CAP. 1. REVELACIÓN

Como desde hacia tres años, Linwe se dirigía caminando por uno de los innumerables flet de camino al salón en el que servían la comida. Hacia poco que había caído la noche, y ya empezaba a hacer frio, aunque a los demás no parecía afectarles. Caminaba alegre, como siempre, pero no sabia lo que se le venia encima. No sabia de lo que hablarían en la cena, había sido nombrada especialmente por los Señores del Bosque de Lothlórien, no se esperaba nada malo. Vivía completamente ajena a todo lo que sucedía en el exterior a las fronteras. Aunque los mensajeros desde hacia tiempo hacían viajes frenéticos y casi improvisados desde Rivendel al Bosque de los Lorien y viceversa. Pero su contenido era desconocido para ella, permanecía ajena a todo lo que se cernía, nunca se le habían hecho algún tipo de comentario o contado nada, sabia de la correspondencia, pero no le daba mucha importancia, si no se lo contaban no debía ser muy importante, pensaba cada vez que veía a algún mensajero que venia corriendo a mas no poder para entregar el correo lo antes posible. Aunque sabia que en el fondo Celeborn y Galadriel sabia mas de lo que contaban, no le preocupaba mucho.

Asi pues la joven llego a la sala en que cenarían, Galadriel y Celeborn ya estaban sentados a la mesa cuando ella llegó. Pidió disculpas por el retraso y los acompañó. Observo la blanca tez de la Reina de los Lorien que tanto conocía, sabia que algo pasaría, lo no notaba en su serena mirada. Algunos elfos pasaron con bandejas repletas de comida y empezaron a servir, cuando estos se hubieron ido comenzaron la conversación, efectivamente así fue, con la salida del último elfo que tomaba parte del servicio Celeborn comenzó a hablar.

-Son muchos los rumores que corren sobre que Sauron, en su negra torre de Mordor, esta acaudillando un ejército que someterá a la Tierra media, -hizo una pausa y prosiguió. - Y lo peor estaría por llegar si consiguiera hacerse con el Único.-

-Lleváis toda la razón.- dijo Linwe después de escuchar atentamente las palabras del Señor de los Lorien. - Pero bien es cierto de que tenemos una ventaja considerable, pues el anillo aun está oculto y él se desvive en su eterna noche por no haberle encontrado, de ahí a que lo encuentre, tenemos un tanto de ventaja.-

-Pero el anillo se mueve, tarde o temprano dará con el y cuando esto ocurra que los Valar se apiaden de nosotros, porque no es esperanza la que albergo para nosotros.- dijo Celeborn sin apartar la mirada de Linwe en ningún momento. Esta bebió agua y callo unos segundos, luego hablo.

-Desconozco que el anillo haya sido movido de Imladris, ya que no he sido informada. - dijo irónicamente haciendo una pasada con los ojos por las caras de los Señores. -¿Y quien fue que tuvo el triste destino de ser el portador del Anillo?-

-El mismo que lo llevo hasta Rivendel, pues una vez que pudo llevarlo hasta allí, sin sufrir su tentación, ¿qué mejor portador que él?- dijo Celeborn. Galadriel aun no había pronunciado palabra alguna después del saludo de cordialidad cuando llego Linwe, miraba y observaba y escuchaba la conversación entre sus dos acompañantes de mesa sin ninguna expresión en el rostro, como si no estuviera presente en ningún momento.

-Si mal no recuerdo, su portador es un hobbit... valerosa hazaña para un hombre de raza casi olvidada, y lastima siento por él, pues deberá llevar a cabo esta importante misión en soledad.- Celeborn miro a Galadriel quien seguía con la misma expresión, luego volvió a mirar a Linwe.

-Querida...- tragó saliva. - no va solo, en compañía lleva a nueve compañeros de fatiga, distintas razas reunidas como no se daba desde tiempos muy lejanos por este viaje de infortunio y desesperación.-

-Distintas razas? No entiendo. -dijo Linwe a que se explicara mejor.

