.
—Yo creo que debes matarla, Peeta—habló la otra voz que había desaparecido
—No lo entiendo todavía—ignoro la segunda voz—. ¿Qué sucede conmigo? ¿Por qué estoy hablando con usted? ¿Con ustedes?
—Estás inconsciente, Peeta.
— ¿Por qué?
—Te han puesto sedantes.
— ¿Por qué han hecho eso?
—Porque ibas a lastimar a Katniss, y Haymitch sabe que nunca te lo perdonarías.
—No me importa esa Katniss, es un asqueroso muto y debe morir por el bien de todos.
—Exactamente, es un asqueroso muto que debería morir—repitió la voz gruesa.
—No Peeta, esa Katniss que tú dices no existe. Recuérdalo, el Capitolio y el presidente Snow querían que creyeras eso.
—Pero ella mató a mis padres.
—Si es cierto, ella los mató y te hizo creer que ella era buena—volvió a hablar.
—No, fue Snow. Recuérdalo Peeta. Él atacó el distrito 12 sólo un poco después de que salieran de los segundos juegos.
—Snow murió por culpa de Katniss. No sólo mató a Snow, mató a Coin porque ella te prefería. También mató a tus padres y hermanos. Recuérdalo Peeta—insistía la voz gruesa.
Ya no sé qué pensar, tengo esta discusión con dos seres sin forma, sólo voces en mi cabeza que me dicen muchas cosas. ¿Es Katniss buena o mala persona? ¿De verdad ella es esa persona? ¿De verdad la amé? ¿Qué pasa conmigo? ¿Estoy loco?
—No, sólo estás sufriendo las consecuencias de una terrible guerra—respondió la voz suave, al parecer no podía mantener mis pensamientos para mí. Claro, estoy teniendo esta conversación sólo en mi cabeza.
—Así es.
— ¿Por qué me pasó esto? ¿Llevaba mucho sin suceder?
—Hace muchos años no habías vuelto a tener un ataque, Peeta.
— ¿Pero por qué ahora?
—Tienes miedo, Peeta.
— ¿De qué?
—De hacer daño, de no ser capaz de cuidar de alguien más, de atacar sin motivo a un inocente…
—Aun no entiendo por qué ahora.
—Recuérdalo Peeta.
— ¿Qué debo recordar?
—No te voy a ayudar con eso, Peeta, debes despertar…
El silencio se apoderó del lugar. Intenté decir algo pero tampoco podía escuchar mi voz. Intenté moverme y tampoco era posible. ¿Ahora qué? ¿Dónde estoy? Me intentaba preguntar pero no salían las palabras de mi boca.
Después de lo que parece una eternidad, sumido en la oscuridad, escucho nuevamente unas voces. Suaves. Lejanas.
— Y tú ¿Cómo estás? —decía la voz de un hombre.
—Preocupada—ahora era la voz de una mujer que me pareció reconocer, aunque no sabía de dónde.
—Sabes que lo que dijo no es su culpa, ¿cierto?
— ¡Haymitch! Por supuesto que lo sé. En su momento me dolió, aunque debo aceptar que antes de que le inyectaras esos sedantes me pareció ver un atisbo del verdadero Peeta.
— ¿Por qué crees eso?
—Desde que llegué no me había visto completamente—le dijo ella después de un sonoro suspiro—. Cuando se dio la vuelta para atacarme con el cuchillo me vio y vio mi estado. No sé cuál de todas las partes de mi le hizo dudar pero estoy casi segura de cúal fue…
—Tal vez vio que ya no eres tan preciosa o te vio así toda gorda o mejor vio las arrugas de tu rostro…
—Jajajaja, supongo que vio que estoy muy gorda… Ya sabes lo mucho que ha deseado verme así.
—Veo que estás calmada con respecto a tu nuevo peso.
—Bueno, esto es nuevo para mí. Para nosotros. Supongo que si estoy en lo cierto, y mi nuevo peso le ayudó a calmar las ansias de matarme, no es tan malo después de todo…
Llevaba rato escuchando las voces en mi habitación. Entreabrí los ojos para que no notaran que había despertado. Así fue como descubrí que Katniss estaba sentada junto a mi cama, tomaba mis manos y las acariciaba con suavidad, mientras tenía el rostro levantado para mirar a Haymitch. Preferí seguir escuchando lo que decían mientras intentaba mantener mi respiración calma para que no notaran que estaba despierto.
— ¿Cómo está ella? — ¿Quién es ella? Quise preguntar, pero eso haría que descubrieran que estaba escuchando todo.
