Hola, regreso con una historia que no salió de mi cabeza ya que mi imaginación no ha colaborado mucho. Les traigo una adaptación y espero que realmente les guste.

Disclaimer: La historia no me pertenece, es de Yare quien me dio su permiso para adaptarla y los personajes le pertenecen a Stephenie Meyer.


1. Arrogante, maleducado y descaradamente guapo.

-¡¿Qué?!-exclamó Isabella Swan, apoyándose en la mesa de la cocina-. ¿Aquí? ¿Y por qué aquí?

Su padre, que la observaba desde el otro lado de la mesa, sonrió. Con el ceño fruncido y no muy convencida con la idea, Isabella volvió a sentarse en la silla de la que se había levantado hacía unos instantes, tras recibir la noticia.

-Es el hijo de una vieja amiga y como tiene tu misma edad no me pareció tan mala idea-contestó Charlie sin borrar esa agradable sonrisa de su rostro- Además, mientras Sam esté en la universidad tenemos una habitación libre. Sólo serán unos meses-aseguró.

Isabella reflexionó durante unos instantes y, finalmente, suspiró, resignada. ¿Qué otra opción tenía? La decisión estaba tomada.

-Está bien- accedió, cruzándose de brazos a forma de protesta-. Pero que conste que me parece una locura.

-Por ahora me conformo con eso-rio Charlie reincorporándose y acercándose a ella para después besar su frente-. Seguro que os llevaréis muy bien.

Desde que había mantenido esa conversación con su padre habían pasado un par de semanas. Prácticamente había logrado olvidar que dentro de unas horas un estudiante de Francia se instalaría en su casa por un tiempo indeterminado. Al menos hasta esa mañana, cuando su padre se disculpó con ella por no poder ir a recoger al joven al aeropuerto. O lo que era lo mismo, hasta que se había enterado que sería ella quien iría a recogerlo.

-Un momento… ¿Y cómo le reconoceré?–murmuró a la par que una expresión de horror aparecía en su rostro-. ¡Oh no! ¿Y ahora qué hago?

Pero los murmullos y miradas indiscretas que le dirigían sus compañeros, la devolvieron a la realidad. Estaba en clase y su reciente descubrimiento la había interrumpido.

-¿Hay algo que quiera compartir con el resto de la clase, señorita Swan? –inquirió la profesora, molesta.

-No, no, nada-se apresuró a negar, generando las risitas de sus compañeros-. Lo siento.

Isabella suspiró aliviada cuando la profesora dejó de mirarla y continuó dando la clase. Se había librado por los pelos, así que optó por dejar de pensar en ese estudiante de Francia en lo que quedaba de clase. No quería arriesgarse a que la profesora la castigase por muy buena excusa que fuera para no tener que recibir a su peculiar invitado.

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Sumergida en sus pensamientos y lamentando una y otra vez de su mala suerte, Isabella caminaba hacia la salida del centro cuando una voz femenina que no tardó en reconocer la obligo a detenerse. Tras ella, una joven alta, de cabello largo y oscuro además de poseedora de unos penetrantes ojos avellana que resaltaban debido al color pálido de su piel, corría con la intención de alcanzarla. Era Renesmee Dwyer, una destacada alumna de su instituto, guapa aunque un poco tímida, aficionada a la fotografía e integrante del coro del centro. Una chica muy popular que por encima de todo era su mejor amiga.

-¡Nessie! –Exclamó la joven Swan, sorprendida-. ¿Qué haces aquí? Pensaba que hoy tenías ensayo con el coro.

-Así es-asintió la aludida, caminando junto a ella- pero a la profesora le ha surgido un imprevisto y llegará un poco más tarde.

-¿De verdad?-se emocionó-. ¿Entonces me acompañas al aeropuerto?

-Lo siento–Nessie esbozó una sonrisa de disculpa-, pero dudo que me dé tiempo.

