Shelby concluyó el último acto y se dirigió directo a su camerino, debía comenzar a quitarse la pintura verde si quería estar fuera del teatro antes de la media noche, se sentó frente a su tocador y suspiró, no podía esperar a estar en casa, su cómoda cama y un vaso de vino la esperaban; tomó un algodón y comenzó a retirar todo lo verde de su cara, amaba el teatro pero quizá esta era la única parte que odiaba, si la gente pensaba que interpretar a la bruja mala del oeste era complicado deberían intentar liberarse de toda aquella pintura, luego de usar media botella de desmaquillante y un paquete entero de algodones estuvo lista para partir, tomó su bolso y se observó en el espejo por última vez mientras se acomodaba el cabello. Broadway siempre había sido su sueño, después de todo se había preparando durante años para ello, luego de múltiples musicales y un premio Tony tenía un lugar entre los grandes, pero al contrario de lo que muchos pensaban aún le hacía falta algo, una lágrima resbaló por su mejilla ante el simple recuerdo, no importaba a donde fuera o lo que hiciera ellos siempre estaban en su mente y a decir verdad no quería que fuera de ninguna otra manera, había llegado hasta donde estaba por ellos, después de perderlos y pasar un mes entero confinada en su habitación había decidido que se convertiría en lo mejor que pudiera ser, quería que ellos se sintieran orgullosos la próxima vez que la vieran, después de todo merecían la mejor versión de Shelby Corcoran.

-Señora Corcoran-dijo una voz del otro lado de la puerta.

-Adelante-contestó limpiando rápidamente las lágrimas que habían comenzado a descender por sus mejillas, casi de inmediato un joven abrió la puerta con nerviosismo y asomó la cabeza por la pequeña abertura, Shelby no tardó en reconocer el uniforme que llevaban los elementos de seguridad del teatro.

-Disculpe que la moleste, pero hay alguien afuera que pide verla-

-¿Podrías decirle que estoy por salir? ya será en otra ocasión-no tenía ganas de lidiar con los fans y mucho menos con la prensa, al menos no por hoy.

-Ya se lo he dicho-el joven parecía apenado y tartamudeaba un poco-pero dice que es importante, su nombre es Carlos Morales-

Shelby ya había comenzado a reunir sus cosas pero se detuvo en seco al escuchar el nombre.

-Dile que pase-contestó de inmediato sintiendo como su corazón adquiría un ritmo acelerado, el joven se retiró cerrando la puerta tras de si, Shelby puso el bolso sobre la mesa y tomó asiento en uno de los sillones del camerino, apenas lo hubo hecho la puerta se abrió de nuevo dejando ver a un hombre alto y fornido.

-Buenas noches señora Corcoran-saludó amablemente, ella se levantó y le estrechó la mano, Carlos Morales era el mejor detective privado de Nueva York, era de edad avanzada pero aún tenía esa chispa de energía y jovialidad en la mirada que por momentos parecían contrastar terriblemente con su brillante cabello blanco y su lento andar-Se que está cansada y quiere ir a casa pero tengo noticias-

-Estoy perfecta-le aseguró con una sonrisa-además si no mal recuerdo le dije que podía buscarme donde fuera y a la hora que fuera-

-Así fue-se sentó frente a ella y sacó de su portafolio un enorme sobre color amarillo-y parece que tengo lo que necesita-Shelby miró el sobre y quiso avalanzarse sobre el pero se mantuvo tan tranquila como le fue humanamente posible, no quería emocionarse, ya antes había recibido noticias que al principio parecían esperanzadoras pero que al final los habían llevado a callejones sin salida, aunque le costara admitirlo estaba mentalmente preparada para que algo así sucediera de nuevo, para lo que no estaba preparada era para la siguiente frase que salió de la boca del detective-los encontramos-

-¿Es enserio?-preguntó aún un tanto recelosa sintiendo un enorme nudo en la garganta, el hombre sonrió satisfecho y le extendió el sobre, Shelby lo abrió con manos temblorosas y sacó dos carpetas, la primera contenía la foto de un pequeño niño de cabello castaño y ojos verdes además de un bonche de papeles escolares.

-Alexander Berry-le explicó Carlos-tiene seis años y nació el 6 de Diciembre del 2007, pero claro que eso ya lo sabe-Shelby asintió sin apartar la vista de la foto, el parecido era extremadamente sorprendente, excepto su nariz, gracias a Dios había sacado la de su papá-vive en Ohio con Hiram y Leroy Berry, actualmente va al instituto McKinley donde cursa una clase avanzada-

-Así que es buen alumno-susurró con orgullo mientras revisaba su boleta de calificaciones.

-Yo diría que más que eso, está en la clase avanzada porque sus habilidades con las matemáticas y los juegos mentales son extremadamente altos para un niño de su edad, los profesores se dieron cuenta cuando comenzó a quedarse dormido en el aula, decía que no tenía caso aprender algo que ya sabía-Shelby no pudo evitar soltar una carcajada, eso definitivamente lo había sacado de ella-también es bueno en los deportes, está en la selección de soccer y estuvo en la de fútbol americano-

-¿Que hay de la música?-preguntó, no era una de esas madre obsesionadas con que sus hijos les siguieran los pasos pero tenía curiosidad.

-Nada que yo sepa-ella asintió y abrió la segunda carpeta, también había una foto, le sorprendió ver lo mucho que su hija había cambiado en seis años, ambos chicos eran muy parecidos pero Rachel, a diferencia de su hermano, tenía ojos color avellana e indiscutiblemente había heredado su nariz.

-¿Que hay de Rachel?-

-Rachel Berry, 16 Agosto de 1998, también va a Mckinley y está en el equipo de animadoras, sus notas son bastante buenas aunque el inglés no es su fuerte, bastante distraída y algo testaruda pero es imposible no notar que protege mucho a Alexander-

-Esa es mi niña-susurró mientras limpiaba una lágrima que resbalaba por su mejilla, leyó el resto de los papeles con rapidez, había registros médicos, académicos e incluso dentales, además de una lista de alergias y de sus actividades favoritas, ya tendría tiempo de revisarlo con calma después, estaba por cerrar ambas carpetas cuando sus ojos se detuvieron en la dirección actual de los Berrys, una parte de ella quiso conducir hasta allí, tomar a sus hijos y alejarse para siempre pero sabía que no debía hacerlo, le había costado mucho trabajo llegar hasta donde estaba como para arruinarlo todo, debía ser paciente y comenzar a pensar con claridad, un solo error podía tirar a la basura meses enteros de trabajo.

-¿Que sigue ahora?-

-Debería consultarlo con su abogado señora Corcoran-le sugirió-no creo ser el indicado para contestar esa pregunta-

-Claro, tiene razón-el hombre se levantó del sillón y tomó su maletín

-Supongo que aquí termina mi trabajo, debo decir que fue todo un gusto poder ayudarla-

-El placer fue todo mío señor Morales, gracias por todo-

-Espero que recupere a sus hijos-dijo sinceramente-se lo merece-sorpresivamente el detective se acercó a ella y la envolvió en un cálido abrazo que correspondió gustosa-si necesita algo más, ya sabe donde encontrarme-salió del camerino dejándola completamente sola, le echó un vistazo al reloj y resopló, ya era demasiado tarde para tratar de localizar a Emma, por más que odiara admitirlo su llamada iba a tener que esperar hasta el día siguiente, definitivamente sería la noche más larga de su vida.

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