DISCLAIMER: Los personajes de Candy Candy no me pertenecen, sino a la novelista Kyoko Mizuki y/o Toe imaginantion e Igarashi.
La historia a continuación está basada en los personajes de Candy. Sin embargo es una historia alternativa de la autora Ally Blake.
CAPÍTULO 1
¡ME VOY A CASAR! -anunció Candy, llamando por teléfono a su mejor amiga y soltando de golpe el maletín sobre la mesa de su despacho en la empresa de organización de eventos, Arte & Estilo, en la que trabajaba, quince minutos más tarde de lo habitual.
-¿Que vas a hacer qué? -preguntó Susana con voz metálica al otro lado del teléfono.
Candy se sentó, cruzó las piernas y en ese momento notó que se le había corrido una de las medias. Sin perder la compostura abrió el último cajón del escritorio y sacó un par de medias nuevas y se dirigió al cuarto de baño para cambiarse. Conectó el altavoz del teléfono para poder seguir hablando.
-He dicho que voy a casarme.
-Pero si no has salido más de una vez con el mismo hombre en los últimos seis meses cómo es posible que hayas decidido casarte con alguno de ellos.
En ese momento, la secretaria de Candy, Elisa, entró en el despacho y se detuvo de golpe al oír la conversación y el café que traía en la bandeja se derramó. Candy regresó del cuarto de baño y le hizo un gesto con la mano a Elisa para que se acercara y tomó la taza de la bandeja.
-¿He oído bien, chicas? ¿En lo que he tardado en hacerle un café a Candy,ha encontrado novio y se ha prometido?
-¿Eres tú, Elisa? -preguntó Susana.
-¿Cómo estás Susana? ¿Para cuándo esperas el bebé? -dijo Elisa inclinándose hacia el teléfono.
-Estoy muy bien. El bebé debería nacer en un mes, más o menos...
-Chicas -interrumpió Candy-, os recuerdo que estoy a punto de hacer algo trascendental.
Elisa hizo un gesto de coserse la boca y no decir ni una palabra más.
-Lo siento, tesoro -dijo Susana-. La culpa es de Elisa. Ya sabes que si alguien me pregunta por mi bebé no puedo parar. Vamos, ¿qué me decías?
-Gracias -dijo Candy tomando aire profundamente-. Esta mañana, mientras caminaba por la calle Seastdale,un... hombre se abalanzó sobre mí. Todo lo que llevaba en las manos salió volando. Mi maletín acabó en la alcantarilla, y los bolígrafos rodaron calle abajo junto con mis preciados papeles. Y allí de rodillas sobre la acera recogiendo todas mis cosas aquel hombre tuvo la desfachatez de decirme encima que mirara por donde iba.
-¿Y era guapo? -preguntó Elisa.
Candy no recordaba que lo fuera. Recordaba cómo se reflejaba la luz de la mañana en sus ojos color azul y que tenía bolsas bajo ellos. Al principio, se había sentido comprensiva ante su expresión exhausta. Pero también se había fijado en la forma en que había fruncido el ceño al ver que ella había tirado todo por el suelo lo que dio al traste con todo indicio de solidaridad. El hombre tenía una voz profunda que dejaba adivinar un acento extranjero. No, definitivamente no habría dicho que fuera un hombre guapo ni atento.
-Alto -dijo Candy-, con el cabello muy rubio. Tenía el rostro perfecto pero cansado y creo haberle visto unos hoyuelos, pero tal vez me he equivocado no me fijé mucho,llevaba un traje negro , bien perfumado, pero creo que ésta es una cuestión irrelevante.
-¿Irrelevante? -dijo Susana-. Parece el hombre perfecto.
-Estoy de acuerdo -dijo Elisa.
-Cuando dejes de buscar te encontrará. Es el destino -sentenció Susana.
Candy puso cara de incredulidad imaginándose a Susana citando uno de sus libros esotéricos para justificar el incidente.
-No me encontró, Susana, más bien colisionó conmigo. Mira -y se señaló un arañazo en la pierna para que lo viera Elisa.
-¿Y ése es el hombre con quien te vas a casar? -preguntó Elisa.
-¡No! ¿Es que no se dan cuenta?- exclamó Candy
-¿De qué?