Isabella, resignada a tener que enfrentarse sola al peligro, suspiró. Definitivamente los planetas se habían alineado en su contra, si no… ¿Cómo podía tener tan mala suerte?

-Y lo peor de todo es que no sé cómo voy a reconocerle- se lamentó, saliendo del edificio-. Mi padre no me ha dicho como es.

-Llámalo y pregúntaselo –propuso Renesmee, extendiéndole su móvil.

-¡Qué va!-Negó la chica, haciendo un gesto con la mano rechazando tal posibilidad-. Tiene una conferencia y dura toda la tarde. Así que tendrá el móvil desconectado. ¡Mira, ahí está Jacob!

Renesmee miró en la misma dirección que su amiga y sonrió. Un joven alto de cuerpo bien formado y atlético entrenaba junto al resto del equipo de fútbol en las pistas. Era moreno y sus pícaros ojos cafés, ocultos tras unas gafas de fina montura, eran la perdición de muchas chicas del instituto. Su nombre era Jacob Black y a sus diecisiete años ya se le consideraba un imán para las chicas.

-¡Bella!-llamó, saludándolas con la mano desde la pista- ¡Nessie!

Las dos chicas correspondieron al saludo, aunque Bella con excesivo entusiasmo. Y es que, además de ser el mejor amigo de las dos estudiantes, era el chico del que Isabella estaba enamorada.

-Pero mira que guapo es-comentó, sonrojada, zarandeando con brío a su mejor amiga-. ¡Y que bien juega!

-Es verdad-corroboró Nessie, mucho más sosegada-. Aunque no se puede esperar menos del capitán del equipo de fútbol.

-Sí, me pasaría horas mirándole-murmuró, consiguiendo que el color carmesí de su rostro incrementase-Pero tengo que ir a recoger a ese tipo. ¡Qué rabia! Si no fuese por él, podría quedarme hasta que Jake acabe el entrenamiento para volver juntos a casa. En fin... Será mejor que me vaya ya si no quiero llegar tarde, como siempre. ¡Deséame suerte, Nessie!

Agitando la mano a modo de despedida, la joven Swan se alejó del lugar corriendo, como iba siempre. Su mejor amiga la siguió con la mirada antes de centrar su atención en uno de los tantos jóvenes que jugaban al fútbol ese día, para después alejarse también del lugar sin ningún amago de felicidad en el rostro.

oOoOoOo

Como era habitual, el aeropuerto estaba muy concurrido ese día. La gente iba y venía cargada de maletas, unos más serios y otros mucho más alegres.

Bella se acercó al cristal que permitía ver la pista de aterrizaje donde en esos instantes aterrizaba un avión proveniente de Lyon, Francia.

Nerviosa, cogió un trozo de cartón en el que había escrito su nombre "Swan Isabella" y se dirigió hacia la terminal. Sabía que lo normal era escribir el nombre del recién llegado en el cartón, pero teniendo en cuenta que lo desconocía no se le había ocurrido una idea mejor.

Isabella buscaba entre la multitud algún rostro nervioso y temeroso que delatase al estudiante. Sin embargo, a excepción de algún que otro niño que iba con sus padres, todo los pasajeros eran adultos, vestían con sofisticados trajes que delataban cuál era su profesión y prácticamente todos superaban los treinta años con creces.

-¿Pero dónde se ha metido?-murmuró, molesta- Esto me sobrepasa. ¡Tan sólo quiero una señal!

Y entonces lo vio. Un joven que debía tener más o menos su edad, cruzaba la terminal en esos precisos instantes. Era bajito y regordete, de cabello corto y rubio que acentuaban sus pequeños ojos azules, clavados en la gran maleta marrón que arrastraba. Pero no fue la falta de atractivo del chico lo que captó la atención de Bella, sino la cámara de fotos que colgaba de su cuello y el enorme mapa de Phoenix que acababa de sacar de uno de los bolsillos de la chaqueta.