-En Rivendel, hace ya mucho, tubo a cabo un importante concilio, gente de distintas razas y pueblos, desde los Puertos Grises hasta Gondor, fueron enviados representantes para llegar a una solución favorable para todos.- Celeborn bebió agua y continuo. - En aquel concilio, el mediano portador se ofreció para esta ardua misión, y espontáneamente y por el asombro de muchos, más gente se les unió. Partieron hace meses y no sabemos mucho de ellos, pero lo que si es seguro es que el anillo sigue a salvo de las sombras, aunque no sabemos durante cuánto tiempo.-

-Quienes fueron los que se unieron a ese destino?.- dijo Linwe alzando la voz lo que hizo que varios de los elfos sirvientes se asomaran por si algo había sucedido y requerían de su presencia. Tanto Galadriel como Celeborn callaron a la pregunta de la muchacha, lo que hizo que su nerviosismo aumentara temiéndose lo peor. -Quienes son los que acompañan al hobbit?- dijo ya sin poder contener las lagrimas en sus ojos vidriosos, y la primea lagrima callo por su mejilla para caer encima de la carne que aun no había probado.

-Él es uno de los nueve que forman la compañía, era de esperar siendo quien es y como es. - Dijo Galadriel por primera vez en todo el rato que llevaban hablando. - no desesperes pues después de todo Gandalf también va con ellos.-

-¿Gandalf también? ¿Quién mas se unió? Habéis dicho que distintas razas se han juntado para este cometido. -Linwe no cabía en si, le costaba horrores no gritar. Sabía que algo sucedía, pero no de tanta envergadura, algo como lo que le estaban contando.

-Son cuatro los medianos, dos los hombres, un elfo, un enano y Gandalf el Gris. -dijo Celeborn intentando calmar a la joven que miraba en todas dirección intentando contener las lágrimas. -Son todos de familias y antepasados honorables, Boromir, hijo del Mariscal de Gondor al cual ya conoces, Gimli hijo de Gloin, y Legolas, hijo de Thranduil del Bosque Negro, de los hobbits conocemos lo minimo...-

-No puedo creerlo... hay un importante concilio, representantes de todos los pueblos son convocados a ella, y yo, ignorante de todo sigo aquí como si nada. Que pasara si le algo le sucediera a Aragorn? No me lo perdonaría nunca. - Linwe ya no podía controlar el flujo de lágrimas que hacía varios segundos era incesante. Galadriel la cogió de la mano para tranquilizarla. - ¿por qué no se me informo de aquel concilio ahora tan lejano? Estaba en el mismo derecho que los demás para unirme a la compañía, así podría estar ahora con Aragorn, si ya es poco lo que nos vemos... quien sabe cuando sea la próxima vez que le vea si es que le vuelvo a ver... -Se derrumbo, la joven muchacha no soportaba la idea de que la persona a la que mas quería en ese mundo tuviera un futuro incierto tomando parte de esa peligrosa misión.

-¿Y si algo te pasara a ti? - Linwe guardo silencio unos segundos, no sabía que contestar, pero seguía firme en sus trece.

-Al menos estaría con la persona que mas echo de menos a cada instante. - A sus palabras le siguieron un silencio sepulcral. Cuando la muchacha se calmó continuó hablando. -Tengo derecho a elegir, podía haberme unido a la compañía, podía haber sabido esto en su debido momento. No entiendo porque he estado toda mi vida de estudio, luchando en muchas batallas si cuando mas podría dar de mi misma no formo parte de esto. Haber hecho lo que hubiese podido, hasta donde hubiera llegado...-. Linwe se levanto de la silla y pidiendo permiso cortes mente se fue de la sala, con lágrimas en los ojos. Cuando cruzo la puerta escucho esa voz tan familiar en su cabeza, quedo inmovilizada.

"- No abandones toda esperanza con el primer contratiempo, pues tu formaras parte de esta historia, aunque formas parte de ella desde el día que naciste. Tú, Linwe, hija de Lethlan tienes mucho que hacer en este mundo. No todo es en vano.-"

No comprendía las palabras que Galadriel y tampoco entendía muchas de las cosas que se habían comentado durante la cena, si es que se suponía que debía llamarlo cena al no haber probado bocado. Corrió por las plataformas hasta que llego a unas escaleras, las bajo lo mas rápido que pudo y que las lagrimas le permitían ya que sus ojos color ámbar estaban llenos de ellas. Después de bajar las escaleras siguió corriendo por las plataformas que había sujetas a las ramas y llego a una puerta, empezó a llamar pero no respondía nadie desde el interior de la habitación, insistió varias veces pero no obtuvo respuesta alguna. Al ver que no había nadie volvió a salir corriendo, no sabía exactamente a donde ir, pero necesitaba descargar lo que sentía en esos momentos. Pregunto al primer elfo que se cruzo por el camino donde estaba Haldir, el propietario de la habitación que había estado aporreando minutos antes.