—No ha parado en todo el día. Es lo mismo todos los días, apenas llegamos. Creo que sabe que su padre está cerca.
—Esa es una interesante teoría.
—Es la única que se me ocurre. Al menos eso me ha servido como excusa para que Aurelius no se lo llevara.
— ¿Vino Aurelius?
— ¡Oh sí! Me pidió encarecidamente que entendiera que Peeta iba a estar mejor en el Capitolio. Pero yo le dije que no podía hacernos eso, que estábamos a punto y no lo queríamos lejos.
—Yo tampoco quiero estar lejos de ustedes—dije después de haber escuchado lo suficiente para recordar.
— ¡Peeta! Amor, te extrañé. —Sus ojos despedían un brillo interesante, de felicidad, de amor y de algo más.
— ¿Las lastimé? —le pregunté mientras me abrazaba.
—No, Peeta, nunca lo haces. No te preocupes.
—Hola chico, —escuché a Haymitch—nos tenías preocupados.
— ¿Qué pasó? —Le pregunté.
—No estábamos muy seguros, pero esta mañana vino Aurelius. Está un poco viejo, pero te tiene mucho cariño, lo sabes, además como siempre sigues hablando con él, decidió viajar para verte. Entonces me preguntó todo.
— ¿Entonces?
— ¿No recuerdas nada?
—Lo siento.
—Katniss, creo que mejor le dices tú sola. Estaré afuera por si me necesitan—dijo Haymitch mientras lo miré con rencor.
—No pienso matarlas—le dije enojado.
—No, tal vez ahora no, pero no sé cómo vas a reaccionar, así que prefiero evitar.
—Tranquilo, Haymitch. Ya lo tengo. No va a pasar nada—. Haymitch se fue dejando la puerta un poco abierta.
—Amor, no te molestes con él. Él sólo quiero protegernos, como tú le pediste.
—Lo siento amor, pero estoy asustado. Hace muchísimo tiempo no me pasaba esto. ¿Qué pasa si les hago daño?
—No lo harás, por que apenas veas a mis ojos verás que esta soy yo, la verdadera Katniss, la que te ama…
— ¿Por favor dime qué sucedió?
—Al parecer mi antiguo amigo, Gale, decidió hacernos una visita. Sabes que no puedo cazar así, pero decidí hacer una visita al bosque, bueno, en realidad llegué hasta la pradera. Pero, cuando volví, pareció que Gale te dijo algo de nosotros y te molestaste con él. No entiendo por qué pero te enseño un video. Un… montaje, si eso, creo que así le llaman, de nuestros juegos, dónde nuestras escenas juntos muestran las veces que, supuestamente, intenté matarte. No es real. Pero parece que a ti te afectó—me contaba con cierta molestia en sus ojos, que parecían más sabios, más tranquilos. Parecía feliz bajo el montón de nebulosa cólera que mostraba contra Gale—Lamento llegar tarde, me quedé dormida y cuando desperté ya era tarde. Corrí de vuelta a casa, pero creo que malinterpretaste mal que llegara tarde y pensaste tantas teorías, que en cierto punto no sabías cuál era real y cual no.
—Lo siento tanto, Katniss, te amo tanto. No quisiera que esto vuelva a pasar.
—No va a volver a pasar, lo sé, confió en ti.
—Katniss, debo preguntarte.
—Lo que quieras.
—Me amas ¿Real o no?
—Real. Te amo, Peeta. Con todo mi ser. Antes no podía decirlo tanto, sabes como soy. Pero después de tantos años juntos, creo que soy capaz de decirlo sin miedo.
—También te amo, Katniss. ¿Lo podrías repetir?
—Te amo—me dijo mientras se acercaba para capturar mis labios con los suyos—. Te amo—repitió—. Te amo. Lo diré todas las veces que quieras.
—Te amo, Katniss. Las amo—le dije sonriendo por fin.
—Te amo Peeta—me dio la más hermosa sonrisa del mundo—. De hecho, te amamos. Recuérdalo—me dijo mientras tomaba mi mano y la colocaba sobre su prominente vientre de 8 meses.
Bueno, eso es todo.
Los personajes de los Juegos del Hambre no me pertenecen. Sólo a nuestra querida Suzanne Collins.
Espero les guste. Es un one-shot, el primero que escribo. Por favor comenten, quiero saber qué tal les pareció.
Un gran abrazo y gracias por llegar hasta acá.
MMM.