Ignorando la falta de rasgos europeos del recién llegado, se acercó a él agitando la mano con casi la misma engería con la que había saludado a Jacob esa tarde.

-¡Hola! Tú debes ser el estudiante de Francia–le saludó, extendiéndole la mano- . Soy Isabella Swan, pero puedes llamarme Bella.

El joven, que miraba a ambos lados con desconcierto, le estrechó la mano antes de coger de nuevo su maleta para alejarse de allí.

-¡Espera, que no es por ahí!-le avisó Bella, siguiendo al chico-. Anda, deja que te ayude con el equipaje.

Pero el extranjero, que pensaba que la chica estaba intentando robarle, comenzó a gritar en otro idioma atrayendo la mirada de la multitud y de la de la propia Bella, quien forcejeaba con el joven por la maleta.

-¡Eh, que tampoco hay que ponerse así! Sólo quería ayudar–Protestó, soltándola-. Espero que en tu país no sean todos como tú porque si no…

-Y yo espero que una de vuestras costumbres no sea atracar a los extranjeros-añadió una voz masculina tras ella-. ¿O eso solo lo haces tú?

Bella cerró los ojos y mordiéndose el labio inferior avergonzada, se giró lentamente. Frente a ella y con una sonrisa burlona en el rostro, se encontraba uno de los chicos más guapos que había visto en su vida. Era alto y atlético. Su cabello castaño caía sobre sus ojos color miel de forma tan desinteresada y atractiva que la obligó a contener la respiración.

-Creo que soy yo a quien estabas buscando–puntualizó, divertido-. Edward Cullen, un placer.

-¿Tu eres el estudiante francés? –Preguntó, sorprendida- Entonces este chico…

Tan roja como un tomate maduro y sin saber muy bien que decir, Bella se giró dispuesta a disculparse. Sin embargo, el extranjero había desaparecido. Posiblemente aprovechando la intervención del joven Cullen, el chico se había mezclado con la multitud que se dirigía hacia la salida.

-¿Pero dónde…?-comenzó Bella, desconcertada.

-Creo que ha huido –sonrió Edward, echándose la mochila al hombro- Pero no lo culpo, yo en su lugar haría lo mismo. Bueno, qué, ¿nos vamos?

Pero el joven francés no esperó respuesta. Sin molestarse en averiguar si la chica le seguía, se unió a la multitud y se encaminó hacia la salida ante la mirada sorprendida de Bella, quién no tardó en seguirlo para asegurar que el chico no se perdía.

-¿Y el resto del equipaje?-preguntó, parada frente al taxi al que iban a subir.

-No lo he traído- se limitó a contestar el chico, encogiéndose de hombros-. Ya me lo enviarán a tu casa la próxima semana.

Edward abrió la puerta trasera y le hizo un gesto para que pasase consiguiendo que los labios de la joven se curvaran en una ligera sonrisa. Después de lo ocurrido ahí adentro, había asumido que Edward Cullen era uno de esos típicos guapos- egocéntricos a los que tanto odiaba, pero quizás… le había juzgado mal. Sin borrar esa sonrisa de su rostro, Bella se encaminó hacia la puerta. Pero cuando tan solo faltaban unos centímetros para llegar a ella, Edward se montó en el taxi y la cerró.

-Pensaba que estaba el seguro de la otra puerta puesto, pero no-explicó al bajar la ventanilla, sin molestarse en disimular su diversión- Ve por el otro lado.

Isabella, que se había detenido en seco incrédula por lo ocurrido, asintió lentamente y con una forzada sonrisa en el rostro, rodeó el taxi y se montó dando un fuerte portazo. Iba a ser un trayecto muy largo.

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Los primeros veinte minutos de trayecto se le hicieron eternos. El chico de Francia miraba por la ventana con un deje de aburrimiento que no le pasó desapercibido a Bella. Sobre todo porque durante lo que llevaban de trayecto no había dejado de mirarle con la mayor discreción posible. Una discreción que al parecer era insuficiente con Edward Cullen.

