NOTA DE TRADUCTOR:Comenzamos un nuevo proyecto de traducción que me han solicitado y yo he aceptado gustosa, porque me encantan estos trotes, (gracias Mashiiro Kokoro por brindarme la excusa) esta vez con "Tempest". Es un Elsanna muy interesante y oscuro que espero les guste. Su autor Kaiserklee, amablemente me dio su autorización para transcribir su historia a nuestro idioma. Y sin más preámbulos les doy la bienvenida. Disfruten la lectura.

Tempestad
por Kaiserklee
/ traducción por Berelince
Capítulo 1: Tempestad

Se dice que la guerra duró menos de un día.

Pero quien solía ser la Princesa Anna de la nación una vez conocida como Arendelle lo supo mejor. Cuando la Reina Elsa de las Islas del Sur declaró la guerra, Arendelle no solo sucumbió en menos de un día, sino que cayó en algunas horas. Nadie podría haberlo visto venir, no cuando Arendelle y las Islas del Sur habían mantenido buenas relaciones en todos sus años; y a pesar de eso, Arendelle se encontraba menos que preparada para afrontar una invasión. Rehusando definitivamente los términos de la rendición, Arendelle se preparó para defenderse. Cualquier fuerza terrenal que se atreviera a embestir Arendelle encararía a una de las armadas navales más poderosas y una de las naciones más unida del mundo.

Cualquier fuerza terrenal.

Anna había estado ahí para presenciarlo, una sola e inocua nave de batalla navegando desde el sur que trajo consigo una tempestad de destrucción incontenible.

"¿Qué es eso?" preguntó Anna.

A su lado, El Rey no tenía una respuesta que ofrecerle.

Desde lo alto del castillo de Arendelle, Anna miraba con atención a través de un catalejo y distinguió un opaco navío surcando por los mares sin una vela. Ese fue el primer detalle que captó su atención, porque al tiempo que lo observaba con la boca abierta en su incredulidad, el barco surgía entre las olas sin recibir ayuda alguna para hacerlo. Parecía como si la nave se propulsara por si misma con mera fuerza de voluntad, y sólo cuando Anna superó la conmoción de la imposibilidad de sus movimientos fue que notó la hermosura de la embarcación.

"Está hecho de hielo." Exhaló Anna.

Y nuevamente tuvo que maravillarse ante la imposible hazaña, porque el sol caía como plomo con calor veraniego y las aguas de la costa estaban calientes, demasiado al menos para el hielo. ¿Cómo podía un barco entero estar fabricado de esa manera? Con hielo completamente perfecto, sin vetas o burbujas de aire o resquebrajaduras de cualquier tipo que desfiguraran la traslucida superficie azul que resplandecía como diamantes cuando refractaba en ella la luz. Crestas y escudos dejaban ver que se trataba precisamente de una nave de batalla: popa, proa, mástiles, y entonces como si fuera necesario pronunciar sus cualidades etéreas, la embarcación se detuvo y velas de hielo aparecieron para finalizar el ensamble.

"Alguien viene." Dijo el Rey. Ambos, Anna y él observaron con intensa anticipación, confundidos y ansiosos por ese inesperado giro de acontecimientos.

Una sola mujer descendió por la proa, vestida como ningún guerrero o Heraldo podría. La misma Anna había sido equipada con armadura, aunque se sentía inconveniente sobre su larguirucha forma, principalmente para inspirar a los ciudadanos de Arendelle; pero incluso en sus atavíos más reales se sentía inadecuada comparada con aquella extranjera. Cabellera rubia platino y piel blanca con la que Anna solo podía soñar, una complexión de porcelana que parecía no haber presenciado nunca la luz del día. Su vestimenta extrañamente asemejaba la apariencia del navío, azul clara y ligeramente transparente, y la larga terminación de su vestido que se arrastraba tras ella se fusionaba con el barco en una forma que sugería más que solo una similitud de tonalidad.

"Esa es la Reina Elsa." Informó el Rey, sonando más asustado de lo que Anna alguna vez hubiera escuchado de su normalmente firme padre.

"Al menos." Murmuró Anna, amilanada por la extraña visión sin saber la razón, medio tratando de convencerse a sí misma que todo seguía estando bien, "¿Qué podía hacer una sola persona aunque fuera extraña, verdad?"

Lo descubrió cuando la Reina Elsa alzó las manos al cielo e invocó a la muerte.

Sin embargo el rey inmediatamente hizo sonar las alarmas, nada podía haberse hecho para detener la inminente tormenta glacial que los impactó. Salidos de un despejado cielo azul, fragmentos de hielo todos con forma de lanzas miniatura cayeron con velocidad antinatural en cuanto se precipitaban al suelo. La escarcha se esparcía desde la base del misterioso barco de batalla para cubrir el fiordo, congelando la superficie del agua a mediación de sus ondas y dejando en su trayecto un campo cubierto de hielo.

"¡Maten a la hechicera!"

A la orden del Rey, arqueros dispararon desde las almenas del castillo y catapultas lanzaron peñascos enteros a la mujer, pero ella permaneció en su sitio tranquilamente con los brazos extendidos. Una gran ola de hielo se levantó de la tierra y limpiamente atrapó cada una de las saetas, resistió el impacto de docenas de rocas, y todo eso sin recibir rasguño alguno. Tan pronto como hubo acabado el bombardeo, la muralla cayó. Anna pudo percibir como las comisuras de los labios de Elsa se alzaban ligeramente.

Ella quiere ver esto, comprendió Anna. Esa era la única razón por la que hizo descender su pared. Elsa quería presenciar la caída de Arendelle con sus propios ojos.