-Este incidente ha sido una revelación. Mi vida social solo consiste en asistir a los eventos que nosotras organizamos, pero, en vez de conocer hombres, conozco a «personalidades varoniles». Ellos me confunden con una mujer atractiva, encantadora y segura de sí misma, pero nunca hay nada más detrás de las máscaras que llevan. «El Caballero Negro» de esta mañana era muy atractivo, pero también intransigente e indiferente; representaba todo lo que los hombres con los que he salido tienen en común, y no me gusta. Es una teoría infalible.
- El Caballero Negro , ¿eh?- ironizó Susana.
-Estoy confusa -dijo Elisa-. Si no es con ese hombre, ¿con quién te vas a casar?
-Ahí está el asunto: he decidido que Terry lo busque para mí.
-¿Mi Terry? -preguntó Susana tras unos segundos en silencio.
-Claro. ¿No ves que es la única forma? Terry trabaja en una gran empresa y tiene bajo sus órdenes a un montón de personal, hombres jóvenes muy escogidos, y también me conoce mejor que nadie a parte de vosotras. Será objetivo y encontrará a alguien que le guste para mí y así seremos todos amigos. Ya sabéis, ser vecinos, hacer barbacoas los domingos, salir de excursión al campo...
-Pero si tú odias el campo.-le reprochó Elisa
- Eh-protestó Candy- el que me pase organizando fiestas y eventos, no me hace una enemiga del campo. Lo que ambas no saben es que yo solía trepar árboles y correr en Lakewood, cerca de un hogar, sobre una colina ….
- No estarás hablando en serio, Candy.
La voz de Susana sonaba muy seria.
-No estoy bromeando, Susana. Vamos, no me digas que no te parece un plan perfecto.
-¿Y has pensado en todo esto después de darte un golpe en la calle con un hombre guapo y perfumado? -preguntó Susana.
-Digamos que tal vez me entrara el sentido común cuando colisionamos.-se defendió la rubia.
-Lo que tienes es una conmoción, diría yo -murmuró Elisa.
-Este tipo debe haber tenido algo para hacer que precisamente tú hables de matrimonio -dijo Susana.
-Oh vamos , ¿No tengo derecho a casarme?
-En serio, Candy. Eres la mujer más independiente y organizada que conozco. Guardas un par de medias de todos los colores en el cajón de tu escritorio del despacho, por si acaso. Y aquí estás ahora -contestó Susana-, dispuesta a poner el futuro de tu felicidad en manos de otro.
-Terry no es cualquiera y lo sabes. Confío en él y en su buena elección.-No puedo creer que estés hablando en serio -admitió Susana-. De acuerdo. Ven a casa a cenar esta noche para que podamos liar a mi pobre e inconsciente marido.
-Gracias, Susana. Eres la mejor amiga del mundo.
-Espero que nunca lo olvides.
Cuando Susana colgó, Elisa se levantó de la silla y ya en la puerta del despacho se dio la vuelta hacia Candy.
-¿Te ayudó a recoger las cosas del suelo?
Candy retiró la vista de todos los proyectos pendientes sobre la mesa.
-Mmm, dejó en el suelo las bolsas que llevaba en las manos y se agachó a ayudar pero para entonces ya me estaba regañando así que tampoco es relevante.
-Y tú ibas caminando mirando al suelo, inmersa en tus pensamientos, sin mirar por donde ibas, ¿verdad?
-Pues sí...
-Pero eso también es irrelevante, ¿verdad?
Candy entrecerró los ojos, deseosa de que Elisa se callara pero a juzgar por su mirada burlona eso estaba lejos de ocurrir.
-Un extranjero alto, rubio y guapo se choca contigo y luego se pone de rodillas para ayudarte, pero tú has decidido que eso no está bien. Yo, al contrario, pasaría el resto del día rememorando algo así. Pero para mi mala suerte no tendré esa fortuna. Lo más emocionante que me ha ocurrido esta mañana ha sido que un chiquillo me tocó disimuladamente el derrier en el metro.
Elisa suspiró exageradamente y Candy no pudo evitar reírse de sus intentos dramáticos y después, Elisa salió de la habitación y se dirigió a su escritorio para ponerse a imaginar un encuentro romántico con un extraño en la calle Seastdale.