-Partió a la frontera al caer la tarde, mi Señora.- tras darle las gracias al encantador elfo que le había respondido con una amplia sonrisa, cambio de rumbo, bajo las escaleras hasta llegar al suelo, salió corriendo en dirección a las afueras de la ciudad. Necesitaba hablar con Haldir y desahogarse con alguien, corrió varios minutos hasta que los grandes árboles centrales y la gente iba disminuyendo. No lo había pensado antes y no se dio cuenta hasta mancharse de barro, con la prisa había salido corriendo con su vestido, y el bajo lo llevaba realmente en malas condiciones, barro, hojas, pequeños palos y demás cosas que se pueden amontonar en el suelo. Ya era demasiado tarde para volver atrás y deshacer lo andado. A lo lejos empezó a ver a un grupo de unos siete elfos, eran los relevados de la frontera. Si bien no se equivocaba el grupo de Haldir no cruzaría el rio de noche, pero aun así decidió preguntar al grupo que venía de frente. Conocía a casi todos pues ella también había montado largas guardias de varios días en las fronteras. Los siete elfos de aspecto cansado y deseoso de llegar a sus casas para descansar se quedaron boquiabiertos al ver la estampa con que Linwe se presentaba, no hicieron comentarios, pero sus caras, miradas entre ellos y las miradas que se le habían echado a ella de arriba a abajo fueron suficiente para saber qué es lo que pensaban. Linwe también se dio cuenta de ello, así que se apresuro en quitarse de sus vistas. Al menos le habían confirmado que harían noche en donde ella pensaba, así que aquella era la única buena noticia que había recibido en todo el día, aunque le pillaba lejos, una hora y media, hora tres cuartos, caminando a marcha ligera, tal vez si corriera llegaría antes, a pesar de ser larga distancia y empleando un par de atajos.

Asi pues echó a correr una vez más, le gustaba la sensación del aire fresco en la cara. Era muy incomodo correr con lo largo que era el vertido, y más cuando se lo pisaba, lo que hizo que casi se tropezara varias veces y la acumulación de suciedad estaba haciendo que se empezara a romper por varios sitios. El recogido que llevaba en el pelo había dejado de existir hacia mucho.

Llevaba casi una hora de recorrido desde que salió de Caras Galadon corriendo y aunque las piernas no las tenía cansadas su corazón y su respiración estaba agitados, decidió aminorar la marcha para que su cuerpo se recuperara un poco. Cuando se volvía a encontrar mejor corría más rápido, así estuvo hasta llegar casi a donde se encontraba el flet donde montaban guardia.

Cuando estuvo a unos cincuenta metros decidió parar para darse un respiro y llegar en mejores condiciones que cuando se había encontrado con los anteriores guardias, cuando su cuerpo se hubo calmado comenzó a andar en trayectoria al árbol, no sin antes atusarse el pelo y recolocarse el vestido, se miro el bajo y vio que los girones y rajas le llegaban a mas de un palmo, no se lo pensó dos veces. Rajo en horizontal el vestido a la altura de las rodillas, de manera que parecía que el vestido era así, no era lo normal, pero al menos no iba destartalada.

Ando los cincuenta metros aproximadamente que le faltaban para llegar al árbol en que estaba segura que se encontraban. Cuando ya estaba prácticamente a unos cincos metros del tronco escucho como se tensaba la cuerda de un arco lentamente. No le hacía falta mucha experiencia para saber que cuando escuchas eso debes quedarte quieto y más si estabas en el Bosque Dorado. Pasaron unos segundos que le parecieron horas, su corazón empezó a palpitar tan rápidamente que lo escuchaba como si en vez de su interior estuviese afuera, al lado de sus oídos. El miedo que por un instante experimentó fue tremendo, sabía que nada mas abriese la boca para identificarse tendría una flecha en el corazón, o tal vez entre ceja y ceja. Esperaba que le diesen la oportunidad de decir quién era, los segundos pasaban y el sonido del arco resonaba en su cabeza, hasta el punto de no saber si era fruto de su imaginación o que todos estaban apuntándola desde la oscuridad. Estaba en una situación extrema, si intentaba hacer o decir algo no viviría mas de un segundo y si no había respuesta por parte de ellos lo más seguro es que su futuro fuese el mismo que el de la primera opción.