-Si no dejas de mirarme me voy a desgastar-replicó, chasqueando la lengua-. ¿Qué pasa? ¿Nunca has visto un chico o qué?

Isabella, que se había sonrojado a más no poder, le miró furiosa, dispuesta a encararse. Pero el siguiente comentario de Edward la dejó sin palabras. ¿A qué clase de idiota había metido su padre en casa?

-Claro que tampoco es demasiado extraño a tu edad –Añadió, recorriendo su cuerpo con la mirada-. ¿Cuántos años tienes? ¿Trece? ¿Catorce? ¿Quince como mucho?

Bella entreabrió la boca sorprendida sin saber muy bien qué decir. Era cierto que no era demasiado alta, que no estaba demasiado desarrollada, que las facciones de su rostro eran finas y podían resultar hasta infantiles, ¿pero no darle más de quince años? ¡Eso era demasiado!

-Tengo diecisiete-Aclaró entre dientes

-¿De verdad?

Distraído y sin prestarle auténtica atención a la chica, Edward sacó unos cuantos caramelos de uno de los bolsillos de la mochila que llevaba consigo y le lanzó uno a Bella

-¡Auch!-Protestó, cogiendo el caramelo al vuelo después de rebotar contra su frente-. Podrías habérmelo dado en mano como las personas normales.

-Se dice gracias-Se limitó a contestar el chico metiéndose el caramelo en la boca- .Y yo no tengo culpa que tengas tan pocos reflejos.

-Serás…

Pero la joven Swan prefirió contenerse al percatarse de la mirada divertida del conductor. Estaban dando un espectáculo y no estaba dispuesta a formar parte de él. Lo único bueno que había sacado de todo eso era confirmar lo que ya sospechaba desde que habían salido del aeropuerto: Edward Cullen era un idiota.

Resignada e intentando hacerse a la idea lo antes posible de que convivirían en la misma casa durante meses, Bella bajó la mirada centrando su atención en la llamativa envoltura del caramelo que tenía entre las manos.

Lo cierto es que siempre le había llamado mucho la atención los caramelos de ese sabor, más bien le llamaba la atención el nombre tan contradictorio que tenían.

"Caramelos de Limón" pensó.

Cuando una persona oía el término 'caramelo' pensabas en algo dulce y sabroso. Sin embargo si oías 'Limón'… llegaba a tu paladar un sabor ácido y un tanto desagradable.

"Dulce y ácido, menuda combinación "pensó, mostrando una ligera sonrisa "Pero aun así, me gusta"

Y pensando en las curiosidades de la vida, Bella desenvolvió el caramelo y se lo llevó a la boca deleitándose con esa combinación de sabores tan opuestos. Porque entre los extremos siempre hay un punto medio.

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-Y ésta será tu habitación-Informó, abriendo la puerta que daba a la misma- .Ya te hemos despejado el armario así que cuando traigan tus cosas…

-Vale- Edward asintió, entrando al dormitorio y tumbándose boca arriba sobre la cama.

-Mi habitación está enfrente y la de mi padre al final del pasillo, al lado del baño- Indicó, señalando cada dormitorio con el dedo-. La cena estará dentro de una hora, así que puedes ir instalándote mientras.

El chico volvió a asentir con la cabeza y Bella salió de la habitación cerrando la puerta tras ella. Definitivamente ese Cullen era un maleducado ¡Ni si quiera le había dado las gracias!

Molesta por la actitud arrogante del chico y mucho más molesta por haber aceptado la tonta idea de acoger en su casa a un estudiante de Francia, bajó las escaleras que daban a la primera planta y entró en la cocina.

Le había prometido a su padre que sería agradable con su nuevo invitado y que esa noche prepararía de cenar algo especial en un gesto de bienvenida, pero francamente ambas cosas le iban a resultar muy difíciles. Para empezar no tenía ningunas ganas de ser amable con Edward y como segundo, al menos que a su padre no le pareciese suficientemente especial envenenarle la comida al chico, no sabía muy bien que podía prepararle. Finalmente se decidió por preparar un par de platos típicos siguiendo la receta familiar que su madre les había dejado antes de morir a razón de una larga enfermedad.