Hielo llovió de los cielos empalando a miles de hombres, como un juicio sagrado de la Reina que los miraba desde su puesto glorioso.

Con su flota entera congelada e inutilizada en el puerto y su ejército diezmado por hielo contra el que no se podría haber defendido, Arendelle ofreció su rendición incondicional.

La Reina Elsa no la aceptó.

Una armada de criaturas de nieve irrumpió en Arendelle y la Reina Elsa muy sosegada caminó sin obstáculo alguno hacia las puertas del castillo, congelándolas hasta volverlas quebradizas y apartándolas con un movimiento de su mano que generó un viento gélido, paseándose hasta encontrarse con la familia real.

"No habrá ninguna rendición." Pronunció Elsa, nuevamente, muy calmada, como si estableciera un hecho muy simple al tiempo que se sentaba en el trono y el Rey de Arendelle se arrodillaba en el suelo con una cuchilla de hielo oscilándole sobre la garganta. "La rendición implica negociación. Y no existirá tal cosa. Sólo mis términos serán escuchados."

"Entonces, ¿Qué es lo que desea, Elsa?"

"Absoluta lealtad." Dijo Elsa. El Rey se movió para hablar, y el hielo se agitó cerrándolo, como si tratara de erguirse por sí mismo. Se encogió hacia atrás, acallado. "Tendré completa soberanía, aunque puedes conservar tu trono como vasallo mío. Desmantelarás tus ejércitos en un mes. Me rendirás tributo cada año, en cantidades que serán dictadas de acuerdo a mi voluntad. Sólo comerciarás con las Islas del Sur, en ambos sentidos, importación y exportación. Y–"

"¡Eso es ridículo!"

No importando las protestas del Rey, Anna se levantó en su sitio, donde había estado arrodillada a su lado. Nada la había estado reteniendo, principalmente porque Elsa no la había considerado una amenaza; pero en cuanto Anna se incorporó, vio que un batallón de bestias de nieve comenzaban a converger a su alrededor. Ella solo alzó la cabeza hacia Elsa con la espalda erguida, desdeñosa del peligro, y Elsa agitó una mano. Las creaturas amainaron.

"Puedes decir lo que piensas." Murmuró Elsa.

"Tus demandas son completamente injustas." Dijo Anna, dando un paso hacia el trono de su padre, sobre el cual Elsa no tenía ningún derecho de posarse.

"Anna, por favor, detente antes de que resultes herida –"

Elsa lo fulminó con la mirada, su vista era glacial, y la temperatura en la sala del trono decayó hasta que se congelaron las ventanas. El Rey guardó silencio una vez más y solo entonces la temperatura se calmó. No confortablemente, pero tolerablemente helada siempre que se usara suficiente ropa de invierno de la que Anna carecía.

"Prosigue." Le dijo Elsa.

Anna apretó los labios, sin temer. "Primeramente, mi papá no va a convertirse en tu vasallo cuando este reino es nuestro –"

"Un reino conquistado." La corrigió Elsa, lanzando una rápida ojeada al rey derrotado. El hombre se veía completamente resignado a su destino, pero él también se había rendido en sus intentos de persuadir a Anna.

"Bien, y ¿Cómo vamos a defendernos si otra persona como tú se aparece y no contamos con una milicia?" Anna evitó mencionar lo efectiva que había sido su fuerza militar.

Elsa asintió. "Les ofreceré mi protección a cambio de su lealtad."

Anna no pareció apaciguarse. Al contrario, solo se enfadó más. "¡El comercio! ¿Cómo vamos a sobrevivir si solo comerciamos con ustedes? Y no podemos ofrecerles tributo, no después de lo que has hecho–"

"Por supuesto que deshelaré sus campos y el fiordo." Dijo Elsa. "Sus actividades domésticas y económicas permanecerán intactas. Y les ofreceré una compensación apropiada. No pretendo que Arendelle muera de hambre."

"¡Tú no sabes nada sobre Arendelle!" Chilló Anna. "Tú no conoces a la gente, no conoces nuestra cultura, ¿Así que cómo vas a gobernar? ¡Ni siquiera mereces hacerlo!"

El grito jadeante de Anna retumbó por toda la sala del trono, y la pelirroja se agitaba con la fuerza de su exclamación y sus emociones. Lagrimas furiosas le hormigueaban en los ojos. Sabía que nada de lo que había dicho cambiaría algo, y cualquier argumento que pudiera ofrecer sería débil. Anna sabía que nunca había sido una princesa en demasía, difícilmente era alguien capaz de tomar decisiones importantes o argumentar lógicamente. ¿Pero cómo alguien podía simplemente llegar así y llevárselo todo? ¿Qué haría la gente? Anna se limpió las lágrimas de los ojos antes que estas pudieran caer.

Elsa observó a Anna por un momento, sin parpadear recorría la mirada sobre las facciones de Anna con una expresión completamente indescifrable. Cuando Anna se percató del escrutinio, miró con fijeza dentro de aquellos frígidos ojos azules que se abrieron ligeramente ante el impetuoso acto. Elsa fue la primera en romper el contacto visual y se giró, apartándose de Anna y volviendo a dirigirse al Rey con los labios torcidos en una mueca seria. "En ese caso, Tengo otra condición." Pronunció Elsa.

"Elsa, ya has exigido todo lo que tengo para dar." Dijo el Rey cansadamente.

"No todo." Dijo la Reina. Mientras hablaba, la lanza de hielo que amenazaba al Rey, se disolvió y se convirtió en agua que empapó inofensivamente la alfombra roja. "Hay algo más, y si accedes, puedo prometerte lenidad hacia Arendelle."

El Rey alzó la cabeza. "¿Y qué sería eso?"

Elsa asintió hacia Anna.

"La quiero a ella."