Habían pasado ya casi cinco minutos y no había señales de nada ni nadie. Seguía allí de pie, inmóvil, aunque su cuerpo empezaba a temblar de terror al pensar que en cualquier momento podría estar acribillada a flechas. Volvió a escuchar como tensaban la cuerda de un arco, solo que esta vez sonó justo detrás de su oreja izquierda, tenía a alguno de ellos justo detrás suya, y con la punta de una flecha a un palmo escaso de su cabeza.

-¿Linwe?- A ella le latía el corazón muy deprisa, pero al menos ya habían descubierto quien era y esa voz tan conocida que decía su nombre la tranquilo en la medida de lo posible. -Eres tú, Linwe?- La chica se giró inconscientemente, la afilada punta de la flecha le hizo un corte en la mejilla y la sangre brotó, al igual que sus lagrimas. La flecha le apuntaba justo entre los ojos. Cruzo su mirada con Haldir, quien no reacciono al instante, miró a la chica de hito en hito, luego bajo el arco aun tensado. Ella lo miro un segundo y luego lo abrazó, pero él no le respondió, la condujo sin decir palabra hacia el árbol y cuando estuvieron allí una escala de cuerda bajó desenrollándose, llegó casi al suelo, le indicaron con un gesto que subiera, Haldir subió tras ella. Llegó al flet, allí estaban Rúmil y Orophin, hermanos de Haldir, ellos al igual que los demás elfos que había clavaron sus miradas en ella. La miraron de arriba a abajo, estupefactos también se miraban unos a otros sin entender como una chica había llegado allí, con noche cerrada sin armas y con el vestido rajado, estaba en pésimas condiciones, con el pelo revuelto y mechones que le caían sobre la cara y se mezclaban con la sangre que le salía del corte. Haldir llego pocos segundo después que ella y actuaba de manera extraña. A Linwe no le hizo falta pensar mucho por qué era, simplemente llevaba falda y él subió las escaleras tras ella. Sus mejillas se tiñeron de rojo al comprenderlo. Uno de los guardias le tendió un paño para que se limpiara la sangre, ella lo agradeció.

Haldir le hizo un apartado y la llevó consigo a un extremo del flet e hizo que se sentara y él se sentó junto a ella.

-¿Desde cuándo has dejado de pensar como es debido? - dijo el rubio elfo en tono bajo pero cabreado, de no haber estado en compañía de otra gente hubiera gritado. -Con esta noche tan cerrada y en los tiempos que corren hubiésemos disparado sin preguntar, debes dar las gracias a que el brillo de tu broche nos resulto demasiado extraño para ser el reflejo de una flecha o una espada. - El elfo seguía hablando en el mismo tono, no miraba a Linwe a la cara, miraba la oscuridad del bosque.

Tras ellos a la luz blanca de una lámpara colgada de una rama saliente que hacía allá abajo y a unos veinte metros se dejara de ver por completo. Linwe entendía ahora la gravedad del asunto, podían haberla matado y si no lo habían hecho fue de casualidad.

-Haldir, lo siento...- se disculpó la muchacha, ella si le miraba a la cara. -Pero necesitaba hablar con alguien y tú... eres la única persona en la que puedo confiar Haldir.- De nuevo las lágrimas brotaron de sus ojos y recorrieron su cara, él la miró. Estaba realmente bella a la luz blanca, como siempre, a pesar de su desmejorado estado y que su pelo caoba estaba hecho una maraña y que su vestido estaba sucio. Su cara manchada de sangre seca, el arañazo que él le había hecho con la flecha, a pesar de todo sus ojos brillaban de manera especial, bien por la luz, bien por sus lágrimas. Haldir le seco las lágrimas con su mano y le dedico una leve sonrisa, luego se levantó sin mediar palabra. Fue a hablar con sus hermanos, los cuales entendieron la circunstancia y asintieron bajando la cabeza. Luego cogió una manta, su arco y su carcaj y se dirigió de nuevo a Linwe que le miraba aún sentada. Esta se levantó y él le indico que se iban y asintió en silencio. Se despidieron del grupo que aún les miraba con caras de no comprender lo que pasaba pero no hicieron preguntas. Bajaron por la misma escala hecha de resistente cuerda élfica, esta vez Linwe en primer lugar.