Más animada y con una amplia sonrisa en los labios, Bella se lavó las manos y se puso el delantal. Tenía mucho trabajo por delante y sólo una hora para prepararlo. Debía ponerse a ello cuanto antes.

Una hora más tarde observó admirada los gustosos platos que había sobre la mesa de la cocina. Si sabían tan bien como aparentaban, definitivamente tenía que estar todo buenísimo.

Satisfecha consigo misma, cogió lo necesario del aparador y comenzó a poner la mesa. No fue hasta que alzó la mirada de la superficie de madera que se percató de la presencia de alguien más en la cocina.

El joven Cullen la observaba apoyado en el marco de la puerta con una mirada tan penetrante que la hizo estremecerse.

-¿Necesitas algo?-Preguntó, dejando el último plato sobre la mesa.

El chico negó lentamente con la cabeza y con una sonrisa de autosuficiencia en el rostro, añadió:

-Tan sólo observaba lo guapa que estás con el delantal.

Isabella, que jamás se hubiese imaginado que el chico diría algo así, notó como una oleada de calor se apoderaba de todo su cuerpo acumulándose en su rostro. Sonrojada, acalorada y sin saber muy bien que hacer o decir, la chica apartó la mirada en el preciso instante en el que Charlie Swan llegaba a casa.

-¡Hola a todos!-Saludó el hombre mirando a al chico con curiosidad-. Tú debes de ser Edward, ¿me equivoco?

-En absoluto-Contestó el aludido estrechando la mano que Charlie le extendía- Muchas gracias por su hospitalidad señor Swan. La familia Cullen está en deuda con usted.

Bella, que se había mantenido al margen de la situación, entreabrió la boca sorprendida. ¿De dónde habían aparecido de pronto esos buenos modales? ¿Y esa sonrisa dulce y amable? ¿Acaso sólo era desagradable y grosero con ella?

"Tan sólo observaba lo guapa que estás con el delantal"

La voz segura y varonil de Edward volvió a recobrar forma en su mente a la par que volvían a adquirir esa tonalidad rosada sus mejillas. ¿A que había venido eso? No se podía ser grosero con una persona y media hora después piropearla como si nada. Estaba claro que se había burlado de ella.

Las ganas que experimentó en esos instantes de patearle el trasero al francés, solo podían ser comparadas con las ganas que tenía de lanzarse por la ventana más próxima. Sobre todo cuando su padre le dio unas palmaditas amistosas en la espalda dándole la bienvenida a la familia. Ya no había vuelta atrás. Tendría que compartir casa con Edward Cullen. Ahora todo era cuestión de supervivencia.

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-Vamos, seguro que estás exagerando-Rio Renesmee, jugando con el cable del teléfono que había sobre su mesita de noche- No puede ser tan horrible.

-¿Horrible?-Repitió Bella al otro lado del teléfono, sarcástica- Horrible es quedarse corto. Te aseguro que es el ser más grosero que he conocido en mi vida.

-No lo puede ser tanto si te ha dicho que te queda bien el delantal –Señaló la morena, divertida.

Un gruñido fue lo único que la joven Dwyer obtuvo como respuesta. Era raro ver a Bella tan furiosa y quizás por eso la situación le pareció tan divertida.

-Ya lo comprobarás tu misma mañana-Sentenció la chica, haciendo una mueca al otro lado de la línea- Va a ir a nuestro instituto y le he prometido a papá que le acompañaría.

-¡Genial!-Exclamó la morena, emocionada- Estoy deseando conocerle.

-Y yo perderle de vista –Manifestó con resignación- Buenas noches Nessie. Nos vemos mañana.