OOO
Albert ayudó al conductor a subir la última maleta al taxi que estaba esperando. Cuando éste se puso en marcha se pasó una mano por el pelo desordenado y apoyó la cabeza sobre el respaldo, sorprendido del aspecto hastiado que le devolvía el reflejo en la ventanilla.
Albert desvió la mirada entonces y observó los familiares edificios. No sabía muy bien lo que sentía ahora que había regresado a casa. Casa, se dijo a sí mismo. Sin embargo una sensación de desasosiego oprimió su corazón. Una ducha caliente y un sueño reparador en su cama le harían sentir mejor. Pero no podía dejar de preguntarse cuánto tiempo iba a pasar esta vez antes de que sintiera la necesidad de marcharse de nuevo. Si tan solo su hermana no lo necesitase, él no habría tenido motivo para poner un pie en esa bulliciosa ciudad.
De cualquier modo, Albert reconocía que Chicago era una gran ciudad. No tenía más que recordar el tropiezo que había tenido con aquella estupenda mujer en la calle. La tez clara y aterciopelada; una mujer sofisticada, muy atractiva y segura de sí misma. Hasta el momento él no había encontrado a una mujer así en todo el mundo.
El vagabundo Albert , estaba de regreso a casa y ni en todos los lugares que había viajado, había sentido esa atracción física por una mujer , y ¡ni siquiera la había tocado!
Durante el trayecto hasta su casa Albert no dejó de pensar en la rubia de los ojos verdes más intensos del universo que habían conseguido agitar su temperamento habitualmente tranquilo.
Pensó que debía ser el jet lag. Tenía que serlo.
OOO
-¿Cariño? -llamó Terry al entrar en casa.
-Estoy aquí, cariño -respondió Susana, sentada en el sillón que habían colocado en la cocina. Candy comprendió perfectamente lo que Susana quería decir al mirarla con las cejas levantadas: «Aún estás a tiempo de cambiar de opinión». Pero Candy no tenía intención.
-Sigue el delicioso aroma del pollo a la Candy que sale de la cocina -dijo Candy a Terry.
Terry asomó la cabeza por la puerta. Se acercó a su mujer y la besó sin preguntar siquiera qué hacía allí el sillón del salón. Candy le puso la mejilla también para recibir un beso.
-¿A qué debemos el placer de tu compañía, "preciosa"? -preguntó Terry echando un vistazo a la cena.
Candy le regañó por picar una patata de la fuente. Luego miró una vez más a Susana que le hizo un gesto afirmativo.
-Quiero que me ayudes a salir con alguien de tu empresa.
Candy arrugó la cara esperando el inevitable «no».
-Claro -respondió Terry.
-¿De verdad? -Candy estaba demasiado atónita para creerlo.
-Por supuesto. Es ese Neil, de gestión de nóminas, que siempre te ha gustado ¿verdad?
-Para empezar no es Neil. No seas gracioso.
-Vamos, Terry -dijo Susana apoyando a su amiga-, ya sabes que le gustan los hombres altos, rubios y guapos. Neil es... bueno, no encaja.
-¿Entonces quién?
Candy le explicó entonces la inspirada teoría que tenía y a continuación su infalible plan, con tanta emoción que Terry no tuvo más remedio que creerla.
-Estás hablando en serio, ¿verdad?-preguntó Terry mirando a Susana impresionado.
-Totalmente -dijo Susana-. Ya he consultado los astros y Candy está predispuesta.
Terry alzó las cejas también. Susana le dio un manotazo en el muslo, juguetona.
-Predispuesta a un gran cambio, idiota. Esto es serio, Terry…. Candy ya va siendo mayorcita.
-Tiene veintisiete años-rebatió Terry
-Y yo quiero ser una dama de honor joven y guapa.
Terry suspiró resignado.
-Estáis locas las dos. No debería dejar que pasarais tanto tiempo juntas. Es un peligro para el futuro de la humanidad.
Susana le dedicó a su esposo la mirada que siempre lo derretía y hacía que él se diera por vencido.
-Pero lo harás, ¿verdad, cielo?
OOO
Un abrazo en la distancia,
Lizvet