Así emprendieron la caminata de vuelta. No hablaron durante un buen rato, desde que Haldir le dio la manta para que se arropara. Llevaban aproximadamente una hora de camino cuando Linwe no resistió más y empezó a romper el hielo.

-Últimamente las noches son cada vez más frías, pero la temperatura aún es agradable, no crees Haldir?- Él no respondió ni hizo nada, andaba unos pasos por delante de ella, no se giró en ningún momento.

Pasó una media hora más de larga caminata, la madrugada había empezado hace rato y pronto llegarían a Caras Galadon de nuevo. Todavía no se había dicho una palabra, bueno, por parte de Haldir, por que Linwe había hecho distintos comentarios sobre el tiempo, el bosque, armas, comida... todo lo que se le iba ocurriendo lo había dicho para sacarle conversación, pero sin suerte.

Por fin llegaron a la ciudad, Linwe sabía perfectamente el rumbo que el General de Lorien había tomado, subieron varios pisos de escaleras y anduvieron por varias plataformas. Llegaron al fin a una puerta grande de madera, bien tallada y con el pomo de bronce. Linwe sacó una llave de su manga, llena de barro y la introdujo en la cerradura, dio un par de giros y abrió. Haldir pasó tras ella, cuando hubo cerrado la puerta agarró a la chica de un brazo y la apoyó contra la puerta, de manera que sus caras quedaron a escasos centímetros una de otra, sus cuerpos estaban tan juntos que podían notar la respiración del uno del otro perfectamente. Haldir la miro fijamente a los ojos, esos ojos color ámbar que tanto le gustaban, su pelo había quedado de forma que algunos mechones caían tapándole en algunos sitio de la cara. Las miradas de ámbar y azul se mantuvieron durante unos segundos. Su respiración empezó a aumentar, al igual que los latidos de su corazón.

-Haldir, por favor...- dijo Linwe hecha un manojo de nervios intentando desviarle ahora la mirada. Él la observo unos segundos más y luego la soltó.

-Sé porqué querías hablar conmigo, sé todo.- dijo el elfo mientras andaba hacia el balcón como una sombra vestida de gris.

-¿Tú lo sabías? Y aún así...- Linwe hizo una pausa. - aún así no me dijiste nada y ahora viene todo de golpe. Demasiada información en poco tiempo y Aragorn... él está con la Compañía.-

-Lo sé.- Linwe se había puesto a su lado, estaban en el balcón, corría una suave brisa que movía el rubio pelo de Haldir hacia atrás. Era atractivo y sus ojos azules, intensos y penetrantes. Cuando Linwe los miraba fijamente veía el pasar de los años, que comparada con ella no era nada. Un par de minutos comparado con el tiempo que Haldir llevaba en la Tierra Media.

-¿Por qué no me o dijiste? ¿Por qué no dijiste que Aragorn se unió a tan horrible misión? - el elfo no contesto de inmediato, se limitó a mirarla y sonreír. Acarició su arañazo a lo largo de los tres centímetros que media. -Haldir... - dijo la joven intentando que le contestara.

-No podía, no era yo quien debía darte esa información. -Calló un instante y se volvió a meter en la habitación. Linwe fue detrás de él. -Créeme que me hubiese gustado contarte todo desde que lo supe, pero no podía Linwe, lo siento. Cada vez que te miraba y sabía que aún no se te había informado sentía que te estaba traicionando de algún modo.-

-Haldir, él está metido en esto, si lo hubiese sabido, lo de la reunión en Rivendel podría haber ido y acompañarle en este viaje. -Linwe le miró a los ojos. -Es muy importante para mí. -él desvió la mirada y anduvo por la habitación, Linwe se limitaba a seguirlo con la mirada.

-Linwe, de vedad que siento todo esto, pero no podía hacer nada.-

-Pero Haldir, eres mi amigo.- el elfo sonrió, una sonrisa fingida a la vez que triste. Fue en dirección a la puerta, sin mirar a Linwe.

-Sí... somos amigos...- antes de salir echó una mirada rápida a la muchacha que lo miraba desde el medio de la habitación. Luego cerró la puerta y tomó marcha en dirección a la frontera para completar su guardia de una semana.