Tras desearle también buenas noches, la joven Dwyer colgó el teléfono y cogió la foto que había a su lado. En ella aparecían las dos chicas con apenas catorce años, abrazadas y dedicándole una amplia sonrisa a la cámara.

Al contrario que Renesmee, la joven Swan apenas había cambiado. Seguía siendo bajita, delgada y de rasgos infantiles. Aun llevaba su largo cabello castaño claro en dos trenzas que resaltaban sus ojos de un color verde esmeralda muy llamativo.

Alumna que solía mantenerse en la media, odiaba las matemáticas casi tanto como la asignatura la odiaba a ella (O al menos eso era lo que Isabella aseguraba). Animadora del equipo de fútbol del instituto, era muy buena prácticamente en todos los deportes. Motivo por el cual una de sus asignaturas favoritas era Educación Física.

Renesmee acarició la foto con nostalgia y sonrió. Bella era su mejor amiga y jamás la haría daño aunque eso supusiese ignorar sus propios sentimientos y los de él.

El pitido del móvil la sacó con brusquedad de sus pensamientos. Nessie dejó la foto sobre la mesa y se acercó al escritorio en el preciso instante en el que el móvil dejó de sonar. Acababa de recibir un mensaje y no necesitaba abrirlo para saber de quién era.

-¿Por qué me haces esto?-Murmuró abatida.

Todas las noches era lo mismo. Después de más de tres meses aún seguía enviándole el mimo mensaje, las mismas palabras:

Buenas noches, Princesa.

Te quiero.

¿Es que no se daba cuenta que no podían estar juntos?

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Ahogó un bostezo y tras estirarse sobre la cama, extendió el brazo para coger el despertador que había sobre la mesita.

-Las siete y media-Murmuró aun con los ojos entrecerrados- ¡¿Qué?!

Ya completamente despierta y a sabiendas que de nuevo se le había hecho tarde, lanzó el despertador sobre la cama y se puso el uniforme del instituto que siempre dejaba extendido sobre la silla.

Con una asombrosa rapidez, Bella se hizo sus ya acostumbradas trenzas y salió de la habitación arrastrando la mochila por el suelo. Sólo tuvo que hacer una última parada en el cuarto de baño para lavarse la cara antes de hacer su agitada aparición en la cocina.

El joven Cullen ni si quiera levantó la mirada de su desayuno cuando Isabella le saludó. La chica, que había decidido ignorarle, se sentó frente a él y untó con mantequilla un par de tostadas que Charlie había hecho poco antes de marcharse al trabajo.

El trayecto desde la casa de los Swan hasta el instituto resultó bastante incómodo. Aunque estaban uno al lado del otro parecía que no se conociesen y mucho menos que viviesen en la misma casa.

Intentando ser mucho más discreta que el día anterior, recorrió el rostro de Edward con la mirada. Ya entendía porque el grupo de chicas que caminaban tras ellos no habían dejado de mirarlo, de cotillear por lo bajo o de soltar pequeñas risitas. Por mucho que quisiera negarlo, había algo que eran indiscutible: Edward era guapo, muy guapo en realidad. Sus cabellos castaños, sus ojos color miel… Pero eso no quitaba que su arrogancia y su falta de modales la sacasen de quicio.

-Es la segunda vez que te pillo mirándome de esa forma- Edward sonrió y Bella bajó la mirada avergonzada-. Voy a empezar a pensar que te has enamorado de mí a primera vista.

-No digas tonterías–replicó, airada y enfadada consigo misma por dejar que sus comentarios la afectasen de aquella manera- ¡Jamás me gustaría alguien tan arrogante y maleducado como tú por muy descaradamente guapo que sea!

-Me alegro, porque no eres mi tipo-Aseguró el chico divertido, metiendo las manos en los bolsillos de la chaqueta del uniforme que el señor Swan le había conseguido-. Por cierto, tienes unos ojos muy bonitos.