Linwe miro la habitación, se había quedado sola. Haldir estaba de camino a la frontera y ella no sabía en quién confiar. Galadriel y Celeborn, cuyo cuidado y aprendizaje habían hecho lo que era y en lo que se había convertido, le ocultaban cosas de vital importancia para ella y a quien consideraba en su amigo más fiel, un hermano, también lo había hecho. A pesar de que se hubiese escusado, ella se sentía de cierta manera decepcionada con todos. Deseaba con toda su alma poder estar junto con Aragorn, deseaba abrazarle, hablar con él toda la noche sobre hazañas de antaño, contar viejas historias, escuchar sus consejos... tantas cosas que tal vez ya no pudiese volver a hacer.

Linwe se aseó y cambió de ropa, se puso un blusón de seda fina en color blanco y se tumbó en la cama, no tenía sueño no estaba cansada, pero qué mejor que intentar dormir y olvidarse de lo sucedido. Pensó en Haldir y en como era su mirada, en la manera en que la había acorralado contra la puerta con sus azules ojos clavados en los suyos. Haldir era la persona más amable, atenta y educada que conocía, y en la manera en que se comportaba con ella era excelente. En los cotilleos que corrían sobre ellos en Caras Galadon se decía que estaban juntos en secreto y que era un secreto a voces. Pero todo el mundo se equivocaba pues simplemente eran amigos, al menos por parte de Linwe. Él ya había dejado claro sus sentimientos pero ella no podía corresponderle. Muchas elfas darían cualquier cosa por casarse con Haldir, General de Lothlórien y guardián de la Frontera del Bosque Dorado, un honorable puesto, amable y simpático, atractivo...

El sol ya estaba alto y sus rayos se posaban sobre Linwe, habían pasado tres días desde lo ocurrido con Haldir. Con Galadriel y Celeborn no había hablado mucho y eso se debía a que Linwe los había evitado a toda costa, no sabía cómo enfrentarse a ellos, y menos a que Galadriel pudiera examinar sus pensamientos. Linwe se aseó y vistió, salió a dar una paseo, aunque el sol ya estaba alto las gotas de rocío aun se resistían a evaporarse y todo tenía un color dorado verdaderamente especial. A diferencia de otros días, especialmente los tres anteriores, aquella mañana se sentía contenta. No podía evitar sonreír, aunque no tuviera motivo para ello. Bajó al suelo del bosque, hacía un poco de frío y el roció era más abundante, había pocos elfos merodeando por allí. Fue al embarcadero, se montó en una balsa y remó hasta el otro lado del Rio Anduin. Normalmente los Lorien no acostumbraban a pasear por la otra orilla, pero a ella le gustaba por que la paz y tranquilidad era aun mayor, no veía a gente. Asi lo hizo, anduvo un cuarto de hora aproximadamente y se sentó al pie de un árbol. Todo era calma. Si bien Lothlórien era como un pequeño paraíso para cualquier elfo, para ella en esos momentos no le parecía lo mismo. Llevaba mucho tiempo allí, tal vez demasiado y casi sin darse cuenta, el tiempo allí corría de manera distinta al exterior.

Había pasado los últimos tres años de su vida viviendo allí, pasaba largas temporadas en Rivendel y Lothlórien, pero tal vez aquella temporada estaba siendo demasiado larga. Si bien desde que con los trece años había sido llevada allí para su educación, desde los veinticinco había hecho muchos viajes, algunos con Gandalf y otros con Aragorn, y otros con ellos dos juntos. Cuando estaba en Rivendel al igual que hacía con Haldir, montaba guardias en las fronteras.

Probablemente la vida que había llevado era la vida que a muchos le hubiese gustado llevar. A sus setenta y seis años podía considerarse afortunada pues era casi de la familia de los dos Grandes Elfos, considerada como una hija para ellos, y su aprendizaje había sido como el de cualquier princesa, exceptuando las clases de lucha con distintos tipos de armas, era querida por muchos, había ayudado a gente, podría decirse que era una mujer realizada. Pero no estaba tranquila, siempre había hecho lo dictado por otros, casi nunca podía elegir. No había disfrutado lo suficiente. Quería viajar y conocer gente nueva, explorar, hacer algo que ella misma decidiera.

Con esa idea anduvo hasta llegar a la barca que seguía varada en la orilla del rio. En el otro lado se veía mucho mas movimiento que cuando estuvo allí hacia dos horas. Remó hasta la otra orilla y amarró la baca con ayuda de unos de los que trabajaban en el embarcadero. Era la hora de almorzar y esta vez si llegaría a punto para comer con los Señores del bosque. Les diría lo que pensaba. Pesara a quien le pesara.