Bella, que estaba dispuesta a contraatacar, dejó de caminar sorprendida. Una sorpresa que no tardó en transformarse en furia. ¡Otra vez se estaba burlando de ella! Por muy guapo que fuera, no lo soportaba.

-Bueno, ¿Quieres que te acompañe a secretaría?-Preguntó Isabella de mala manera cuando se detuvieron frente a las puertas del instituto.

Edward negó con la cabeza y tras hacerle un gesto de despedida con la mano, se perdió entre la multitud. Bella le siguió con la mirada y finalmente suspiró resignada. Si las cosas seguían así la acabaría volviendo loca.

-¡Bella!

La aludida se giró y con una amplia sonrisa en el rostro comprobó que quien la llamaba no era otra que Renesmee.

-¿No me digas que ese es Cullen?

-El mismo-Confirmó, recolocándose la mochila sobre los hombros antes de echar a andar- ¿Dónde estabas? No te he visto.

-Acabo de llegar- Contestó la morena con una sonrisa de complicidad-. Oye, pues es guapo.

La joven Swan se giró para mirar a su amiga, horrorizada, pero una voz muy conocida para ambas consiguió que se olvidase durante unos segundos de Edward Cullen y de su complicada vida estudiantil.

-¿Quién es guapo?-Se interesó Jacob, rodeando los hombros de las chicas con ambos brazos-. ¿Tengo que ponerme celoso?

-Hablábamos del estudiante francés que se ha instalado en casa de Bella-Explicó Nessie, divertida.

-¿Ya ha llegado?- Se sorprendió Black, mirando a ambas chicas- Y yo que quería advertirle que no se sobrepasase contigo… Bueno, al menos te habrá tratado bien, ¿no?

Bella hizo un gesto evasivo con la cabeza que, al contrario que Nessie, Jacob no supo bien cómo interpretar.

-De todas formas, ya me pasaré por tu casa para que me lo presentes –Sentenció el chico con una mirada traviesa-. Y como se sobrepase contigo…

-¡Jake!-Se alarmó la joven Swan, consiguiendo que el chico riese. Claro que ahora que lo pensaba, tampoco era tan mala idea.

La sirena que daba por iniciadas las clases resonó en el instituto y sabiendo que como no se apresurasen llegarían tarde, los tres chicos echaron a correr en dirección a su aula sin saber que tendría la oportunidad de conocer a Edward Cullen mejor de lo que creían.

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-… y teniendo en cuenta que está en un país extranjero, sin familia y sin amigos, os pido por favor que le deis todo vuestro apoyo para que se adapte a este centro lo antes posible-Dijo el profesor, pasando la mirada por cada uno de los alumnos hasta detenerse en cierta chica- Dwyer póngase con la señorita Evenson y Cullen, usted con Swan.

-¡¿Qué?!-Exclamó la chica, reincorporándose repentinamente- ¿Será una broma?

-Cálmate Swan- Murmuró Edward al estar junto a ella- Si con lo bien que no lo vamos a pasar juntos…

Bella le fulminó con la mirada y él sonrió. ¿Acaso lo hacía aposta? ¿Quería enfadarla? Pues no lo iba a conseguir. Ella también sabía jugar y pensaba demostrárselo.

-¿Algún problema, Swan?-Preguntó el profesor, ignorante de la hostilidad que había entre los dos.

-Ninguno-Contestó Isabella con una sonrisa forzada, sentándose de nuevo en su sitio.

Así que no era suficiente vivir bajo el mismo techo, estudiar en el mismo instituto e ir a la misma clase, sino que encima ahora tenían que estar sentados juntos. Definitivamente, ese no iba a ser un buen día.

Continuará…


Espero que les haya gustado el primer capítulo, la trama original es con los personajes de Sakura Card Captor, dependiendo de la acogida que tenga el fic serán las actualizaciones pero por el momento serán los sábados.

Agradezco infinitamente a Yare con muchos detalles y les advierto que puede que más adelante me equivoque o se me pase algún detalle, pido disculpas desde ahora,